Traducción Héctor R. López Terán
El cumpleaños 200 de Karl Marx está siendo celebrado hoy en circunstancias que ni deseaba ni esperaba: un planeta que es gobernado -y cada vez más destruido y cocinado- por el capitalismo.
Las conmemoraciones anteriores -en 1918 y 1968- llegaron en medio del recrudecimiento mundial de los movimientos sociales progresistas.
El Marx de aquellas coyunturas fue un teórico de la lucha de clases, la revolución y la subordinación del mundo postcolonial, pero fue negligente sobre la naturaleza. Algunos ambientalistas encontraron valor en Marx, pero no en su análisis ecológico.
Pesimismo maltusiano
Representativo de esto fue un ensayo en 1971 de G.N. Syer en The Ecologist. Rindió tributo a la pasión de Marx por la igualdad y la emancipación humana universal. También, reconoció su comprensión de la relación de naturaleza y sociedad -como dialéctica-, al observar a los seres humanos como parte de la naturaleza, no como sus gobernantes.
Pero el pliego de cargos fue largo. Para empezar, Syer argumentó que algunas predicciones marxista habían sido insuficientes. Ese capitalismo que genera polarización social y crisis cíclicas parecía haber sido falsificado: en la brecha de riqueza entre ricos y pobres, Syer observó que había «disminuido en casi todas partes», mientras el ciclo de depresión había estado superado gracias a «la aplicación de las teorías económicas keynesianas».
Y lo más importante, Marx había tomado la labor de repetir la fe de su era en el progreso material infinito.
Había fallado en reconocer la validez del pesimismo maltusiano; no veía las tensiones que impone al planeta el progreso material ni la consecuente contaminación y el agotamiento de recursos; y estaba -aquí, en contraposición con Engels- «bastante inconsciente de la fragilidad de gran parte de la naturaleza, como el suelo, y de la posibilidad de que algún día los recursos de la tierra se agotaran».
Preocupaciones centrales
Qué diferente es el mundo que saluda el bicentenario de Marx.
Llega en una era gobernada por lo que Mark Fisher llamó «realismo capitalista» -una sensación de que no existe una alternativa perceptible para el sistema capitalista- pero en la que las percepciones de crisis son omnipresentes, incluida la relación entre la sociedad humana y el reino natural.
En este sentido, el descubrimiento de Marx como un pensador ecológico ha sido significativo. Por supuesto, se sabía que el concepto de alienación de Marx abarcaba el distanciamiento de la sociedad humana del mundo natural.
Pero en las últimas décadas del siglo XX un Marx ecológico fue desenterrado, gracias al trabajo de David Harvey y muchos otros.
Después, en el cambio de milenio, Paul Burkett -en Marx and Natura – y John Bellamy Foster –Marx’s Ecology- expusieron a Marx como un pensador cuyas preocupaciones centrales eran ecológicas.
Mediar, regular y controlar
Este es un Marx que poseía un meticuloso conocimiento de las cuestiones técnicas, ya fueran la química de la degradación del suelo o las implicaciones ecológicas del descubrimiento de la primera o la segunda ley de la termodinámica.
Estos autores, junto con los investigadores y activistas Joel Kovel y Elmar Alvater, recientemente fallecidos, y Jason Moore –Capitalism in the Web of Life- y Andreas Malm –Fossil Capital- han «traído al capitalismo de vuelta» a la discusión sobre la naturaleza de las relaciones sociales, provocando una regeneración constante del pensamiento ecológico marxista.
Moore -y algunas feministas marxistas como Carolyn Merchant- han ayudado al renacido marxismo ecológico a conversar creativamente con el feminismo y la teoría de la reproducción social.
El resultado ha sido un replanteamiento radical del proyecto de Marx. Ya no se puede ver que «la naturaleza» tenga un papel secundario. Su antropología, después de todo, es una premisa para el entendimiento de que las criaturas humanas modelan su relación con el resto de la naturaleza a través de la producción de sus medios de subsistencia.
Al definir el proceso de trabajo, Marx -como nos recuerda Reiner Grundmann- empleó el concepto de «metabolismo»: el proceso por el cual los seres humanos, con sus propias acciones, median, regulan y controlan el metabolismo entre ellos y la naturaleza, un metabolismo cuya interrupción podría general un desastre.
Condiciones permanentes
Y ya no se puede leer a Marx como un animador del crecimiento económico o del progreso material. Quienes continúan leyéndolo de esta manera, deberían informarse de su metáfora del progreso humano sobre el capitalismo En Se asemeja, Marx menciona: «ese repugnante, ídolo pagano, que quería beber el néctar en el cráneo de sus víctimas»
El Marx «ecológico» recién descubierto fue un agudo crítico del paradigma de crecimiento; en el Volumen I de El Capital atrae la atención sobre el pisoteo del reino natural por el progreso burgués. «Todo progreso en la agricultura capitalista», dice, «Es un progreso en el arte, no de robar a los trabajadores, sino de robar al suelo; todo progreso en el aumento de la fertilidad del suelo durante cierto tiempo es un progreso hacia la ruina de las fuentes más duraderas de esa fertilidad…
La producción capitalista, por lo tanto, solo desarrolla las técnicas y el grado de combinación del proceso social de producción socavando simultáneamente las fuentes originales de toda riqueza: el suelo y los trabajadores».
La producción de cultivos comerciales está en contradicción con la agricultura misma, preocupada porque esta última es -o debería ser-, «con toda las gama de condiciones permanentes de vida», requerida por los seres humanos a través de las épocas.
Colapso del ecosistema
El entorno natural, Marx insiste en el mismo libro, debería ser tratado con la comprensión de que es «la condición inalienable para la existencia y reproducción de la cadena de generaciones humanas».
Lejos de exhibir un deseo despreocupado de que el hombre domine la naturaleza sin tener en cuenta los «límites y umbrales», el Marx ecológico exhibe una preocupación real por los límites ambientales y presta mucha atención a todo tipo de procesos a través de los cuales la sociedad humana interactúa con su entorno.
Ahora los peces en el agua están desapareciendo, también las aves en el aire. El nivele de dióxido de carbono era de 283 ppm en el nacimiento de Max y está incumpliendo los 410 ppm en su bicentenario, la mayor concentración en 20 millones de años, incluso antes de la especiación de los Grandes Simios
Con una trayectoria de «negocios como siempre» -incluso una que se dobla con los Acuerdos de Paris- la perspectiva es de un trinquete térmico retroalimentado por siglos de antigüedad, y esto, en combinación con los otros ataques a los límites biofísicos de la tierra -guerra del capital en la Tierra- presagiaría la aceleración de la extinción de especies en una escala gigantesca y el colapso concatenado de los ecosistemas.
Marx tenía 40 años cuando se planteó por primera vez la perspectiva de la extinción humana causada por el cambio climático, si el capitalismo global continúa durante otro siglo o dos, todas las apuestas se cerrarían. El Marx ecológico, teórico de la alienación de la humanidad sobre la naturaleza y de la exponencial acumulación de capital, no servirá de nada si el timón no vuelve nuevamente a las agendas de 1918 y 1968.
Gareth Dale enseña política en la Universidad de Brunel. Es coeditor de Green Growth (Zed, 2016) y escribe ensayos sobre el paradigma de crecimiento, la sostenibilidad y las filosofías medioambientales de Malthus y J. S. Mill.
Fuente: https://theecologist.org/2018/may/05/emergence-ecological-karl-marx-1818-2018
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.