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El siniestro legado de las grandes represas

Fuentes: Ecologistas en acción

Desde hace años cada 14 de marzo el movimiento mundial contra las grandes represas realiza movilizaciones en todos los rincones del mundo para exigir un cambio en el modelo energético. Denuncia que la energía producida por las grandes represas no es limpia y que otras formas de energía sostenible son posibles. Durante décadas hemos identificado […]

Desde hace años cada 14 de marzo el movimiento mundial contra las grandes represas realiza movilizaciones en todos los rincones del mundo para exigir un cambio en el modelo energético. Denuncia que la energía producida por las grandes represas no es limpia y que otras formas de energía sostenible son posibles.

Durante décadas hemos identificado a las grandes represas como suministradoras de energía limpia procedente de una fuente renovable. Sin embargo, en la década de 1980 y 1990 las movilizaciones contra ellas en el Sur global fueron de tal magnitud que lograron cuestionar este modelo. También en Europa hubo protestas de todo tipo. Los gobiernos reaccionaron no solo con represión, sino también con silencio y olvido.

Durante décadas las grandes represas no se cuestionaron y se aceptaron sus costos sociales y ambientales. Parecía que no había otra opción para generar «desarrollo».

Marcha de personas afectadas por las represas de Los Llanitos y Jicatuyo, Honduras.

Al final de la década de 1990 se aceptó elaborar un informe que hiciera balance de estas grandes infraestructuras. El Banco Mundial y otros bancos y empresas constructoras financiaron una comisión compuesta por grandes expertos en el tema. En el año 2000 salió a la luz el Informe de la Comisión Mundial de Represas (CMR) y sus resultados no gustaron a los promotores del mismo. Entonces se concluyó que las más de 45.000 grandes represas habían desplazado A entre 40 y 60 millones de personas de todo el mundo de sus viviendas, tierras y pueblos (actualmente pueden superar los 80 millones).

¿Para qué sirven las represas?

Pero el informe también afirmaba que el Banco Mundial, principal promotor y financiador de estas grandes obras, había endeudado a los países pobres para construir la infraestructura del supuesto desarrollo que se privatizaría años más tarde en beneficio de las corporaciones de la energía. En América Latina, las grandes empresas que se quedaron con el negocio de su producción y distribución fueron Endesa, Unión Fenosa e Iberdrola, entre otras.

Manifestación en 2012 de indígenas afectados por la represa de Belo Monte, Brasil.

Además, según el informe de la Comisión Mundial de Represas, los grandes embalses generaron mucha menos energía de la que se esperaba obtener, pero contribuyeron a la desaparición de bosques, selvas y manglares, que quedaron inundados bajo las aguas reduciendo la capa forestal del planeta y contribuyendo, por consiguiente, al aumento de la concentración de gases de efecto invernadero (GEI). Por si fuera poco, se calcula que la descomposición de la materia vegetal sumergida por esas grandes represas genera casi el 5% de los GEI del planeta.

El informe de la CMR verificó que los embalses tampoco habían servido del todo para evitar inundaciones y que, en algunos casos, las habían producido; que los destinados a riego no eran efectivos debido a las pérdidas por filtración y evaporación. Además, los monocultivos creados para usar estas aguas dañaron los suelos, aumentaron la concentración de agroquímicos y rompieron la soberanía alimentaria de los pueblos, dejando en manos de los grandes productores enormes extensiones de tierra y el control sobre las semillas patentadas e incluso transgénicas. La misma CMR propuso una serie de criterios que, de cumplirse, harían difícil la construcción de nuevas represas [2] .

Estos megaproyectos bloquearon el sistema hidrológico del planeta y facilitaron que las corporaciones pudieran adquirir años más tarde las concesiones de generación y por tanto el control privatizado del agua de los ríos, excluyendo de su uso a pueblos indígenas, campesinos, pescadores y otros sectores que dependen de que los ríos fluyan vivos, para que los pueblos estén vivos.

Hay que desenmascarar el mito. La energía hidroeléctrica no es tan verde

Represar todos los ríos

La creación de grandes embalses para producir energía, llevar agua a los núcleos urbanos o regar cultivos, implicó también la imposición de políticas exógenas, incluso con violencia y represión, contra comunidades y pueblos enteros. Muchas veces, las personas afectadas no fueron indemnizadas y perdieron sus modos de vida; las tierras más ricas y productivas y sus cementerios quedaron bajo el agua; se dividieron pueblos, familias y comunidades que perdieron su cultura. El impacto psicosocial fue descomunal.

Vista de la construcción de la represa de Belo Monte, Brasil.

La Comisión Mundial de Represas concluyó que el 60% de las cuencas más importantes del planeta había desaparecido por la falsa idea de que no se debe desperdiciar el agua de los ríos que fluye hasta el mar, sino que hay que represarlos todos.

Sin embargo, las grandes constructoras no podían dejar este negocio. La crisis climática les dio la oportunidad de seguir con lo mismo. Los países del norte se han visto obligados a partir de año 2005 a reducir al menos el 5 % de los GEI respecto a los valores que tenían en 1990. Pero el Protocolo de Kioto considera limpia la energía hidroeléctrica.

Las represas han desplazado en todo el mundo a 80 millones de personas

Así, las corporaciones de energía y constructoras de grandes represas, con la complicidad de los gobiernos, se dieron a la tarea de justificar más represas. De este modo, además, garantizaban las inversiones que prometían llegar en el marco de los Tratados de Libre Comercio e Inversión, ya que las corporaciones requerirían grandes reservas de energía y de agua. Esto provocó un fortalecimiento de la resistencia en todo el mundo.

La resistencia se consolida

A principios de la década del 2000 se llevó a cabo el primer encuentro mundial contra las represas en Brasil, luego en Tailandia y luego en México (donde estuvo presente la Coordinadora de Afectados por Grandes Embalses y Trasvases (Coagret) de España). También se conformó la Red Latinoamericana contra las Represas (Redlar) que sostuvo encuentros en diversos países de la región, intercambiando experiencias cada dos o tres años, así como investigación y estrategias comunes de resistencia. Luego muchos países fueron conformando sus redes nacionales de resistencia. Entre ellos, el Movimiento Mexicano de Afectados por las Represas y en Defensa de los Ríos (Mapder).

Sin embargo, ahora ya no se trata solo de resistir sino de proponer un nuevo modelo energético popular que implica que los pueblos tengan en sus manos el control de la energía, que sea descentralizada y sin impactos socioambientales. Y este planteamiento significa la construcción de otro sistema alternativo al capitalismo. El problema no es técnico, sino político: ¿Qué otros mundos son posibles diferentes al capitalismo? ¿Qué proyecto de vida distinto queremos construir? Y a partir de ahí construir un modelo energético que lo sustente, con respeto al medio ambiente.

El agua y la energía son el centro de la reproducción de la vida, pero también del capitalismo que pretende acapararlos. Su control es clave para la acumulación del capital. Por ello, la lucha por la democratización de ambos está siendo criminalizada en todo el mundo. Pero la lucha por la defensa del agua, de este bien natural común para la vida y nuestra felicidad, es una responsabilidad de todos y todas, estemos donde estemos [3] . ¡Agua y energía no son mercancía!

Adónde va el agua del planeta 

Hay otros sectores e inversiones que dependen del agua y la energía en grandes cantidades. La minería es uno de ellos. Para lixiviar el oro se requiere de uno a tres millones de litros de agua cada hora mezclados con toneladas de cianuro cada día, además de ingentes cantidades de energía. Pero de igual manera requieren mucha agua y energía el fracking, la construcción de oleoductos y gasoductos, la explotación petrolera, canales interoceánicos; las plantaciones de eucalipto, palma de aceite, pino, soja, maíz transgénico; los parques industriales, las plantas automotrices, la ganadería intensiva, los hipermercados, entre otros megaproyectos que además se apropian de grandes extensiones de territorio.

Notas:

[1] http://www.otrosmundoschiapas.org/

[2] El Escaramujo, Nº 56, Directrices para construir Represas en http://otrosmundoschiapas.org/index.php/component/content/article/49-25-el-escaramujo/49-el-escaramujo/2097-el-escaramujo-56-directrices-para-construir-represas)

[3] El manual No Seas Presa de las Represas se puede descargar en: http://otrosmundoschiapas.org/materiales/2011/07/no-seas-presa-de-las-represas/)

Fuente: https://www.ecologistasenaccion.org/article36019.html