La megaminería, un ramo de explotación de recursos naturales por parte de las rapaces transnacionales que en América Latina viene generando altos picos de conflictividad en las comunidades afectadas por los impactos ecológicos y de salud pública, constituye «una nueva forma de neocolonialismo, de saqueo, contaminación y degradación medioambiental», señala Enrique Viale, investigador social argentino, […]
La megaminería, un ramo de explotación de recursos naturales por parte de las rapaces transnacionales que en América Latina viene generando altos picos de conflictividad en las comunidades afectadas por los impactos ecológicos y de salud pública, constituye «una nueva forma de neocolonialismo, de saqueo, contaminación y degradación medioambiental», señala Enrique Viale, investigador social argentino, abogado ambientalista, quien es coautor junto con la socióloga Maristella Svampa del libro Maldesarrollo. La Argentina del extractivismo y el despojo, (Katz Editores, 2104). Un sugerente título que se adentra en el análisis sobre las consecuencias del extractivismo no solo en el país gaucho sino en Latinoamérica.
Los autores proponen en este trabajo bibliográfico dilucidar lo que el pensamiento único trata de ocultar y la «canalla mediática» de acallar: el pernicioso y criminal modelo económico que el capitalismo ha adoptado y cuyo resultado en los países latinoamericanos no ha sido otro que el «maldesarrollo», como ellos con precisión y contundencia han denominado.
Un «maldesarrollo» que se plasma en el predominio del extractivismo de materias primas, principalmente de recursos minero-energéticos, la extranjerización de la economía y el desplazamiento de las viejas burguesías nacionales por nuevos grupos exportadores, lo cual constituye una verdadera limitación en el avance por limitar los abusos y desafueros del capitalismo especulativo y depredador.
Este proceso de continuar dependiendo de la explotación de recursos naturales como base para financiar la economía de los países de la región con absoluta dependencia de las depredadoras multinacionales es lo que acertadamente Svampa y Viale denominan en su libro «el Consenso de los Commodities».
En efecto, en la última década, sostienen estos investigadores sociales argentinos, las naciones latinoamericanos han transitado del Consenso de Washington (el que formuló el modelo neoliberal) al Consenso de los Commodities, basado este último en la exportación de bienes primarios a gran escala como hidrocarburos, metales minerales y biocombustibles.
Estas exportaciones de materias primas que generan efímeras «bonanzas» acarrean sin embargo profundas perversiones, habida cuenta que se reprimariza la economía, los derechos fundamentales de las comunidades son atropellados, la naturaleza es depredada, los ingresos generados no dinamizan las economías nacionales, surgen diversos fenómenos de violencia, la voracidad y la corrupción se institucionalizan, terminando por afectar los incipientes procesos democráticos de los países de la región.
«Desde el punto de vista social, -explican en su libro Svampa y Viale- el Consenso de los Commoditties conlleva la profundización de la dinámica de desposesión -según expresión popularizada por el geógrafo David Harvey (2004)- esto es, un modelo de despojo y concentración de tierras, recursos y territorios que tiene a las grandes corporaciones (en una alianza multiescalar con los diferentes gobiernos) como actores principales.
En la actualidad, no hay país latinoamericano con proyectos de minería a cielo abierto que no tenga conflictos sociales suscitados entre las empresas mineras y el gobierno versus las comunidades. Más de 120 conflictos activos involucran a más de 150 comunidades afectadas a lo largo y ancho de toda América Latina.
«La minería metalífera a cielo abierto, -señala Maristella Svampa-, se ha convertido en la actividad más cuestionada en la región, en una suerte de figura extrema, un símbolo del extractivismo depredatorio, al sintetizar este conjunto de rasgos particulares directamente negativos para la vida de las poblaciones y el futuro de nuestros países. En consecuencia, no se trata solamente de una discusión económica o ambiental, sino también de una discusión política sobre los alcances mismos de la democracia: se trata de saber si queremos debatir lo que entendemos por desarrollo sostenible; si apostamos a que esa discusión sea informada, participativa y democrática, o bien, aceptamos la imposición de nuestros gobernantes locales y las grandes corporaciones, en nombre del nuevo Consenso de los Commodities y de un falso desarrollo».
Extractivismo: modelo de despojo y concentración de tierras
Gracias a la invitación de PAX Holanda a participar de la divulgación de su documentado informe-denuncia El lado oscuro del carbón. La violencia paramilitar en la zona minera del Cesar, Colombia (http://www.cronicon.net/
Viale es jurista de la Universidad de Buenos Aires especializado en Derecho Ambiental. En 2004 fundó, junto con otros colegas, la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, de la cual es su actual presidente. Además es miembro del Tribunal Ético por los Derechos de la Naturaleza y la Madre Tierra que lidera la Premio Nobel Alternativo, Vandana Shiva. Litiga en numerosas causas por daños y recomposición ambiental y recorre buena parte de la geografía argentina acompañando las luchas ciudadanas y asamblearias. Forma parte también del Grupo Permanente de Alternativas del Desarrollo que coordina la Fundación Rosa Luxemburgo, junto a otros referentes de América Latina.
– ¿La megaminería en este continente se ha convertido en un nuevo esquema de pillaje y de saqueo?
– Sí, nosotros no tenemos ninguna duda de que esta nueva modalidad de extracción, esta figura extrema del extractivismo que es la megaminería es una continuación de los 500 años del descubrimiento de América, una nueva vuelta de tuerca. La megaminería es una figura más compleja, con mayor dominación territorial, con mayor apropiación de territorio y que provoca desplazamiento poblacional, una gran alteración ambiental, fundamentalmente. También es un gran saqueo, de eso se trata, no es casual que las características de la megaminería estén presentes en toda América Latina. Incluso las legislaciones son prácticamente iguales en Argentina, Perú, Colombia, Chile, redactadas por el mismo lapicero y las zonas mineras prácticamente idénticas. Entonces creemos que sí, que la megaminería es una forma actual de neocolonialismo, de saqueo, contaminación y degradación ambiental.
– Usted ha venido investigando sobre los graves riesgos de la nueva modalidad de explotación petrolera con altísimos niveles de contaminación y de destrucción del medio ambiente que es el fracking. ¿Cuáles son concretamente las consecuencias sobre los ecosistemas de este nuevo sistema de explotación hidrocarburífera?
– El fracking se trata de sacarle, chuparle los últimos jugos a la tierra para mantener la ilusión del crecimiento ilimitado, de que el petróleo nunca se acaba. Su propósito es mantener esta dependencia del combustible fósil que a nivel global nos está llevando a la catástrofe con el cambio climático. Pero no es la única afectación que genera el fracking, también retrasa el camino a encontrar otras energías renovables, al tiempo que ocasiona un altísimo impacto ambiental por sus propias características, porque lo que hace fundamentalmente es ir por la roca madre. Esa roca que tiene contenido de hidrocarburos, los pequeños poros como decimos, es una especie de piedra pómez y lo que se hace es perforarla con presión hidráulica muy fuerte, usando químicos de todo tipo para poder unir estos compartimientos y de esa manera poder chupar esos hidrocarburos. Todo este proceso es muy complejo, requiere de muchísima apropiación territorial y afecta las napas de agua. Se necesita para el proceso mismo de cada fractura más de 30 millones de litros de agua y también muchos químicos, centenares de químicos, la mayoría de ellos contaminantes y muchos desconocidos por las poblaciones porque las empresas lo definen como secreto comercial. Entonces genera un tipo de contaminaciones realmente muy graves, mucho más complejo de la ya contaminante extracción convencional.
– Esta maldición de la abundancia en recursos naturales definitivamente está generando lo que en el libro de coautoría con Maristella Svampa ustedes han denominado un «Maldesarrollo». ¿Se puede contrarrestar de alguna manera dada la codicia sin límite del capitalismo?
– Es difícil en la etapa actual del capitalismo plantear freno al crecimiento ilimitado. El capitalismo necesita mantener permanentemente esa ilusión de crecimiento, crecimiento, crecimiento, y utiliza para ello el concepto incluso de desarrollo, por eso nosotros cuestionamos el concepto hegemónico de desarrollo creado a comienzos del siglo pasado por Harry Truman, el presidente de Estados Unidos cuando inauguró su segundo mandato que empieza a hablar de países subdesarrollados y nos pone en esa carrera por alcanzar hacia un desarrollo que nunca llega. Es la historia de Latinoamérica, son las venas abiertas de América Latina. Lo cierto es que no hay ninguna región ni país del mundo que haya logrado desarrollarse a partir de la extracción de recursos naturales. Yo siempre que debato sobre esto le pido a mi oponente que me diga así sea una región en el mundo que haya logrado un verdadero desarrollo socioeconómico con la explotación masiva de sus recursos naturales. Por el contrario, la muestra inexistente de desarrollo en ese sentido es la historia de América, de África. Por ello lo interesante de todo esto es empezar a pensar más que en desarrollo alternativo en las alternativas al desarrollo, analizar el concepto hegemónico del desarrollo, que es lo que están haciendo muchas poblaciones, muchos grupos que comienzan a resignificar conceptos que existen, que están dando vuelta, como soberanía alimentaria, derecho a la naturaleza, Buen Vivir, justicia ambiental, esos conceptos que están olvidados en la agenda mediática política pero que están llenándose de contenidos. Hay que buscar por ahí y por eso nuestra jugada principal es también rectificar, hablo de todas estas figuras del tema alternativo que parecen que nos vienen a traer progreso pero que en muchas ocasiones nos conducen a esa maldición de la abundancia.
– Otro de los temas que ha trabajado es el relacionado con los productos agroquímicos que produce la transnacional Monsanto. Uno de sus productos «estrella» que genera tanta controversia y que le representa un excelente negocio es el glifosato. En la Argentina lo utilizan mucho para los cultivos de soja; en Colombia para los mal denominados cultivos ilícitos. ¿De acuerdo con sus investigaciones, el glifosato si es una sustancia química que afecta la salud humana y el medio ambiente?
– No hay ninguna duda, sobre eso nosotros tenemos las pruebas empíricas en Argentina, cuyos resultados son lamentables. En este país hay 20 millones de hectáreas con soja transgénica, para este cultivo se necesitan 300 millones de litros de glifosato por año que se arrojan desde aviones, un ataque químico que termina por la deriva en poblaciones semirrurales, rurales, en escuelas campesinas, donde los índices de enfermedades, las cancerígenas fundamentalmente, se han duplicado. Hace poco se publicó un informe muy interesante por la Universidad de Córdoba que muestra cómo en una ciudad que paradójicamente se llama Monte Maíz tiene duplicado sus índices de cáncer por este fenómeno. Acá en Argentina hay redes de pueblos fumigados, red de médicos fumigados que están peleando hace mucho tiempo y mostrando las consecuencias del glifosato sobre el medio ambiente pero también sobre la salud de las personas. Hay trabajos científicos muy interesantes y revolucionarios como el de Andrés Carrasco y lo ha dicho la OMS. Además están los testimonios de grupos de madres de los pueblos fumigados que luchan por la vida de sus hijos y tenemos más de 100 investigaciones en todo el mundo. En el caso argentino contamos con investigaciones muy concretas de las implicaciones del glifosato y ahora lo dice la IARC que es la agencia de investigación sobre el cáncer dependiente de la OMS al señalar que el glifosato es potencialmente cancerígeno. En eso no hay ninguna duda, ya está confirmado. No hay duda de lo que significa el glifosato y hay que empezar a salir de eso urgentemente, algo muy difícil en Argentina.
– ¿Definitivamente las transnacionales prácticamente son como las tres carabelas que vinieron en 1492 a América con la Biblia, la espada y la sífilis?
– Nosotros creemos que sí, que las transnacionales son continuadoras de eso, ahora la espada con que cuentan actualmente son los medios de comunicación. Están muy protegidas por los medios y por los gobiernos como el argentino que es totalmente cómplice con el modelo de agronegocio. Como todos los gobiernos de América Latina sean de derecha o de izquierda. Es lo que tratamos en el libro de coautoría con Maristella Svampa al señalar que los países latinoamericanos han transitado del Consenso de Washington al Consenso de los Commodities, basado en las exportaciones de bienes primarios a gran escala que conlleva a la dinámica de la desposesión, esto es un modelo de despojo y concentración de tierras, recursos y territorios que tiene a las corporaciones, en alianza con diferentes gobiernos, como actores principales. En Argentina, la megaminería sigue una dinámica absolutamente neoliberal, toda la legislación es neoliberal y a ultranza, no es como en Bolivia que por lo menos ha modificado la legislación. El caso argentino es igual al de Perú y Colombia. En nuestro país el agronegocio ha avanzado como nunca según las propias cifras oficiales. Solo Monsanto ha aumentado su producción en un 60% en Argentina, lo que significa que las afectaciones sobre la vida y el medio ambiente avanzan sobre campesinos, pueblos indígenas y bosques nativos.
– ¿La resistencia que oponen los movimientos sociales frente a las transnacionales es una lucha de David contra Goliat?
– Es un David contra Goliat pero teniendo en cuenta que David pudo vencer a Goliat. En Argentina tenemos nuestro David que es Famatina, es Esquel, donde sus poblaciones han vencido logrando proteger su territorio. Otras están en la lucha, que por supuesto es muy desigual.
Fuente original: http://www.cronicon.net/
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