Secretario general de CC OO en tiempo de riders y de una tecnologización cuyos efectos sobre el trabajo son difíciles de pronosticar, Unai Sordo (Bilbao, 1972) ha asumido el liderazgo del sindicato tras ser elegido -a propuesta de Ignacio Fernández Toxo- en su XI Congreso, en julio de 2017. Las herramientas que el sindicalismo necesita […]
Secretario general de CC OO en tiempo de riders y de una tecnologización cuyos efectos sobre el trabajo son difíciles de pronosticar, Unai Sordo (Bilbao, 1972) ha asumido el liderazgo del sindicato tras ser elegido -a propuesta de Ignacio Fernández Toxo- en su XI Congreso, en julio de 2017. Las herramientas que el sindicalismo necesita con una clase trabajadora atomizada y que se siente más cómoda con la etiqueta de «clase media» que con la de «clase obrera» aún no existen, y CC OO asiste a nuevas formas de organización en las que muchas veces no hay un jefe a quien dirigirse, sino una impersonal plataforma. ¿Cómo se hace en este contexto el «sindicalismo ofensivo» que defiende Sordo? «Hay que organizar a la gente y a nosotros mismos en función de lo que tenemos fuera y no mirándonos el ombligo», dice.
El 20 de diciembre vimos una foto con la que se anunciaba la subida del salario mínimo interprofesional (SMI). El acuerdo es llegar en tres años a los 850 euros mensuales, en la línea de lo que defiende la Carta Social Europea y de los que han defendido CC OO. ¿Cuál es el truco para que la CEOE salga en esa foto?
En parte te puedo decir que eso me gustaría saber a mí, porque realmente, a priori, aunque sea a tres años diferido, una subida que sitúa el SMI en 850 euros supone incidir en la franja baja de las condiciones salariales de este país. Hay muy poca gente regulada por el actual salario mínimo interprofesional afortunadamente, pero con 850 euros en 14 pagas, ahí sí está bastante gente regulada y creemos que eso puede tener un efecto sobre la negociación colectiva y la revaloración de los salarios más bajos, con lo cual nos parece estupendo. Por tanto, ¿cómo se hace para que entre la CEOE? Pues negociando y teniendo un margen de flexibilidad. Si hubiésemos planteado como condición que entrase en vigor el 1 de enero, pues con toda seguridad no hubiera habido un acuerdo. Pero tenemos que situar una pista de despegue para una revindicación potente para 2018 y 2019. Veremos el recorrido que tenemos, pero lo vamos a intentar.
Este salario mínimo forma parte de un acuerdo en el que se tienen que dar unas condiciones de recuperación -recuperación en el sentido en que la entiende el Partido Popular-. Se está diciendo que hay que crear 450.000 empleos con las actuales condiciones. ¿Hasta qué punto hay que tragarse el sapo?
Nosotros no hubiésemos puesto ninguna condición, son condiciones que plantea el Gobierno y que coinciden con la previsión macroeconómica que ha hecho Bruselas. Entonces se acuerda vincular la subida del SMI a las altas de las Seguridad Social, aunque la primera intención del Gobierno era vincularla a la creación de empleo neto.
Si planteáramos que tiene que ser empleo indefinido, por ejemplo, pondríamos más difícil la subida del salario mínimo. Para nosotros la condición cuando más fácil de cumplir es la mejor. Luego, claro, la lucha es por que el empleo sea de calidad.
En un contexto en el que no se sabe muy bien cómo se va a crear empleo ni qué empleo se va a crear, ¿tiene que ser la renta básica (y no mínima) una de las apuestas del sindicalismo del siglo XXI?
Creo que es una discusión que van a tener las sociedades del siglo XXI indiscutiblemente, en función de cómo se desarrolle el proceso de tecnologización y robotizacion, y del efecto que esto tenga sobre la creación y destrucción de empleo. Sobre esas variables, que nunca se sabe muy bien cómo van a terminar, seguramente se acabe abriendo paso un debate sobre la renta básica como concepto de renta universal e incondicionada. Nosotros, en este momento, sin hacerle asco a ese debate, estamos en otro. Estamos planteando un debate sobre rentas mínimas que hagan frente desde los presupuestos públicos a situaciones de necesidad de las personas que no tengan empleo ni prestación social, en función de los vínculos de renta que tengan, y que eviten que caigan en la exclusión.
¿Por qué mínima y no básica? Suena mucho menos ambicioso…
En cierto modo lo es. Insisto: creo que es un debate que se va a abrir en las sociedades parecidas a las nuestras en las próximas décadas, pero nosotros, de momento, no estamos en este. Ahora mismo, la fuerza del sindicato está en tratar de reforzar sistemas de protección social que hagan frente a estas exclusiones.
Has dicho que un objetivo de CC OO es dirigiros a la pequeña y mediana empresa. Parece que con ese objetivo se olvidan muchos actores -por ejemplo, las personas que trabajan en cuidados- y todo un nuevo lenguaje en el que los trabajadores se llaman riders, coworkers o freelance. ¿Qué tiene que ver CC OO con esos sectores más precarios con los que quizá es más complicada la organización?
Creo que planteas dos cosas distintas. Una cosa es cómo el sindicato se enfrenta a una realidad que es patente, que es la existencia de múltiples pequeñas y medianas empresas, y a todo un proceso más estratégico del capitalismo, que ha deconstruido el modelo clásico de empresa, la ha fragmentado y ha hecho que las cadenas de valor de la empresa típica fordista industrial que genera un bien o un servicio hoy en día esté situado en un montón de empresas que interactúan, que funcionan en red, que están internacionalizadas y que funcionan en cadenas de subcontratación. ¿Cómo interviene el sindicato ahí? Aquí es donde estamos situando el debate estratégico, que dicho muy en bruto, está en situar la mayor parte de los recursos del sindicato en la pequeña y mediana empresa, en esa multiplicidad de empresas que pivotan en esa cadena de valor deconstruida.
Luego hay otra cuestión que es más nueva y que tiene que ver con procesos de deslaboralización de la prestación de servicios. En estos casos de los que me estás hablando, muchas veces no hay ni relación laboral. Aquí reconozco que hay cosas por inventar. Hoy mismo parece que hay una sentencia que cuestiona seriamente el concepto colaborativo de la economía vinculada a la plataformización de la economía. Hay que considerar que estos son empresas que tendrán sus peculiaridades, pero hay una empresa, una entidad que acaba gobernando el volumen de trabajo, el tiempo de trabajo y el precio del trabajo. Es la prestación de un servicio que no se ordena con un jefe, sino a través de una plataforma. Tenemos un reto que sinceramente no sé cómo resolver porque las herramientas clásicas del movimiento sindical ahí no son funcionales. No hay un convenio colectivo, no hay una relación laboral, hay una relación mercantil y mercantilizada, y no hay una agrupación de trabajadores sino trabajadores más o menos individualizados.
Pero que no estén juntos no significa que no puedan tener un interés compartido. Seguramente el uso de nuevas tecnologías, igual que las utiliza la empresa, las podemos intentar utilizar para organizarnos. Sería muy importante un marco legal que señale que hay una entidad económica productiva y que, por tanto, hay una suerte de proyecto empresarial que hay que regular y, en función de la regulación, ver como el sindicato puede intervenir. Porque ahí un convenio colectivo puede no ser útil, pero organizar a los trabajadores, sean autónomos o lo que sean, para que se contrapongan a la empresa o a la plataforma o a quién leches esté detrás del email y puedan negociar colectivamente sus condiciones… Creo que ahí el sindicato sí puede jugar un papel. Pero es verdad que esto está en génesis. Aquí sí reconozco que esto es un cambio.
Entonces estamos hablando de utilizar herramientas que no existen en nuevas empresas que utilizan nuevos lenguajes y, aunque estéis, en ello está claro que los sindicatos están llegando tarde…
Sí, sí, claro. Es que esto está irradiando. Yo no soy de Madrid y me encuentro con que empresas por las que me han preguntado en muchas entrevistas no las había visto hasta que he venido a Madrid. El sindicalismo no se construyó al día siguiente de la invención de la máquina de vapor. Hay todo un proceso histórico que genera una empresa x una explotación y, una respuesta z.
Seguramente estemos en la fase inicial de una nueva conceptualización de la economía que llaman colaborativa y a la acción colectiva, es decir, al sindicato, todavía le queda un tiempo de desarrollo. Estamos en ello.
Este año se cumplen 40 años de la legalización de CC OO. Partiendo de que es un momento de tormenta perfecta de crisis de régimen, con el tema de Catalunya y la crisis económica en diferido desde 2008 -porque la recuperación ha sido más estadística que democrática-, ¿cuál es el papel de Comisiones 40 años después y qué queda de las Comisiones de Marcelino Camacho?
La realidad de aquellos años tiene poco que ver con la de ahora. Es imposible pensar en la lucha y la transición en España sin pensar en Comisiones Obreras, pero si el sindicato de 2017 se moviera en los parámetros del sindicato de los 70 tendríamos un problema, porque no estaríamos interpretando correctamente los cambios que habido. El objeto del sindicato sigue siendo exactamente el mismo: organizar a la gente trabajadora para tratar de conseguir defender derechos laborales y sociales. Esa idea fuerza es exactamente la misma. Ahora el sindicato tiene que ser consciente de que buena parte de sus legitimidades las tiene que rehacer.
La legitimidad del sindicato en los 70 y 80 no había ni que explicarla porque venía dada por la épica de la lucha contra el franquismo, de la lucha por la libertad, por la amnistía, por la gente que había estado en la cárcel, por la gente que nos habían matado. Había una especie de épica que nos daba una ética y una legitimidad de mano, pero esto se lo cuentas hoy a una persona que no sabe si se va a jubilar y no sabe, salvo una minoría, de lo que le estás hablando.
El sindicato se tiene que legitimar de otra manera y tiene que hacerlo a través de un vínculo mucho más cotidiano y útil con el trabajador y la trabajadora actuales. Pero esa utilidad no se puede confundir con utilitarismo. Tenemos que seguir manteniendo una idea sociopolítica del por qué somos y por qué estamos. El sindicato es un sindicato de clase no solo porque agrupe a trabajadores de todos los sectores y de todos los territorios, sino porque intenta buscar vínculos entre los trabajadores.
Esto tiene mucho que ver con cómo vinculamos las partes fuertes del sindicato o las partes debilitadas del mundo del trabajo, y ahí tenemos que generar una identidad también. La identidad de clase no se va a generar en los mismos parámetros que en los 70 o que en las empresas fordistas. La identidad de clase antes venía generada por situaciones idénticas: los trabajadores casi todos eran iguales y a casi todos les pasaba lo mismo y vivían igual. Y cuando digo todos lo digo conscientemente.
Pero hoy en día la clase trabajadora es otra cosa. Para nosotros sigue habiendo una clase trabajadora, pero si la propia clase trabajadora no se conceptualiza como tal, sino como clase media porque resulta que su piso se ha revalorizado… Esto hay que tenerlo por lo menos en el disco duro para analizar lo que hacemos.
El trabajo se ha atomizado y no es un elemento de socialización como lo era antes. Necesitamos una relación mucho más permanente con la gente sin dejar de lado esta idea de identidad colectiva y de sindicato de clase que busca intereses compartidos en la gente en el mundo del trabajo. No es fácil, pero creo que tenemos diagnosticadas las cosas que tenemos que hacer, lo que ocurre es que es un trabajo ímprobo y difícil de implementar.
Cuando hablas de hacer un «sindicalismo ofensivo», ¿a qué te refieres? ¿Cuál es ese sindicalismo? ¿Cómo y dónde se hace?
Me refiero a un sindicato mucho más proactivo y que plantee los problemas, y tiene que ver con esto de las utilidades. El sindicato no se puede dedicar a negociar jornadas, salarios y tres permisos, sino que tiene que tratar de bajar a la realidad múltiple de las empresas y hacer planteamientos ofensivos sobre materias que le importan mucho a la gente y que no son solo las viejas reivindicaciones, que también. Un sindicato ofensivo no debe quedarse mirando qué pasa con los cambios tecnológicos en las empresas, tiene que prever esos cambios y las necesidades que van a tener los trabajadores. Un sindicato ya no va a basarse en generar una norma a través del diálogo social, o de un convenio a través de negociación colectiva para luego quedarse en la sede esperando a que, si alguien incumple la norma, le llegue el afiliado. Esto ya no vale, hay que tener una actitud mucho más proactiva para detectar el problema y, si me apuras, provocarlo. Porque muchas veces si no lo provocas no se ve. Sería fácil decir que la ofensiva es 16 huelgas… pero no es solo eso, sino organizar a la gente y a nosotros mismo en función de lo que tenemos fuera y no mirándonos el ombligo.
¿Estamos en una situación de peligro para la sostenibilidad del sistema de pensiones?
Nosotros defendemos sistemas de pensiones vinculados a planes de empleo que puedan generar planes complementarios de pensiones. Esto no es algo que vaya en contra del mantenimiento de un sistema público y suficiente de pensiones. Creo que esto tiene una explicación política, dejando claro que apostamos en todo caso por sistemas complementarios -no sustitutorios- que es lo que subyace detrás de las reformas de pensiones, la posibilidad de abrir tal diferencial entre salario y pensión que se abra un nicho de negocio para la banca ordinaria. Los planes ligados a la negociación colectiva, los planes complementarios, para nosotros no suponen ningún quebranto. Esto es discutible pero no es una contradicción.
CC OO participa en algunas sociedades de Previsión Social. ¿Cómo se hace esa pedagogía cuando se está participando en este tipo de fondos privados?
La primera vez que yo he hablado como Secretario General en la Puerta del Sol fue en verano al hilo de una movilización en materia de pensiones. Ningún gobierno del PP en mayoría absoluta está en disposición de hacer una reforma de pensiones que suponga una caída radical en el corto plazo de las pensiones, porque si lo hiciera perdería las elecciones. Los poderes económicos son terriblemente inteligentes y han planteado unas reformas cuyos efectos en el corto plazo existen, pero no son tan graves en el corto plazo. Tenemos que trabajar en que la gente no se someta a la idea de que la pensión no es viable, pero es verdad que es un discurso difícilmente movilizador. Pese a esta sensación de irreversibilidad, es complicado movilizar por este asunto. ¿Es difícil pensar en 2040 cuando la gente está preocupada por el fin de mes?
Yo no creo que esa reforma introdujera algunos problemas. La reforma del 2011 lo que hacía era modificar parámetros. Nosotros no hubiéramos incrementado la edad de jubilación en esta fórmula, pero evidentemente cuando negocias tienes que enfrentarte a otras partes. Lo que intentamos fue prevenir lo que pensábamos que iba a venir. ¿Qué ocurre? Que estamos hablando de 2011, y entre 2011 y 2013 la situación en Europa se deteriora a marchas forzadas. En ese contexto hay una intervención del Estado español en la que reducir el incremento previsible para el gasto en pensiones es una de las condiciones que se le imponen a España y con las que el Gobierno del PP traga.
La reforma de 2011 no fue tan contestada por CC OO pese a que aumentaba los años cotizados necesarios, cambiaba el cálculo de la base de cotización y retrasaba la de jubilación. ¿Por qué te refieres a la reforma de 2013 mientras defiendes la de 2011, que introducía algunos de los problemas que estamos viendo ahora?
No hay ninguna maldición economicista que diga que el sistema es inviable. Pero lo cierto es que el país tiene que responder a una pregunta muy sencillita, y es qué parte de la renta que genera quiere dedicar a mantener un sistema público de pensiones. Si España está dispuesta a destinar algo menos del 15% del PIB a pensiones públicas, el sistema no solo es viable sino que es viable en términos de calidad equiparables a los que hoy en día tenemos en el que, por cierto, las más bajas son manifiestamente mejorables. Además, este esquema ya estaba previsto en las reformas de pensiones que ha habido hasta el año 2011, pero es verdad que esto se rompe con la reforma que plantea el Gobierno del Partido Popular en 2013, que sí genera una duda razonable. Lo que hay que establecer es el debate de los ingresos para sostener el sistema. Porque si se mira solo la caja de la Seguridad Social, los déficits es que ahora mismo existen son enormes. Hay que mejorar el sistema de ingresos, y una parte va a tener que cubrirse con imposición general, es decir, desde los Presupuestos Generales, en determinados años.
CC OO ha procurado no introducir el tema territorial porque no afectan a las condiciones de vida de los trabajadores tan directamente, pero es un actor muy respetado y Unidos Podemos fue la primera fuerza política en decir que tenía que estar en una mediación. ¿Sentisteis la necesidad de actuar?
Nosotros no íbamos a ser mediadores de nada, no es esa nuestra función. Pero nos vimos obligados o nos sentimos concernidos en la necesidad de sacar una propuesta que era, no sé si arriesgada, pero sí valiente. Y además lo hicimos en solitario. No es nuestra primera competencia, pero hicimos la propuesta de plantear dos escenarios de negociación: uno sobre cómo reformular el marco de autogobierno en Catalunya y otro sobre cómo validar mediante una decisión democrática ese marco de autogobierno. Creo que estos debates, en parte identitarios, si no tienen fórmulas de transversalidad acaban fragmentando las sociedades.
CC OO es la primera fuerza sindical en Catalunya. ¿Se ha tensionado con este debate?
Creo que todas las organizaciones sociales y políticas en Catalunya se han tensionado. Y las que no se han tensionado es porque no son organizaciones centrales. CC OO de Catalunya es una organización muy plural en su afiliación, con 142.000 personas afiliadas. Hay de todo, y creo que las decisiones que se han tomado han sido lo suficientemente hábiles como para acomodar a la inmensa mayoría. La posición política que ha mantenido el sindicato ha recogido bien esa pluralidad, teniendo claro que somos una confederación que no es independentista, que no avala un modelo en el que el Estado español llegue a fragmentarse en otras unidades políticas, y es federalista.
Planteamos un modelo en el que los distintos espacios de decisión política puedan estar interrelacionados, porque es el que tenemos con las distintas estructuras institucionales en España y el que pretendemos también para Europa. Desde un punto de vista progresista, creo que es el único modelo válido para hacer frente a la hegemonía liberal. Ahora lo que toca es ver los resultados electorales y cuanto antes resetear este proceso, que creo que lo que exige es un espacio radicalmente distinto de deliberación política en Catalunya y de Catalunya en el resto del Estado.
¿Qué resultado celebrarías el 21D? [La entrevista tuvo lugar un día antes de las elecciones]
No celebraría ninguno y, si lo hiciera, no te lo podría decir, pero creo que, sobre todo, de lo que se trata es de cambiar los parámetros de la acción política. Esto no puede seguir por la vía del plebiscitarismo continuo en la política catalana. Hay que ir a un proceso de negociación política y de deliberación política. Lo que celebraría es esa dinámica, más que quién saque más o menos votos, porque hay que alejarse de esa vía que nos llevaba a un desastre.