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El Vargas Llosa de Panamá, el de toda la vida

Fuentes: Rebelión

Los relojes mueven sus manecillas porque hay una maquinaria detrás de la porcelana en la que están pintados los números. ¿Quién no lo sabe? Las medidas que se le ponen al tiempo que nos dice que transcurre son pura convención, y hasta el objeto en si mismo es un símbolo de modernidad. Pero si pensamos […]

Los relojes mueven sus manecillas porque hay una maquinaria detrás de la porcelana en la que están pintados los números. ¿Quién no lo sabe? Las medidas que se le ponen al tiempo que nos dice que transcurre son pura convención, y hasta el objeto en si mismo es un símbolo de modernidad.

Pero si pensamos eso de tal objeto, si sabemos de su maquinaria, de su funcionamiento oculto, del timbre moderno que adquiere en nuestras vidas, se nos hace necesario razonar sobre otras cuestiones que tienen que ver con cómo atendemos o percibimos aquello que nos atañe: todo lo que vemos y leemos, funciona mediante una maquinaria que lleva detrás. Lo que denominamos «Diarios», «periódicos», no son más que aparatos que nos informan de la hora-noticia a la que las manecillas son abocadas porque la maquinaria las empuja, y por tanto la hora o la noticia viene ya dispuesta. En el caso del occidente capitalista la maquinaria pertenece al consorcio que se dedica a la explotación humana, y lo primero en ese consorcio es dominar el campo informativo para que la que presenta como noticia resulte la verdad de una mentira.

La modernidad tiene sus trucos, controlar o ser dueño de la maquinaria que hay detrás de la porcelana del reloj es disponer de una fuerza que permite dominar la contradicción principal en la sociedad capitalista.

Según un estudio difundido en estos días, los periódicos españoles son los menos creibles de éste mundo, junto con los de EEUU, además de ser los menos libres, la mentira va unida a la falta de libertad, todos ellos repiten las mismas falsedades de manera sistemática. El emporio e imperio del dinero es el mismo dueño de las emisoras, sean de radio o de televisión, de las editoriales y de otras organizaciones de influencia, es un gran ejército diciéndonos aquello que preserva y favorece al poder que ejerce el capital, y lo hace envoliéndolo en ocultaciones o disolviendo el conflicto político social que han puesto como eje de la sociedad. Difunden términos e ideas que restan fuerza crítica, que borran la conciencia de clase social, quiere decirse, componen el lenguaje que da las horas o las noticias que inciden en los intereses de quien se exige la producción de plusvalía.

Lean lo que Oscar Wilde decía sobre las manecillas del reloj, periódicos y periodistas, movidas por la maquinaria del capital: «… Hay mucho más para decir a favor de la fuerza física del público que a favor de la opinión pública. La primera puede ser buena. La segunda es tonta. Con frecuencia se dice que la fuerza no es argumento. Eso sin embargo depende enteramente de lo que uno quiera probar. Muchos de los más importantes problemas de los últimos siglos, tales como la continuación del gobierno personal en Inglaterra o del feudalismo en Francia, fueron enteramente resultado de la fuerza física. La misma violencia de una revolución puede hacer, por un momento grande y espléndido al público. Fue un día fatal aquel en que el público descubrió que la pluma es más poderosa que el adoquín y puede hacerse tan ofensiva como un ladrillo. De inmediato buscaron al periodista, lo encontraron, lo desarrollaron e hicieron de él un industrioso y bien pagado sirviente. Es muy lamentable, para ambas partes. Detrás de la barricada puede haber mucha nobleza y heroísmo. Pero ¿qué hay detrás del artículo de fondo sino prejuicio, estupidez, hipocresía y disparate? Y cuando estos cuatro se unen constituyen una fuerza terrible y se transforman en la nueva autoridad.

Antiguamente existía la tortura. Ahora tienen la prensa.»(El alma del hombre bajo el socialismo. Prólogo de Iginio Polo. Editorial El Viejo Topo).

Oscar Wilde habla de la «opinión pública» como metáfora de los periodistas al servicio del consorcio capitalista, ese que engrasa la maquinaria para que las manecillas-periodistas le abran camino venciendo las resistencias políticas y sociales que habitan en la clase trabajadora.

En «Vargas Llosa cabeza de campaña de El País por el capitalismo en Latinoamérica» http://cubaendefensadelahumanidad.blogspot.com.es/2016/04/vargas-llosa-cabeza-de-campana-de-el.html dispondrá de otros artículos que completan la visión, en ellos he observado la práctica y discurso ideológico del escribidor. La servidumbre de las manecillas a la maquinaria del capital, la «opinión pública», ha sido fundamental para que el indivíduo que ha operado siempre ocultando la verdad de sus mentiras sea visto como un símbolo admirable, aunque desde hace un mes aparecen publicamente contradicciones del personaje. El País, periódico al que Vargas Llosa está pegado por negocios editoriales, ha dedicado un buen número de páginas, tanto en anuncios como en escritos de los manecillas, en estos últimos días, para hablar de su cumpleaños con celebración de la asistencia aristocrática y burguesa, pero como no era suficiente para vender su ideología encubierta en sus escritos, el periódico le montó un espectáculo de dos días en Casa de América de Madrid en el que actuaban los expresidentes de Latinoamérica y España más reaccionarios. Al acto, que llamaban «público» sólo podían asistir quienes tuviesen invitación, fácil imaginar qué clase, y la programación discursiva, que fusilaba cualquier cambio que ponga límite al capitalismo, era difundida por la «opinión pública» a la que se refiere Oscar Wilde, fiel y sin parar como el tic-tac de un reloj. Pero decía que poco tiempo antes habían empezado a saltar algunas contradicciones: en otro periódico se expuso las maniobra que en el 2.010 la presidenta de la Comunidad de Madrid y el escribidor Vargas Llosa habían llevado a cabo para que se comprase a gentes del jurado con el fín de que le diesen el Nobel: habían creado una fundación con dinero público, se integró en la trama de corrupción conocida como Púnica, instituciones y empresas de ideología y fines capitalistas movieron lo que fue necesario, compra de votos, … y desaparecieron. Y silencio absoluto por El País, y no se ha vuelto a decir nada del asunto en ningún periódico.

Ahora salta la ocultación mafiosa en Panamá. El mismo escribidor que habla de libertad, de moral, que da lecciones sobre las bondades del capitalismo y maldice la propiedad social, se le descubre, otra vez más, en la cueva donde se reunen los traficantes de armas, de drogas, de la corrupción más perniciosa y de degradación humana. El escribidor ha sido localizado en el paraiso fiscal, en el santuario corrupto de Panamá. Si el capitalismo es la apropiación de los bienes de la mayoría por una minoría, la corrupción pretende el mismo objetivo, luego es la misma cosa, y Vargas Llosa difunde la ideología del primero y practica tanto uno como otra.

Lo que nos ha hecho mirar el caso panameño, y el de Vargas Llosa, es la difusión que le ha otorgado una cueva de «opinión pública» estadounidense: una asociación de periodistas de investigación ¿?, la USAID, la CIA, la Fundación Ford, el aparato del supercapitalista Soros, y algún otro organismo dedicado a trabajar para el imperio. El caso es que en ese atacar a competidores para atraer el dinero como único valor capitalista a las arcas de los piratas estadounidenses ha salido otra vez Vargas Llosa. Y vuelve a aparecer la concesión del Nobel de Literatura, ¡qué casualidad! ¿Qué querrá decir este dato entre tanta documentación que se maneja? Las manecillas, O. W. Llama «opinión pública», han dejado caer que cuando le enteraron de que le daban el premio por el que los suyos habían buscado comprar votos, inmediatamente mandó traspasar a «unos rusos» la empresa en que ocultaba el fruto del libre comercio innombrable. ¿Serán los «rusos» que les dieron su voto para que recibiese el premio Nobel?. ¿Los «rusos»?, ¿qué nombres? La «opinión pública» ha recibido hace tiempo la orden de atacar a Putín y aunque no aparece en los papeles de Panamá han cargado contra él como si estuviese allí mismo, luego ya tenemos a uno de los «rusos», ¿alguno más?; no parece claro quien más va a cargar con la corrupción del capitalismo occidental, pero se ha mencionado a Snowden, ¡Snowden, claro!, ese traidor al imperialismo estadounidense que huyó a Rusia, ¡ese es una buena pieza a cazar!, luego tiene muchas cartas para ser atacado: es el otro ruso que vendió su voto al escribidor.

Crear un enemigo, ensuciarle tanto como sea posible, culparle de lo peor para que la «opinión pública» difunda la falsedad, y luego atacarle si es posible físicamente. Y el escribidor corruptor del Nobel no sabe nada. Aunque ya había lanzado una advertencia, había dejado por escrito que si un gobierno acosa a un contribuyente, como él, claro, alguien que procura la apropiación de los bienes sociales, los mismos fines que el corrupto, éste puede dejar de cumplir con sus obligaciones tributarias. Es fácil deducir que es para eso que los grandes capitalistas han creado los paraisos fiscales. Pero quede claro: él, Varguitas, ahora es una personalidad inocente, no habla, de esto no sabe nada. Y El País y las restantes maquinarias del reloj, engrasadas mueven sus manecillas para darnos la hora, su composición, toda su «opinión pública» trabaja para hacernos creer lo increible, por eso los periódicos españoles y estadounidenses, son los más omogéneos con la mentira, los menos creidos del mundo capitalista por el público lector. Todo un logro desinformativo. Tanto fuera como dentro de la cueva en la que habitan las diferentes partes del gran capital se enzarzan en guerras pequeñas y grandes, las crisis que produce su acaparación contínua de riqueza ajena le llevan directamente a eso. Lo que falta por el momento es el cambio, la transformación social, lo que se llama revolución, el acto histórico que termine con el robo legal o consentido, la apropiación por el capitalismo-corrupción de los bienes de todos.

No espere que nos informe la «opinión pública» sobre quienes o que cantidades hay en sus paraisos fiscales, tampoco espere saber quién vendió su voto para que al escribidor le diesen el Nobel. La noticia se disolverá posiblemente sin más escándalo, y, pasado algún tiempo, las manecillas del reloj, esa misma «opinión pública» volverá a darnos la hora-noticia del escribidor como álguien que habla de libertad, estos días hasta de los refugiados, no sabe nada de su dinero en paraisos fiscales, es el de siempre, el que da las horas en el reloj, una manecilla más que nos quiere marcar las horas, siempre las mismas, contra la necesidad de la transformación social, el que quiere corromper nuestra conciencia, ¿sorprendente?: no, es el Vargas Llosa de toda la vida.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.