Alejandro Nadal es economista. Profesor investigador del Centro de Estudios Económicos y de «El Colegio de México», colabora regularmente con el cotidiano mexicano de izquierda La Jornada. Muchos de sus artículos han sido reproducidos en páginas electrónicas como www.rebelion.org o sinpermiso.info. Nadal es, además, miembro del consejo editorial de Investigación Económica, una excelente revista de […]
Alejandro Nadal es economista. Profesor investigador del Centro de Estudios Económicos y de «El Colegio de México», colabora regularmente con el cotidiano mexicano de izquierda La Jornada. Muchos de sus artículos han sido reproducidos en páginas electrónicas como www.rebelion.org o sinpermiso.info. Nadal es, además, miembro del consejo editorial de Investigación Económica, una excelente revista de ciencias sociales dirigida por el economista mexicano Ignacio Perrotini.
¿De qué estamos hablando cuando hablamos de peste porcina?
La llamada fiebre o influenza porcina es provocada por una variación de un virus que es endémico en cerdos. La influenza porcina es rara en humanos, pero el virus puede sufrir mutaciones y afectar a humanos. Eso es lo que ha sucedido en este caso.
¿Cómo ha podido mutar el virus, según parece, muy rápidamente y afectar a la especie humana?
El sospechoso número uno es el sistema de producción industrial de cerdos, en donde el hacinamiento permite el intercambio masivo de virus, lo que facilita que aparezcan nuevas cepas y variantes, algunas de las cuales pueden ser influenza patógena que puede afectar a los humanos. Los criaderos de cerdos son bien conocidos por ser una de las mejores fuentes de generación de variantes de estos virus.
Hasta ahora, salvo el caso de un bebé que falleció en Estados Unidos el pasado 28 de abril, todos los muertos se han producido en México y entre personas jóvenes. ¿Por qué?
Es una pregunta abierta. No se sabe a ciencia cierta. Una hipótesis es que el virus en sus primeras etapas puede ser más mortífero, y a medida que avanza el proceso de transmisión, suele disminuir su virulencia o malignidad. Sin embargo, en el caso del virus A(H1N1) que aparece en México, la virulencia no ha disminuido (no ha mutado el virus a algo menos maligno). Los médicos y laboratorios todavía no tienen una respuesta.
¿Cuál es la situación en su país en estos momentos?
Se habla de más de dos mil casos de infección con un cuadro clínico similar al del virus A(H1N1). Hay unos 150 decesos, lo que sitúa el nivel de mortandad en niveles comparables a epidemias muy graves (aunque a estos niveles estadísticos no es prudente hacer comparaciones todavía).
En este momento la Ciudad de México, una urbe de unos 20 millones de habitantes se encuentra paralizada. Las escuelas, desde primarias y guarderías, hasta universidades, se encuentran cerradas hasta el 6 de mayo. Los restaurantes están cerrados, también hasta el 6 de mayo. Muchas empresas han disminuido el ritmo de actividad. A escala nacional, el sistema educativo también está paralizado hasta el 6 de mayo. Las autoridades se esfuerzan por contener el contagio y en los próximos días sabremos si han tenido éxito estas medidas. Lo cierto es que por el momento subsisten serias dudas sobre las acciones gubernamentales.
El impacto económico de esta epidemia es fuerte. La gran división servicios es muy importante en la composición del PIB. Servicios de restauración y hotelería son muy importantes y fuertes generadores de empleo. El impacto de la epidemia se deja sentir de lleno, en un primer momento, en estos sectores. Además, el sector turismo también va a resentir el impacto, probablemente durante largos meses como suele suceder en estos casos. El déficit crónico de la balanza comercial se va a recrudecer. Además, es muy probable que las exportaciones de carne de cerdo y de pollos sufran por esta epidemia, aunque no existe evidencia de que la enfermedad se transmita directamente por ingesta de carne de cerdo. Finalmente, la recaudación fiscal se verá mermada de manera significativa, sobre todo por el impuesto al valor agregado, que como sabemos es un impuesto al consumo. En fin, todo esto viene a empeorar una situación ya de por sí comprometida por la crisis económica que ya se pronosticaba (antes de la epidemia) afectaría con una caída del 4.5% al PIB mexicano en 2009. Personalmente, dado el peso del sector servicios, creo que por lo menos hay que agregarle otro punto porcentual a la baja a esta estimación (es decir, el PIB mexicano caería alrededor del 5.5% este año). Es una estimación gruesa pues falta ver si se prolonga la situación actual.
¿Significa lo que está pasando que la ganadería intensiva, industrializada, es un caldo de cultivo para agentes infecciosos? ¿No estamos tratando a los animales, a seres vivos, como si fueran seres inanimados, sin dolor ni sufrimiento?
La producción industrial en gran escala de ganado bovino en condiciones estabulares, de cerdos y aves en «granjas» gigantescas que son verdaderas fábricas de carne es una de las aberraciones de la producción capitalista en estos últimos cincuenta años. Sí, efectivamente es un caldo de cultivo de agentes patógenos. Facilita su rápida evolución y promueve la aparición de nuevas cepas de gran virulencia. Es bien conocido por epidemiólogos el hecho de que los virus que causan el deceso del anfitrión mantienen un equilibrio entre virulencia y velocidad de transmisión. En el caso de los criaderos industriales de cerdos y aves, el reemplazo cada vez más rápido de la población anfitriona genera presiones (evolutivas) que desembocan en la aparición de cepas más dañinas y de altas velocidades de transmisión. El hecho es bien conocido en la literatura especializada. Pero las autoridades sanitarias a nivel nacional e internacional, (incluida la OMS y en lo que le compete a la FAO) siempre han tolerado y solapado estas condiciones de producción de cárnicos.
Una doctora e investigadora del Hospital de La Raza (México), que ha preferido ocultar su nombre, ha apuntado que los primeros casos de personas afectadas se detectaron a principios de marzo, pero que no se lanzó ninguna alerta ni se realizaron investigaciones. Hubieron varios muertos por neumonía, ha apuntado la doctora, a los cuales no se le realizó un estudio forense a fondo, añadiendo: «Al privilegiar la medicina privada, se ha desatendido la inversión en investigación, infraestructuras y existencia de medicamentos de la medicina pública y lo que estamos viviendo son las consecuencias de eso. México no tenía elementos para llevar a cabo análisis para detectar la enfermedad». ¿Es acertado ese análisis en su opinión?
Es correcto. Y yo diría que se queda corto el comentario. En los últimos veinte años, el gasto en educación se ha quedado estancado a medida que los gobiernos privilegiaron el pago de cargas financieras por encima de la inversión en los sectores prioritarios del desarrollo (salud, alimentación, vivienda, educación, ciencia y tecnología). Uno de los mejores ejemplos de esto es el de hace unos cuatro años, cuando el gobierno de Fox quería desaparecer el principal centro de investigaciones forestales, pecuarias y agrícolas en México. México cuenta con 11,000 kilómetros de litoral y el sector pesquero es muy importante, pero los centros de investigación sobre pesquerías son muy pocos y no existe un sistema a escala nacional de monitoreo para el manejo racional de pesquerías. Para regresar al caso de la influenza, es extraordinario que en este país el gobierno pretende abrir ya pronto (e ilegalmente) el campo a los transgénicos, pero no se cuentan ni siquiera con los laboratorios para determinar con certeza cuando se trata del virus A(H1N1).
Por su parte, Luis de Sebastián, un destacado economista barcelonés, ha observado en un artículo reciente publicado en Cinco Días: «Los mexicanos pobres sufren una epidemia gripal de nuevo cuño sobre una crisis económica y una pobreza endémica…El mundo no pude sobrevivir a base de islotes de ricos en medio de un mar de pobres». ¿Por qué habla de mexicanos pobres? ¿No pueden quedar afectados también los mexicanos más o menos pudientes?
Todos pueden ser afectados.
¿Cómo deberían actuar las autoridades sanitarias en su país? ¿Qué debe hacer la población?
Las autoridades sanitarias deben proporcionar la información fidedigna de lo que está aconteciendo. Deben realizar las investigaciones que cualquier epidemiólogo llevaría a cabo y las daría a conocer. Por el momento no sabemos todavía si las autoridades han investigado a los pacientes infectados por este virus para definir la forma de contagio, etc. Las autoridades mexicanas siempre tienen un comportamiento defensivo: el responsable de derechos humanos niega casos de tortura, el de medio ambiente rechaza que hay contaminación, el de salud señala que todo está bajo control. Es un cuadro típico del «funcionariado» mexicano (perdón por el neologismo).
¿Qué papel debe jugar la OMS ante la situación?
La OMS debería dejar de solapar a los grandes intereses de la industria farmacéutica y de la industria agro-alimentaria. Ahí hay mucho que hacer para prevenir desastres futuros que harán palidecer a todas estas epidemias y pandemias. No hay que olvidar el papel de la OMS y la FAO en el mantenimiento de la globalización neoliberal, un modelo económico fallido, cuyas fallas en materia de salud pública y medio ambiente son notorias.
¿Podemos extraer ya alguna lección de lo que está ocurriendo?
Hay dos muy importantes. Primero, las fábricas de carne (los gigantescos «feedlots» de ganado bovino en Estados Unidos, las «granjas» de cerdos y aves) son recintos en los que la lógica de rentabilidad del capital se mezcla con la dinámica evolutiva de la naturaleza. El resultado es una mezcla explosiva. La rentabilidad requiere grandes escalas de producción, crecimiento rápido de los animales (inducido artificialmente por medio de hormonas) y fuerte rotación del capital. La dinámica evolutiva no perdona y aprovecha estas características en los procesos productivos de carne a escala industrial. De ese caldero van a salir siempre nuevos virus patógenos. La OMS y los epidemiólogos del mundo lo saben.
La segunda tiene que ver con el tema de bioseguridad. Esta epidemia es una muestra clara de que los sistemas de bioseguridad en México (y muy probablemente en muchos países) no están preparados, ni de lejos, para enfrentar contingencias. Aún así, el gobierno mexicano insiste en su afán de liberar cultivos transgénicos a escala comercial. Llama la atención, en especial, el caso del maíz. Este cultivo tiene su centro de origen en México y una ley federal (que vela por los intereses de las grandes corporaciones transnacionales) incluso establece la obligatoriedad de un régimen de protección especial para el maíz. Sin embargo, violando esa ley y la opinión incluso del Instituto Nacional de Ecología, el gobierno mexicano se apresta a la liberación comercial de maíz en el campo mexicano. No hay condiciones de bioseguridad en México, es la lección más clara de la epidemia actual.
Gracias, gracias por su amabilidad y por su generosa disposición