El anuncio de la convocatoria electoral ha provocado incertidumbres ya que, según sea el resultado de las mismas, se podrá abrir una periodo de reformas políticas o bien un periodo de involución. Para muchos se requeriría, en nuestro país, un profundo cambio del sistema político; un cambio de vocación y aspiración republicana. En unos pocos […]
El anuncio de la convocatoria electoral ha provocado incertidumbres ya que, según sea el resultado de las mismas, se podrá abrir una periodo de reformas políticas o bien un periodo de involución. Para muchos se requeriría, en nuestro país, un profundo cambio del sistema político; un cambio de vocación y aspiración republicana. En unos pocos años hemos pasado, con el trasfondo de una crisis económica y social muy dura, de un deterioro de la credibilidad de sistema político español ,que se podía resumir en el lema del 15- M «no nos representan», a una aparente restitución de la misma que, aunque no se haya reformado ni una coma ni de la Constitución ni de la ley electoral, si se han incorporado nuevos partidos al sistema que han canalizado el desasosiego político y social y han incorporado una nueva generación a la política institucional. En este contexto, cabe destacar también la crisis de legitimidad del sistema en Cataluña y todos los problemas en que ha derivado y que puede conducir a una tentación neo autoritaria muy peligrosa, como se pudo ver en la intervención del Rey durante la crisis o en el surgimiento de la ultraderecha. Aunque también podría significar un impulso de reformas del sistema político de gran calado.
Una mayoría parlamentaria y un gobierno que no emprenda reformas de largo aliento significarían una gran frustración. Entre esas reformas está el laicismo como un principio indisociable de la democracia, de igual forma que lo es la separación de poderes, la elección de representantes públicos por elección popular, el sufragio universal, el valor de la deliberación y control entre los poderes del Estado, entre otros. Por tanto, esos principios no son ideológicos sino de organización democrática del poder público; por razones históricas y de otro tipo, la derecha española, incluso la más reciente, no ha aceptado la laicidad y por ello este principio no está, tampoco, plenamente reconocido en la Constitución del año 1978; es una derecha que todavía sustenta un visión de identificación de la nación española con el catolicismo, lo que lleva a mantener y aceptar los privilegios económicos e ideológicos de la iglesia católica, además de mantener una visión sobre la educación sectaria basada en la utilización de los fondo públicos para ampliar la reproducción de la desigualdad social en España. En estos aspectos, es una derecha muy alejada de la de muchos países europeos que viene de una tradición política diferente, vinculada al liberalismo histórico. La derecha española se ha apartado, hace mucho tiempo, de la tradición progresista del primer liberalismo y se ha abrazado a las fuerzas de atraso finisecular de la cruz y la corona y por ello es incapaz de reconciliarse con la historia de la democracia de nuestro país y sea tan beligerante con el laicismo o con una concepción republicana del Estado. Esta presión permanente de la derecha española en contra de la libertad de conciencia y su suspicacia contra muchos de los principios de la democracia es una rémora para el progreso. Por tanto, si se produjera una victoria electoral de las derechas seria previsible un reforzamiento de los privilegios del catolicismo; privilegios a los que no ha sido ajeno el abandono del laicismo por la izquierda gobernante durante años; tendríamos que soportar una política de reforzamiento, aún más si cabe, de la privatización del sistema educativo y dando más peso a la escuela concertada católica y deteriorando la escuela pública y todo ello en el nombre de la sacrosanta libertad de educación. Igualmente se fomentaría una xenofobia ligada al hecho religioso, en relación a la población de origen de países de confesionalismo musulmán. También se intentaría imponer un recentralización de la educación, provocando conflictos en la escuela en relación a las políticas de normalización lingüística. Y en general se intentarían fomentar políticas que quiebran la solidaridad en nombre de la libertad; por no hablar de la frustración que supondría para las aspiraciones de reforma política.
Si hubiera una victoria de la izquierda podría abrirse, por el contrario, la puerta a una presión social en favor de un Estado laico exigiendo una reforma educativa ambiciosa, denunciando los vergonzosos acuerdos con la Santa Sede del año 1979 y promulgando una ley de libertad de conciencia. Sin embargo eso no será fácil ya que la izquierda gobernante ha huido, hace mucho tiempo, de la tradición laicista y republicana de la que hubiera de haber bebido. Incluso Podemos, como fuerza política de izquierda más popular, parece, en ocasiones, estar más atento a lo que dice el papa Francisco que a las corrientes sociales de que reclaman un Estado laico en nuestro país. Pero lo más importante es que si hay una victoria electoral de la izquierda y ésta se combinara con una exigencia social, bien se pudieran emprender reformas constitucionales o procesos constituyentes que rompan con el statu quo o con las tentaciones políticas neo autoritarias.
Otro escenario posible, el más codiciado por el mundo de los grandes negocios, es una victoria de un gran centro político, lo que significaría un retorno a la defensa del status quo y al inmovilismo. Ciudadanos es un partido político atrapado por su origen y sus contradicciones ideológicas. Por eso, en Europa, han saltado las alarmas de los partidos liberales y de centro izquierda ante un partido político que, en su mismo espectro político, pudiera pactar con la ultraderecha. Si, en un primer momento, se declaró un partido laico hoy se declara «aconfesional» y de ser un partido, en las cuestiones sociales, de centro izquierda ha pasado a ser un partido político en competencia con el neoliberalismo ultra católico de VOX, sobre todo en el ámbito de la educación. Incluso si esa coalición se pudiera dar, rompiendo la actual posición de su líder de pacto preferencial con la derecha y ultraderecha, se correría el riesgo de que se emprendieran contrarreformas por arriba, como lo estamos viendo en el caso del presidente Macron en Francia que intenta reformar la ley de separación iglesia estado de 1905, hito laicista por excelencia, y desnaturalizar el principio laicista de la República francesa al que considera «anticuado». Por eso una coalición de gran centro, en España, corre el peligro de emprender reformas que, en verdad, serían contrarreformas políticas y sociales, por no hablar del asunto catalán. En el ámbito del laicismo, seguramente Ciudadanos obligaría al PSOE a atornillar los Acuerdos con la Santa Sede y daría un vuelca de tuerca neoliberal a la educación, entre otros asuntos.
Así pues del resultado de estas elecciones se sacaran conclusiones para poder abrir o bien un proceso de reformas de gran calado de inspiración republicanas y laicas o bien un periodo de apuntalamiento de un status quo inestable y lleno de zozobras , en medio de una tensión social larvada, producto de la precariedad, el desempleo y la desigualdad social e incapaz de emprender las reformas que alejen a España de esos elementos finiseculares de atraso que nos han apartado, en muchos periodos históricos, de la modernidad y el progreso.
Antonio Gómez Movellán, presidente de Europa Laica
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