La propuesta no está sacada de la manga, ni es un conejo de una chistera, sino que ya había sido contemplada dentro de las medidas del Acuerdo para un Gobierno de Coalición.
“Pedro Sánchez se ha desautorizado a sí mismo y a su Gobierno. Por cuñado, por negacionista climático y por ir en contra de su propia ley de cambio climático de su agenda 2050 y de la doctrina ideológica de su gobierno” (Antonio Maestre)
“Alberto Garzón no ha hecho más que decir lo que dicen los pediatras, lo que dice la ONU, la UE y la OMS: no puede haber un consumo de carne elevado. Cuando uno dirige un ministerio tiene que preocuparse por el bien común y no por hacer lobby para nadie” (Enrique Santiago)
El Ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha lanzado recientemente su campaña “Menos carne, más vida”, y lejos de ser acogida y respaldada por el Gobierno de coalición, éste ha desplegado una rotunda desautorización del Ministro. La campaña pretende, únicamente, volver a concienciar a la población (desde los puntos de vista ambiental y nutricional, además del bienestar animal) sobre la necesidad de reducir nuestro consumo de carnes rojas (España es el mayor consumidor de Europa), con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, cuidar nuestra salud, practicando una dieta más saludable, y contribuir al desmontaje de los grandes negocios de ganadería intensiva. Por supuesto, esperábamos las críticas de la derecha política, social y mediática de este país, esperábamos lo mismo del sector cárnico de este país (que no va a contemplar otra cosa que no sea su propio ombligo), pero no lo esperábamos de sus propios compañeros de gabinete.
Siendo una campaña lógica y bien fundamentada, necesaria y justa, todo un linchamiento del Ministro Garzón se está llevando a cabo, con la connivencia, desde el Presidente del Gobierno, el resto de Ministros “socialistas” (con alguna honrosa excepción, como la Ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera), pasando por los “barones” socialistas, hasta llegar, por supuesto, a los partidos de la derecha y al sector cárnico-industrial de este país. La propuesta no está sacada de la manga, ni es un conejo de una chistera, sino que ya había sido contemplada dentro de las medidas del Acuerdo para un Gobierno de Coalición, pero como decimos, y tantas veces estamos comprobando en la presente legislatura, la lealtad del PSOE brilla por su ausencia. Veamos el alcance de lo ocurrido desde dos puntos de vista, las formas y el fondo:
1.- Las formas. Quizá cuando crearon y ofrecieron a Alberto Garzón el Ministerio de Consumo, el PSOE pensó que tendría “de cascarilla”, como decimos en mi tierra, a este gran político ocupado y entretenido en cosas banales, y no se esperarían que interviniera en grandes asuntos de importancia, como el que nos ocupa. Y por supuesto, una cosa es que los gabinetes ministeriales estén coordinados (Garzón asegura que la cartera de Agricultura, con Luis Planas al frente, estaba plenamente informada), y otra cosa es que los Ministerios no puedan (y deban) tener plena autonomía para organizar su propia agenda política, con el horizonte de consecución de los objetivos marcados. Y eso es exactamente lo que el Ministro Garzón ha hecho: lanzar una campaña desde el Ministerio de su competencia, absolutamente respetuosa (incluso diríamos que muy suave, pues ni siquiera se marca objetivos concretos, limitándose a aportar datos para concienciar a la población sobre el problema) con el resto de agentes políticos y sociales, pero miren ustedes por dónde, en vez de ser acogida y respaldada por su propio Gobierno, éste ha decidido no solamente desautorizar y criticar, sino incluso ridiculizar, la campaña de Garzón. El rosario de declaraciones falaces e impresentables que hemos tenido que soportar es interminable. Es posible que durante los próximos días aún tengamos que soportar algunas más.
Veamos algunos ejemplos: el Presidente del Gobierno, requerido por los periodistas en rueda de prensa, aseguró sin despeinarse que “A mí, donde me pongan un chuletón al punto…¡Eso es imbatible!”. Sin comentarios. El Ministro Planas aseguró que no conocía la campaña, y que en cualquier caso, era una campaña “desafortunada” e “injusta” que los ganaderos de este país “no se merecen”. De entre los “barones socialistas” destaca (como siempre últimamente, debe ser que le ríen mucho sus gracias) el Presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, cuya crítica podemos tildar de feroz y despiadada: “Algunos ministros se están inventando cada día su cargo…¡Es que no tienen nada que hacer!” No comprendemos cómo personajes de esta guisa continúan en un partido que se llama “socialista” y que en lo alto de una tarima y ante un micrófono proclaman un discurso absolutamente impresentable. Podríamos continuar. Lo peor de todo es que no es la primera vez que el PSOE es completamente desleal con Unidas Podemos en este Gobierno de Coalición: el apoyo es nulo, las críticas abundan, y los Ministros de Unidas Podemos han de estar continuamente peleando sus iniciativas con este PSOE de pacotilla, a veces tan conservador y reaccionario como el mismo PP.
Pero las formas del Gobierno no solo han fallado en lo que se refiere al fuego amigo, sino en lo tocante a la hipocresía desplegada: como señala el medio Contrainformacion en este artículo, “El Presidente del Gobierno presentaba ante los medios la ambiciosa estrategia España 2050 en mayo de este año, un documento elaborado por expertos por encargo de Moncloa en el que se dibujaba cómo sería el país dentro de tres décadas. El documento fijaba cambios en el modelo de consumo de los españoles como consecuencia de la crisis climática y hablaba claramente de una reducción de las dietas cárnicas para disminuir la huella ecológica de la agroindustria”. No se entiende, por tanto, la desfachatez de Pedro Sánchez refiriéndose al chuletón, cuando lo que debería haber hecho es respaldar y elogiar a su Ministro.
Y por su parte, las críticas de la derecha tampoco se hicieron esperar. Son éstas las que más tiran al monte, por su propia naturaleza: han pedido ya la dimisión del Ministro Garzón, después de asegurar cosas como que “dejen de meterse en lo que las personas hacen en su casa, y se vayan a su casa, porque no saben gestionar” (Pablo Casado dixit). Por lo visto, para Pablo Casado el consumo también es una dimensión absolutamente privada, en la que el Estado tampoco debe intervenir. Se suman así a los impuestos, a la educación, y a mil asuntos más a los que vetan a la iniciativa pública, porque entienden que son asuntos que deben ser abordados únicamente en el entorno privado (la familia, fundamentalmente). Por su parte, el Consejero de Presidencia de la Junta de Andalucía, Elías Bendodo (PP), ha instado al Ministro Garzón a “pedir perdón” a las explotaciones ganaderas andaluzas. Suma y sigue en los despropósitos y desatinos.
Y por último, como cabía esperar, han llovido críticas del sector más directamente afectado, como es el sector cárnico-industrial de nuestro país: que si el Ministro está mal informado, que si los datos que aporta son engañosos, y mil argumentos más para no reconocer que, en efecto, la dimensión y características del sector en nuestro país (y en el resto de países, cada uno con sus características) debe sufrir un acomodo y una transformación si pretendemos contribuir y aportar en la buena dirección no ya solo al cambio climático, no ya solo a una dieta correcta, sino también (asunto normalmente olvidado) al bienestar animal. Concretamente, un total de seis asociaciones del lobby de la carne en nuestro país remitieron al Ministro una carta abierta, donde se podía leer: “Queremos manifestarle el estupor de los cientos de miles de ganaderos, empresas, trabajadores y técnicos de toda España vinculados a los sectores ganaderos y cárnicos a los que representamos, ante la campaña suscrita por usted mismo y el Ministerio del que es titular, en la cual difama al conjunto del sector ganadero-cárnico…”…Palabras demasiado gruesas. Por la misma lógica, si recomendáramos comprar y usar menos coches, ¿también estaríamos difamando al sector del automóvil? Como decimos, fallan las formas. Parece que este país está tan embrutecido que no consiente un debate sosegado y tranquilo. Y a todo ello, y como siempre, los medios de comunicación dominantes, que contribuyen, cada uno a su modo, a desprestigiar toda iniciativa que provenga de Unidas-Podemos, y que ponga en cuestión el sistema-mundo establecido. En resumidas cuentas, el nivel intelectual de nuestra clase política y de nuestros empresarios es de puñetera pena.
2.- El fondo. Al observar críticas tan generalizadas, podríamos llegar a pensar que el Ministro Garzón está proponiendo poco menos que una barbaridad, que es una campaña desquiciada, o que su objetivo no ofrece el debido fundamento. Nada más lejos de la verdad. El fondo de la campaña, lo que el Ministro está proponiendo, no solo es una cuestión de absoluta lógica y justicia, sino que está de acuerdo con TODOS los organismos nacionales e internacionales que abordan el asunto (ONU, OMS, OCU, FAO, OCDE, OMC…), con el Parlamento y la Comisión Europea, y con todas las organizaciones científicas y ONG’s de carácter ambientalista y animalista. Un informe de Greenpeace de 2018 ofrece amplia información sobre datos, cifras, tendencias y objetivos. Y por su parte, la OMS ha realizado estudios donde se pone de manifiesto la posibilidad de que la carne roja y la procesada (hamburguesas, salchichas…) puedan ser productos cancerígenos. Pero parece que una cosa es que vengan una serie de recomendaciones escritas en un papel, y otra cosa bien distinta es proponer llevarlas a la práctica. Ocurre, salvando las distancias, como con el independentismo catalán, al cual se le da el siguiente mensaje: “Podéis pensar lo que os dé la gana, pero que no se os ocurra llevarlo a la práctica”. Y es que un determinado debate podrá ser todo lo justo y verdadero que quiera, pero si me toca el bolsillo…no hay nada que hacer. En este caso toca el bolsillo y la mesa, aspectos infranqueables para una sociedad tan alienada como la que tenemos.
Y por supuesto, tampoco hay nada que hacer si una determinada campaña o iniciativa política nos toca directamente nuestros hábitos o costumbres más íntimas, como en este caso la comida. Veamos algunos datos aportados en el vídeo de la campaña, que vamos a completar con algunos otros, y los enlaces a dichos informes o estudios: en nuestro país se producen, cada año, 7,6 millones de toneladas de carne para el consumo humano, obtenidas a través del sacrificio de 70 millones de animales. Un sacrificio que, en gran parte de las veces, ocurre con un tremendo sufrimiento para ellos. Las cantidades recomendadas de consumo de carne (según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, que no es un nido de comunistas intervencionistas, que sepamos) están entre 200 y 500 gr. semanales, pero en nuestro país el consumo medio es de más de 1 kg.
Durante el pasado año, y debido a la pandemia, el consumo de carne se ha incrementado, situándose en 49,86 kg. por persona/año, lo cual significa un aumento del 10,2% con respecto al año anterior. Y según un estudio de Justicia Alimentaria, los españoles tienen una ingesta de carne semanal cuatro veces superior a lo estipulado por dichos organismos internacionales. La llamada, por tanto, es a la moderación. No se trata de prohibir, sino de alertar y de concienciar. El peligro para la salud está más que demostrado: según la OMS, un alto consumo de carnes rojas puede traducirse en infartos, diabetes, y otras enfermedades. Por otra parte, y de cara al bienestar animal, deberíamos fomentar (y los poderes públicos también están para eso, por muy íntimos y privados que sean los hábitos alimenticios) una dieta cada vez más vegetariana y vegana, ya que es la mejor forma (al igual que el reciclaje de los residuos de cara a la contaminación ambiental) en que cada persona, a nivel individual, puede contribuir a erradicar dicho problema.
Pero es que el consumo de carne también perjudica al planeta: las flatulencias de las vacas y las heces de los cerdos, así como sus piensos, generan ya, a nivel planetario, más contaminación que la de los vehículos a motor (es decir, que todo el sector del transporte a nivel mundial). Todos los estudios científicos apuntan a que la macro ganadería industrial, en su conjunto, representa casi el 15% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera (fundamentalmente metano), responsables del calentamiento global y de los terribles efectos del cambio climático. Según datos de la FAO, las cadenas de suministro de ganado son responsables, en conjunto, de más de 8.000 millones de toneladas de GEI, donde el metano (CH4) representa aproximadamente la mitad del total. Y resulta que el metano es un GEI tan potente que un solo kg. de este gas liberado a la atmósfera posee el mismo potencial de calentamiento que 25 kg. de CO2. Los datos apuntan a que si fuéramos capaces de situarnos en los niveles de consumo de carne recomendados, reduciríamos un 50% las emisiones de gases procedentes de esta industria, y hasta un 20% el número de muertes prematuras debidas a esta causa.
Pero además resulta que según todas las ONG que abordan el problema el mantenimiento de este tipo de industria a nivel mundial también es insostenible. Por ejemplo, en América Latina se están deforestando a marchas forzadas pulmones naturales del planeta (selvas, bosques, acuíferos…) para poder sostener el ritmo de dedicación a esta industria, por ejemplo, para producir soja con la que se elaboran los piensos con los que se alimentan las vacas. Los niveles de agua y de pastos necesarios también son insostenibles. Está estudiada la huella hídrica, es decir, los niveles necesarios de agua para que, al final, podamos tener en nuestra mesa ese chuletón al que se refería Pedro Sánchez con ironía manifiesta. No nos referimos a la ingesta de agua necesaria durante la vida de estos animales, sino precisamente a la cantidad de agua necesaria durante todos los eslabones de la cadena de valor, desde el agua requerida para el pienso hasta la requerida para el transporte: los cálculos nos indican que cada kg. de carne de vaca lista para el consumo requiere para su producción unos 15.000 litros de agua.
Cambiando nuestra dieta, por tanto, podemos contribuir a mejorar la salud de nuestro planeta (evidentemente, junto con muchos más cambios en determinados sectores, ya que tampoco estamos queriendo situar a la industria agroganadera como la máxima responsable del calentamiento global). Pero cambiando nuestra dieta, también podemos contribuir a que las grandes empresas de ganadería industrial extensiva (nos referimos a las macrogranjas, que también existen en nuestro país) no puedan continuar con sus crueles prácticas hacia los animales, en lo que atañe a su hacinamiento, falta de movilidad y libertad, prácticas diversas de mutilación, así como al sufrimiento causado durante los procesos de sacrificio para la obtención y fabricación de carne procesada. Ello no obstante, hay que seguir defendiendo las pequeñas explotaciones ganaderas familiares, que sí se plasman mediante modelos sostenibles. Éstas sí aportan valor añadido al sistema, tales como ayudar a enriquecer los suelos, prevenir los incendios forestales, ofrecer un entorno libertario a los animales, y fomentar la economía local y los productos de proximidad.
Evidentemente, somos conscientes de que estamos tratando un tema delicado, porque los hábitos y costumbres alimentarias constituyen uno de los elementos más tradicionales de los pueblos, y por lo tanto, conseguir cambiar estos hábitos requiere tiempo y campañas de concienciación. Desde pequeños nos han habituado a este tipo de dietas y de productos alimenticios, y romperlos cuesta mucho trabajo, esfuerzo, paciencia y dedicación. Por otra parte, los modelos de vida actuales, los marcos de consumo fomentados por el capitalismo, las prisas de nuestra vida cotidiana, los productos manufacturados que llegan a las estanterías de los supermercados, etc., influyen poderosamente en nuestros hábitos y normas de consumo. Por tanto, es preciso atacar todo este entorno para poder conseguir, poco a poco, avances en este sentido.
Hacen falta, además de campañas como ésta, medidas concretas que faciliten y potencien esta necesaria tendencia: entre otras, se podría subir el IVA de las carnes rojas y procesadas, se podrían financiar y ayudar públicamente a las ganaderías que cierren (al igual que se hizo en su momento con las minas de carbón), se podría prohibir la publicidad de este tipo de productos, y se podrían implementar menús sin carne (o con poca carne) en los restaurantes de las Administraciones y colegios públicos. Se pueden estudiar muchas otras propuestas, fórmulas y medidas que contribuyan a hacer realidad un nuevo escenario de consumo de carne, marcando además un objetivo temporal concreto (por ejemplo, cinco años), así como un porcentaje de reducción del consumo. En cualquier caso, creemos absolutamente necesaria esta campaña, fundada en la necesidad de cambiar nuestros hábitos alimentarios para fomentar no solo una dieta más saludable, sino una mayor contribución a la salud del planeta y al bienestar animal.
(Blog del autor: “Actualidad Política y Cultural”, http://rafaelsilva.over-blog.es)