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Entrevista con el músico y cantante estadounidense Ian MacKaye

«En Estados Unidos la mayoría política corresponde al Partido de la Apatía»

Fuentes: LDNM

El grupo estadounidense Fugazi, fundado en 1987, se dio a conocer no sólo por grabar algunos de los mejores discos de los últimos veinte años, sino también por su peculiar manera de gestionar su carrera: cinco dólares por concierto, nada de videoclips, diez dólares por disco… Fugazi recorrieron el mundo promoviendo un estilo de vida […]

El grupo estadounidense Fugazi, fundado en 1987, se dio a conocer no sólo por grabar algunos de los mejores discos de los últimos veinte años, sino también por su peculiar manera de gestionar su carrera: cinco dólares por concierto, nada de videoclips, diez dólares por disco… Fugazi recorrieron el mundo promoviendo un estilo de vida sano y criticando a las grandes corporaciones en unos conciertos trepidantes. Con el paso de los años, su cantante, Ian MacKaye, sigue manteniendo la misma devoción por lo que hace y la mismas ganas de pelea. Teen Idles, Minor Threat, Embrace, Fugazi o The Evens son sólo algunos de los grupos en los que Ian McKaye ha estado involucrado. Además, lleva veintiséis años al frente de Dischord Records, un sello que, al margen de su gran nivel artístico, es un auténtico ejemplo ético, político y económico, la encarnación del «hazlo tú mismo».

¿Cómo se ve la música que haces y que has hecho ahora que eres adulto? Nunca he pensado en mi música como una moda. ¿Te refieres a eso? Nunca me lo planteo en esos términos. Mi música no es algo calculado.

¿Qué edad tienes?
Veintiocho. Bien, digamos que llevo tocando desde que no sabías hablar y no tengo la sensación de repetirme, ¿comprendes? Porque para mí todo es un proceso y hago música para devolver el favor que me hicieron las bandas que más me gustaban de pequeño.

Entonces, supongo que siempre piensas que tu último trabajo es el mejor que has hecho nunca. ¡No! Porque no analizo mi trabajo en términos de «mejor» o «peor», sino en función de lo relevante que sea para mí. Estoy muy orgulloso de toda la música en la que he estado involucrado. Es como eso de elegir la «mejor» o la «peor» canción de un grupo o de un período de tiempo. ¿Qué sentido tiene? Las pocas veces que escucho los discos que he grabado, intento ser honesto y desvincularme emocionalmente de las canciones. Tardé diez años en poder hacerlo con los discos de Minor Threat, porque cada vez que los escuchaba, no podía evitar recordar los viajes, los conciertos, el público… Ahora que he podido distanciarme de todo eso, pienso que tenemos muchas canciones buenas, más que «Out of Step» o «Straight Edge», que son las que siempre se mencionan. Con Fugazi lo que me pasa es que no puedo escuchar los discos porque, al haber tocado tanto en directo, algunas canciones han evolucionado de una forma totalmente distinta a como están grabadas y, claro, no puedo evitar pensar en cómo las tocábamos últimamente en comparación a cómo las grabamos años atrás.

El otro día leí que alguien dijo que si el mundo fuera perfecto, el arte no tendría sentido y desaparecería porque el arte es una respuesta a todas las cosas que van mal. ¿Estás de acuerdo? Pienso que todas esas afirmaciones intelectuales son una gilipollez.

También leí que el fin último de todo artista es buscar la belleza… ¡Sí, creo que sí! De todas formas la belleza es también algo relativo, obviamente. Hay artistas que hacen deliberadamente algo feo para buscar un sentido determinado a su vida o a la existencia humana o a lo que sea. Y quizás también persigan ese sentimiento de belleza. El problema que veo es que creo que hemos pervertido el sentido de la belleza. Ahora mismo, la belleza está muy vinculada a lo material. Y lo material siempre está vinculado al dinero, por lo que parece que la belleza tiene un precio. Siempre he visto la vida como un campo vacío donde nuestro papel consiste en saber qué ruta escoger. Tampoco es tan complicado. Por supuesto, la gente muere y la gente desaparece y creo que hemos tendido a darle demasiado sentido a ese hecho, a la muerte, y hemos descuidado lo que tenemos aquí y ahora. En una época en la que predominan las cosas feas, la crueldad, creo que tenemos que retomar la muerte como algo que sucede y punto. Esta idea de que todo es temporal resulta realmente inspiradora cuando estás sumido en un proceso creativo.

En un momento tan delicado como éste, con la guerra de Iraq de por medio… Perdona que te interrumpa: yo nunca, ¡nunca!, utilizo la palabra «guerra» para definir el conflicto de Iraq. Prefiero referirme a todo eso como una «acción militar», porque para que haya una guerra, tiene que haber dos bandos y es evidente que no es el caso.

Iba a decir que te tiene que resultar difícil conectar políticamente con alguno de los dos partidos mayoritarios de tu país. Verás, en EE UU no hay un bipartidismo, sino un tripartidismo. En primer lugar, tenemos a los republicanos; en segundo lugar, a los demócratas y, en tercer lugar, al partido americano mayoritario: el Partido de la Apatía. Este es el partido más poderoso que tenemos y gracias a él las decisiones están en manos de la gente equivocada. Por eso siempre pienso que el presidente que tenemos EE UU es el presidente que se merece la mayoría de la población, bien por haberle votado bien por haber sido lo suficientemente apáticos como para no evitar que subiera al poder. Sin embargo, y esto es una convicción absoluta, no creo que George W. Bush sea el presidente que se merezca el resto del mundo. Y, de hecho, la realidad me da la razón a través de las acciones militares que ha protagonizado desde que está en el poder. Respecto a mi voto, el proceso es el siguiente: intento votar al candidato mayoritario menos malo, para evitar que el peor candidato mayoritario pueda hacerse con la Casa Blanca. Y, hoy por hoy, el candidato menos malo es el candidato demócrata. Mi voto es claramente un voto antirrepublicano. Por ejemplo, veamos qué es lo que han hecho los últimos presidentes americanos: a Carter se le pueden reprochar muchas cosas, pero, en general, no lo hizo del todo mal. Luego vino Reagan y su pasión por las acciones militares en cualquier punto del planeta, incluso en el espacio. Más tarde, Bush padre nos metió en la Guerra del Golfo en 1991. Luego vino Clinton y, si nos atenemos a las acciones militares, sólo podemos reprocharle lo que hizo en África. Y, finalmente, tenemos a George W. Bush que continúa la línea de los republicanos y su pasión por las acciones militares. Si comparamos la pasión bélica de demócratas y republicanos, está claro que ganan los republicanos, así que esa es la justificación de mi voto. De cualquier modo, una cosa que no soporto es dar mi voto a alguien que apoya la pena de muerte, y tanto unos como otros están a favor de la pena capital. No, mire, yo no quiero ser cómplice de ningún crimen.

¿Qué ha cambiado desde que fundaste Dischord Records, hace veintiséis años? Pues, sinceramente, te puedo decir que ha cambiado todo y que no ha cambiado nada. En estos momentos estoy enfundando unos discos de Daniel Gribbs, el cantante de Lungfish, que nos acaban de llegar de la fábrica. Ahora tengo otro sello, más pequeño, que se llama Northern Liberties, para sacar ediciones especiales de artistas que me gustan, pero que son más experimentales. Por ejemplo, este disco es instrumental: Daniel tocando el arpa judía. ¿Sabes cómo suena? Así, como cling, cling, cling… Es rarísimo. [Risas].

¿Cómo valoras el papel de Dischord en la escena musical mundial? Te digo lo mismo que antes: yo no veo las cosas en esos términos. Dischord nació y creció dentro de una comunidad muy concreta. Esta es mi vida. Las cosas llevan su propio ritmo y soy capaz de asumir todo lo que hemos hecho. Sé dónde hemos acertado y sé también dónde hemos fallado. Por esta oficina, que sigue siendo la misma desde que se fundó el sello, han pasado veinticinco personas distintas y decenas de bandas. Nos sigue uniendo la pasión por la música y la forma de hacer las cosas. ¿Echo de menos algo? Quizás la conexión entre las bandas. Ahora no parece haber demasiada, y lo malo es que eso es algo que no puedes crear artificialmente. Es algo que va y viene, que tiende a regenerarse, pero que ahora no veo que exista. Hay como diez o quince subescenas distintas, evolucionando de manera diferente y hay que estar atento, porque me parecen muy interesantes. Hace algunos años, Q and not U, El Guapo o Black Keys pertenecían a la misma escena de bandas más «modernas» que tenían una idea muy arraigada de comunidad.

¿Hay alguna banda a la que te hubiera gustado fichar y, por algún motivo, no hayas podido hacerlo? Sí, la verdad es que me hubiera gustado sacar los discos de Mary Timony. Es una artista que me encanta y todavía sigue tocando.

Tengo entendido que The Evens ponéis ciertas condiciones a la hora de tocar. ¿Te refieres al sitio donde ha de celebrarse el concierto? Sí, intentamos no tocar en bares ni en salas de conciertos al uso. Por ejemplo, en España eso es complicadísimo. Apenas hay sitios que se salgan del circuito de las salas comerciales y siempre nos vemos obligados a tocar en clubs. La única condición indispensable es que el concierto sea para todas las edades [la primera y única vez que The Evens tocaron en Madrid, el 22 de octubre de 2005, hicieron dos pases: uno por la mañana para todas las edades y otro por la noche, para mayores de 18 años]. Sin embargo, el problema de los bares no es que no puedan entrar menores, sino que la gente no para de hablar. Y, de verdad, ¡odio cuando la gente habla en mitad de un concierto! No lo entiendo y me pone enfermo. No porque piense que mi música es sagrada. Simplemente es un problema de conexión: cuando la gente desconecta, el murmullo crece exponencialmente y yo no puedo expresarme y comunicarme como querría. A veces Amy me dice que me paso, pero es que no lo puedo soportar. ¡No lo puedo soportar! He mandado callar a la gente muchas veces en mitad de un concierto.

¿Y nunca te has enfadado por eso en España? No, siempre advierto antes de empezar el concierto: «chicos, me gustaría que estuvierais callados y permitieseis al de al lado disfrutar del concierto». En España me he cabreado por otro motivo: no comprendo el sentido de la SGAE [lo pronuncia tal y como suena en castellano]. Es algo que no me entra en la cabeza. The Evens no tenemos ni una sola de nuestras canciones registradas porque considero que nadie tiene derecho a llevarse ningún porcentaje de un trabajo que hago yo, edito yo y toco yo en directo. Y no tengo ningún problema a este respecto en ningún país excepto en España. ¿Por qué tengo que darle un porcentaje a una asociación que no va a hacer nada por mí, puesto que vivo en otro país? ¡Es absurdo! Lo hablaba con Xavi, el que suele montarnos los conciertos en España. ¿Y si, en lugar de cantar en una banda, leyera poemas en un bar, sin ningún apoyo instrumental? No tendría que pagar a la SGAE. ¿Y qué diferencia hay si recito los poemas, pero con una guitarra? Que tengo que pagar. ¿No es absurdo?

¿Cómo ve alguien como tú, tan reacio a las modas, el auge de soportes como myspace en estos últimos dos años? Si quieres que te diga la verdad, no he prestado demasiada atención porque no es un fenómeno que me interese. Lo conozco, claro, pero todas estas cosas siempre me han parecido lo mismo. Es como si en una explanada enorme todo el mundo intenta meterse en una misma tienda de campaña: se convierten en un objetivo fácil. Ahora parece que si no tienes myspace, no eres nadie. Es verdad que tiene algo de positivo, porque permite escuchar material de muchas bandas distintas de forma fácil y rápida, pero por otro lado, es un nido de anuncios de empresas multinacionales. Te pongo un ejemplo: hace sólo dos meses, estaba intentando cerrar un concierto y el promotor me pregunta si tengo myspace. Le digo que no y el tipo no quería contratarnos. ¡Sólo por no tener myspace! Se ha dado totalmente la vuelta al concepto. Lo que debería importar es la música, no dónde esté alojada esa música. Ahora bien, también sé que este fenómeno es muy temporal. No creo que dentro de dos o tres años nos acordemos del myspace.

 McKaye en tres destellos.

MinorThreat Complete Discography En enero de 1990, cuando ya hacía siete años que no existían como grupo, se editó este recopilatorio que contiene todas las canciones de la admiradísima banda de Washington. Estas trepidantes «obras completas» recogen todo lo que los convirtió en una referencia: actitud positiva, mensaje por encima de la música y un urgente discurso acerca todo lo que nos afecta en la vida moderna. Ian MacKaye, Jeff Nelson (cofundador de Dischord Records), Brian Baker (más tarde en Dag Nasty y ahora en los emtivizados Bad Religion) y Lyle Prestar lograron en poco tiempo revolucionar la escena local y sentar las bases de lo que iba a ser, a partir de entonces, el hardcore americano: furioso, concienzudo, autoeditado y libre de alcohol y drogas (un estilo que resumieron en su canción «Straight Edge», cuyo título acabó dando nombre a un nuevo movimiento-estilo de vida). Por todo eso y por sus furiosísimos directos, Minor Threat están considerados uno de los grupos más influyentes de su generación. Fugazi Repeater En 1987, MacKaye se unió a Joe Lally, Guy Picciotto y Brendan Canty (miembros respectivamente de Rites of Spring, Happy Go Licky y One Last Wish) para dar forma a Fugazi, una de las bandas más decisivas dentro de la cultura independiente planetaria de los últimos veinte años. Innovadores en lo musical y con un discurso mucho más elaborado que el de Minor Threat, Fugazi editaron Repeater en marzo de 1990. MacKaye y compañía no se anduvieron con tonterías. ¿Había que ser políticos? Ellos lo eran tanto o más que cualquiera («No eres lo que posees» decían a voz en grito). ¿Había que criticar el capitalismo con elegancia? Ellos soltaban eso de «no importa lo que se esté vendiendo, sino lo que tú estás comprando» en «Blueprint». Y así hasta completar uno de los discos más recomendados y reivindicados de lo que se conoce como «rock independiente». A menudo sus detractores señalaron que el punto flaco de Fugazi era su falta de sentido del humor. Sin embargo, entre las imágenes de la época recogidas por Jem Cohen en el impagable DVD Instrument (1999) hay momentos verdaderamente hilarantes. Vamos, que lo tenían todo. The Evens The Evens Uno de los temores más extendidos dentro de la escena independiente estadounidense era la desaparición de Fugazi. La noticia de que Ian MacKaye tenía un nuevo grupo y la inexistencia de un comunicado oficial que acallase los rumores de disolución no hizo más que empeorar las cosas. Sin embargo, hay que buscar el lado positivo: Ian ofrecía algo distinto y muy disfrutable. Esta vez con Amy Farina, batería y voz del grupo y compañera sentimental de MacKaye. The Evens se lanzaban a la aventura de conquistar el lado más mullido de los corazones hardcoretas que siempre han seguido a Ian en todas sus andaduras. El resultado es un disco de rock tranquilo, cercano, nada grandilocuente y muy directo, con el que MacKaye parece dar por inaugurada su edad adulta y donde convergen las letras, la música y las melodías en una aleación novedosa. Continúan las denuncias («La policía no tendrá excusa, la policía no actuará en condiciones» grita y hace gritar en «Mt. Pleasant Isn’t»), pero también hay cierto lugar para el amor, para la poesía («Tú estás viva / yo estoy vivo / creamos calidez / siempre que queremos» en «If it’s water») y para la calma. Un concepto musical nuevo para un activista que cada vez se aleja más de la furia sónica de sus principios. Actualmente, este es su único proyecto en activo y ya han sacado un segundo disco, Get Evens (2006), con el que siguen girando por todo el mundo de manera autogestionada.