El conflicto entre Cuba y Estados Unidos se nos presenta con diferentes facetas. Sobre todo si tomamos en consideración el interés de la política norteamericana por subvertir a la sociedad revolucionaria cubana. Tratándose de un fenómeno que va desde las intenciones de liderar los procesos sociales en Cuba, pasando por arrebatar de manos de su […]
El conflicto entre Cuba y Estados Unidos se nos presenta con diferentes facetas. Sobre todo si tomamos en consideración el interés de la política norteamericana por subvertir a la sociedad revolucionaria cubana. Tratándose de un fenómeno que va desde las intenciones de liderar los procesos sociales en Cuba, pasando por arrebatar de manos de su dirección política el liderazgo de los cambios internos, hasta llegar a producir la subversión del régimen socialista.
Los llamados «documentos de la transición», del 2004 y el 2006, se han propuesto una crítica sin límites de todos los procesos que tienen lugar en la Isla, con el objetivo de ofrecer la peor imagen de Cuba en todos los aspectos de la vida nacional.
No es de extrañar entonces, que en ciertos retos que el país debe enfrentar, se trate de inducir a formas internas de comportamiento que perjudiquen la marcha del proceso revolucionario cubano. Uno de esos temas es la cuestión racial, tratada en los referidos documentos. Para ello toman como instrumento a ciertos grupos, supuestamente académicos, pero en realidad, bajo el papel de subalternos que siguen a la administración norteamericana en la política contra Cuba.
Algunos negros del otro lado de Estrecho de La Florida, porque no son todos, tratan de situar a los negros y mestizos de Cuba como víctimas en su propia tierra. Por supuesto, víctimas de quién, sino del Estado cubano, el Gobierno y el Partido Comunista de Cuba. Pues existe la marcada tendencia a considerar a los que permanecen de este lado del espectro político, poco menos que ovejas o personas estúpidas, carentes de todo proyecto propio.
En esta tarea de manipular el tema racial en Cuba como objeto de subversión política, están vinculados individuos como Enrique Patterson, quien relaciona el tema con los asuntos de la gobernabilidad o del potencial político contestatario, que según este individuo está presente en la población no blanca en Cuba.
Enrique Patterson fue profesor de Filosofía en el Dpto. de Marxismo Leninismo de la Universidad de La Habana. Abandonó el país en 1990 y reapareció poco después en el Congreso de LASA en Washington, haciéndose acompañar de dos funcionarios, al parecer, del Dpto. de Estado. No resultando difícil inferir quien pagaba sus gastos y con que propósitos lo habían llevado al Congreso. Ahora vive en Miami y se dedica a escribir sobre la problemática racial en Cuba, con una línea de pensamiento que lo vincula directamente a los propósitos del Gobierno Norteamericano.
En similar tarea manipuladora se halla Ramón Colás, que lidera en Missisipi un Proyecto de Relaciones Raciales. O la Revista Islas, que hasta hace poco buscaba conexiones para lograr producciones sobre el tema racial desde dentro de la Isla.
El Miami Herald, por su parte, aparece continuamente como reservorio de todos los artículos que sobre el tema racial en Cuba, son publicados en los Estados Unidos.
Es cierto que en Cuba hay que trabajar mucho aun para que las diferencias e inequidades sociales terminen por desaparecer. Problema que afecta tanto a negros como a blancos, aunque dentro de ellos, más a los negros quienes aparecen con las mayores desventajas. Resultado ello principalmente, de los desiguales, puntos de partida históricos con que arribaron a 1959 los diferentes grupos raciales que hoy integran la sociedad cubana.
Sería tonto y poco más que anticientífico pensar, que 450 años de colonialismo y de explotación neocolonial, pueden ser borrados en poco menos de 50 años de revolución, por muy radical que ésta haya podido ser.
La política social desplegada por la revolución reconoció a todos el derecho a la educación, la salud, la seguridad social y el acceso al empleo, lo cual benefició por igual a todos los ciudadanos pobres y a los negros y mestizos como una gran mayoría dentro de ellos.
No se trata de conformidad, porque, al mismo tiempo debemos reconocer que el tema, después de ser fuertemente abordado por el máximo líder de la Revolución en 1959, no fue consecuentemente seguido después y pernoctó desde entonces en el silencio, debido a que se creyó que al crear una política social que igualaba en todos los sentidos a los negros y mestizos con los blancos y una política nacional de principios que parecía garantizar la plena igualdad en la sociedad cubana, solucionaría estos problemas, olvidando las terribles secuelas que se arrastrában tanto en el orden material como en el subjetivo.
Debemos tener en cuenta que a principios de los años sesenta, el gobierno de los Estados Unidos comenzó una verdadera guerra de agresión contra la Revolución Cubana y el tema racial pasó entonces a ser considerado como algo que podía dividir a las fuerzas revolucionarias ante las difíciles batallas que debían ser enfrentadas.
Sin embargo, sin ser partidario de la llamada «teoría del tuerto», quien es rey en el país de los ciegos; no veo ningún país en este hemisferio, incluido Estados Unidos, donde se haya hecho tanto como en Cuba por la justicia, la igualdad y la equidad racial.
Del mismo modo, no conozco desde antes de 1959, de ningún gobierno aliado de los negros y mestizos; ni tampoco de un estado o gobierno del cual estos hayan podido esperar más que demagógicos discursos y sí casi ninguna acción concreta, para sacarlos de sus barrios marginales, darles salud y educación gratuita, esperanzas reales de una vivienda decente, un buen empleo y dignidad personal. Mucho menos, que cuando enfrentaran a la justicia, fuesen tratados en igualdad de condiciones. Realidad que aún sufre la inmensa mayoría de los negros en Estados Unidos.
Los negros de Cuba luchan todos los días en los espacios abiertos, que ya son muchos, sin dejarse engañar por aquellos, que lo primero que tendrían que hacer sería superar la republiqueta racista, modelada a imagen y semejanza de los años cincuenta en Cuba, que le han construido a los negros cubanos de Miami, la extrema derecha cubano-americana. Dejando prácticamente a la inmensa mayoría de los negros que allá viven, en el mismo lugar que ocuparon en la Cuba neorrepublicana, solo que casi 50 años después. Y ni siquiera hablar de que puedan los negros prosperar en cuanto al acceso al poder. El poder allá, es sólo para los blancos ricos, como lo fue en Cuba antes del triunfo de la revolución. Aunque también otras formas de discriminación penden sobre los blancos cubanos, que aunque sean ricos, cuando emigraron a Estados Unidos, dejaron de ser «blancos» para devenir en «hispanos».
Por lo cual, como Carlos Moore, no pocos reconocen el racismo y la discriminación existente dentro de la población cubana que vive en los Estados Unidos.
Del lado de Cuba, los negros y mestizos trabajan desde el poder; porque tienen conciencia de ello. Por lo que, con todo desenfado, se podría decir que en Cuba van siendo cada día más los negros en el poder y muchísimos los blancos que están dispuestos a compartirlo. Pues para eso también se hizo la Revolución Cubana. Siendo esa la plataforma verdadera para la igualdad, pues lo demás se soluciona con el tiempo, la dinámica política existente y la voluntad de los negros y también de la inmensa mayoría de los blancos de la Isla. Tampoco se hacen ilusiones, los negros en Cuba, ni de que nada les vaya a caer como regalo del cielo. Pues del cielo, lo único que cae es agua y nieve, todo lo demás, hay que batallar mucho para conseguirlo.
Entonces, la principal batalla de los negros y mestizos en Cuba, es continuar construyendo esa sociedad que les ha dado las facilidades ya mencionadas y por qué no, también compartir el poder con los blancos en igualdad de condiciones, en medio de realidades y oportunidades tanto únicas como sui generis. Todo lo cual, es sin dudas, incomparablemente más posible en la Cuba de hoy, que en ningún otro país al menos de este hemisferio. Repito, incluido Estados Unidos, donde a pesar de la lucha por los Derechos Civiles y de tratarse de la nación más rica del planeta, todavía un 90 % de los afronorteamericanos continúan viviendo bajo la línea de pobreza.
¿Qué tratan de hacer los que desde Estados Unidos y en particular desde Miami, les ofertan a los cubanos de la Isla el discurso de la víctima? Simplemente trasladarles formas de lucha que a ellos nunca les ha dado resultado. Crear en Cuba organizaciones, grupúsculos, sectas y descontentos, tratando a la vez de endulzarlos con el dinero de la AID, para al final, ponerlos a trabajar en beneficio de los racistas de Washington y Miami; triste misión que ya algunos negros cubanos, en los Estados Unidos, están cumpliendo.
No creo que desconozcan que así traicionan a sus congéneres. Pero llenar sus bolsillos es más importante. Por lo que quiéranlo o no, son anexos de una misma mafia, aquella que desde Miami, lo único que le interesa es recuperar sus propiedades y privilegios en la Isla. Paradoja: parte de esos privilegios, también era discriminar a los negros en Cuba.
Realmente, en el trasfondo de su discurso, el de la «víctima», subyace la intención de que los negros y mestizos en Cuba trabajen para la subversión contrarrevolucionaria o sea, para desbaratar precisamente el proceso político, social y económico que en Cuba ha permitido, aun en medio de las imperfecciones que subsisten, que el negro y el mestizo hayan llegado en la Isla a un status social al que muchísimos de ellos no podrían llegar, ni siquiera en sueños.
Entonces, no sirve para nada a los negros y mestizos en Cuba el «discurso de la victima». No lo necesitan. Por lo que sería mejor que ese tiempo y esfuerzo, los de allá, lo dedicaran a construir un discurso propio, que les permita a si mismos sobrevivir en medio del racismo que carateriza a la sociedad norteamericana y en particular a la miamense.
En Cuba hay claridad de quienes son nuestros aliados y quienes nuestros enemigos.
*Esteban Morales: Doctor en Ciencias y Profesor Titular. Economista y Politólogo. Se ha especializado en temas sobre economía y política exterior de Estados Unidos. Trabaja en el Centro de Estudios sobre Estados Unidos de La Universidad de La Habana (CESEU).