Antonio Diéguez (Málaga, 1961), autor de Filosofía de la ciencia. Ciencia, racionalidad y realidad (UMA Editorial), es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Málaga. El propósito de su nueva publicación, revisión ampliada y modificada de un manual suyo de 2005, es servir como libro de texto para alumnos de filosofía de la ciencia y de otros grados de ciencias y humanidades. En él centramos nuestra conversación.
Nos habíamos quedado en este punto. ¿Cuáles son las principales tesis de la teoría feminista de la ciencia? ¿Hay una perspectiva machista en las miradas o metodologías de las ciencias?
Hay posiciones muy diversas dentro de las corrientes feministas en filosofía de la ciencia. En general, lo que tienen en común es la denuncia del modo en que se ha venido realizando la ciencia hasta este momento. Esta denuncia se centra, en primer lugar, en el hecho de que desde los inicios de la ciencia misma no se ha permitido a las mujeres ocupar los puestos que debían haber ocupado en las tareas investigadoras, y mucho menos en la de gestión de la ciencia; pero, en segundo lugar, la denuncia alcanza también al modo en que la ciencia se ha visto sesgada por valores androcéntricos que han hecho que la aceptación de ciertas ideas conformes con dichos valores hayan obtenido preeminencia indebidamente sobre ideas rivales.
Algún ejemplo de esto último
Suele citarse el caso en paleoantropología de la hipótesis del hombre cazador. Según esta hipótesis, el peso de la evolución y del desarrollo de la cultura humana fue llevado sobre todo por los hombres, que gracias a la caza proporcionaban mayor cantidad de proteínas y desarrollaban una tecnología (lanzas, hachas, flechas, etc.) apropiada para dicho menester. La dieta carnívora habría permitido el crecimiento del tamaño del cerebro y el aumento de la inteligencia, y, por tanto, habría sido uno de los factores fundamentales en el proceso de humanización. La formulación de esta hipótesis, sin embargo, según el feminismo, habría obedecido a prejuicios androcéntricos y habría evitado durante un tiempo considerar seriamente la hipótesis alternativa, la de la mujer recolectora, que empezó a cobrar forma en los años 70. Según esta hipótesis fueron las actividades desarrolladas por nuestras antepasadas femeninas las que realmente llevaron el peso de nuestra evolución. Cuando nuestros ancestros ocuparon la sabana fue la labor de las mujeres en la recolección y preparación de alimentos y el cuidado de los hijos, con la fabricación de los correspondientes utensilios para esas tareas, el elemento sobre el que se ejerció la mayor presión selectiva. El aumento de la inteligencia habría obedecido más al desempeño de estas tareas que a la caza. No se trata de que la primera hipótesis sea falsa y la segunda sea la correcta, sino simplemente de que los sesgos androcéntricos retrasaron la formulación y análisis de la segunda.
Las actitudes favorables o críticas frente al conocimiento científico, ¿se corresponden con actitudes políticas de derecha o de izquierda? Los ciudadanos que se ubican en posiciones de izquierda, ¿están más alejados de la ciencia por las prolongaciones tecnológicas dañinas que en ocasiones se generan?
Por desgracia, en la actualidad encontramos posiciones contrarias a la ciencia tanto en la derecha política como en la izquierda, aunque casi siempre en posiciones extremas. Como se señala en la pregunta, las actitudes anticientíficas en la izquierda suelen estar ligadas a los recelos que produce en muchas personas el progreso tecnológico incontrolado. El mejor remedio para ellas, por lo tanto, sería una adecuada regulación y una buena educación científica.
¿Qué opinión le merece la intervención de Sokal y Bricmont con Imposturas intelectuales? ¿Sigue habiendo mucha impostura intelectual en ámbitos de la filosofía, humanidades y ciencias sociales?
Más que el libro de Sokal y Bricmont que se cita (con cuyo contenido estoy esencialmente de acuerdo), lo que me pareció útil para despejar un poco el camino en la filosofía de la abundancia de discursos abstrusos que empezaban a acumularse, y que solo tenían prestigio por su misma oscuridad, fue el propio engaño que Alan Sokal perpetró en la revista Social Text y que dio origen a todo el Caso Sokal. Me parece que tuvo un efecto beneficioso. Lo explico al final del libro. Yo le escribí personalmente a Sokal cuando todo ocurrió dándole las gracias como profesional de la filosofía y mantuve durante un tiempo correspondencia con él.
Tendrían que hacer pública es correspondencia. Un autor algo olvidado que falleció muy joven y que en su momento hizo aportaciones de mucho interés: Norwood Russell Hanson. ¿Queda algo de su legado?
Algo queda: casi todo el mundo admite hoy que cualquier observación empírica lleva siempre una cierta carga teórica. Esa fue su aportación más conocida, aunque no la única.
Presenta con detalle en su libro las discusiones sobre la existencia o no de progreso científico. ¿Por qué hay tantas dudas? ¿No es evidente que la demostración de la conjetura de Fermat, la reciente contrastación de las ondas gravitaciones predichas por la teoría general de la relatividad o los nuevos procedimientos para la obtención de vacunas representan claros e indudables avances científicos?
No hay dudas por parte de nadie, ni siquiera de Feyerabend, acerca de que la ciencia progresa. De lo que se trata es de clarificar cómo se produce ese progreso. Si, por ejemplo, lo hace a través de métodos estrictamente racionales o no, si se consigue principalmente falsando teorías o proponiendo constantemente alternativas a las ya existentes. También se trata de dilucidar hacia qué se progresa, si hacia teorías mejores a la hora de encajar con los fenómenos y de predecir fenómenos nuevos, si hacia teorías que resuelven más y mejores problemas, si hacia teorías más verdaderas (con más consecuencias verdaderas y menos consecuencias falsas), etc. Por otra parte, debe distinguirse el progreso teórico (predicción de fenómenos nuevos, como las ondas gravitacionales) del progreso tecnológico y práctico (como las vacunas, o la curación de diversas enfermedades). El uno puede darse sin el otro en ciertos casos (y viceversa).
¿Ayuda la filosofía de la ciencia al hacer de los científicos? Un físico muy reconocido como Álvaro de Rújula, preguntado por el tema –“Para un científico como tú, resultan de algún interés las discusiones, reflexiones y aportaciones de disciplinas humanísticas afines como la filosofía de la ciencia o la historia de las ciencias?”- respondía en estos términos: “La filosofía de la ciencia no. La historia de la ciencia sí: es motivante.”
Entiendo perfectamente a ese físico. Si yo fuera científico, pensaría igual. Me interesaría más la historia de la ciencia que la filosofía de la ciencia. La filosofía de la ciencia no tiene como objetivo servir de ayuda a los científicos, y mucho menos pretende mejorar su trabajo. La filosofía de la ciencia pretende analizar qué es la ciencia, cómo se produce dentro de ella el avance del conocimiento, cómo son los procesos de cambio teórico, cómo se confirman las teorías, cuál es el valor de la evidencia empírica en estos procesos y cuál el de otros factores de tipo social, cultural, histórico o axiológico, o, por citar un objetivo más, pretende dilucidar si las teorías científicas deben ser interpretadas como representaciones aproximadamente verdaderas de la realidad o más bien como herramientas conceptuales para hacer predicciones, manejar esa realidad y hacer tecnología. Nada de esto tiene por qué interesarle especialmente al científico para hacer bien su trabajo. El filósofo lo que pretende es que sea de interés para la sociedad. Otra cosa es que la filosofía de la ciencia haya sido útil en ocasiones para tratar algunos problemas científicos. Por ejemplo, en filosofía de la biología, los análisis de los filósofos han sido importantes para aclarar la noción de eficacia biológica (fitness), o para plantear en términos adecuados el problema de los niveles sobre los que actúa la selección natural, o para determinar en qué consiste la selección de grupo. En ocasiones ha habido investigaciones conjuntas entre biólogos y filósofos sobre estos temas.
¿Han existido aportaciones destacables y reconocidos de filósofos españoles en el ámbito de la filosofía de la ciencia? No sé si se puede hablar de filosofía de la ciencia propiamente, pero Talento y poder de Antoni Beltrán es, en mi opinión, un potentísimo y excelente estudio sobre el “caso Galileo”.
En España, y en general en el mundo de habla hispana, tenemos excelentes filósofos de la ciencia, algunos con un amplio reconocimiento internacional. No citaré nombres para no correr el riesgo de olvidar alguno, pero basta con hacer alguna búsqueda en internet para localizar bastantes de ellos. Es cierto que nos vemos obligados a publicar mucho en inglés para obtener ese reconocimiento internacional, pero esto es lo normal dado que el inglés es la lengua de comunicación científica. No obstante, soy de la opinión de que debemos hacer un esfuerzo también por desarrollar la filosofía de la ciencia escrita en español, y creo que en eso se está consiguiendo en los últimos años, con publicaciones de gran nivel. Antoni Beltrán es uno de los autores de más prestigio. Era sobre todo historiador de la ciencia. Yo tuve el honor de tenerlo como miembro del tribunal con el que conseguí hace años la plaza de profesor titular de universidad. Sus libros sobre Galileo, y en especial Talento y poder, son un prodigio de erudición, capacidad narrativa y buen sentido. Yo he aprendido mucho leyéndole. Fue una pena que lo perdiéramos tan pronto.
¿Qué destacaría especialmente del filosofar sobre la ciencia de Mario Bunge? ¿Es un autor valorado en este campo tan dominado por la filosofía anglosajona?
Mario Bunge ha sido una de las grandes figuras de la filosofía de la ciencia contemporánea. En el ámbito filosófico de habla hispana su influencia ha sido especialmente significativa. Ha sido uno de los filósofos que más he leído. Su posición sobre el tema del realismo científico me ha influido particularmente.
¿Hay aportaciones de interés del transhumanismo en este ámbito?
Las reflexiones sobre el transhumanismo están todavía por incorporar de forma plena a la agenda investigadora en filosofía de la ciencia, particularmente en filosofía de la biología, pero yo creo que debe hacerse. Por el momento han quedado ligadas al ámbito de la ética aplicada y de la antropología. Sin embargo, dado el interés que el tema despierta, no me cabe duda de que los filósofos de la ciencia le irán prestando cada vez más atención. Es importante separar en todo este asunto el grano de la paja, y creo que los filósofos pueden ser útiles en esa tarea.
Si no ando errado, usted es un filósofo especializado en filosofía de la biología. ¿Cuáles son los temas de reflexión más candentes en la actualidad en este ámbito?
Desde sus inicios como disciplina independiente, allá por la década de los 70, la filosofía de la biología ha estado muy centrada en problemas conceptuales planteados por la teoría de la evolución, como el de la clarificación del concepto de eficacia biológica (fitness), del concepto de adaptación, del concepto de especie, o del concepto de gen. También se interesó por problemas filosóficos más amplios, como el de la aceptabilidad del reduccionismo o el papel de las explicaciones funcionales en biología. En la actualidad han surgido nuevos problemas, algunos de los cuales siguen ligados a la teoría de la evolución, pero otros no. Por ejemplo, un problema central en estos momentos es el del uso explicativo de mecanismos y modelos matemáticos. Los aspectos prácticos y experimentales de la biología interesan cada vez más. También están generando gran interés las peculiaridades metodológicas y conceptuales de la ecología, la biología molecular, la genética y las ciencias biomédicas. La biología sintética, por su parte, plantea desafíos no solo metodológicos, sino también éticos y políticos. Con respecto a los temas relacionados con la teoría de la evolución, hay un intenso debate acerca de si algunos desarrollos teóricos recientes (acerca de la evolución del desarrollo embrionario (evo-devo), el origen de las novedades evolutivas, la epigénesis y herencia no genética, la construcción de nichos, la plasticidad fenotípica) exigen una nueva Teoría Sintética que sustituya a la aceptada hasta hoy, o solo requieren una Síntesis Ampliada capaz de modificar algunos aspectos teóricos vigentes, o si ni siquiera hace falta algo así porque la teoría actual terminará por encajar todos estos fenómenos. A mí, personalmente, como dije antes, me parece que debe incorporarse a la agenda investigadora la cuestión del biomejoramiento humano, en especial, la posibilidad futura de edición genética del ser humano. Los aspectos sociales de la biología, como este, pero también las cuestiones de género, la determinación de las prioridades en la investigación, la relación entre biología y política, están ocupando ahora mucha atención.
¿Quiere añadir algo más?
No. Creo que hemos tocado todos los temas centrales en filosofía de la ciencia. Muchas gracias por tan buenas preguntas.
Gracias a usted por su tiempo, sus magníficas respuestas… y por su libro, que me permito recomendar desde estas páginas.
Primera parte de esta entrevista: https://rebelion.org/podemos-diferenciar-con-nitidez-ciencia-y-pseudociencia-pero-no-con-un-criterio-unico-y-simple/
Fuente: El Viejo Topo, octubre de 2021.