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Datos Biográficos
Elvira Rawson nació en Buenos Aires en 1867. Fue una de las primeras mujeres que accedió a un título universitario, convirtiéndose en la segunda médica argentina en1892, tres años después que Cecilia Grierson. Para ello se empleó en la escuela de las cinco Esquinas del Barrio Norte ya que su padre le denegó todo tipo de ayuda económica.
Durante la Revolución del Parque en 1890, atendió a numerosos heridos de ambos bandos, aunque adhería a la Unión Cívica Radical, en el Hospital Rivadavia, desobedeciendo las directivas de sus superiores, y arriesgando su vida.
Su primer discurso lo dio en la sede del partido radical, donde recibió de la mano de Leandro Alem un reloj de oro y un pergamino. En la división del partido, ella se iría junto al sector llamado «los radicales».
Ejerció la medicina orientada hacia enfermedades de mujeres, mientras se desarrolló como docente y profesora de higiene y puericultura.
Más tarde, Elvira Rawson forma parte del Consejo Nacional de Mujeres, que editó la Revista de ese grupo. Estaba integrado por una amplio arco ideológico, del cual posteriormente ella se separa ya que se inclinaba por posiciones más específicamente feministas, alejándose así de las posiciones de pura beneficencia y presenta un trabajo de reforma del Código Civil.
Fue una de las fundadoras del primer Centro Feminista.
En 1918 se casó con Manuel Dellepiane, y tuvo 10 hijos.
También tuvo una destacada actuación en el Primer Congreso Femenino Internacional, realizado en Buenos Aires en 1910. Militó en la Unión Cívica Radical yrigoyenista, impulsó organizaciones independientes de la estructura partidaria, y sólo contó con la UCR de modo episódico e inorgánico.
En 1919 fundó junto a Adelina Di Carlo, Emma Day, y Alfonsina Storni entre otras, que respondían a un amplio espectro ideológico, la Asociación Pro Derechos de la Mujer. La asociación llegó a tener once mil afiliadas.
Elvira Rawson del Comité Pro Derechos de la Mujer y Alicia Moreau Justo de la Unión Feminista Nacional, unificaron sus fuerzas en la pelea por el sufragio universal. Organizaron con éxito el simulacro de votación, con 19 urnas, superando las expectativas de mujeres que concurrieron.
Durante el resto de su vida participó de innumerables congresos internacionales. En 1928 organizó el tercer Congreso Internacional Femenino. Al estallar la guerra civil española fue impulsora de innumerables actividades en solidaridad.
En 1951 verá concretada su pelea por el voto femenino. Murió a los 87 años en 1954, en Buenos Aires.
Fuente: Mónica Deleis, Ricardo de Titto, Diego L. Arguindeguy: Mujeres de la Política Argentina, Editorial Aguilar. Argentina 2001.
Sobre Elvira Rawson
«En el año 1905 se funda el Centro Feminista dirigido por Elvira Rawson de Dellepiane cuyos propósitos son «propender a la emancipación intelectual, moral y material de la mujer, cualesquiera sean sus condiciones sociales.» La doctora Rawson, segunda médica graduada en el país, de quién se dice que asistió a los heridos durante la revolución radical del ’90, puede tal vez reclamar para s í la condición de la primera argentina que se expresó en un acto callejero, junto con la señorita Eufrasia Cabral, arengando a la Unión Cívica en las jornadas del Parque.16 En el mismo año se menciona también la creación de La Liga Feminista Nacional de la República Argentina, afiliada a la Alianza Internacional para el Sufragio de las mujeres, fundada en Berlín en 1904. Alrededor de 1905, se crea el Primer Centro Feminista del Libre Pensamiento cuya animadora principal es la doctora Julieta Lanteri Renshaw».
Fuente: María del Carmen Feijoó: Las Feministas, fascículo de la colección La vida de nuestro pueblo, CEAL, 1982, Buenos Aires.
«La Prensa refleja mejor la crítica de Elvira Rawson a la opuesta composición ideológica del movimiento de mujeres en 1910, que dividió aguas entre las reformistas y las tradicionales, tal como hemos visto. Al abrir el Congreso (III Congreso Feminista Internacional, realizado en Buenos Aires en 1920) -según ese diario-, reflexionó sobre las últimas, así como hizo mención del entorno social pacato y retractivo, lo que no está presente en la nota de La Nación. He aquí las elocuentes palabras de Rawson que La Prensa incorporó a su registro:
«No sin miedo emprendimos la tarea pues las cadenas de ancestrales nos ataban y la resistencia del medio ambiente a toda manifestación feminista, cuya esencia Y fuerza no conocían, era formidables. Por otra parte, la hostilidad ejercida por algunas asociaciones de damas de las que se asustan sin saber por qué; la orfandad en la que nos dejaron los poderes públicos; la tenaz y violenta lucha por conceptos y derechos que en ese momento conmovían todos los espíritus y entre cuyas fluctuaciones fatalmente nos veíamos envueltas, hacíamos temblar pero no anularon nuestra voluntad y valor, y con el sólo y único caudal de nuestra conciencia, de nuestro anhelos de hacer obra buena, abrimos la liza sin estar seguras si en cada delegada tendríamos una aliada o una enemiga»».
«No tengo dudas de que Elvira Rawson quería enmarcar se ideario feminista dentro de una perspectiva de justicia social y testimoniar acerca de las relaciones de la causa feminista con otras más amplias, a fin de reformar la sociedad y las relaciones entre los países.
No les escapaban los problemas actuales traídos por la voracidad imperialista y resulta claro que la inclusión del tratamiento de la doctrina Monroe respondía a la tendencia más crítica de los grupos femeninos allí representados, aunque estuvieran coloreados pro su pertenencia a los sectores medios y más acomodados.
Ello la llevó a pronunciar:
«Ningún problema social puede ser indiferente a la mujer. Ligada con los seres que ella crea, que ella plasma, que ella ama, es la vida de todos, es el bien común lo que ellos representan, y no puede haber ningún precepto razonable y justo que la condenen a ser expectantes (sic), inerme y silenciosa cuando esos problemas se trata».
Debió continuar luego con un contundente rechazo al predominio de algunas naciones que correspondían a una percepción antiimperialista que tal vez no se haya visto en todo su significado. Su discurso fue elocuente ene te punto ya que fueron las alusiones a la barbarie de la guerra -consecuencia de los intereses imperiales en juego y no fatalidad indescifrable; la humanidad-, y las injusticias sociales, las que e1igió para el cierre de su alocución:
«Si las guerras por predominio económico o territorial -rapiñas encubiertas bajo el nombre de misiones civilizadoras- pueden aún asolar a la humanidad; si la maternidad en ciertas condiciones es todavía un crimen social y hay millones de inocentes que no disfrutan del cariño y protección de los genitores y sufren cual criminales el desprecio social, es porque la mujer es cobarde o es insensible o es ignorante de su propia fuerza y deber. Basta ya de guerras que siegan la vida las vidas que nosotras damos con peligro de la vida nuestra, basta de crímenes sociales ejercidos a la sombra de los prejuicios y el egoísmo criminal de unos siembre y el egoísmo criminal de los otros tolere.
¿Puede extrañamos que Elvira volviera los dardos sobre las propias mujeres a la hora de repartir responsabilidades? El feminismo que la inspiraba estaba tal vez más preocupado por la inconciencia del género que por la sedimentada herencia del patriarcado, es más, es difícil encontrar ese concepto en el clima de época. Si la soberanía de los varones sojuzgaba desde el fondo de la historia a las mujeres, fue muy propio de los albores del feminismo y, sobre todo, desde fines del XIX en que arreciaron las protestas y las exigencias, denunciar la coautoría y subrayar la eficacia de la conducta voluntaria de las sometidas. Aun en nuestros días hay vestigios de ese legado y todavía no ha sido superado el estigma que padecen las violadas, golpeadas y maltratadas en general acerca de su propia culpabilidad; además, lo que es aun peor, sobreviven en ciertas torcidas interpretaciones que realizan órdenes tales como la salud, la educación y la justicia incluso bajo el imperio de la renovación de intervenciones y re orientaciones de sentido»»
Fuente: Dora Barrancos: Inclusión / exclusión, Historia con mujeres, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2002.
Producido para RIMAweb por Irene Ocampo y Elizabeth Fernández