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En el 75 aniversario de Raúl Díaz Arguelles

Fuentes: Rebelión

Se le ha rendido justamente homenaje cada 11 de diciembre, día en que cayó combatiendo en el norte de Ebo, Angola, con apenas 39 años y se le otorgó poco después el ascenso póstumo a General de Brigada, el reconocimiento más alto a un militar que cae cumpliendo con su deber. Se convirtió así en […]

Se le ha rendido justamente homenaje cada 11 de diciembre, día en que cayó combatiendo en el norte de Ebo, Angola, con apenas 39 años y se le otorgó poco después el ascenso póstumo a General de Brigada, el reconocimiento más alto a un militar que cae cumpliendo con su deber. Se convirtió así en un símbolo de nuestros combatientes internacionalistas.

Llevan su nombre la Facultad de Medicina de Guinea Bissau, donde en tantos combates participó en ayuda al movimiento revolucionario que conquistaba la independencia de aquel país y una escuela militar en Angola en cuyo territorio libró decisivos y oportunos combates contra las fuerzas mercenarias zairotas y del FLNA y contra los racistas sudafricanos que comenzaron a perder el mito de su invencibilidad por su voluntad y su experiencia militar. También lo tiene la empresa portuaria de Moa en Holguín, el Instituto Pre Universitario de Güines y el Complejo Deportivo en la capital, recordando su destacada participación deportiva como estudiante universitario.

Pero podemos imaginar que hoy hubiera arribado a sus 75 años. Sin dudas más canoso y acentuada la ligera cojera adquirida como consecuencia de la fuga espectacular a tiro limpio cuando estuvo a punto de caer en la casa en que los esbirros de Batista asesinaron a Tato Rodríguez Vedo y Pedro Martínez Brito.

Por sus características es lógico suponer que hubiera conservado su carácter afable y su energía y firmeza. También podemos imaginarlo enternecido viendo crecer a los nietos que no conoció.

Los héroes de gestas patrióticas son hombres sencillos cuya vida cotidiana refleja sus cualidades. Su pensamiento y convicciones van desarrollándose en el proceso que forman parte.

Raúl Díaz Arguelles fue uno de esos jóvenes que en el fogueo de la lucha fue evolucionando y madurando sin perder sus raíces de verdadera entraña popular, su jovialidad y perseverancia.

No estaba en el vórtice de las acciones sino que fue a introducirse en esa tempestad. Estudiaba en EEUU y lo sorprende de vacaciones en Cuba el golpe de estado de Batista. No regresa. Busca a sus compañeros Tony Castell, Juan Pedro Carbó Serviá y José Machado «Machadito» y se incorpora a las luchas estudiantiles en la universidad donde matricula. Integra el Directorio Revolucionario y se convierte en uno de sus combatientes más activos en la capital.

Realiza varias acciones espectaculares y perseguido con saña vuelve clandestino a Estados Unidos para venir de inmediato en la expedición de esa organización que abre en el Escambray un núcleo guerrillero.

Se le encomienda retornar a la capital para reactivar la lucha urbana y lo logra con varias operaciones audaces y acosado por la persecución se incorpora al grupo guerrillero del Directorio Revolucionario en las montañas. Su promoción a Comandante se lo impone el legendario guerrillero argentino que aúna ya en esa zona a las fuerzas verdaderamente revolucionarias y confirma su ascenso en diversos combates donde también fortalece sus convicciones, que mantuvo siempre después, de que nuestra fortaleza radicaba en la pujanza que adquiriera la unidad entre los revolucionarios.

Ocupa diversos cargos en las nacientes Fuerzas Armadas Revolucionarias que cumple a cabalidad.

Nadie mejor que el Comandante de la Revolución Guillermo García cuando era Jefe del Ejército Occidental donde Raúl Díaz Arguelles sirvió para testimoniarlo cuando dijo después de su muerte heroica:

«Era un cumplidor estricto… un militar revolucionario en toda la extensión de la palabra…por su seriedad, por su disciplina, fue ganando la confianza no sólo mía sino de todo el colectivo de viejos combatientes de la Sierra Maestra que llegaron a tomarle un cariño como si fuera un veterano, ya del mismo núcleo.

«La imagen de él es una cosa que queda impregnada. Era una gente de éstas, tremenda en rectificar cualquier cosa. No era fácil llamarle la atención, era una gente de un carácter serio, rígido, muy fuerte, exigente, cumplidor. Era una gente joven pero madura, había madurado muy temprano. Tenía mucho criterio y lo discutía a la saciedad siempre que pensaba que tenía la razón».

Luego comenzó su periplo africano. En Bissau se destacó como organizador y combatiente. Transmitía su experiencia vivida intensamente como luchador clandestino y guerrillero, la que conoció de sus compañeros y las enseñanzas aprendidas en escuelas militares. No era posible apartarlo de los combates más riesgosos. En Angola con idéntico ímpetu compartió esa capacidad combativa y su ingenio con los guerrilleros angolanos logrando victorias históricas y estratégicas.

No en balde el General de Ejército Raúl Castro, finalizó los actos públicos de su primer visita como Presidente de Cuba a Angola en el 2009, con un homenaje en el cementerio del Alto de las Cruces de Luanda depositando una corona de flores en la tumba donde estuvieron sus restos hasta ser trasladados a Cuba.

Por ello no es un exceso de imaginación suponer que si no hubiera ocurrido la mortal herida que le arrebato la vida en medio de una ofensiva victoriosa, podría celebrar hoy su 75 aniversario con más canas, también cojeando más y jubiloso entre sus nietos.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.