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El verde socialismo del siglo XXI

Fuentes: www.portaldelmedioambiente.com

Cada vez es más evidente que el actual modelo de organización económico-social (el capitalismo), es inviable con respecto a las capacidades y límites del ecosistema terrestre. La racionalidad industrial-capitalista-liberal posee en su propia naturaleza formas y ritmos de extracción, explotación y generación de desechos que son claramente incompatibles con las capacidades de regeneración y absorción […]

Cada vez es más evidente que el actual modelo de organización económico-social (el capitalismo), es inviable con respecto a las capacidades y límites del ecosistema terrestre.

La racionalidad industrial-capitalista-liberal posee en su propia naturaleza formas y ritmos de extracción, explotación y generación de desechos que son claramente incompatibles con las capacidades de regeneración y absorción de la naturaleza.

En los últimos 50 años la aceleración del desarrollo tecnológico y de los mecanismos de intercambio capitalistas, conocidos como globalización, han llevado a la mayoría de los ecosistemas terrestres, incluyendo por supuesto a la especie humana, a niveles críticos con respecto a sus posibilidades de supervivencia. Como dice alguien tan poco sospechoso de tendencias izquierdistas o ecologistas como el megafinancista George Soros: «El capitalismo mundialmente integrado (globalización) amenaza a todos los valores societarios y democráticos, poniendo en riesgo el futuro de las sociedades humanas».

La lógica del modo de producción capitalista promueve la acumulación permanente y sostenida del capital mediante la explotación del trabajo humano y de la depredación de los recursos naturales. Hablar de límites autoimpuestos por este modelo para hacerlo «sostenible» o «sustentable» es no comprender las estructuras dinámicas bajo las que funciona. Ya Marx señalaba en su momento que: «…el único límite del capital es el capital mismo…..en toda circunstancia, la producción es apropiación de la naturaleza a manos del individuo en el seno de una determinada forma de organización social y mediante ella».

La apropiación de los recursos naturales del ecosistema terrestre, dentro de la racionalidad económica del sistema liberal-capitalista, se caracteriza por el desajuste entre las formas y ritmos de extracción, explotación y transformación de dichos recursos y las condiciones necesarias por parte de la naturaleza para su conservación y regeneración. La aceleración en los ritmos de rotación del capital y en la capitalización y reproducción de la inversión para maximizar las ganancias en el menor plazo posible han generado presiones insostenibles para el medio ambiente. Ya hace cerca de cuarenta años lo advertía H. Marcuse: «En el desarrollo de la racionalidad capitalista la irracionalidad se convierte en razón: Razón como desarrollo desenfrenado de la productividad, conquista de la naturaleza, ampliación de la masa de bienes; pero irracionalidad porque el incremento de la productividad, del dominio de la naturaleza y de la riqueza social se convierten en fuerzas destructivas».

Si el capitalismo, por más ropajes verdes que ahora se coloque, ha de ser vencido y superado, tarea que ahora tiene carácter urgente para la supervivencia de la civilización humana, el modelo que ha de hacerlo será por fuerza el socialista. El ecosocialismo, reconociendo y superando los errores, perversiones y desviaciones que las versiones del socialismo en el siglo XX incurrieron, tendrá que retomar las construcciones filosóficas de los pensadores de los siglos XIX y XX (Marx, Bakunin, Fourier, Trosky, Luxemburgo, Gramsci, Mariátegui) y amalgamarlas con las ideas que se desprenden del análisis de las realidades objetivas de los comienzos del siglo XXI.

El socialismo del siglo XXI tendrá que crear un modelo económico-social que modifique sustancialmente las artificiales necesidades impuestas por la dinámica de la expansión del capital y por el sobreconsumo que agota los recursos naturales a un ritmo exponencial.
Este nuevo modelo socioeconómico y cultural tendrá que enfrentar y desmontar un proceso de masificación del consumo y del desecho, la concentración de la riqueza y la abundancia en cada vez menos manos, el progresivo deterioro del entorno y la degradación del valor de uso de las cosas, el empobrecimiento crítico de las mayorías y la propaganda neoliberal que deslegitima al Estado proveedor y distribuidor de servicios básicos y guardián y garante de los derechos humanos y ambientales.

El nuevo socialismo debe reivindicar los íntimos valores del ser humano, manifestados en la diversidad de culturas del mundo. Debe reivindicar la producción y el consumo a escala humana, la democracia participativa y auténtica, la tolerancia política, religiosa y de género.
Siguiendo a Gandhi, el ecosocialismo del siglo XXI debe plantearse los valores de la autodeterminación y la autoconfianza, así como los sistemas tradicionales de relación con la naturaleza y los intercambios comunitarios. La integridad de la vida, los sentidos de la existencia, la solidaridad social y ecológica y el reencantamiento del mundo y del ser humano.

Joel Sangronis Padrón, Profesor UNERMB