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Argentina: Día Internacional de las Mujeres

¿El siglo de las mujeres?

Fuentes: Agrupación de Mujeres Pan y Rosas

En su reciente y glamoroso viaje a París, la senadora Cristina Fernández de Kirchner se entrevistó con Segolene Royal -candidata a las presidenciales francesas- y, mientras ésta le regalaba un «pajarito de la suerte», la argentina acuñó una frase que se convirtió en titular de todos los diarios: «éste es el siglo de las mujeres». ¡¿El siglo de las mujeres?!

Como corresponde a candidatas presidenciales, Cristina pretendió entusiasmar a Segolene hablándole del crecimiento argentino y de las «ganancias exponenciales» de las empresas francesas en nuestro país. Pero no son sólo éstas las que obtienen ganancias siderales en Argentina.

Las 500 empresas más grandes aumentaron sus ganancias, en los dos últimos años, en casi un 100%, mientras el medio millón de trabajadoras y trabajadores que emplean recibieron un aumento salarial de sólo un 30%. Una suma que, por otra parte, ni siquiera ha sido alcanzada por la inmensa mayoría que tiene trabajos precarios. Son 5 millones de trabajadoras y trabajadores los que carecen de seguro por accidentes laborales, cobertura médica y aportes para su futura jubilación; no cobran vacaciones ni aguinaldo, no tienen derecho a indemnizaciones por despido y sus salarios no alcanzan ni siquiera el básico. ¡El 54% de las mujeres que trabajan, actualmente, lo hacen en negro! El poder adquisitivo promedio de la clase trabajadora se encuentra aún un 10% por debajo de los niveles previos a la devaluación. ¿Cuántas son, entonces, las familias que alcanzan a cubrir la canasta familiar que ronda en los $2.400? ¡Si hasta un 30% de la fuerza de trabajo recibe salarios que no cubren siquiera la línea de pobreza! Eso sin contar a quienes cobran planes de $ 150, que el gobierno no cuenta como «desocupadas/os» cuando tiene que estimar las cifras de desempleo en Argentina.

Pero, para esconder bajo la alfombra a los millones de pobres que existen hoy en nuestro país, el gobierno cuenta con otras mujeres «de este siglo», como la ministra Felisa Miceli, que ordenó la intervención del INDEC para que, si los precios suben, al menos ¡no se note!

Las mujeres debemos luchar porque se repartan las horas de trabajo entre ocupados/as y desocupados/as, con igual salario. ¡Basta de precarización laboral! Guarderías en fábricas y establecimientos para los hijos de las trabajadoras y trabajadores. ¡Plenos derechos para las mujeres trabajadoras!

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Cristina Kirchner -que cuando puede, niega ser «feminista», aclarando que se considera «femenina»- habla del «siglo de las mujeres», pero, en pleno siglo XXI nos quiere condenar a vivir en la Edad Media.

Cuando una abogada francesa de derechos humanos le preguntó por qué no contamos con una ley actualizada en materia de aborto, Cristina respondió indignada que no era abortista, sino peronista. Lo mismo repitió en la revista Newsweek y en otras entrevistas: está en contra de la despenalización del aborto debido «a profundas convicciones».

Sus convicciones no serían un problema si, al menos, el gobierno no pretendiera imponerlas en nuestras vidas. Pero la senadora considera que el tema del aborto «no está aún en la agenda política de la Argentina como tema de debate.» ¡Más que tema de debate, se trata de la vida o la muerte de miles de mujeres!

Según los datos del mismísimo Ministerio de Salud de la Nación, se realizan 460.000 abortos anuales; aunque otros cálculos alcanzan la cifra de casi 600.000. Estas prácticas clandestinas no siempre se pueden realizar en las clínicas truchas que se resguardan de la persecución policial con las «coimas» pagadas gracias a los altos costos de las intervenciones. La mayoría de las veces, los abortos se realizan en condiciones precarias y sin personal idóneo, con altos riesgos de infección, perforaciones uterinas, etc. Son más de 400 las mujeres que mueren anualmente en Argentina por esta causa.

Las mujeres exigimos el derecho al aborto libre y gratuito, para que pueda realizarse en los hospitales públicos y por la sola decisión de la mujer involucrada. Una vez más decimos: ¡Anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir!

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Para este «siglo de las mujeres» que preanuncia Cristina, muchos periodistas también la comparan con Hillary Clinton, la senadora norteamericana que va por las presidenciales del 2008 y que está considerada como un «halcón» del Partido Demócrata.

Hace pocos meses, Cristina felicitaba a Hillary por su reelección como senadora. «Le reitero la gratificación que ha significado para mí su victoria y el deseo de contar con su presencia en la Argentina», le escribió. La norteamericana fue una de las que apoyó la iniciativa de Bush de atacar a Irak, un voto que aún defiende, agregando que en las próximas elecciones, EE.UU. necesitará un candidato firme en el tema de seguridad y en la lucha contra «el terrorismo».

Quizás de aquí provenga la simpatía del matrimonio kirchnerista, considerando que el gobierno argentino también se sumó sin dubitaciones a la campaña de Bush contra la nación y el pueblo de Irán. Una ayuda más, amén de las tropas argentinas que se encuentran en Haití al servicio de la política imperialista.

En la vereda contraria, entre quienes no consideran que éste es «el siglo de las mujeres», seguramente se encuentran las mujeres víctimas del guerrerismo imperialista. La Organización para la Liberación de las Mujeres en Irak, por ejemplo, señala que «los crímenes de la ocupación son la mayor amenaza a los derechos de las mujeres iraquíes.» Y que «antes, las mujeres podían ir a trabajar y estudiar con seguridad, pero hoy están expuestas a peligros, como secuestros, asesinatos y violaciones.»

Mientras conmemoramos el Día Internacional de las Mujeres, el carnicero del pueblo iraquí se paseará por nuestro continente, recibido por los gobiernos «progresistas». Por eso, las mujeres gritamos: ¡Fuera Bush de Irak y América Latina! ¡Abajo el imperialismo! Que el gobierno de Kirchner retire las tropas de Haití. Impidamos toda colaboración con la cruzada guerrerista en Irak y la que prepara Bush contra el pueblo de Irán.

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Mientras tanto, son muchas las voces del movimiento de mujeres que se alzan para señalarnos que el camino para conseguir nuestros derechos pasa por el apoyo a estos nuevos gobiernos reformistas. Ya en la década del ’90, la autonomía del movimiento de mujeres -que ha generado vastas discusiones con respecto a la izquierda partidaria- se había visto disminuida por una mayor integración al Estado y las instituciones del régimen, empujando a la marginación a quienes se negaban a involucrarse en ese proceso de creciente institucionalización. Hoy, nuevamente la autonomía está amenazada. Pero esta vez, el ataque no proviene del neoliberalismo sino de los discursos de encantamiento de los nuevos gobiernos surgidos en el último período.

Las masas latinoamericanas emergieron, durante los últimos años, dando por tierra con los gobiernos que representaron al «neoliberalismo». Grandes convulsiones sociales y crisis políticas dieron paso a nuevos gobiernos que se presentaron como iniciadores de una época de reformas para recuperar la soberanía nacional, «humanizar el capitalismo» y ampliar la democracia política. Desde los levantamientos en Ecuador y Bolivia, las jornadas de diciembre de 2001 en Argentina o la gran movilización popular que derrotó al golpe en Venezuela, en el año 2002; las masas -con el protagonismo indiscutible de las mujeres trabajadoras, de los sectores populares y de los pueblos originarios- entraron en escena derribando a varios gobiernos y, en algunos casos, abriendo crisis revolucionarias.

Pero la clase dominante logró mantener la continuidad esencial y montar proyectos de contención y desvío. Para restaurar el «orden democrático», para recomponer los regímenes jaqueados por la acción independiente de las masas, los nuevos gobiernos debieron retomar -bajo discursos encendidos y algunas medidas demagógicas- las demandas más sentidas, generando expectativas y esperanzas en vastos sectores.

En vez de denunciar estas maniobras, algunos sectores y referentes del movimiento de mujeres nos proponen ir «paso a paso», con estrategias gradualistas para la consecución de derechos, basadas en el lobby parlamentario, la presión a funcionarios y otras metodologías que reconducen al movimiento «de la calle al palacio».

Pero la falta de resultados, desnuda más crudamente la ineficacia de este camino.

Porque mientras tanto, Romina Tejerina sigue detenida en las cárceles de Jujuy y el violador es absuelto con el aval de las juezas de la Corte Suprema, cuya incorporación a esta reaccionaria institución fue presentada como un logro del «siglo de las mujeres».

Mientras tanto, las madres de los barrios populares deben seguir enfrentando la impunidad del gatillo fácil durante la gestión del «gobierno de los derechos humanos», bajo el cual se contabilizan 650 muertes por represión estatal.

Mientras tanto, Jorge Julio López sigue desaparecido y no se encuentra a los responsables del secuestro de Gerez. Y aunque el presidente haya dicho que está haciendo todo lo que puede para encontrar a López con vida, lo cierto es que el 95% de los genocidas sigue impune bajo su mandato.

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En este marco, la perspectiva de la transformación de la vida de las mujeres sin la transformación de una sociedad basada en la más profunda jerarquización de los seres humanos, se demuestra una utopía. Como señalamos en otras oportunidades, si bien no está garantizado que con la eliminación de la explotación de clase, automáticamente, se acabe con la opresión de las mujeres, lo contrario sí es imposible: pretender que las mujeres pueden liberarse de la opresión mientras se mantenga la explotación del trabajo asalariado de millones de personas por un puñado de parásitos propietarios de los medios de producción, nos parece irrealizable.

Un pensamiento, una práctica y una organización de las mujeres que pretenda plantearse la emancipación de toda opresión, necesariamente tendrá que incorporar la lucha contra el sistema capitalista, pero no para automarginarse mientras el mismo garantiza su permanencia y continuidad, sino para enfrentarlo y, sobre sus ruinas, construir una sociedad de verdadera igualdad y libertad.

Para ello, es necesario poner en pie un fuerte movimiento anclado en las mujeres trabajadoras, campesinas, de los sectores populares, capaces de ponerle fin a ese sinnúmero de calamidades que es el capitalismo, depositando confianza sólo en sus propias fuerzas y las de su clase, con total autonomía del Estado, los gobiernos y las instituciones del régimen.

El género de las actuales y futuras presidentas se intenta presentar como un logro de todas las mujeres que durante siglos tuvimos vedado el acceso, inclusive, al ejercicio de los más mínimos derechos democráticos. Pero el festejo por estar asistiendo supuestamente al «siglo de las mujeres» pretende invisibilizar la continuidad, en las políticas patronales y proimperialistas, de los nuevos gobiernos; políticas que, para las mujeres trabajadoras y de los sectores populares, siguen significando hambre, desocupación, falta de vivienda, trabajo en negro, precarización laboral, enfermedades y muertes provocadas por los abortos clandestinos.

Tenemos que desenmascarar la mentira de la política oficial y desnudar su verdadero contenido de clase. El siglo de éstas mujeres no es nuestro siglo. Será nuestro sólo si las trabajadoras y las mujeres de los sectores populares, las luchadoras consecuentes en el reclamo por nuestros derechos levantamos una política independiente del gobierno y de todos los partidos patronales, que dé respuesta a las demandas sociales y democráticas del conjunto del pueblo y la nación oprimida.

Para luchar por esa perspectiva, te invitamos a sumarte a Pan y Rosas.

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