-Estamos en el tercer capítulo de tu libro. Se titula «La contaminación radiactiva». Continuamos por el apartado que nos queda, por el 3.3. «Primer mapa radiométrico». Por cierto, ¿qué es un mapa radiométrico? ¿Quiénes los elaboran? ¿Para qué? JH- Un mapa radiométrico es una herramienta, un instrumento cartográfico para localizar y delimitar geográficamente las distintas […]
-Estamos en el tercer capítulo de tu libro. Se titula «La contaminación radiactiva». Continuamos por el apartado que nos queda, por el 3.3. «Primer mapa radiométrico». Por cierto, ¿qué es un mapa radiométrico? ¿Quiénes los elaboran? ¿Para qué?
JH- Un mapa radiométrico es una herramienta, un instrumento cartográfico para localizar y delimitar geográficamente las distintas lecturas radiológicas de un lugar previamente contaminado. En el caso que nos ocupa, el trabajo fue realizado por equipos mixtos de monitorización (USAF-JEN) que realizaron y anotaron los registros y localizaciones. Puesto que no existían mapas previos del Servicio Geográfico con el suficiente detalle – siempre se ha dicho que Palomares no figuraba en ninguno – fue preciso partir casi de cero. La razón de realizar un trabajo tan prolijo fue porque resulta indispensable para planificar y ejecutar las medidas reparadoras. El primer mapa radiométrico de la zona 0 es un mapa clásico, a escala y bidimensional, porque los términos fuentes contaminantes se hallan en la superficie.
Primer mapa radiométrico con los niveles más próximos a la realidad. Recordemos que los intervalos radiológicos empleados en las negociaciones eran de 7 a 10 veces menores (7.000-60.000; 60.000-100.000 y > 100.000 desintegraciones por minuto / 100 cm2).
-Hablas de ello, te pido un resumen. Dos de las bombas que cayeron habían esparcido en dos aerosoles un número indeterminado de kilos de Pu. ¿Cuáles fueron, entonces, las principales consecuencias de ello?
-JH.- En realidad las consecuencias en 1966 fueron muchas y variadas, pero si nos circunscribimos a la radioprotección de los habitantes y foráneos, podemos resumirlas en las siguientes: por ser una radiactividad alfa, que no es penetrante, se ha de descartar la contaminación externa (como en Fukushima y Chernóbil). Ello quiere decir que si se contamina la ropa, los tomates, el calzado o el pelo, se han de lavar con abundante agua para eliminar las partículas de polvo y actínidos. La vía crítica de contaminación interna en los humanos es mediante inhalación. Esta podría venir de los aerosoles iniciales o los innumerables que va a ver posteriormente con vientos superiores a 17 Km/h., o también por faenas agrícolas en parcelas con altas lecturas. Eso supone que pueden existir habitantes, o vecinos de aldeas aledañas, que acudieron en las primeras horas y se han contaminado sus pulmones en los primeros minutos o en los días posteriores, por lo que era preciso realizar pruebas biomédicas a los potenciales afectados. Todo lo anterior conlleva que la contaminación se puede propagar por personas, materiales o productos que salgan fuera de la zona.
-El conocimiento del Pu, afirmas, no eran aún tan vasto como lo es en la actualidad. En el momento del accidente de Palomares, llevaba 26 años descubierto. ¿Qué sabíamos entonces del Pu?
-JH.-Era tan pobre el conocimiento que resulta difícil cómo iniciaron una producción en masa de armamento nuclear con esta sustancia, sin haber investigado previamente sus consecuencias en los seres humanos. Antes del accidente se habían realizado unas pruebas en Nevada (Test Group ’57 y Roller Coaster), se había experimentado en laboratorio con perros y se habían inyectado secretamente plutonio a un grupo estadísticamente insignificante de humanos sin su conocimiento. Los propios doctores Langham y otros que habían estado en Palomares, se reunieron en la Base aérea de Wright Patterson en Ohio, solo unos meses después después del accidente, con la intención de crear un registro centralizado de afectados por el plutonio, para profundizar en la interacción y consecuencias de esta sustancia en el cuerpo humano. Allí reconocen que sabían que la carga corporal aceptable de plutonio239 está basada en extrapolaciones de las pintadoras de relojes con radio y pequeños animales. Es decir, en extrapolaciones teóricas de otra sustancia, sin un seguimiento a largo plazo de su constatación con la realidad. Con esos valores se legislaban los máximos permitidos por la ley en el medioambiente y en humanos.
Según me confesó nuestro común amigo Eduard Rodríguez i Farré, la fórmula de excreción urinaria sobre colecta de 24 h. que hizo famoso al Dr. Langham y sobre la que va a pivotar todo el control dosimétrico a los vecinos de Palomares, está realizada con una cohorte tan minúscula de individuos que hoy día no pasaría ni la primera evaluación de un comité científico para su aprobación como experiencia clínica, o publicación como literatura científica. El problema es que en 1966 no había nada más nuevo como referencia, por eso la extrema avidez investigadora que pudo haber sido determinante a la hora de descontaminar parcialmente y establecer el Proyecto Indalo.
-Los vientos, afirmas, diseminaron cerca de nueve kilos de plutonio, uranio y americio. ¿Cómo se ha llegado a saber? ¿Cuál fue entonces el área afectada?
JH.- La información sobre la cantidad exacta de actínidos que portaban las bombas continúa siendo materia clasificada. Pero se conoce la masa crítica o cantidad mínima de Plutonio 239+241 para establecer las fisiones en cadena autosostenidas y la cantidad de reflectores neutrónicos que la hacen posible. Con estos datos, se calcula que, para una capa de reflector de 10 cm. que refleja hacia adentro los neutrones que tienden a escapar hacia fuera, se precisa una esfera maciza de 5 kg. (7,8 cm. diámetro) de combustible nuclear con predominio del 93 % de los isótopos impares de plutonio pero con otras cantidades de Pu238+240 y americio241. Esta es la estimación aproximada para cada una de las dos bombas fisuradas que fue dispersado por el viento el 17 de enero de 1966 y posteriores.
Si intentamos conocer la verdad de la zona contaminada, topamos con la picaresca de la AEC norteamericana. Por un lado realizan un mapa radiométrico a escala. Delimitan la Zona 0 a partir de las isolíneas de 700 cuentas o desintegraciones por minuto en 100 cm2 (cpm o dpm) que es un nivel bajo, aunque apreciable pero, como era muy grande, se refieren a ella con la isolínea de 7.000 cpm que la reduce casi a la mitad. Aún así declaran 256 ha., pero unos fuertes vientos la extienden a 263 ha. Por su parte la Junta de Energía Nuclear (JEN) declara 226 ha., pero lo reflejado en el Mapa oficial desde la isolínea de 700 cpm es de 435 ha. Esta va a ser una constante en temas de inventariado y dosimetría: todos los errores van a ser por defecto, nunca por exceso. Los «errores» por exceso se guardan para las contramedidas. Es decir, cuando hablamos de las operaciones de remediación, se tiende siempre a la exageración.
-Comentas en un apartado el vasallaje del gobierno de Franco respecto a Estados Unidos. ¿Qué nos puede decir de ello? ¿Quién es ese Guillermo Valverde del que hablas en el apartado 3?
-JH.- Esta cuestión va a estar presente desde el principio hasta el final, y no me refiero únicamente a las operaciones en Palomares. Desde 1953 en que se firmaron los Pactos de Madrid hasta ahora, en pleno siglo XXI, poco, muy poco, ha mutado el posicionamiento y roles de ambas naciones en sus relaciones, a pesar de los profundos cambios políticos y el desarrollo social, cultural y económico generado en este país. En el ámbito que tratamos, sin lugar a dudas, el vasallaje ante el amigo americano condicionó el devenir de los acontecimientos. Expresado de otra forma, podemos afirmar que las fuentes consultadas apuntan a una rígida priorización de las relaciones con los EEUU frente a los derechos civiles básicos y la salud de los vecinos de Palomares y Villaricos, o dicho de otra manera: las razones de Estado, o mejor, las razones dentro del absolutismo del Jefe del Estado tendentes a su estabilidad y permanencia – el Fürherprinzip que refiere Ángel Viñas – prevalecieron sobre cualquier otra cuestión.
Guillermo Velarde es uno de esos personajes recurrentes asociados a la historia inicial, al igual que el piloto Larry Messinger. Guillermo era y es una persona de indudable capacidad: físico nuclear e ingeniero aeronáutico, con formación en los EEUU. Fue el padre de los proyectos de bomba nuclear española y nombrado asesor en temas radiológicos del General Arturo Montel, máximo representante español en Palomares. También se le encargó que colectara trozos de las bombas para ser analizados en Madrid y de paso beneficiarse de una súbita transferencia tecnológica, pero de ello hablaremos más adelante.
-¿Cómo se evaluaron los niveles de contaminación y la delimitación de las áreas? ¿Cuándo se hizo? ¿Quiénes lo hicieron?
-JH.- Transcurridos 8 días del accidente, se crearon equipos mixtos de monitorización, compuestos por un soldado norteamericano y un trabajador de la JEN, este último pertenecía a los que operaban como prospectores mineros a la búsqueda de minerales de uranio, adscritos a la Fábrica de Uranio de Andújar. Para la cuantificación de la radiación alfa dispersada se utilizó el contador PAC-1S diseñado exclusivamente para trabajo de laboratorio. Este constaba de dos partes: una sonda con una membrana extremadamente frágil, que había que pegar en los lugares a medir y que se hallaba unida al módulo central por un cable. El módulo tenía un asidero manual, el marcador con un rango máximo 100.000 cpm, pero que podía llegar hasta 2.000.000 y un conmutador con 4 escalas de sensibilidad. El desconocimiento de la mayoría de los presentes hizo que la prensa y observadores le llamaran Geiger, que se utiliza fundamentalmente para medir la radiactividad gamma (muy penetrante).
-¿Por qué era especialmente difícil la medición y cuantificación de las radiaciones alfa?
-JH.- Los problemas están motivados por dos razones fundamentales. La primera es por la naturaleza de la radiación alfa. Esta tiene una naturaleza corpuscular, formada por 2 protones y dos neutrones y, aunque posee una alta energía cinética, apenas alcanza unos pocos centímetros en el aire (en el interior de los tejidos son micras) y carece de capacidad de penetración. Al tener tan poco alcance, se ha de acercar el contador al máximo, casi en contacto con la superficie a medir. La segunda razón hace referencia al diseño y efectividad del monitor PAC-1S. La sonda, que es la que se aproxima a la superficie, posee una costosa membrana muy sensible a la perforación por una brizna de hierba o una china minúscula, lo que la invalida. Respecto a la capacidad y fiabilidad de sus lecturas, está reconocido una fiabilidad del 50 %. Con este inadecuado e inexacto aparato se elaboró el mapa radiométrico sobre el que se diseñó y ejecutó las medidas reparadoras, a pesar que habían realizado un número indeterminado de análisis químicos para comprobar los niveles reales de contaminación, los cuales jamás se incorporaron porque perjudicaba los intereses norteamericanos, entonces orientados en minimizar las consecuencias, para reducir las peligrosas, costosas y penosas actividades de limpieza.
Tipos de radiación ionizante, con la ausencia de los rayos X, según su naturaleza corpuscular (alfa, beta y neutrones ) o electromagnética (gamma). La emitida por el plutonio es alfa; la menos penetrante, pero con mayor energía. Si se inhala, resulta muy peligrosa pues está continuamente bombardeando las células que tiene alrededor, con el riesgo de dañar las cadenas de ADN y ARN.
-Te cito: «una versión moderna del FIDLER ha servido en el siglo XXI de ayuda para la confección del Mapa Tridimensional de Palomares? ¿Qué masa es ese? ¿Para qué se ha hecho? ¿Qué es el FIDLER?
-JH.- El FIDLER parece ser la posterior respuesta tecnológica ante la ineficiencia del contador PAC-1S ante el fiasco en Palomares. Es un contador sensible a los rayos X y gamma de baja energía (5-50 Kev). ¿Pero no hemos dicho que el plutonio es un alfaemisor?. Efectivamente, pero de manera residual emite también otros tipos de radiación. Cuando se generan partículas alfas se producen secundaria y débilmente radiación X y gamma, que se puede detectar con las sensibles ventanas de vidrio revestido de una fina capa de ioduro sódico del FIDLER.
En el presente siglo fue utilizado para evaluar la contaminación que dejaron los norteamericanos en 1966 y que no ha sido barrida por los elementos climatológicos. Se basó en la medición del americio241. Si conocemos la proporción del americio en relación con los distintos isótopos del plutonio, pues no hay más que multiplicar por el ratio resultante. En 2008 la proporción de americio era 1 por 4 de Pu239+240, 3 de Pu241 y 0,1 de Pu238.
Equipo FIDLER acoplado con un sistema de geolocalización a tiempo real, diseñado para la detección de radiación gamma de baja energía por el Programa de recuperación radiológica ambiental (RERA) del CIEMAT, empleado para el inventariado radiológico actual en Palomares. (Foto: CIEMAT).
-¿Qué tipo de secretismo acompañó a todas aquellas operaciones? ¿Por qué?
-JH.- Hubo secretismo para determinadas conductas y máxima publicidad para otras, con la convocatoria a todos los medios, diseñada por los inventores del marketing, verdaderos maestros en manipular a los medios de comunicación y, por ende, a la opinión pública. La actitud sostenida me recuerda al título de una magnífica película de Micklós Jancsó: «Vicios privados, públicas virtudes». Por poner unos pocos ejemplos, se publicaban los análisis de aire los días de calma, mientras que se ocultaban los de días ventosos. Cuando se descubre una pluma de contaminación en la Sierra Almagrera, al norte de Villaricos, se dan las lecturas mínimas, no las máximas, que han sido conocidas 40 años más tarde. Si se llevan una pequeña fracción (1.000 m3) de la tierra contaminada a los EEUU, se anuncia con alharacas, mientras se calla el enterramiento de casi 4.000 m3 en dos fosas. Si 2 años más tarde el Gobierno de los EEUU dona una desaladora a la zona afectada, se anuncia por doquier y de manera reiterada. Cuando esa desaladora no funciona y se muestra inviable, entonces aparece el silencio o, como mucho, unas pocas líneas en un rincón perdido de la sección Nacional de algún diario.
Respecto a las razones de una cuidada operación de silencio-publicitación, te diré Salvador que responde a los intereses de los dos gobiernos implicados. Al español le interesaba la menor presencia en los medios pero, si era irremediable, que fueran noticias positivas, para amortiguar en lo posible los daños colaterales al turismo. Los norteamericanos coincidían con los españoles, pero los intereses eran claramente distintos y, en muchos temas, contrarios. La voluntad de ocultar o minimizar las consecuencias era fundamentalmente para abreviar y abaratar su estadía frente a los compromisos de restitución con el país anfitrión y los vecinos, que tan ejemplar comportamiento tuvieron en los primeros días, así como la de dejar las condiciones mínimas para un laboratorio vivo de experimentación.
-¿Dónde se enterraron inicialmente los residuos contaminados?
-JH.- Pues tras el cementerio de Palomares, idóneo paraje donde existen unas colinas que generan privacidad para cualquier comportamiento desleal o inapropiado. El lugar además coincidía con la llamada Zona 2, o donde deflagró la bomba 2. Allí mismo se llenaron los 4.810 barriles para ser embarcados a los EEUU. El resto de material que se tomaron la molestia de recoger fue enterrado en dos fosas muy próximas una de otra.
Actualmente allí siguen enterradas en lo que han denominado el primer cementerio nuclear de España.
-Te vuelto a citar: llama la atención, escribes, la extrema variación de algunas lecturas indicadas en una tabla. ¿Por qué esa variación?, ¿por qué te ha llamado la atención?
-JH.- Porque una cosa es leer reiteradamente la volatilidad del plutonio en relación con los vientos y otra es su constatación con la práctica. Es que en 24 horas, a 9 m. del cráter, el incremento de la contaminación es de un 700%. La lectura varía de 770 µgr./m2 a 5.390 (=700.000 cpm). Además, no deja de ser preocupante que cuando se toman las medidas radiales del cráter dejado por la bomba 3, que deflagró en el casco urbano, transcurrida una semana del accidente, aún no se habían adoptado ninguna medida reparadora o de contención a pesar de estos altísimos niveles.
-De nuevo se impone otra cita: «El cura del pueblo, Francisco Navarrete, llegaba a definir lo acaecido como un milagro, por las tantas toneladas de restos ardiendo que cayeron del cielo sin ocasionar daños a sus habitantes» Yo no digo que fuera un milagro pero ¿no se tuvo mucha, mucha suerte? Tú mismo señalas que las cuatro bombas de hidrógeno podrían haber agostado la vida de medio país.
-JH.- A la hora de hablar de suerte, podemos especular desde ángulos distintos e incluso contrarios. Si analizamos lo sucedido con una perspectiva positiva, realmente hubo fortuna dentro del infortunio: entre 120 y 135 t. de restos de los aviones cayeron sin herir a nadie o destruir alguna casa. Recordemos la mole que cayó a 60 m. de la escuela y que pudo originar una tragedia. Aplicamos aquí el sabio y necesario refrán: el que no se consuela es porque no quiere. Ahora, si tenemos en cuenta los miles de reabastecimientos que se han realizado sin accidentes, si recordamos lo amplia que es la provincia de Almería, la Península y lo pequeña que es la barriada de Palomares, que ni siquiera figuraba en los mapas, a lo mejor podemos concluir que el milagro reside en que les haya tocado a ellos.
-¿Durante cuánto tiempo quedó paralizada la agricultura de la zona? ¿Siguen existiendo peligros potenciales?
-JH.- La agricultura estuvo paralizada durante el tiempo que duraron las medidas de remediación. El apuro se imponía: todo comenzó el 17 de enero y pudieron volver a sus campos a mediados de marzo. Afortunadamente la absorción sistémica del plutonio por parte de los cultivos agrícolas es mínima, casi despreciable. La principal razón es que los actínidos implicados son bastante insolubles en agua, aunque el tiempo y la interacción con los nitratos y fosfatos de los fertilizantes y otros factores, puede incrementar su solubilidad. Por otra parte, los cultivos más contaminados que dejaron los norteamericanos han podido aminorar su carga tóxica debido a la acción antrópica y climatológica. Pero la sombra de duda de los productos agrícolas de Palomares, a pesar de su indudable calidad, nunca desapareció del todo. Es lo que pasa con la radiactividad y el imaginario popular, en sinergia con las desacreditadas instituciones y su nula credibilidad: puede contaminar todo a través de su malditismo: lo real e imaginario, nuestras mentes; nuestras opiniones, sospechas e intuiciones.
-Las cifras aportadas por los norteamericanos, afirmas, no se corresponden ni de cerca con la realidad. ¿Simples errores? ¿Algo más? ¿Colaboraron los españoles que también intervinieron en las mediciones?
-JH.- Los errores humanos, cuando realmente son involuntarios, pueden ser por exceso o defecto. Cuando son reales y no interesados, la casuística bandea de un lado al otro. Ahora, si hablamos de contaminación radiactiva en Palomares, y todos los fallos son por defecto, o contradicciones que apuntan siempre a la minusvaloración en el alcance de la radiactividad y sus consecuencias, entonces, si deseamos ser rigurosos, les llamamos datos falsos, sin eufemismos ni eximentes como «inadecuados», «inexactos», etc..
Los españoles oficiaron de fedatarios a la hora del cumplimiento de los acuerdos, pero la Junta de Energía Nuclear(JEN), al igual que su sucesora el CIEMAT, dependen jerárquicamente de un Ministerio, del CSN y de unos políticos que marcan las pautas. Hay constancia documental de una defensa casi numantina de radioprotección hacia la población por parte de algunos representantes de la JEN, hasta el 25 de febrero, en que le ofrecen el Proyecto Indalo y una oferta de dinero y equipamiento. A partir de este momento no existe evidencia de oposición a los intereses norteamericanos y gubernamentales españoles por el potencial daño al turismo. En casi algo más de dos semanas pusieron fin a las labores de limpieza.
-Hablas de un miembro de la JEN que prefiere mantenerse en el anonimato en el apartado 3.3.2. Rebajas Radiológicas. ¿Y por qué este anonimato? ¿A qué puede ser debido?
-JH.- La razón se inició con la monitorización radiológica de la escuela pública de chicos. Como era habitual, el equipo humano de medida estaba compuesto por un soldado norteamericano y un prospector minero de la JEN. A la hora de realizar las medidas, el soldado le iba dando unas lecturas inferiores a las que registraba el contador alfa. Al percatarse el español, se lo recriminó y comenzó una discusión. Esto me lo contó el maestro Pedro Sánchez, pero no se pudo confirmar si fue un hecho puntual, casual o un simple malentendido. Con los años y la fortuna conseguí dar con el prospector, que confirmó la versión del maestro y que era una práctica generalizada en todos los equipos mixtos. El problema fue que el maestro intuyó que la situación radiológica no era muy halagüeña. Comenzó a presionar al prospector y este se fue de la lengua, lo que no tardó en llegar a oídos de sus superiores. La bronca que tuvo que aguantar por alarmar a la población fue muy desagradable.
El deseo de anonimato de muchos testigos o implicados está asociado a pasajes de la historia negativos. Estos normalmente se ocultan, se intentan escamotear al historiador por diversas razones, pero en ocasiones, cuando se les pregunta por ellos, lo confirman pero piden que omitas su nombre.
La evaluación radiológica de la zona afectada se realizó mediante equipos mixtos de la USAF y la Junta de Energía Nuclear (JEN). En la foto vemos a un soldado midiendo la radiactividad alfa en el alféizar de una ventana. A su lado Rafael Carmona Arévalo atiende la medición para evitar las lecturas falsas que le suministraban sus compañeros.
-Al final del capítulo haces referencia a Eduardo Ramos. ¿Quién fue? ¿Se comportó honestamente? Dices de él: «Como científico honesto sabe o intuye que la mejor radiactividad es la que no existe, o se aproxima a cero y en consecuencia actúa».
-JH.- El coronel y doctor Eduardo Ramos era jefe de la División de Medicina y Protección de la JEN. Según quienes lo conocieron, era la mayor autoridad nacional en radioprotección. Aunque tras el accidente siempre estuvo más tiempo destacado en la zona el farmacéutico Emilio Iranzo, cuando él iba por las calles de Palomares, los vecinos le paraban continuamente para hablar, saludarle o tomarse unos chatos de vino. Los norteamericanos del Laboratorio de Los Álamos o del Dep. de Energía que visitaban la barriada con él, se quedaban gratamente impresionados con su popularidad.
Luchó denodadamente por descontaminar las casas afectadas y alrededores del núcleo urbano (Zona 5). Él ha sido el único que defendió la limpieza radiológica muy por debajo de los niveles marcados por la ley, una excepción entre sus compañeros, en sintonía con las modernas tendencias de radioprotección en científicos independientes de la industria nuclear: cuando se trate de una población civil, hay que reducir a la décima parte las exposiciones máximas permisibles, afirmó en un simposio en Mónaco (octubre de 1966). Es lo que podríamos denominar un criterio sanitario con margen de seguridad y no una descontaminación basada en niveles normativos. Su criterio no pervivió, ni fue seguido por sus sucesores en el cargo, ni actualmente con la firma del Acuerdo Kerry-Margallo de octubre de 2015, en las que se especifica dejar una contaminación de 4 Bq/gr en las montañas tras una hipotética descontaminación.
-Te cito de nuevo: «Conforme pasan las semanas se va a generar entre ambos países un progresivo distanciamiento de algunos de los intereses comunes». ¿Qué distanciamientos por ejemplo?, ¿qué comportamientos desleales?.
-JH.- Si repasamos en las hemerotecas las declaraciones iniciales de los representantes civiles y militares de los EEUU, vemos que todo son promesas de justa restitución a los afectados y sus propiedades. Promesas que suscribían y proclamaban como eco las autoridades españolas, pero al ver que las zonas afectadas eran mucho mayores de lo esperado y que iban a precisar un alto número de efectivos humanos, esfuerzo, tiempo y dinero para remediar el desaguisado y que además existía un gran interés de los laboratorios científicos militares porque se quedara una contaminación «residual» lo suficientemente considerable para su detección analítica y que el gobierno anfitrión era fácilmente moldeable, cambiaron de actitud privadamente, mientras que mantenían la faz pública. Comenzó el juego sucio, los comportamientos desleales con la población que inicialmente se tiró a la calle para auxiliar a los heridos y ayudar en lo posible; desleales con la nación que le extendió la alfombra roja, facilitándoles todo lo que precisaron, hasta el punto que, en un documento no desclasificado y que ha llegado a nuestras manos, se reconoce que lo tuvieron mucho más fácil en España que si se hubiese producido el accidente en su propio país, poniendo como ejemplo la costa de California. Con esta alucinante afirmación nos hacemos una idea del grado de pusilanimidad de la Dictadura. En cuanto a la especificación de los comportamientos desleales, los pasamos a tratar en el siguiente capítulo, pues son muchos y variados.
-Hablas de que eso solo fue el principio. La cosa promete. Pasamos al capítulo IV, «Las labores de descontaminación».
-JH.- Cuando quieras.
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