Casi seis años después de su nacimiento Podemos alcanza en parte el poder político en España bajo la «marca» Unidas Podemos, aunque con una pérdida de votos que, sin embargo, parece estancarse.
No cabe duda de que es un éxito (relativo) de la formación morada, y en particular de su líder Pablo Iglesias, pues finalmente ha conseguido lo que defendía desde el principio de las negociaciones con el PSOE, un gobierno de coalición con competencias reales. Y no un apoyo gratuito al partido «socialista» como defendía en esencia su antiguo compañero Íñigo Errejón. La constancia, la astucia y la coherencia de Iglesias (sin desmerecer al equipo que ha estado entre bastidores), ayudadas por el auge de la extrema derecha y el estancamiento de los votos a las izquierdas, lograron doblegar a Pedro Sánchez, quien llegó a vetar al líder del partido con el que negociaba y decir que no podría dormir tranquilo con ministros de Unidas Podemos en su gobierno.
El tiempo dirá si este aparente y sorprendente giro a la izquierda del PSOE es sincero o simplemente una jugada tramposa más de las muchas que lleva haciendo dicho partido a lo largo de las últimas décadas. Porque si, como ya comenté en mi anterior artículo, Unidas Podemos debía intentar alcanzar el poder para no convertirse en una fuerza política anecdótica y marginal, para no defraudar las expectativas de sus votantes (que aspiran a que empiece a haber ya cambios reales, a mejor, para las clases populares), ahora deberá estar muy alerta para no ser cambiado por el Sistema en vez de cambiarlo, como tantas veces ha ocurrido en la Historia con fuerzas progresistas que intentaron cambios. El «currículum» del partido «socialista» y las flagrantes y recientes contradicciones de su líder no dejan lugar a dudas: el socio en el gobierno de Unidas Podemos no es nada fiable.
Obviamente, dada la actual correlación de fuerzas, el hecho de participar minoritariamente en un gobierno dominado por el principal partido del régimen entraña grandes riesgos. No cabe duda de que el PSOE intentará minimizar los cambios, así como rentabilizarlos para recuperar la hegemonía de la izquierda, amenazada por el «fenómeno Podemos». No es casualidad que el PSOE se haya «polemizado» ahora, y no antes. Y esto nunca hay que perderlo de vista. Podemos se arriesga a ser engullido por el Sistema, domesticado por éste. Es inevitable, para poder participar en un gobierno de coalición, renunciar al programa completo y quedarse sólo con un subconjunto de él. Lo verdaderamente peligroso no es tanto renunciar por ahora a ciertas partes del programa (siempre que no se renuncie a demasiado), sino olvidarse de ellas definitivamente, o lo que es peor, hacer cosas que no estaban en el programa o contradigan la razón de ser de Podemos. Pero a pesar de estos peligros, había que arriesgarse, hay que intentar contribuir al cambio, por lo menos a combatir la Reacción. Haberse mantenido al margen del poder, impoluto, hubiese supuesto permitir el gobierno más derechista de la historia reciente de España o un gobierno «socialista» mirando más a la derecha que a la izquierda (como casi siempre ha hecho hasta ahora). Además, entrar en el gobierno de la mano de un partido con mucha experiencia de gobierno es la mejor manera de ir adquiriendo experiencia. Hay que intentar cambiar el Sistema desde dentro, conociendo sus entresijos, de la mano de quien ya los conoce de sobras. ¡Pero sin perder nunca de vista el peligro latente de que finalmente el Sistema nos cambie en vez de cambiarlo nosotros a él!
Desde el gobierno, Unidas Podemos deberá impulsar cambios reales y lo más radicales que sea posible. Pero, lógicamente, dada la actual correlación de fuerzas, el margen de maniobra va a ser muy limitado (incluso lo sería, aunque no tanto, si se estuviera en un gobierno en solitario, véase lo que le ocurrió a Syriza). Lo verdaderamente importante es empezar una dinámica de cambios, aunque éstos sean todavía tímidos y muy insuficientes. Y digo bien dinámica de cambios y no simplemente cambios porque no se trata sólo de llevar a cabo algunos cambios que mejoren la vida de la mayoría de la gente (lo cual, dadas las presentes circunstancias, ya es mucho, desgraciadamente), como mínimo de revertir las últimas contrarreformas de la derecha, sino que sobre todo de invertir la tendencia actual, acabar con la involución que llevamos padeciendo desde hace demasiados años. Lo crucial es que la Historia vuelva a ir para adelante. Que «cambio» vuelva a ser sinónimo de mejoría, y no su antónimo, que dicha palabra vuelva a tener una connotación positiva para la ciudadanía, que deje de ser una palabra temida por la gente corriente, de tal forma que se supere el pensamiento conservador de la mayoría de nuestros compatriotas de que más vale malo conocido que bueno por conocer. Hay que demostrar en la práctica que hay alternativas al neoliberalismo imperante. Porque una vez se demuestre con hechos concretos que otras políticas son posibles, podrá pasarse al siguiente estadio de pensamiento en la ciudadanía: que tal vez incluso otro Sistema es posible. No podrá convencerse a la mayoría social de que otro Sistema es factible si primero no se acometen cambios menos ambiciosos. Si no podemos hacer primero cambios pequeños la gente seguirá pensando que no es posible hacer grandes cambios, más radicales.
Pero incluso aun más importante es que Unidas Podemos no cometa el peor error que podría cometer: someterse al Sistema, aplicar el neoliberalismo, en vez de combatirlo, o por lo menos contrarrestarlo. Ahí está el ejemplo (a no seguir) de Syriza en Grecia. El peor fracaso es gobernar aplicando el programa de la derecha. Ese error supondría la muerte política de Podemos. Y lo que es peor, provocaría un enorme desánimo en el pueblo, asentaría todavía más el pensamiento único de que no hay alternativas. El partido morado no nació para gestionar de otra manera el neoliberalismo o el capitalismo, para suavizarlos, sino que para intentar superarlos (aunque esto llevará mucho tiempo). Tan erróneo es una izquierda transformadora que nunca gobierna porque nunca renuncia a su programa máximo y que por tanto siempre se mantiene marginal, que pospone eternamente la Revolución porque espera a que las masas vengan a ella en vez de al revés (para lo cual hay que renunciar a ciertas cosas de momento y hay que defender las ideas con inteligencia, teniendo en cuenta los prejuicios actuales de la mayor parte de las personas), como una izquierda transformadora que llega al poder para aplicar a rajatabla el neoliberalismo, el capitalismo más salvaje. En verdad que esto último es incluso peor.
Indudablemente, dada la actual dictadura internacional del Capital, es muy difícil, por no decir imposible, no ser en parte (sobre todo al principio) cómplice del neoliberalismo cuando se accede al poder político (y más si se hace con una participación minoritaria en un gobierno de coalición). Sin embargo, hay que aprovechar al máximo el poco margen de maniobra que se tiene, incluso intentando ampliarlo, y por lo menos denunciar públicamente lo limitadas que están nuestras actuales «democracias», donde sus gobiernos están en gran parte atados de manos. Aunque no se pueda hacer mucho actualmente, algo se puede hacer y sobre todo hay que trabajar para poder hacer cada vez más.
Este gobierno progresista va a tener una de las oposiciones más duras de las últimas décadas. La reacción de las derechas españolas a la reciente investidura de Pedro Sánchez demuestra el miedo que tienen a que se inicie una senda de cambios reales (a mejor para la inmensa mayoría). Las élites económicas son muy conscientes del peligro (sobre todo a medio y largo plazo, no tanto a corto) que supone que por primera vez desde la llamada Transición haya ministros de partidos a la izquierda del PSOE. Incluso ya se empieza a desconfiar de este partido camaleónico llamado «socialista», que hasta ahora ha sido el principal sustento del régimen. No por casualidad ya se ha llamado traidor a Sánchez. Traidor por contribuir, según los defensores más acérrimos del actual régimen, a romper España (por dialogar con los independentistas catalanes), pero yo creo que en verdad lo tachan de traidor por irse hacia el lugar prohibido que tenía esta «democracia» post-franquista: la izquierda. Por primera vez desde la Segunda República, en España hay un gobierno con verdaderas posibilidades de ser progresista. Incluso se vislumbran ciertas posibilidades de una Segunda Transición. Con el tiempo veremos si se cumplen o no estas expectativas.
Para evitar que Unidas Podemos sea subsumido por el Sistema, es imprescindible la presión desde abajo. De la calle, de los trabajadores, de los movimientos sociales (como muy bien dijo Pablo Iglesias),…, pero también de las bases de Podemos, hay que reactivar los círculos, darles más poder. Los liderazgos deben protegerse de sí mismos, y la única manera de hacerlo es con la más amplia democracia posible en las organizaciones. Si llega el momento en que el gobierno tenga que hacer cosas que contradigan la razón de ser de Podemos, sus líderes deberán consultar a las bases para luchar desde dentro del gobierno en contra de ciertas medidas que pueda tomar, e incluso, llegado el caso, salir del gobierno. Se puede admitir, dada la actual correlación de fuerzas, no hacer ciertas cosas, renunciar a parte del programa, siempre que sea transitoriamente (hasta que la correlación de fuerzas sea más favorable), pero lo inadmisible sería hacer ciertas cosas que vayan en contra de la razón de ser de la formación que mejor recogió las aspiraciones del 15-M. De las dos ideas fundamentales que, a mi modo de ver, son la esencia de Podemos: rescate ciudadano (mejoras sociales) y regeneración democrática. Desde dentro del gobierno hay que primero luchar para implementar cambios concretos que mejoren la vida de la gente (derogar las contrarreformas laborales y la ley mordaza, impulsar la igualdad, luchar contra la violencia de género,…) pero también habrá que luchar para dar un gran impulso democrático a nuestro país (lo que en verdad más teme el poder económico en la sombra). Habrá que abrir el debate en la sociedad de cómo puede mejorar notablemente nuestra «democracia». Cualquier medida gubernamental que atente contra estas dos ideas fundamentales, es decir, que suponga empeorar las condiciones de vida de la mayoría social o un retroceso democrático, debe conllevar por parte de los ministros de Unidas Podemos una firme oposición en el Consejo de Ministros, y, repito, en su caso, dar voz a las bases para decidir qué hacer, sin descartar la salida del gobierno.
Unidas Podemos no puede ser cómplice de un gobierno que atente contra los intereses generales. Es lógico que haya cierta lealtad mutua entre el PSOE y Unidas Podemos porque si no, no sería posible un gobierno de coalición, y porque los ataques de la derecha van a buscar, lo están haciendo ya, sembrar la discordia entre dichos partidos para romper este gobierno potencialmente progresista, pero los dirigentes de Unidas Podemos nunca deben olvidar que deben fidelidad sobre todo a sus votantes, a sus propias convicciones más profundas, a las irrenunciables.
El verdadero triunfo de Unidas Podemos será contribuir a los cambios reales (a mejor para la mayoría social), a impulsar la democracia para avanzar en la solución de los problemas crónicos que padece nuestra sociedad, incluida la cuestión territorial. Contribuir al diálogo y al debate para resolver políticamente el conflicto catalán a corto plazo, y el del resto de naciones de nuestro país. Dar un gran impulso a los derechos sociales, para que dejen de ser papel mojado. El triunfo no es en verdad alcanzar el poder político sino desde él empezar a cambiar las cosas realmente. El poder político es un medio y no un fin en sí mismo.
¡Sí se puede! Siempre que nunca renunciemos a transformar el Sistema. Deberemos hacerlo gradualmente, renunciando por ahora a los objetivos más ambiciosos, pero nunca deberemos contribuir a empeorarlo ni olvidar el horizonte hacia el que nos debemos dirigir, la razón de ser por la que nació el partido que ha revolucionado en poco más de un lustro el panorama político español: otro Sistema es posible y necesario. Más que nunca tenemos que recordar lo que decía la gran revolucionaria Rosa Luxemburgo: la autocrítica más despiadada, cruel y que llegue al fondo de las cosas, es el aire y la luz vital del movimiento proletario. Para mejorar, para no degenerar, para no perder el rumbo, necesitaremos la crítica constructiva, aquella que no se limita a denunciar los errores cometidos o con riesgo de cometerse, sino que también aporta (o por lo menos intenta aportar) soluciones a los mismos.
José López es autor de los libros Rumbo a la democracia, Las falacias del capitalismo, La causa republicana, Manual de resistencia anticapitalista, Los errores de la izquierda, ¿Reforma o Revolución? Democracia y El marxismo del siglo XXI así como de diversos artículos, publicados todos ellos en múltiples medios de la prensa alternativa y disponibles en su blog para su libre descarga y distribución.
Blog del autor: http://joselopezsanchez.
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