En Sevilla, en Andalucía, en el conjunto del Estado, nos encontramos en un momento clave para que surjan alternativas políticas con capacidad de incidencia. Este momento viene dado más que por la fortaleza de los movimientos sociales, relativa, por el inédito grado de deslegitimación de las instituciones políticas y económicas que nos han gobernado hasta […]
En Sevilla, en Andalucía, en el conjunto del Estado, nos encontramos en un momento clave para que surjan alternativas políticas con capacidad de incidencia. Este momento viene dado más que por la fortaleza de los movimientos sociales, relativa, por el inédito grado de deslegitimación de las instituciones políticas y económicas que nos han gobernado hasta ahora. Ante el evidente reto que se plantea, las asambleas de base debería seguir siendo nuestra apuesta fundamental a partir de la cual desarrollar nuevas iniciativas transformadoras. El presente texto pretende realizar una aportación al debate a partir de la experiencia de Sevilla. La medida en que el texto pueda ser útil o el caso extrapolable a otras ciudades queda a juicio del lector
Las asambleas de base y el movimiento por la vivienda digna en Sevilla.
La creación de las asambleas de base del 15M en Sevilla
Se cumplen cerca de dos años tanto de las manifestaciones que originarían el 15M como del movimiento de descentralización a los barrios que generaría, en Sevilla como en otras ciudades, la estructura de asambleas de base en función de las cuales ha seguido respirando el movimiento desde entonces. Las razones para la descentralización fueron varias. Por un lado, las grandes asambleas, que reunían a centenares de personas en Las Setas (Plaza Mayor de Sevilla) durante el mes de mayo de 2011, eran en general poco operativas y se veía necesario organizarse en grupos menos numerosos. Por otro lado, el hecho de que las acampadas no pudieran sostenerse de forma indefinida, reclamaba una alternativa para mantener el movimiento y el espíritu de protesta vivos. Las asambleas de barrio, y su coordinación mediante portavoces, fue la solución que mejor encajaba con la autonomía innata del proceso y su aspiración de democracia radical, al mismo tiempo que ofrecía la oportunidad de trabajar con las problemáticas reales e inmediatas de la gente a partir de su realidad territorial. La Coordinadora de Barrios y Pueblos y las intercomisiones (coordinadoras de comisiones) de las cuales hoy solo está activa la de vivienda, fueron los principales espacios organizativos de rango superior de los que se dotó el movimiento.
En las asambleas, cada una con su recorrido único, se han encontrado activistas que llevaban trabajando en los barrios o en cuestiones sociales durante la última década, jóvenes (y no tan jóvenes) incorporados a raíz de las manifestaciones masivas de mayo de 2011 y viejos militantes del periodo de La Transición, desencantados y reincorporados a la lucha en el nuevo contexto. En muchos nuevos y viejos activistas estaba la ambición de crear órganos que representase al conjunto de un barrio o un distrito. De esto ha quedado poco con el tiempo. La realidad es que las asambleas se han convertido en grupos militantes, mejor o peor coordinados, que no pretenden ser representativos del conjunto de la población. No obstante, esto no debe ser visto como un fracaso, sino como un baño de realidad ante unas aspiraciones para las cuales no se daban ni se dan las condiciones por el momento. Las asambleas han visto reducido su tamaño y algunas han desaparecido, pero otras se han consolidado, han encontrado dinámicas de trabajo productivas y han madurado. Actualmente, la potencia de la red de asambleas distribuida por los distintos barrios y pueblos de la corona metropolitana, a la hora de desarrollar campañas concretas, no debería pasar desapercibida para nadie. La fuerza del movimiento por la vivienda en Sevilla debería ser un ejemplo claro de esto.
Las asambleas de base y el movimiento por la vivienda en Sevilla
La existencia de una estructura de grupos militantes en los barrios y pueblos de la ciudad ha sido, sin lugar a dudas, un pilar fundamental que ha permitido generar un movimiento por la vivienda con una relevancia social inédita por décadas a nivel local. Estos grupos permitieron, en primer lugar, hace ya más de un año, la creación de la red de Puntos de Información de Vivienda y Encuentro (PIVEs) en toda la ciudad, de los cuales hoy existen 13, gestionados fundamentalmente por activistas de las diferentes asambleas de barrio voluntarios, algunos muy especializados (abogados y, en menor medida, trabajadores sociales). Estos PIVEs han sido la base para la creación de grupos de afectados por la vivienda y de Las Corralas, realojos colectivos en bloques de pisos vacíos propiedad de entidades financieras y de empresas constructoras, que son hoy el producto más reconocible pero no el único de la Intercomisión de vivienda del 15M. A su vez, el movimiento por la vivienda, ha sido un elemento fundamental que ha facilitado el crecimiento o la consolidación de varias asambleas. Algunas de ellas, especialmente las ubicadas en la periferia obrera de la ciudad, han encontrado una labor y un sentido a su existencia, desarrollando un trabajo socialmente necesario en el barrio, que ha permitido generar conciencia política, que ha concedido legitimidad a las asambleas o las ha nutrido con nuevos activistas. En términos generales, esta línea de trabajo ha permitido llegar en mayor medida a las víctimas del sistema y a las clases populares, trascendiendo el carácter de clase media progresista que tenía el movimiento 15M en un primer momento.
Es indudable, que el trabajo en vivienda ha acabado fagocitando la actividad de una buena parte de las asambleas. En algunas asambleas con gran potencial el trabajo militante ha venido siendo absorbido por el necesario trabajo de apoyo a las Corralas, repercutiendo en una menor participación en los espacios de coordinación y en la desaparición de la actividad no vinculada al problema de la vivienda. Otras asambleas prácticamente han desaparecido quedando solo los grupos de afectados y los activistas que gestionan los PIVEs. Aquí, la cuestión fundamental aquí es la amenaza de caer en un trabajo asistencialista carente de cualquier orientación estratégica. La respuesta a esta amenaza creo que son las propias asambleas de barrio. La creación de grupos de afectados a partir de las oficinas de asesoría es una forma de evitar que las familias pasen por ellas, solucionen o no sus problemas y luego desaparezcan limitando estos instrumentos a la función que deberían cumplir (y no cumplen) los servicios sociales de la administración. No obstante, hay que considerar que ni los grupos de afectados ni las 10 Corralas creadas hasta el momento en la corona metropolitana, son espacios de militancia política. En estos espacios, la gente se autoorganiza colectivamente para solucionar carencias materiales muy concretas (fundamentalmente la vivienda), lo cual es un salto importante y valioso respecto de la forma habitual, individualista, aislada y sin esperanza, en la que muchas familias se enfrentan al drama de perder sus vivienda. No obstante, la situación actual demanda grupos, espacios de organización, donde nos cuestionemos la forma en que se gestionan los recursos en general (no solo la vivienda) y las formas en las que nos organizamos como sociedad. Estos espacios deben ser las asambleas de barrio (entendidas esencialmente como grupos militantes de base vinculados a un territorio concreto y coordinados entre sí). Los PIVEs, el apoyo a los grupos de afectados o el apoyo a las Corralas deben ser una labor de las mismas, una labor que las llene de legitimidad, que las convierta en referentes locales y que las nutra de nuevos activistas, procedentes de los grupos de afectados o de otros espacios. Si esto no es así, es posible que estemos errando en nuestro trabajo.
Una de las mayores potencias que tiene el movimiento por la vivienda en Sevilla frente al que se ha desarrollado en otros ámbitos, junto a la confluencia de activistas y organizaciones de diversa procedencia, ha sido el que se haya desarrollado a partir de una estructura de asambleas de barrio creada a partir del 15M. En otros ámbitos, el movimiento por la vivienda se ha desarrollado en torno a campañas-plataformas muy concretas, como Stop-Desahucios, u organizaciones sectoriales, como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, ambas fórmulas muy validas, con gran potencia y con un trabajo admirable a sus espaldas. No obstante, una organización de asambleas de barrio ofrece un abanico infinitamente más amplio de posibilidades, pudiendo ser la base de diversas realidades por construir, mientras que la campaña y la organización sectorial, por sí solas, son esencialmente posibilistas y tienen horizontes mucho más cercanos y evidentes, teniendo una utilidad esencialmente táctica. Por el contrario, las asambleas de barrio encierran muchas más posibilidades que están por explorar. Dicho de otro modo, el necesario movimiento transformador de base amplia que requiere el actual contexto de crisis social y política, si ha de ir a la raíz de los problemas y de romper con las formas en las que se ha desarrollado la política en desde el periodo conocido como La Transición, si realmente busca adoptar formas de democracia radical y romper con los paradigmas económicos que nos han llevado a la mísera actual, ha de partir de estas redes de asambleas de base o de una estructura muy parecida.
Las asambleas de base y las alternativas políticas.
La necesidad de una propuesta política transformadora a una escala superior.
El lustro de depresión económica ha desembocado en una crisis social que no hace sino profundizarse con el tiempo y que no ha alcanzado aún hoy su mayor dimensión. El desempleo prolongado y el agotamiento de las prestaciones llevan una situación extrema, más allá de la amenaza de pérdida de la vivienda, para una parte importante de las clases populares. El proceso de pauperización ha venido acompañado de una profunda deslegitimación, en primer lugar de las instituciones económicas y del mercado como piedra angular de la sociedad y, en segundo lugar, de las instituciones y de la clase política en su conjunto. Es la forma de regulación político-económica de la sociedad la que se encuentra totalmente desacreditada. La democracia liberal surgida de La Transición, basada en el bipartidismo y en el discurso del «no hay alternativa al capitalismo», está debilitada por el derrumbe de una economía de casino basada en la especulación y la deuda, que ha funcionado durante más de un cuarto de siglo pero que en los últimos años se ha demostrado insostenible a medio plazo. La misma deslegitimación que sufren los bancos y los partidos políticos tradicionales se torna en legitimación de los movimientos sociales, siendo los ejemplos más evidentes el movimiento por la vivienda, la PAH y el 15M. Además, los movimientos actuales tienen la ventaja de haber superado los sectarismos y la autorreferencialidad que los distinguían en el periodo previo. Existe en los mismos una cierta madurez y una conciencia de la importancia de la coyuntura actual. No obstante, la situación sigue marcada por la ausencia de alternativas claras y por la desesperanza de las víctimas del sistema. Así, el escepticismo en la posibilidad de un giro radical permite que el régimen se mantenga y siga aplicando sus soluciones, en las que ya solo creen los neoliberales más ideologizados.
La situación actual genera un vacío importante de referencias políticas para la población. Un contexto en el que es muy factible, y casi inevitable, que acaben surgiendo de forma exitosa nuevos proyectos políticos, que pueden tener un carácter extremadamente diverso. La amenaza más evidente es el nacimiento de iniciativas de extrema derecha. No obstante, igual de peligroso es el surgimiento de iniciativas renovadoras de «la izquierda» que encaucen el descontento, recuperen a los movimientos sociales y relegitimen el sistema ofreciendo una nueva versión de lo mismo. La falta de planteamientos políticos alternativos desde los movimientos sociales, la reducción de la radicalidad y de la actividad militante a lo más local y lo más inmediato y la falta de reflexión estratégica pueden facilitar esta última opción. La experiencia de Argentina en la última década creo que es el mejor ejemplo de esta posible deriva. Si los movimientos sociales no plantean alternativas alguien lo hará por ellos, de ahí la necesidad de reflexionar sobre estas cuestiones por incómodo que les resulte a muchos.
El cómo plantear alternativas políticas a una escala más allá de lo local, desde los movimientos de base, es un reto difícil en este momento. Al menos podemos estar de acuerdo en cómo no deben plantearse. Ya conocemos los resultados cuando se plantean las cosas de arriba abajo, ya sabemos lo que ocurre cuando hay un exceso de delegación. Se crean clases de políticos profesionales en busca de despachos y los movimientos y el trabajo de base dejan de interesarles cuando adquieren cuotas de poder. Al contrario, cualquier cosa que pretenda ser realmente nueva y cubrir nuestras expectativas de cambios radicales en la gestión de las necesidades y en la forma de organizarnos como sociedad, tendrá que surgir de abajo arriba, de un movimiento de base amplia y con objetivos transformadores. Esto, lógicamente requeriría no solo de organismos locales, sino de instituciones mediadoras entre lo local y otras escalas. Estructuras organizativas que funcionen al mismo tiempo que mantengan la orientación asamblearia y autónoma del movimiento. Además, para que esto tenga una incidencia real en la sociedad y se pueda generar contrapoder supralocal, hace falta una base, un abajo mucho más amplio, fuerte y bien organizado del que hemos tenido hasta el momento. Hace falta un movimiento social de base amplia y carácter transformador, que no tiemble al plantear la raíz de los conflictos económicos y políticos de esta sociedad y con una realidad social, cotidiana e inmediata, una realidad que no es la parlamentaria. Difícilmente pueden encontrarse atajos efectivos para ello.
Construyendo alternativas desde abajo
Un movimiento social puede engendrar distintos tipos de estructura organizativa. No obstante, el problema al que nos enfrentamos no es parcial, abarca a toda la sociedad y tiene múltiples aspectos inseparables. Los planteamientos sectoriales pueden ser útiles tácticamente pero encuentran sus límites rápidamente. Por otro lado, las iniciativas parlamentarias, por sí solas, siempre corren el riesgo de absorber el trabajo militante en un único frente que ya ha generado suficientes fracasos y decepciones. Parto de la convicción de que todo movimiento social de base amplia y estabilidad en el tiempo nace del territorio inmediato. Allí donde se generan solidaridades y se reconocen los problemas comunes. En las grandes ciudades el movimiento transformador a construir debe apoyarse en una estructura territorial, ha de basar su poder en el espacio inmediato, llamémosle barrio. El movimiento por la vivienda en Sevilla señala un camino bastante factible en el contexto actual, partir por un lado de las necesidades de la gente, de la organización de las víctimas del sistema, y por otro del propio barrio, de la proximidad geográfica y de las solidaridades que esta posibilita.
No todo el activismo de base fundamentado en la gestión de las necesidades engendra políticas progresistas. En el periodo anterior a la crisis, en una sociedad aburguesada e individualista surgieron conatos racistas y las demandas de las organizaciones barriales, en muchos casos, se dirigían exclusivamente a reclamar mayor vigilancia y represión sobre los adolescentes, los pobres y/o los inmigrantes extranjeros. Hoy, el incremento de la exclusión social puede ser visto de nuevo con el terror que engendra el odio para una parte de la población, aquella que conserva trabajo y un cierto nivel de vida en los barrios obreros. No obstante, el contexto actual es aún más propicio para que la gestión común de las necesidades propicie desarrollar aspectos como la solidaridad y la cooperación. El abandono del mercado y la deserción del Estado paternalista dejan poco menos que huérfana a una población que se ha alienado y aislado, encerrada en sus viviendas y sin los fuertes vínculos sociales con los que contaban las generaciones anteriores. Frente a esta situación, hay que recuperar las redes de solidaridad, las formas de colaboración y autogestión del territorio común. Las asambleas del 15 M apuntan en esta dirección, aunque con muchas carencias.
La situación puede ser propicia en Sevilla como en otras ciudades. Nunca hemos tenido tantos grupos militantes, cubriendo tantos territorios y (más o menos) coordinados: asambleas de barrios y pueblos, corralas, grupos de afectados por la hipoteca, PIVEs, (…). Ese puede y debe ser el germen de una mejor estructura territorial para un movimiento transformador por construir, no limitado a la vivienda ni mucho menos, sino centrado en la gestión colectiva y asamblearia de los diferentes aspectos de nuestra realidad social. Para ello hace falta fortalecer las asambleas, crearlas donde no existen, consolidarlas donde son débiles y ampliarlas donde están consolidadas y hace falta que estas asambleas trasciendan el reducido grupo militante y aglutinen cada vez a más vecinos. Podemos apoyarnos en las herramientas que ya hemos desarrollado como los PIVEs o las alianzas con las asociaciones de vecinos, pero al mismo tiempo han de propiciarse otras nuevas. En este sentido, no existe una buena razón para que no se estén creando asambleas de parados y centros autogestionados de recursos para el vecindario en los diferentes barrios y pueblos del área metropolitana. En definitiva, se deben crear organizaciones barriales que puedan hacerse fuertes en el territorio y ser referentes indiscutidos para el vecindario. Al mismo tiempo, se debe trabajar en la búsqueda de esas instituciones mediadoras que nos permitan trabajar a una escala superior, empezando por fortalecer los instrumentos de coordinación existentes, recuperar los que se encuentran en decadencia o inventar otros nuevos. Si se quiere construir ese movimiento transformador es inevitable discutir mucho más de lo que lo hemos hecho hasta ahora. Creo que podemos coincidir en gran medida en los análisis, no obstante, falta trabajar sobre objetivos comunes y estrategias para alcanzar esos objetivos. Estos pasos son esenciales a la hora de crear un movimiento social de base transformadora, que ha de ser la piedra angular a partir de la cual debe construirse la alternativa política a la precariedad y la mediocridad existentes.
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