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Ellos, Nosotros, la Isla

Fuentes: Rebelión

Ellos y Nosotros ( A los trabajadores cubanos, eternos luchadores, por sus deseos de soñar y vivir. Hace algún tiempo, ante las provocaciones de un amigo, me sentí incitado a escribir estas líneas. Pero ahora, ante la extensión de la polémica sobre Cuba, su futuro y sus oráculos, quisiera compartir posiciones que, pese a ser […]

Ellos y Nosotros (

A los trabajadores cubanos, eternos luchadores,
por sus deseos de soñar y vivir.

Hace algún tiempo, ante las provocaciones de un amigo, me sentí incitado a escribir estas líneas. Pero ahora, ante la extensión de la polémica sobre Cuba, su futuro y sus oráculos, quisiera compartir posiciones que, pese a ser estrictamente personales, pudieran tener recepción en algunos colegas implicados en el asunto. Contrapunteo en el cual los límites del disenso quedan fijados por la coincidencia de los participantes en su apuesta por un futuro anticapitalista, por lo que se trata de un debate más o menos fraterno pero siempre entre personas que son, como diría Alberto Cortés » amigos, hasta tanto se pruebe lo contrario» del proyecto socialista cubano . Por eso decidí tomar un poco de mi escaso tiempo para aportar algunas consideraciones sobre la naturaleza del debate, los actores involucrados y el objeto del mismo, considerando que lo más valioso no será, como regla, centrarnos en discrepar puntualmente con nadie sino evaluar, al decir criollo, » como está la cosa» y proponer soluciones concretas para nuestros desafíos.

En torno a una realidad como la cubana, encuadrable dentro de lo real maravilloso y que se ha santificado como «la utopía», satanizado como «reducto del estalinismo», valorada como «revolución sin ideología» o, más jocosamente, definida como «socialismo de pachanga«, se tejen leyendas y se erigen lugares comunes. Algunos intelectuales, comúnmente, creen ir de viaje al paraíso de la épica revolucionaria; otros frecuentemente, se perciben inmersos en el reino de la inercia burocrática cuando, probablemente, la realidad nos sorprenda a todos a medio camino entre la perversión y los ensueños. Se trata de una realidad sociopolítica con casi medio siglo de vida, en la cual coexisten un proyecto y un poder, donde el primero ha sufrido constantemente la usurpación de símbolos, lemas y espacios por parte del segundo, y donde, sin embargo, el hálito estatista de este no ha podido desprenderse o aniquilar totalmente al empuje libertario del otro y sus inmensas conquistas de dignificación humana. Y ambas realidades y visiones han coincidido en la obra y espíritu de millones de seres humanos concretos, incluidas aquellas personalidades que, como las que integran el liderazgo histórico, resumen en sí ambos componentes y cuya evolución resulta inseparable de las dinámicas que han marcado su existencia. De esa manera la isla no se agota en un libro, en una visita o en una polémica de feria o congreso, por muy «cultos e informados» que sean los involucrados.

Por ello, a algunos que desde el exterior se esfuercen en estudiar a nuestro país les convendría observar algunas premisas básicas. Deberían saber que conocer Cuba, la nación real y profunda -y defenderla-, es algo que rebasa la militancia de eventos, la siempre confortable estancia del visitante (sea esta disfrutada en casas de amigos, hoteles o residencias de protocolo) o el encuentro con las delegaciones oficiales cubanas. Lo negativo no es asistir a aquellos espacios académicos y formales que, útiles para el reencuentro de colegas de aquí y allá, devienen espacio imprescindible para la articulación de un debate plural de izquierdas. Lo erróneo reside en creer que estos bastan para poder comprender las inmensas tensiones y dificultades que atraviesan tanto el propio proyecto revolucionario y la gente que lo hace como, en particular, la producción doméstica de ciencias sociales.

Además, nuestros amigos podrían comprender que, dado el orden de cosas actualmente imperante, el disponer de capacidades asimétricamente superiores de socializar ideas, ajenos a las limitaciones tecnológicas y las restricciones administrativas que afrontan sus colegas isleños, debiera obligarles a asumir posturas ética y políticamente comprometidas no con las coyunturas y el poder institucionales sino con las esencias populares, democráticas y socialistas de nuestra obra. Sobre todo porque algunas autoridades han dado frecuentemente la apariencia de ser más proclives a dialogar con ciertos investigadores extranjeros (y permitir la libre exposición y socialización de sus ideas) que con sus homólogos cubanos.

Sería prudente que algunas lecturas de ciertos amigos fuesen menos simplistas y -dañinamente- románticas. O acaso ignoran, por ejemplo, que si el ambiente creador del pensamiento crítico revolucionario de los 60 fue sustituido por el dogmatismo y la ritualización pseudomarxistas triunfantes desde 1971, ambos procesos fueron permitidos-a tenor con los condicionamientos del momento- por las mismas instancias de poder? Creen que son fortuitos ciertos rescates periódicos (y sesgados) del Che (Período de Rectificación, inicios del siglo XXI) realizados en etapas neurálgicas donde la modificación de los estilos de dirección de la economía cargan la mano a la centralización, fortalecen la acción directa del estado y restringen la autonomía de otros actores económicos? Suponen posible señalar en el proceso cubano desviaciones y culpables coyunturales para luego, interrumpiendo el análisis en cierto punto y momento histórico, no profundizar en las responsabilidades de actores concretos y las deformaciones estructurales del modelo que las posibilitaron?2 No pueden percatarse que sus palmadas de gozo ante ciertas virtudes de nuestro socialismo (la fobia a lo mercantil, las masivas y reiteradas movilizaciones populares, la imprescindible omnipresencia del liderazgo) pueden percibirse de forma diferente por los que viven aquí, provocando otras lecturas y comportamientos (como una perversa idolatría mercantil que-en determinados segmentos poblacionales- emana de un subconsumo acumulado, la carencia de una cultura de participación autónoma, el drama de una estructura institucional que no parece funcionar al margen del liderazgo carismático) ubicables en el cotidiano espectro de nuestras preocupaciones?

Quizás falte información o los deseos de analizar determinados asuntos, pero entonces se comprende poco como pueden simultanearse, en las mismas personas, tantas dosis de audacia y lucidez analítica (al arremeter contra los desmanes del capitalismo o los desvaríos del llamado socialismo soviético) y tanta candidez para con situaciones concretas de la Cuba actual. Resulta cuando menos penoso que un prestigioso politólogo latinoamericano, al debatir conmigo en cierto conclave académico, me confesara su honda preocupación para con el devenir del socialismo cubano ante…la supervivencia de la libreta de racionamiento, con lo cual reducía la complejidad del asunto a una expresión que, por ser expresión condensada y cotidiana de un sistema de contradicciones, bien puede resultar suficiente para el sentido común. Pero que se revela inconcebible insuficiencia en quien sabe que, detrás de las escaceces y colas, se dan la mano los efectos crueles y ciertos del bloqueo imperialista, las barreras puestas al ensayo de formulas participativas en la economía y el peso de una visión hipercentralizada y exclusivista del rol del estado, marcada por la impronta del voluntarismo3.

Cambio ahora de foco para abordar una responsabilidad ciertamente compartida (aunque con cuotas nada equivalentes) y que nos abarca, dentro de la isla, a decisores e investigadores. Los primeros, encargados de controlar los medios de socialización del pensamiento, no son muy proclives a difundir las posiciones de aquellos intelectuales que, sin romper el compromiso raigal con la Revolución cubana, no renuncian al ejercicio de la crítica y toman distancia de algunos de nuestros errores, privilegiándose las lecturas unilaterales, sesgadas ( y en ocasiones apologéticas) de otros amigos4. Los segundos, porque dejamos en manos ajenas, con más frecuencia de lo deseado, las discusiones donde se dilucidan los caminos probables y deseados del proyecto nacional.

En torno a este tópico se levantan algunas constantes. Será que en nuestro país nos enamoramos una y otra vez de ciertos personajes -convirtiéndolos en oráculos infalibles- de los cuales, al escucharles palabras poco edulcoradas, renegamos luego en medio de juicios terribles?5 Y que cuando investigadores cubanos, prestigiosos y comprometidos, desean abordar determinados tópicos, a menudo se les recalca el carácter sensible, estratégico y no conveniente de los mismos, restringiéndose el acceso a información y/o la difusión de lo investigado?6

En los predios del pensamiento social las respuestas deben estar, como mínimo, a la altura de la pregunta. Y lo polémico de esta que ahora nos ocupa (que pasará en Cuba tras la desaparición del liderazgo histórico) no debiera realmente sorprendernos tanto, ya que a fin de cuenta es este un objeto recurrente de especulación política, en las calles y salones de la Habana, Miami y Madrid, desde hace al menos quince años. Y si esta- salvo excepciones- no se ventilo públicamente con toda la insistente transparencia por los medios nacionales esto no se debe a una mera casualidad, o la supuesta incompetencia del gremio sino que se derivan de ciertas lógicas sistémicas, relacionadas con la noción burocrática de lo que resulta ( o no) bueno, pertinente y oportuno. Precisamente por eso uno se preocupa al encontrar posiciones que, si bien resultan loables por su posicionamiento público ante el asunto, o bien traslucen ingenuidad, o apuestan por una lectura tan instrumental, fetichista y sesgada que evidencia precisamente los rasgos de aquella identidad compartida entre Cuba y la experiencia esteuropea que frecuentemente se trata de ignorar7.

Es en esa cuerda que en Cuba algunos colegas continúan desconociendo el valor de comprender que el modelo extendido en el siglo XX ( el socialismo de estado) compartía elementos centrales8 -y no meramente coyunturales en todas sus experiencias concretas- concretados como provectos históricos que, en su maduración, tienden a hacerse más semejantes entre sí, pero que al contextualizarse con la carga de cultura e historia particulares, introducen dinámicas diversas que, simultaneamente, visibilizan tendencias corrosivas pero impiden prefigurar plazos y destinos idénticos en todos los casos. Esto parecen ignorarlo académicos como el cubano Jesús Arboleya, quien nos dice «Me sorprende que se afirme que el entorno «socio-económico-político-institucional» de Cuba sea similar al de esos países, ya que tal parece que hasta la nieve fue importada de Europa Oriental», en posición básicamente compartida por otros investigadores. Además, en el texto analizado, Arboleya parece renunciar de un plumazo a la tradición democrático-participativa del socialismo cuando sanciona que «(…) la legitimidad del Estado no depende de su funcionamiento democrático, sino de los intereses que sirva (…) el objetivo de la democracia socialista debe ser fortalecer el Estado socialista (…) Diluir las funciones del Estado en «asambleas populares» es un criterio que no se aleja de la concepción que sobre el papel del Estado plantean los neoliberales«. Lo lamentable de este error es que en el incurran compañeros que combinen una prolífica obra investigativa, un conocimiento de las experiencias aludidas y un compromiso militante fuera de todo cuestionamiento.

Sobre la base de estas ideas preguntémonos si acaso, en un proceso consciente de transformación social, los medios pueden divorciarse de los fines, y si podríamos considerar a cualquier régimen burocratizado pero paternalista y redistributivo el ideal marxista de emancipación humana? Entonces la emergencia de asambleas barriales y movimientos sociales latinoamericanos, odiados y temidos por las oligarquías locales y el imperialismo, no son antitéticos con la ideología y praxis neoliberal que cotidianamente combaten? Y si el Marx que celebra a los comuneros parisinos, el Lenin que sueña con unas visiones casi libertarias de «el Estado y la Revolución» o que pide » reorganizar la Inspección obrero campesina», la Rosa Luxemburgo que premonitoriamente analizó el autoritarismo burocrático, el Trostki que define la perversión del sustituivismo, o el Che obsesionado por un mayor control y participación populares en la conducción económica y política del país, estaban errados toda vez que apostaban porque una ampliación constante de la democracia fuese parte esencial de la lucha por el socialismo? Es que acaso ellos crearon ciencia e ideología encerrados en torres de marfil, o enfrascados en contextos tan acosados y momentos tan definitorios como los actuales? La sobrevivencia de esas posiciones, 15 años después del «derrumbe», nos asombran tanto como los discursos que, augurándonos una debacle inexorable -en la secuela del determinismo manualesco-, nos invitan a pactar una rendición, en los mejores términos posibles, con el enemigo histórico de la nación cubana.

Hoy constituye un hecho palpable que Cuba hace algo de lo que puede dentro de los marcos de un cierto tipo de visión del proyecto anticapitalista (el socialismo de estado),9 pero no alcanza a ser todo lo que debe acorde a sus potencialidades acumuladas y las promesas que se ha hecho su propio pueblo. Estoy convencido que nuestras realizaciones pueden ser juzgadas -y no habría nada (al mismo tiempo) tan revolucionario, subversivo y legítimo- no a partir de los cánones del discurso liberal sino desde las apuestas democráticas, participativas y libertarias del ideal socialista, las que nos hicimos en 1959, 1976, 1989… y que aún todavía persistimos en cumplir . Y como teorizar en abstracto es pasto para la descalificación y el aburrimiento, ofrezco a renglón seguido un ejemplo concreto de lo anterior.

Considero, dentro del sistema político cubano, que son los órganos de Poder Popular

( fundamentalmente sus instancias municipales) y los sindicatos, aún siendo instituciones particularmente golpeadas por los efectos combinados de la crisis – que restringió sus capacidad de gestión material-y de los límites a su autonomía impuestos por el protagonismo de los niveles centrales, los actores que mantienen una mayor potencialidad democrática dentro del sistema. Por ello , enfocándonos en la referida dimensión local de nuestra vida socio institucional, si hay dificultades con el abastecimiento alimentario y el transporte, si hay insatisfacciones con la aplicación de ciertas políticas y servicios educacionales y sanitarios, entonces esas asambleas y espacios comunitarios deben constituirse un lugar privilegiado para expresar públicamente nuestro disenso y comprometernos- construyendo soluciones- en la comunidad y exigiendo que las autoridades competentes acudan a dialogar con esta y esclarecer las situaciones. Pero para ello debe asumirse y reconocerse por todos (vecinos y autoridades) nuestro derecho a formular proposiciones sobre temas que, rebasando lo puramente local, afecten la vida y desempeño de nuestros entornos y atentan contra la legitimidad del sistema.

Quien negaría, por ejemplo, que la incuestionable validez del internacionalismo se lacera en su ejecutoria concreta cuando son enviados, por decisiones de los organismos centrales, cantidades de médicos que impiden una cobertura exitosa en los barrios? No debían las asambleas de vecinos convertirse en espacio de discusión colectiva y colegiada donde, en conjunción con las direcciones locales de salud, se decida la distribución final de los galenos que quedan atendiendo a sus compatriotas? He constatado que, incluso con los esfuerzos desarrollados por las autoridades sanitarias municipales, se han producido virtuales «desabastecimientos» de médicos en algunos de nuestros barrios por lo que la búsqueda colectiva de soluciones (estado- comunidad) podría enmendar esto, decidiendo mantener niveles adecuados de cobertura en zonas de alta incidencia de ancianos, niños pequeños o cardiópatas y asmáticos crónicos, etc. Pero puede también que en determinada localidad sea posible prescindir de una mayor cantidad de especialistas y estos queden disponibles para cubrir comunidades de alto riesgo y ofrecer una ayuda solidaria adicional a otros pueblos hermanos10.

Los cubanos hemos demostrados con creces nuestra sensibilidad a la desgracia ajena, acudiendo rápida, masiva y eficiente en ayuda de pueblos hermanos, como lo demuestran las donaciones de sangre para los afectados por terremotos en Perú, Centroamérica, Irán, la ex URSS o Pakistán, entre otros muchos ejemplos. Pero se trata de una implicación conciente donde las autoridades han convocado y el pueblo ha respondido. De lo que se trata hoy, en una sociedad más culta, consciente y acostumbrada a umbrales envidiables de cobertura social que constituyen conquistas irrenunciables, es de que resulta insustituible la información, consulta y participación popular en la ejecución de toda política que implique la movilización de recursos de la comunidad si no se quiere sacrificar la legitimidad de la misma y afectar a los pobladores. El internacionalismo de matriz civil (médicos, maestros, entrenadores deportivos) que practica hoy Cuba debe concebirse en una lógica de implicación consciente y democrática de ciudadanos, y no meramente como una política de estado. No se trata de donar lo que nos sobre ni regalar lo que nos falta, sino de compartir, consensuada, sostenible y solidariamente, lo que realmente tenemos, en especial aquellos recursos y capacidades creadas por el pueblo en estas décadas de construcción socialista. De no hacerse así, se compromete el valor ideológico del internacionalismo, se enajena a los ciudadanos de una practica de profundo contenido humano y pueden reforzarse tendencias xenófobas y chovinistas.

En una direccion similar a la anterior apunto otras ideas y cito in extenso um fragmento de cierto texto de pronta publicación. En este, al referirme a las coordenadas desde las que apostaría a la rearticulacion de un debate plural, suceptible de adelantar soluciones a nuestras contradicciones, el autor de estas líneas considera » (…) pertinente reconocer que, en la realidad social, podemos encontrar al menos tres niveles donde apostar por una alternativa desde la participación: la voluntad política, al análisis científico y el sentido común, cada uno con sus propias condicionantes y lógicas11. Y los tres pueden constituir, en los momentos actuales, fértil terreno de búsqueda creadora para la construcción socialista. (…) En los marcos de la voluntad política, una opción estaría en el fortalecimiento de la ejecutoria de nuestros mecanismo asamblearios (a todos sus niveles) y no la aceptación pasiva de planes tecnocráticos (aún cuando estos incluyan una loable vocación redistributiva), logrando una adecuada correlación entre democraticidad y saber especializado. La confrontación pública, en los períodos de sesiones de las Asambleas, de un número racional de planes socioeconómicos ( que expresen modalidades alternativas de distribución de recursos hacia la inversión, el consumo social e individual); la implementación de procesos de votación popular de las mismas en un amplio espectro de niveles y modos de accionar, aprovechando el nivel cultural de nuestros ciudadanos y contando con el empleo de las nuevas tecnologías de la información, la reedición sistemática de experiencias como las del Llamamiento al Cuarto Congreso del PCC en 1990 o la de los Parlamentos Obreros de 1993, pueden arrojar frutos provechosos en ese sentido. Urge rescatar el ejemplo de la Polémica Económica sostenida de 1963 al 64 por Ernesto Che Guevara y Carlos Rafael Rodríguez, dirigentes respectivos de las ramas industrial y agraria de la economía nacional quienes, con apego a principios comunes y el espíritu fraternal que pedía el Guerrillero Heroico, supieron sostener una polémica absolutamente pública y transparente, que implicó a un conjunto de destacados pensadores marxistas internacionales y se convirtió en ejemplo de debate revolucionario12.

Por su parte las ciencias sociales cubanas (el análisis científico) no pueden enrumbar sus métodos y/o objetos de estudio por los cauces de la justificación apologética y tienen que sostener, como valor intrínseco de la Revolución, la capacidad para proponer modelos alternativos de organización socioeconómica, someter a análisis las estrategias en curso y estudiar creadoramente las experiencias históricas e internacionales de construcción socialista. Hacer esto, en los marcos de principios raigales e inviolables (impedir la conformación de una gran burguesía nacional y el debilitamiento de las capacidades rectoras, inversionistas y distributivas del estado socialista) es la única forma real ( y no meramente declarativa ) de sostenernos como una Academia marxista, imbuida en un compromiso crítico con sus condiciones en que lucha, vive y sueña la mayoría de nuestros ciudadanos, heredera de la noción martiana de decir lo que se piensa, optar por el bien común y enarbolar el decoro y la coherencia como valores en un mundo cada vez más fatuo, hipócrita y perverso13.

En cuanto al sentido común, otorgar visibilidad y cauce a las prácticas ciudadanas de redistribución solidaria, redes locales de producción y prestaciones – mediante el trueque o el comercio de bienes y sevicios – , así como expandir la sinergias entre estrategias de desarrollo local estatales y las lógicas comunitarias, constituyen fórmulas para consensuar auténticos Pactos Sociales que permitan superar un asunto que erosiona la gobernabilidad y el espiritu cívico: la contradición entre lo legal ( en tanto cuerpo normativo institucionalmente determinado) y lo legítimo ( actitudes ineludibles y cotidianas de los ciudadanos puestos ante la inapelable disyuntiva de sobrevivir).»14

Fin de la Cita

Antes de concluir deseo proponer algunas ideas que, en el espíritu de las creativas, valiosas y constantes proposiciones de nuestros ciudadanos, podrían servir para la conformación de una agenda pospositiva que rebase las coordenadas del presente debate «ilustrado».

Entre los temas a proponer incluiría

1- Promoción de un debate múltiple (popular, académico e institucional) que desarrolle el pensamiento socialista cubano en el abordaje de ciertas problemáticas insuficientemente trabajadas y o discutidas, de real impacto en nuestra vida nacional. Asuntos como el de la existencia o no de una autentica opinión pública socialista15, su pertinencia y alcances, el análisis de la burocracia (y no solo el burocratismo), sus referentes y expresiones psicológicos, grupales y materiales, la utilidad de incorporar las experiencias autogestoras de la izquierda mundial y especialmente continental, son a mi juicio, algunos de estos puntos neurálgicos.

2-El desarrollo de mecanismos de control institucional verdaderamente populares y socialistas. Hoy no creo que encontremos la solución en el fortalecimiento de instrumentos de control interno de las mismas organizaciones e instituciones estatales, lo cual conllevaría a un incremento en el funcionariado, en el aparato burocrático. En ese caso muchas cosas quedarían discrecionalmente dentro del rango de intereses y visiones de quienes integran esas estructuras, dependiendo en buena medida de la voluntad y ética de los cuadros, algo importante pero insuficiente. Solo instituyendo instancias de control ciudadano (una suerte de actual y tropicalizada Inspección Obrero campesina leninista) integradas por hombres y mujeres ejemplares y capaces, propuestos por las bases y sin vínculos recientes con el aparato político profesional, contando con capacidad de voto y veto en todas las instancias del poder, podría complementarse la ejecutoria de los órganos de control interno y de justicia estatales.

3- Reforzamiento de una visión proactiva de la acción estatal. Como he dicho en otro texto, por vivir los cubanos acosados por los EE.UU. y en una sui generis condición de país en transición en las condiciones del subdesarrollo necesitamos «(…) Un Estado fuerte y soberano que redistribuya la renta nacional, que continúe protegiendo a regiones y compatriotas desfavorecidos por la acumulación de problemas estructurales, que atienda a los afectados de desastres naturales, que defienda y no hipoteque los bienes y recursos más sagrados de la nación, incluida su biodiversidad. Un Estado que no fomente la iniciativa capitalista pero permita y estimule emprendimientos económicos populares: cooperativos, comunitarios y/o familiares. Un Estado que no eluda la responsabilidad de ofrecer servicios eficientes y universales en áreas sensibles como educación y salud, pero que no se extienda hipertrofiado hacia aquellas esferas de iniciativa ciudadana susceptibles de estimular la prestación eficiente de ciertos servicios, la holgura, modesta y cotidiana, del ingreso y el rescate del valor del trabajo. Un Estado que perciba la necesidad de promover la participación en todas las esferas y niveles decisores, reconociendo la necesidad creciente de espacios de información veraz, agregación de demandas y proposición de soluciones, tributando a una auténtica activación del civismo crítico y comprometido. Un Estado que no proyecte una vocación y ejecutoria paternalistas, destinada (aún sin proponérselo) a fijar al ciudadano en una eterna infancia, sino que prepare hombres y mujeres activos y creadores, capaces de deshacerse de los entuertos y torceduras de estos años oscuros, decididos a defender y multiplicar los poderes y saberes desarrollados en medio de la resistencia colectiva, el estimulo al ingenio oportuno y los deseos de vivir. (…)16

En este «verde caimán», según pienso, la partida no esta decidida de antemano. Todo dependerá de nuestra capacidad para encauzar y desplegar el potencial de desarrollo y creatividad ciudadana con el que sorteamos los años más duros de la crisis, se nutrirá del real compromiso, la sabiduría y la ejemplaridad que demuestre la clase política post Fidel, del grado de desgaste que acumule el proyecto si no realiza las necesarias reformas correctivas -conectando la épica con las demandas de la gente-, del aporte concreto de los sujetos concretos en los momentos concretos, todo lo cual configurará los destinos del pueblo cubano para el próximo medio siglo. Las acciones en curso (y las potenciales) decidirán cual de los escenarios posibles (el capitalismo dependiente y periférico, el socialismo estatista y burocratizado, o el socialismo libertario17) será el proyecto triunfante donde vivirán las futuras generaciones de cubanos. Yo apuesto por la última de las opciones y para ella debemos ir trabajando desde ahora. En definitiva la importancia del debate que hoy se levanta es la de rebasar el mero ejercicio de una retórica elegante, sino de valer -por su capacidad y pertinencia- para proyectar colectivamente ideas en post de una Cuba cada vez más libre, democrática y socialista.

Me gustaría que a estas y otras cosas se refirieran los que, tanto desde el exterior como aquí, pretenden darnos lecciones sobre la virtuosa excepcionalidad o la irreversible decadencia del proyecto y la reflexión socialistas cubanos, en las coordenadas de un perverso maridaje entre la apología y el determinismo. Aún recuerdo con desagrado el malestar causado por cierta intelectual brasileña que, al comparecer el pasado año en el Capitolio habanero en el marco de un evento del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), sostenía que su misión principal -asignada por no se sabe quién- no era la de intercambiar experiencias profesionales y examinar las especificidades de la acción popular en nuestros contextos respectivos, sino la de «fortalecer ideológicamente» a sus colegas cubanos. Para que cosas como estas no se repitan, para que el mutuo respeto emane fortalecido en la búsqueda de lo que nos une ( la indagación comprometida en los marcos de la lucha anticapitalista), para que no haya más gurúes monopolizadores de la verdad, ni amigos que tomar o tirar según las conveniencias políticas, debemos reconocer la dignidad de nuestras respectivas circunstancias y todos juntos ( ellos y nosotros, adentro y afuera) definir los aportes y responsabilidades concretas para con el proyecto vivo, creador y dinámico, de una sociedad decente.

Alamar, la Habana, 11 de mayo de 2006.

Notas:

1 (Armando Chaguaceda, 1975) Politólogo e historiador, profesor de Teoría Política, Universidad de la Habana.

2 Ver de Néstor Kohan Pensamiento Crítico y el debate por las ciencias sociales en el seno de la revolución cubana, ensayo insertado en el texto «Los legados de las ciencias sociales en América Latina», en proceso de preparación por CLACSO, disponible en diversos espacios de comunicación alternativa. El texto del destacado intelectual y militante combina un enjundioso análisis de esta experiencia creadora con el tipo de carencia antes destacada, y enuncia en el título una problemática no agotada en sus líneas.

3 Voluntarismo que ratifica con sus actos la idea marxiana que reza «Principio de la política es la voluntad. Cuanto más unilateral (abstracto) es el intelecto político y, por lo tanto, más acabado, más cree en la omnipotencia de la voluntad, más ciego se muestra frente a los limites naturales y espirituales de la voluntad. Más incapaz, entonces, de descubrir la fuente (económica) de los males sociales». Ver Glosa critica sobre el articulo «El rey de Prusia y la reforma social, Marx/ Engels, Werke, 1957, Berlín, Tomo 1, Pág. 402.

4 Incluyendo los primeros, entre otros muchos, a Howard Zinn, Eduardo Galeano o Inmanuel Wallerstein, y los últimos a Alfonso Sastre y Belén Gopegui.

5 Eso puede suceder ahora con Heinz Dieterich a quien muchos consideraron el teórico de la democracia participativa y, más recientemente, del socialismo del siglo XXI y al cual hemos tenido la oportunidad de presenciar, en más de una ocasión, como la«estrella invitada» a numerosos eventos realizados en Cuba en los últimos 10 años. Que pasará a partir de ahora?

6 El cronista Oppenheimer pareció acceder a gran cantidad de información, entrevistas y contactos nada extraoficiales, que le sirvieron para escribir el panfleto La hora final de Castro, lo cual le valió un amplio reconocimiento de la opinión pública occidental en 1993.

7 Ver de Jesús Arboleya Cervera «Heinz Dieterich y la «salvación» de la revolución cubana», publicado en www.rebelión.org, el 19 de enero del 2006, y de Germán Sánchez «La estrategia que salvo al socialismo cubano» y «El derrumbe del modelo eurosoviético una visión desde Cuba», textos insertados en el libro «Cuba y Venezuela. Reflexiones y debates», Editorial José Marti, la Habana, 2006.

8 Tales como una casi absolutización de lo estatal (algo muy visible en los predios económicos) y su confusión con lo público, el virtual ensamblaje partido-estado, el papel central de la burocracia como agente (grupo, clase o capa?) dominante en el entramado institucional, el control gubernamental de las instancias fundamentales de participación, información y expresión ciudadanas, una tendencia a la protección social y la igualación material de los sectores trabajadores, la generalización de estándares educativos y sanitarios decorosos, entre otras.

9 Así, por ejemplo, si para los esteuropeos significó la URSS una amenaza a su independencia , como potencia vecina y heredera de una tradición opresora -proveniente del pasado zarista- cuyo referente ideológico era percibido como símbolo de dominación, en nuestro caso, la amenaza norteña tributa a identificar independencia y antimperialismo y , en una perspectiva más amplia, socialismo y liberación nacional. O el peso significativo que ha tenido la visión ( y prestigio) internacional de Fidel como estratega y garante de nuestra seguridad nacional, a diferencia de los grises y anquilosados aparátchiki esteuropeos. Vuelve a resaltar en este caso la importancia del factor contextual en la dinámica de los procesos sociales.

10 Alguien podría considerar esta proposición utópica, lo cual desconoce que no hablo de un plano ideal donde las comunidades elevarían sus decisiones y el centro conciliaría cifras, sino de un esquema intermedio entre este y nuestra situación actual, en el cual el estado preservaría la prerrogativa de decidir determinadas cifras y, sobre esa base, las comunidades presentarían sus demandas reales para corregir el plan final. Si después de eso se insiste en descalificar el proyecto como utopista, pues entonces asumamos que hacer política presupone, como han reconocido desde Max Weber a Fidel Castro, desarrollar el arte de hacer posible lo imposible, y que dentro del ideal socialista solo merece llamarse tal el proyecto que, en el marco de ciertas condiciones de posibilidad y con el consenso de la gente, apueste por superar las 1ras de forma constante y sostenida.

11 Obviamente se trata de una simplificación que no agota la extraordinaria riqueza de cualquier tejido social concreto.

12 Uno de los elementos más llamativos y destacable de este capitulo lo constituye el hecho de haberse desarrollado en momentos de mayor inexperiencia, limitado nivel cultural y fragilidad organizativa que los actuales, variables agudizadas por el acoso de las primeras administraciones estadounidenses posteriores a 1959, y que hacen incomprensible la visión aparentemente monolítica del actual discurso oficial, donde comúnmente se invisibiliza la presumible existencia de tendencias o, al menos, matices discrepantes, en la puesta a punto de una estrategia económica común.

13 Me pregunto, en particular, sobre que bases se reconstruirá un consenso alrededor de ciertas características de los «nuevos» modos de dirección económica en curso ( recentralización y reestatización) toda vez que la Academia cubana pareció asumir como regularidades en el Período de Transición rasgos tales como la heterogeneidad de los tipos socioeconómicos, la adecuada combinación de centralización estratégica y perspectiva descentralización ramal y local, el importante papel de las relaciones monetario mercantiles y el sector no socialista de la economía, etc. Constato la complejidad que entrañará impartir Economía Política del Socialismo en las nuevas condiciones, si nos atenemos a los contenidos e ideas insertados en un excelente texto, aún en vigor para la docencia universitaria. Ver Ramón Sánchez Noda (coordinador), Economía Política de la Construcción del Socialismo: fundamentos generales, Editorial Félix Varela, la Habana, 2002.

14 Ver «Reflexiones sobre la participación económica socialista: apuntes desde Cuba», ponencia presentada en la Tercera Conferencia Internacional «La Obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI», realizada en la Habana del 3 al 6 de mayo del 2006.

15 Opinión Pública donde los ciudadanos, a través de sus múltiples comunidades laborales, territoriales y/o asociativas intervendrían de forma activa y protagónica en la elaboración, selección, control y discusión de los contenidos y, en un plano más general, de las políticas informativas, en conjunción con los actores estatales encargados de tales actividades.

16 Tomado de mi artículo «Nuestro Leviatán: el que queremos, el que soñamos», en Boletín Compartir, Grupo Oscar A Romero, la Habana, 2005.

17 Los términos socialismo o izquierda libertarios no se identifican con el anarquismo tradicional, sino que describen particulares visiones del socialismo que » (…) afirman los valores de solidaridad e igualdad rechazando la primacía del mercado capitalista como arbitro final del desarrollo y la justicia social, pero, al mismo tiempo, rechazan la tradicional concepción socialista de una sociedad planificada centralmente y prefieren una sociedad en la que la autonomía individual y la participación ciudadana en la gestión de los asuntos públicos se inspira en principios libertarios (…)» apostando por » (…) la producción, preservación y distribución de bienes colectivos e intangibles, tales como un medio ambiente físico intacto y una infraestructura social comunitaria protegida tanto de la competición mercantil como de la regulación burocrática» reconociendo sus seguidores » (…) el papel crucial que desempeñan las instituciones reguladoras globales ( y el estado entre ellas), por lo que son menos renuentes que los anarquistas clásicos a participar en las instituciones políticas «. Ver de Jorge Riechmann y Francisco Fernández Buey «Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientos sociales», Ediciones Paidós, Colección Estado y Sociedad, Barcelona, 1994, Pág. 152- 153. En una dirección que comparte proposiciones congruentes recomendamos el texto «Reinventar la democracia. Reinventar el estado» de Boaventura de Souza Santos, publicado en Cuba por la Editorial José Marti, en el 2006.