Tanto las sociedades como las personas evolucionan, mezclando continuidad, cambio y ruptura. Hay momentos y momentos. Hoy toca la ruptura. SI bien puede parecer que las personas no hacen la historia y que la dirigen quienes tienen el poder, esto es una verdad a medias. Cuando los trabajadores, los pueblos, las mujeres y los hombres […]
Tanto las sociedades como las personas evolucionan, mezclando continuidad, cambio y ruptura. Hay momentos y momentos. Hoy toca la ruptura. SI bien puede parecer que las personas no hacen la historia y que la dirigen quienes tienen el poder, esto es una verdad a medias. Cuando los trabajadores, los pueblos, las mujeres y los hombres comunes y corrientes se organizan, se dotan de un proyecto y se movilizan, ellos y ellas marcan la historia. En este contexto, eso es más necesario que nunca pues vivimos una etapa sustancialmente nueva y, sobre todo, peor. Si no tomamos nota de esto, no tendremos fuerza para resistir y mucho menos para pasar a la ofensiva.
Desde hace tres años, vivimos un estado de excepción decretado por el capital financiero internacional y que tiene a la Unión Europea como instrumento dedicado a desposeer a la ciudadanía de sus derechos políticos, sociales y sindicales, y como herramienta para forzar la renuncia a la soberanía popular en cada uno de los Estados. Es el llamado Consenso de Viena, la versión europea del Consenso de Washington, aplicado en el territorio europeo y en sus Tratados de Libre Comercio con terceros países.
Este estado de excepción tiene dos características: el predominio de los poderes reales, de hecho, y la suspensión del Derecho.
En nuestro país, este Estado de Excepción está significando el desmontaje sistemático de los nodos democrático-sociales de la Constitución de 1978 y el tránsito hacia un nuevo régimen que podemos muy bien denominar demediada democracia oligárquica. Es decir, un sistema dirigido y organizado por el capital y puesto a su servicio. Es eso que en las calles se dice: la dictadura de los mercados, del 1%.
Creemos que estas elecciones, lo decimos en el día de reflexión, serán fundacionales. Gane el PP (lo más probable) o gane el PSOE, lo que sería un milagro, la clase política reinante en nuestro país va a transitar hacia un nuevo régimen político. Estas elecciones legitimarán esa operación. Nadie se ha atrevido a decir esto, pero es lo que realmente está en juego en estas elecciones. Por eso es absurdo, a nuestro entender, hacer discursos y realizar propuestas como si nuestro país viviese una situación normal y como si el orden constitucional fuese el mismo de la etapa anterior.
Estamos ante una reforma constitucional al margen de la voluntad popular y de unas formas mínimamente democráticas, dirigida por el capital financiera, por la Banca, de ahí que hablemos de una democracia oligárquica. El primer paso fue el desmantelamiento de los derechos laborales en junio 2010, en pleno mundial de fútbol; el segundo se concretó en La Moncloa, en la reunión de los 35 empresarios más poderosos con Zapatero. Lo siguiente fue declarar el estado de excepción para tomar el control de AENA, operación sustentada en demonizar a sus trabajadores para encubrir la privatización de la empresa a un precio más barato: ninguna empresa asumiría los altos costos laborales de los trabajadores de AENA.
Zapatero siguió con sus medidas neoliberales por orden de Merkel y Sarkozy, mientras Goldman Sachs, que realizó las auditorías de las cuentas griegas (y que entonces sí cumplían con los requisitos para entrar en el euro), ahora controla el Banco Central Europeo.
Ha caído Grecia, está cayendo Italia y Dolores de Cospedal reconoce a pocos días de las elecciones que Rajoy no ha dicho lo que de verdad va a hacer: seguir apretándonos el cinturón porque ellos llevan tirantes. El PP empieza como acabó en 2004: mintiendo.
Lo que viene, ya lo sabemos: lo que en América Latina se denominó un ajuste estructural permanente o la larga y triste noche neoliberal: usar el chantaje de la deuda soberana para subordinar los Estados y a sus ciudadanos a los intereses del capital financiero; limitar sustancialmente los derechos sociales y sindicales y liquidar lo que queda de movimiento obrero organizado. Como enseña Esperanza Aguirre en Madrid, el neoliberalismo tiene voluntad «contrarrevolucionaria». Esto implica crear un tipo de sociedad y de Estado que haga irreversible el capitalismo realmente existente y la estructura de poder que lo mantiene.
Por eso, creemos que hoy tenemos que reflexionar para pasar a la acción y nada será igual como antes: ni el discurso, ni los mensajes, ni los símbolos. Nuestra propuesta no es nueva, sino forma parte de un sentido común que empieza a ser en nuestro país una aspiración de muchos y que solo las viejas inercias y prácticas, viejos hábitos, no dejan alumbrar lo nuevo. No dan cabida a la creatividad que viene de abajo.
Lo que proponemos es el M3R: organizar una amplia convergencia política y social para construir el Movimiento para la Tercera República (M3R).
En él, nadie tiene que renunciar a su propia identidad ni a anteriores pertenencias. Se trata de confluir en la acción y en el proyecto para generar una nueva identidad plural en torno a la ruptura democrática-republicana; es decir, aspiramos abiertamente a conseguir la Tercera República en el Estado español, para unir pueblos e identidades que recojan los intereses y las aspiraciones de las mayorías sociales, sin nostalgias de la primera o de la segunda. Soberanía popular y poder constituyente para dar vida un nuevo Régimen republicano-federal fundado en la democracia económica, social y cultural, con el objetivo constitucional de construir una sociedad de mujeres y hombres libres e iguales emancipada del mal social de la explotación ,la discriminación y el dominio. En resumen, forjar entre todas y todos un nuevo consenso mayoritario para lograr la ruptura con un período histórico caduco, que no termina de morir y que nos bloquea el presente y amenaza nuestro futuro.
Firman este artículo Julio Anguita, Miguel Candel, Salvador López Arnal, Manuel Monereo, Ramón Pérez Almodávar, Miguel Riera, Antonio Santamaría, Jorge Verstrynge.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.