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Festival nacional del humor Aquelarre 2010

En Cuba se vive de risa

Fuentes:

Si tuviera que elegirse una característica para definir la cubanía, despuntaría de seguro la facultad de mantener en el rostro, no importa cuál sea la circunstancia, una creciente sonrisa. Pudiera parecernos estereotipada porque también somos un pueblo capaz de llorar, de actuar con formalidad, de librar grandes batallas o retorcerse de ira; pero, incluso ante […]

Si tuviera que elegirse una característica para definir la cubanía, despuntaría de seguro la facultad de mantener en el rostro, no importa cuál sea la circunstancia, una creciente sonrisa. Pudiera parecernos estereotipada porque también somos un pueblo capaz de llorar, de actuar con formalidad, de librar grandes batallas o retorcerse de ira; pero, incluso ante los momentos más complejos de nuestra historia, la broma ha logrado aflorar para hacer la existencia más llevadera y ayudarnos a superar más de una crisis.

Quién sabe si por la abrasante temperatura de nuestro clima, a los naturales de esta Isla nos place carcajearnos hasta de nuestras propias desgracias. Para habitar en Cuba hay que mantener «la tabla», y eso lo aprendemos desde los primeros años, cuando «tirarlo todo a relajo» y sobrellevar la burla hasta disfrutarla, integra el camino hacia la madurez. No importa si se trata de una persona cercana, una figura pública, un conflicto nacional, lo cierto es que no perdemos oportunidad para sacar del escollo uno de esos «cuentos» anónimos enriquecidos al viajar de boca en boca.

El choteo cubano, que tan certeramente examinara Jorge Mañach, constituye la lúcida irreverencia ante lo establecido. «Un prurito de independencia que se exterioriza en una burla de toda forma no imperativa de autoridad», según precisa el escritor. Bien lo expresó Samuel Feijóo, paradigma de la literatura humorística: » El humor puro es una fuerza natural vital, que sostiene contra las desgracias y la agresiva ignorancia. Humor es igual a resistencia, lumbre, oxígeno psíquico».

No existe en la Isla manifestación del arte ajena al humorismo. Aunque para algunos sea la Cenicienta de los géneros, para provocar la reflexión nada mejor que echar mano a un buen chiste, a una situación equívoca, a la ironía. El humorista posee una función social como observador punzante sobre su circunstancia, y saca al descubierto las grandezas y flaquezas de la condición humana.

En palabras de René de la Nuez, Premio Nacional de Humorismo en 2008, » aún desde la periferia, el humorismo tiene un ingrediente crítico que creo saludable y refleja, en momentos, una parte insoslayable de la realidad «. Lo prueban el teatro bufo y vernáculo; personajes gráficos como El Bobo y El Loquito; el éxito de programas televisivos como La Suprema Corte y San Nicolás del Peladero; los textos literarios de Samuel Feijóo, Eladio Secades, H. Zumbado, Núñez Rodríguez, Gumersindo Pacheco, o de los contemporáneos Mirta Yáñez, Eduardo del Llano, Laidi Fernández de Juan y Ernesto Pérez Castillo.

Más cercanos en el tiempo están los recuerdos de aquel humor de pretensiones cultas de los 80, con El Conjunto Nacional de Espectáculos dirigido por Alejandro García Virulo, y grupos como La seña del Humor, Onondivepa, Sala Manca, Nos y otros, seguidos por Humoris Causa, Pagola la Paga y La Oveja Negra en los 90 y aún en activo.

La crisis económica de los 90 dejó también sus secuelas para quienes se dedicaban al humorismo, pues algunos conjuntos debieron desintegrarse, y la tendencia marchó hacia el unipersonal y el cabaret. No obstante, siempre hubo quien sorteó adversidades y siguió apostando por divertir con el pensamiento.

A conservar la salud del arte de la comedia, sobre todo en las tablas, ha contribuido la celebración desde hace 16 años del Festival Aquelarre, convocado por el Centro Promotor del Humor (CPH) y el Consejo Nacional de Artes Escénicas (CNAE). Cada año, quienes habitan la capital colman de risas los espacios teatrales, gracias a la reunión en sus escenarios de las mejores propuestas del humor escénico en el país.

Iván Camejo, director del CPH, opinaba que el Aquelarre «es la expresión del humor que se está haciendo dentro del Centro y es una especie de termómetro que de cierta manera da la temperatura de por dónde andamos, sobre qué es lo que marca el proceso creativo».

En esta ocasión, el encuentro transcurre del 4 al 11 de julio, y ha presentado en los teatros Mella, Karl Marx, América y Bertolt Bretch y el cine Acapulco, más de 20 estrenos de grupos y artistas procedentes de Santiago de Cuba, Guantánamo, Holguín, Granma, Villa Clara, Las Tunas y Ciudad de La Habana.

Si bien se concursa en categorías como literatura (décima, guión inédito y narrativa), audiovisual y gráfica, el plato fuerte de estos certámenes lo constituyen las propuestas escénicas (espectáculo, unipersonal, skecht y monólogo). De esta manera, se intenta rescatar la imprescindible calidad estética y de contenidos en el humorismo contemporáneo.

Miguel Coyula, experimentado comediante, es desde hace diez años integrante del jurado que en esta edición estuvo integrado por Carlos Gonzalvo «Mentepollo»; Nelson Gudín «El Bacán»; Víctor Pagola, director de Pagola la Paga; e Hilario Peña. Su experiencia en el festival le permite constatar la calidad de las propuestas llegadas de las provincias, con aportes en el montaje, la concepción escénica y el trabajo actoral.

«Una cualidad de este evento es que ha abierto las puertas a los humoristas que no son de la capital», opinó el ex integrante del Conjunto Nacional de Espectáculos. Con él coincidió otro de los decisores, el actor Hilario Peña, y añadió que «el Aquelarre es una manera de medirse, saber lo que está por buen camino, lo equivocado. Hasta los que están en primera línea tienen que volver a presentarse para no quedarse atrás».

El Mella acoge todas las obras en concurso, entre las que se aprecia una tendencia a la parodia, el humor musical, el costumbrismo y la sátira social, no solo con la mirada en cuestiones nacionales, pues también hace a la gracia vehículo para reflexionar sobre problemas mundiales como la escalada bélica o el cambio climático.

Los espectáculos fueron mayores este año, entre los que destacan unipersonales como «Aquí cualquier@», de Osvaldo Doimeadiós y «Como en mis quince», de Kike Quiñones; así como las puestas colectivas «La toma de Londres por los cubanos», con Zenia Marabal, Jorge Ryan y otros; y «Tres cubanos en apuros», con Jorge Díaz, Mustelier y Omar Franco, en el Karl Marx. Interesantes por su búsqueda de un humor más reflexivo y atemporal fueron piezas como las del grupo holguinero Cari Care con «Etamo en China»; Yasnay Ricardo con «Hija de Cuca»; e Iván Camejo, con el monólogo «Horóscopo según Walter Camejo».

Habituales durante el Aquelarre son los homenajes, en este caso a Natalia Herrera, Premio Nacional de Humorismo 2010; Francisco Blanco (caricaturista de la popular tira El Gordo y el Flaco) y Premio de Humor Gráfico este año; y a Armando Suárez Villar, Premio Nacional de Teatro 2010 y una figura muy vinculada al Centro Promotor del Humor desde su fundación.

Por las tablas aún desfilan artistas empeñados en regalar al público un instante para el gozo cuando está casi a punto de finalizar el vuelo anual de este particular cenáculo de simpatías. Pero, más allá de estos días de festival, el ingenio que distingue a cubanas y cubanos mantiene inalterable esa fuente nutricia para la «risa pura», como indicara Feijóo, que «trata de auxiliar al amargo deshumorado «.

http://www.lajiribilla.cu/2010/n479_07/479_16.html