Yolanda Díaz y Pablo Iglesias son necesarios. No uno u otro, los dos. Son tan imprescindibles que no me cabe en la cabeza otro escenario que el de la unidad de las izquierdas alternativas, con ellos al frente de la manifestación.
Por eso, yo que pienso que la no unidad sería un desastre, el fin de un viaje que entre otras cosas venció al bipartidismo, me hago la pregunta de cómo podemos ser tan poco inteligentes de no acabar con las zancadillas, las descalificaciones mutuas abiertas o veladas, si al final todo debe resolverse en una mesa para el acuerdo. A menos que haya oscuras intenciones de dividirnos. Mejor no sigamos minando el camino y vamos a ir limpiándolo de obstáculos.
Con frecuencia debatimos con el afán de ganar sobre otros que deben perder. ¿Por qué no pensar en debatir para ganar todos? Tenemos muchos nudos que desatar y no lo haremos apretando más fuerte los cordones sino liberándolos. Es por esto que no quiero, en este artículo, escribir sobre lo que presumo parecen ser las diferencias políticas entre Pablo y Yolanda. Mucha gente no las ve. Otra mucha gente si las vemos y son de importancia, no son banales. Pero no me da la gana de seguir remachando los clavos de las diferencias. A mí, lo que me pide la conciencia y el conocimiento de la realidad es escribir sobre la unidad como única alternativa para mantener la esperanza de millones de personas.
Otra cosa es qué lugar debe ocupar cada cual en un frente amplio. Qué persona es la más idónea para luchar por la presidencia de gobierno, quiénes para liderar las organizaciones, quienes para liderar las voces de las personas sin partido en un frente amplio. Tendrá que habilitarse un modo de escoger a las personas adecuadas. Si creo que es importante que en corto plazo se establezca la figura de Yolanda Diaz como la candidata necesaria del frente amplio. Será un modo de afianzar las alianzas. Que sea ella la elegida no debiera ser un asunto en cuestión. Yolanda tiene la mejor nota en las encuestas. Ha demostrado que es una fuerza tranquila capaz de abrir diálogos eficaces con agentes sociales. Dispone de amplios conocimientos, un discurso perfectamente entendible. Es la candidata que menos rechazo puede despertar en amplios sectores sociales.
Suele decirse que es más fácil hacer la guerra que la paz. Nos pasa lo mismo con el lío en que nos hemos metido: es más fácil seguir intercambiando reproches que darnos la mano. Quisimos y queremos ser una izquierda libre de sectarismos. Una izquierda alejada de luchas subterráneas. No lo hemos conseguido. Seguimos mirando al suelo como las aves de corto recorrido en lugar de tener la mirada en alto como vuelan las águilas.
¿Qué hay detrás de la contumacia de seguir excavando trincheras que nos separan? ¿Acaso egos personales?
Si la respuesta fuera que se trata de un modo de ser, de una vocación egocéntrica, de un deseo de sujetar el poder de esa alianza a la que sigo llamando frente amplio, entonces yo diría que hay motivos emocionales que revelan falta de madurez, pérdida de conciencia del lugar que se ocupa realmente en la política. Me encanta José Mujica cuando sin pudor ni complejos alude a esa enfermedad infantil de las izquierdas que practican la radicalidad, ósea la supremacía sobre otras izquierdas. ¿Puede que en este desencuentro pese en ambas partes la idea de que la verdad acerca de lo que hay que hacer esté decantada para uno de los lados? Tanta luz ciega. Tenemos que ver la diversidad como complementaria; a Errejón, Pablo y Yolanda como complementarios. No hay otro horizonte mejor
Expertas y expertos en modelos electorales, señalan con contundencia que en el caso del estado la circunscripción electoral española perjudica a las izquierdas divididas. Jugar con otras hipótesis es un grave error y más lo es para quienes puedan liderar posiciones que favorezcan más de una candidatura en las elecciones generales de 2024, quienes pasaran a la historia como liquidacionistas de una ilusión.
Hay que decir que, en la base sociológica potencialmente votante de las izquierdas alternativas, hay enfado y tristeza, dos sentimientos que no invitan a un buen resultado en las urnas. Siempre podremos justificar los malos resultados culpando a una cruzada de la derecha apoyada en medios de comunicación, eludiendo el desgaste interno provocado por esa visión de aves de corral. Hemos aprendido y no tragamos de todo. No valdrán tampoco excusas generales, extensibles a todas y todos. Las responsabilidades tendrán nombres y apellidos. Mucha gente de las izquierdas hemos dejado de ser masas pasivas dispuestas a aceptar todo a la espera de lo que decidan las jefaturas. Desde abajo ya ponemos nombres a quienes deben hacer un esfuerzo político y moral para levantar un frente amplio, Sumar, Unidas Podemos, Más País, en Comú Podem, Compromis, Mareas, Batzarre, Izquierda Unida y otras plataformas deben hablar, escucharse y escuchar a la ciudadanía.
Hay muchas versiones que señalan a Pablo como una anomalía. Otras colocan a Yolanda en el centro de un juego al escondite que no termina de decir con claridad que hará finalmente. Hay otra versión que acusa a Errejón de guardar un silencio que no ayuda a capear el temporal. Estas y otras afirmaciones me dan igual. Es tiempo de tender puentes, no de colocar bombas en sus pilares. Ya habrá tiempo de discutir en profundidad sobre una agenda política en momentos mejores. Ahora es tiempo de unir sólidamente voluntades y acabar con conspiraciones, ajustes de cuentas y otras guerras de guerrillas.
No sé hasta que punto hay en nuestras izquierdas alternativas una interiorización cognitiva y sentimental de lo que debe ser nuestro compromiso por una sociedad sustancialmente mejor, inédita. Servir al pueblo es mandar obedeciendo que dicen los zapatistas. No estamos en un escenario tan crítico, pero en nuestro caso servir y obedecer pasa por asumir como un principio la necesidad vital de unirnos al menos hasta donde llega la amenaza de las derechas. A partir de ahí viva la diversidad.
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