El tráfico origina entre un 40 y un 60 por ciento de la contaminación por partículas en suspensión en las ciudades españolas, según un estudio del Ministerio de Medio Ambiente coordinado por el Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera, en Barcelona, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En el proyecto también […]
El tráfico origina entre un 40 y un 60 por ciento de la contaminación por partículas en suspensión en las ciudades españolas, según un estudio del Ministerio de Medio Ambiente coordinado por el Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera, en Barcelona, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
En el proyecto también trabajan científicos del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo; del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT); del Instituto de Salud Carlos III; así como de las universidades de Huelva, Extremadura y Cartagena, entre otras, o de distintos organismos de investigación europeos.
Los resultados indican que la contaminación por material particulado atmosférico en los núcleos urbanos españoles está causada mayoritariamente por el tráfico, especialmente por los motores diesel, que llegan a producir hasta cuatro veces más partículas de carbono que los motores de gasolina.
Así, un motor diesel de un vehículo mediano emite entre 20 y 30 microgramos de partículas por kilómetro recorrido, frente a los menos de cinco microgramos de un motor de gasolina, aunque la eficiencia energética de los motores diesel es más elevada que la de los motores de gasolina. Una posibilidad para reducir las emisiones de los motores diesel es el uso de filtros o trampas de partículas regenerables, que retienen hasta el 90 por ciento de las partículas.
La influencia del clima y la escasez de zonas verdes
Por su parte, el científico del CSIC y corresponsable del trabajo Xavier Querol explica que si bien en otras ciudades europeas el tráfico también es la principal fuente de contaminación por partículas, hasta el 50 por ciento según estudios similares, especialmente en ciudades grandes como Berlín y Londres, la situación es más complicada en España por causa del clima, sobre todo en las ciudades mediterráneas, y de la escasez de zonas verdes.
«Las condiciones de dispersión de contaminantes atmosféricos son peores: por un lado, la advección fuerte de masas de aire (viento intenso) es menos frecuente, y llueve poco, por lo que se acumula más contaminación, y además, la radiación solar acelera la conversión de ciertos gases en partículas», explica Querol, quien añade que, en el lado opuesto, en las ciudades del norte de Europa el viento y la lluvia ayudan a dispersar la contaminación y a limpiar el aire de las ciudades.
Otros factores que ayudan poco son la arquitectura de las ciudades españolas, con edificios relativamente altos y calles estrechas, que dificultan la dispersión de contaminantes, y la carencia de vegetación y zonas verdes.
«Con el calor del suelo se crean celdas de convección, esto es, el aire caliente sigue una dirección ascendente, arrastrando las partículas que se han depositado previamente en el suelo, de forma que esas partículas contaminantes circulan en el aire de forma constante, y este factor es especialmente grave en zonas deforestadas por la construcción y la erosión», explicó Querol.
Para el investigador del CSIC, la entrada de masas de aire africanas que arrastran consigo polvo de los desiertos es otro factor que, de forma esporádica, influye de modo negativo en la contaminación del aire, puesto que incrementa los niveles de partículas de menos de 10 y de 2,5 micrómetros de diámetro. Además, los investigadores del CSIC han demostrado que el polvo africano transportado hacia la Península favorece la conversión de los contaminantes gaseosos, generando nuevas partículas, lo que obliga a los países mediterráneos a prestar una atención especial a la prevención frente a la contaminación.
Efectos sobre la salud humana
Las partículas con un diámetro de menos de 10 micrómetros, ó PM10, (1 micrómetro equivale a 0,001 milímetros) pueden acceder a la parte superior del tracto respiratorio; mientras que las partículas de menos de 2,5 micrómetros de diámetro, también llamadas partículas finas ó PM2,5, llegan hasta los pulmones, por lo que son potencialmente más peligrosas. Las partículas aún más pequeñas, de menos de un nanómetro de diámetro (1 nanómetro equivale a 0,000001 milímetro), pueden entrar incluso en la circulación sanguínea, informó hoy el CSIC.
En cuanto a su composición y origen, las partículas inferiores a 10 micrómetros en áreas urbanas se reparten entre un 30 por ciento de mineral que se desprende del pavimento de las vías públicas, debido a la erosión del tráfico, y en menor proporción de la demolición y construcción y de resuspensión de los suelos; otro 30 por ciento de partículas carbonosas procedentes, sobre todo, de los motores; y un 30 por ciento de partículas de origen secundario (sulfato, nitrato y amonio), es decir, partículas que se forman a partir de la transformación de contaminantes gaseosos (y no de emisiones directas de partículas) generadas por el tráfico, la industria, y otras fuentes urbanas. El 10 por ciento restante procede de fuentes diversas.
En el caso de las partículas inferiores a 2,5 micrómetros, la proporción de materia mineral desprendida del pavimento se reduce a entre un 15 y un 20 por ciento, mientras que la fracción carbonosa se incrementa hasta el 40 ó 50 por ciento. Cerca de un 30 por ciento, son partículas de sulfato, nitrato y amonio, y un 10 por ciento son de otras fuentes.
Estos porcentajes son muy similares a los recogidos en otras ciudades europeas, exceptuando la marcada mayor proporción de materia mineral presente en las ciudades españolas. Esto se atribuye a la escasez de lluvia, que provoca que el polvo mineral se acumule en el pavimento para después volver a entrar en circulación, mientras que en zonas con mayor pluviosidad el firme se limpia con mayor frecuencia.