Ex dirigente del Movimiento Comunista, Eugenio del Río es autor de numerosos libros y artículos sobre la izquierda revolucionaria europea de la segunda mitad del siglo XX y sobre temáticas afines. Nuestras conversaciones se centrarán en el ensayo que da título a estas entrevistas. Estábamos en el capítulo 2º, en el apartado dedicado a Partisans. […]
Ex dirigente del Movimiento Comunista, Eugenio del Río es autor de numerosos libros y artículos sobre la izquierda revolucionaria europea de la segunda mitad del siglo XX y sobre temáticas afines. Nuestras conversaciones se centrarán en el ensayo que da título a estas entrevistas.
Estábamos en el capítulo 2º, en el apartado dedicado a Partisans. Dirás que soy un burro muy borrico pero yo no conocía la revista. Le dedicas varias páginas. ¿Por qué fue tan importante esa publicación? ¿Era maoísta?
En los años sesenta del siglo XX, París ocupaba un lugar muy relevante en la irradiación de las ideas de extrema izquierda. Y Partisans, aunque sólo contó con una edición en francés, era seguida por gente de muchos países, especialmente de Europa y de América Latina. No era maoísta pero tampoco anti-maoísta, y en ella tenían cabida autores pro-chinos junto con otros de diversas corrientes marxistas radicales.
Hablas de Argelia. ¿Qué significó la guerra de independencia de Argelia para la izquierda europea?
Encontró un eco especialmente destacado en una parte de la izquierda francesa. Sobre todo en sectores del Partido Comunista y en lo que llegó a ser el Partido Socialista Unificado. También entre sindicalistas. De ahí surgieron, en muchos casos mediante la movilización de antiguos resistentes, las redes que colaboraron con el Frente de Liberación Nacional argelino. Fuera de Francia las resonancias argelinas fueron menores y no contaron mucho en la gestación de la nueva extrema izquierda, que se formó años después del final, en 1962, de la Guerra de Argelia.
Te cito: «En Partisans -y en la izquierda de la que era expresión- operó vigorosamente algo muy frecuente en la historia de la izquierda desde el triunfo de la Revolución rusa en 1917. Me refiero a la construcción de identidades colectivas en los países europeos por la vía de la identificación con revoluciones, movimientos, Estados de otras latitudes». ¿Y eso estuvo mal en tu opinión? Por lo demás, ¿puedes explicar un poco más eso «la construcción de identidades colectivas en los países europeos por la vía de la identificación con revoluciones de otras latitudes»?
La revolución rusa de 1917 trazó una frontera en la historia de la forma de configurarse las identidades de izquierda, no solo en su contenido. Hasta entonces había ideales, programas, objetivos, culturas o subculturas obreras. Los marcos ideológicos anteriores, sin duda, no estaban libres de problemas: un frecuente aire quimérico en ausencia de referencias empíricas de transformación social a gran escala; teorías descabelladas; disociación entre los ideales proclamados y las conductas políticas más pragmáticas.
Pero, a partir de 1917, a todo eso se le añadió una referencia concreta: la de la experiencia soviética. Ya no se trataba de un programa elaborado más o menos racionalmente sino de una realidad histórica que pasaba a ser la encarnación del ideal, el programa realizado.
Los seguidores de la URSS, los comunistas, se distinguían particularmente por su adhesión al régimen de un país lejano y muy distinto en lo tocante a su realidad económica, social y cultural a la de Europa occidental.
Por descontado que hay un elemento solidario valioso en el apoyo brindado a la revolución rusa, pero los cambios en las identidades colectivas fueron, a mi parecer, muy problemáticos y, aunque atenuadamente, llegan hasta hoy.
Uno de los inconvenientes de tal identificación consistió en la dependencia ideológica de un Estado.
Así, los partidos comunistas se sumaron a la versión del marxismo que era la ideología oficial de la URSS.
Este Estado creo una Internacional a través de la cual definía la política de los partidos comunistas, de conformidad con los intereses nacionales de la Unión Soviética, con unos intereses, además, cambiantes según las diferentes coyunturas. Un ejemplo concluyente fue la pasividad del Partido Comunista Frances ante las tropas de ocupación alemanas después de la invasión de Francia en 1940. Eran tiempos del Pacto Germano-Soviético firmado en agosto de 1939. Solo cuando este se rompió, en 1941, se lanzó a la resistencia el PCF.
Para quienes hacían de la adhesión a la URSS una seña de identidad primordial, ya no se trataba de concebir un modelo adaptado a las diversas realidades sino de imitar el soviético. No había otro modelo.
Además, esta gestación identitaria se llevó a cabo mediante la identificación con una dictadura. La justificación de un régimen dictatorial, que se declaraba socialista y marxista, vino a contaminar gravemente las conciencias de sus partidarios.
La defensa incondicional del régimen soviético, del que poco sabían la mayor parte de quienes lo defendían, más allá de la propaganda oficial, nutrió una idealización sistemática y vino a crear una mentalidad servil y crédula.
Los efectos de esta forma de promover las identidades colectivas, que se reprodujeron posteriormente en relación con nuevas revoluciones y nuevos regímenes, han sido devastadores. Es difícil que, en esas condiciones, se abran paso unos impulsos emancipadores libres y creativos.
«Teorías descabelladas», has dicho. Por ejemplo…
En los socialismos y comunismos de la primera mitad del siglo XIX hubo de todo, desde el extravagante comunismo astrológico de Auguste Blanqui, hombre singular y de asombrosa tenacidad y combatividad, o las portentosas fantasías de Fourier, hasta algunas perspectivas dotadas de buen sentido práctico como las que se encuentran en las realizaciones de Robert Owen, en el programa de acción política de Louis Blanc o en las ideas del gran Pierre Leroux, precursor de un Estado social activo.
A mediados de siglo y en la segunda mitad se encuentran muchos elementos de realismo político en Proudhon, aunque entreverados con otros no tan realistas; no así en Bakunin y en buena parte del anarquismo que se adentran en territorios inmensamente inciertos.
Luego, entiendo que esas teorías descabelladas no fueron la raíz principal del tronco de la tradición. ¿Entiendo mal? Por lo demás, ¿qué tradición político-filosófica está libre de irracionalismos más o menos explícitos?
Así fue. El socialismo de la primera mitad del siglo XIX quedó sepultado por lo que vino después, es decir, por el marxismo principalmente, que también acabó superando a las tendencias anarquistas. Las presencias y las ausencias del irracionalismo en la izquierda necesitarían un tratamiento aparte. En general, en las variantes del socialismo y del comunismo ha predominado ampliamente una tradición racionalista.
En cuanto a la identificación con la URSS a la que hacías referencia casi como seña de identidad primordial en el caso de algunas fuerzas, ¿no habría que tener en cuenta el contexto internacional, la situación de esas fuerzas, las esperanzas levantadas, las ayudas recibidas y también las no recibidas, el carácter de las fuerzas opuestas a la construcción del socialismo en algunos países, etc, etc.?
De acuerdo, hay que tener en cuenta esas circunstancias a la hora de explicar lo que ocurrió. Pero eso no quita para que el resultado haya sido muy problemático. Una cosa es explicar y otra evaluar.
¿Por qué hablas de régimen para referirte al sistema político imperante en la URSS? ¿Hablarías también del régimen francés o del norteamericano por ejemplo?
Sin dudarlo. El vocablo régimen no tiene connotaciones peyorativas. En teoría política se usa régimen político para designar el entramado institucional y legal que caracteriza a cualquier Estado, así como las relaciones del poder político con la sociedad. No hay ningún Estado sin régimen político.
Luego, por tanto, tú hablarías también del régimen norteamericano, del régimen alemán, del régimen francés, etc.
Por supuesto. Todos los Estados tienen un régimen político, salvo cuando, en períodos de crisis o de transición, como sucede hoy en Libia, ese régimen no acaba de configurarse o de consolidarse mínimamente.
En lo tocante a España hay un régimen político común que incluye regímenes políticos autonómicos.
En cuanto a la idealización del sistema soviético, ¿no hubieron casi desde el principio muchas voces disidentes (tal vez incluso la de Lenin?
La idealización fue abrumadora y muy extendida. Basta con repasar los textos de la época y la iconografía. Eso no es óbice para que hubiera voces críticas, que las hubo, aunque la mayoría de ellas extramuros del mundo comunista.
Lenin murió muy pronto, en 1924, pero ya desde mediados de 1921 estuvo acorralado por problemas de salud y funcionando a medio gas. Mientras aún conservaba plenas facultades, el poder soviético, del que él era la figura principal, actuó con gran dureza. Menudearon los fusilamientos y las deportaciones. Es difícil presentarlo como un disidente, partidario de una acción represiva menos contundente. Disidente es una palabra demasiado fuerte si la aplicamos a su caso. Pero está bien establecido que hubo discrepancias entre los dirigentes bolcheviques y que, en su último período, se mostró muy preocupado por la brutalidad de Stalin y su creciente poder en el Partido Comunista, del que era, desde 1922, secretario general. En ese último tramo de su vida preconizó una mayor prudencia en la política hacia el campesinado y también hacia las nacionalidades. Dejó clara, asimismo, su preocupación por el creciente peso de la burocracia. Y expuso la idea de que la sociedad, el partido, quienes estaban haciendo la revolución no eran suficientemente civilizados como para poner en marcha el socialismo. Todo ello fue estudiado y expuesto convincentemente por Moshe Lewin en su sugerente obra El último combate de Lenin, de la que, dicho sea de paso, hubo una temprana edición de Lumen en castellano, en Barcelona, todavía bajo el franquismo.
El poder soviético, del que Lenin era la figura principal afirmas, actuó con gran dureza. ¿Pudieron hacer otra cosa? ¿Tenían margen de maniobra para ser más flexibles, más humanos, menos represivos, más conciliadores? ¿No estaban cercados por todas partes y atacados por todos los flancos?
A raíz de la toma del poder, en octubre de 1917, vinieron años de guerra civil. Aunque fue más intensa hasta 1920 se extendió hasta 1923. El nuevo poder revolucionario hubo de enfrentarse a diversas fuerzas contra-revolucionarias y a la intervención de potencias extranjeras, sobre todo Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Japón. La guerra fue una gran tragedia que costó la vida a alrededor de diez millones de personas, sin contar los muertos por la hambruna, y trajo consigo una situación económica desastrosa. Los dos bandos actuaron con una crueldad extrema.
La cuestión que planteas tiene mucho alcance: ¿deben las guerras estar sujetas a ciertos límites o todo vale cuando las situación es especialmente grave? Pienso que en ese aspecto algo hemos avanzado, aunque veamos cómo continuamente se desbordan los límites establecidos por la legislación internacional. En relación con la guerra civil rusa, una vez más nos vemos obligados a distinguir la explicación de los hechos de la justificación de lo que hoy consideramos crímenes de guerra.
Además, ese período trajo como consecuencia la naturalización del empleo de unos medios que luego fueron utilizados como instrumento represivo del Estado estalinista frente a la disidencia.
Citas en este apartado a Vargas Llosa. ¿Te gusta como escritor? ¿Qué opinas de sus posiciones político-culturales? ¿Cuadran o no cuadran con su obra narrativa?
Como escritor me parece admirable. Fuera del ámbito propiamente literario me pareció un trabajo valioso su ensayo sobre el indigenismo. Tendría que conocer mejor sus facetas políticas e ideológicas, que nunca me han interesado especialmente, para saber en qué medida cuadran con sus novelas. Me han gustado muy poco algunas de sus iniciativas políticas, como su candidatura a la presidencia peruana en 1990 o el apoyo a la derecha venezolana.
Cuando citas las organizaciones guerrilleras latinoamericanas en la segunda mitad del XX no haces referencia al MIR chileno. ¿Por qué? Si no recuerdo mal, en su momento, los militantes del MC teníamos una fuerte simpatía por ese movimiento de la izquierda revolucionaria.
Que yo sepa, el MIR no había tenido actividad guerrillera antes de la presidencia de Allende entre 1970 y 1973. Ya bajo la dictadura de Pinochet, el intento de crear un núcleo guerrillero en la zona de Valdivia, al Sur de Chile, a comienzos de la década de los ochenta duró muy poco y se saldó con un completo fracaso. De manera que casi no hubo guerrilla mirista.
Te copio, sigo en este apartado: «Pero no hallamos denuncias del carácter dictatorial de la URSS, de su negación de los derechos humanos, cosa por otra otro lado difícilmente sostenible dado que la publicación no cesaba de exhibir sus simpatías hacia otras dictaduras, especialmente la cubana, pero también en diversos aspectos hacia la china». ¿La URSS fue una dictadura, sin más matices, un sistema político rechazable en su totalidad?
Esa es mi opinión. Una dictadura, muy férrea y cruel por cierto durante la mayor parte de su historia. No acabo de entender en qué consiste rechazar en su totalidad una dictadura. ¿Qué partes de una dictadura se deberían aceptar?
No digamos dictadura por el momento. Digamos xyz por ejemplo. De xyz es admirable la forma en que se enfrentó al nazismo, la ayuda dispensada a algunas fuerzas de izquierda de todo el mundo, el apoyo a la España republicana, los intentos para asegurar unas condiciones dignas para las gentes trabajadoras de su propio país…
A mi modo de ver, conviene distinguir entre el carácter de un poder político, que es de lo que yo estoy hablando, de cada uno de los hechos que llevó a cabo.
Sobre los hechos que mencionas habría que detenerse, uno por uno, con un conocimiento de causa que yo no poseo. Estoy pensando, por ejemplo, en la intervención soviética en la guerra del 36, en su alcance y su contenido político y militar. Lo que si he podido comprobar es que su apoyo a los partidos comunistas formó parte de su política exterior de gran potencia. No fue un apoyo brindado a las fuerzas de izquierda, en general, sino, como bien dices, a algunas; en particular a aquellas que se mostraron más favorables hacia el poder soviético. Fue un respaldo selectivo, condicionado e interesado.
Y en el carácter del poder político al que aludes, dejemos al margen los otros aspectos, aparte del carácter dictatorial, ¿no habría que citar también otros nudos? Por ejemplo, su intento de transformar de manera más equitativa una sociedad con caras ubicadas en relaciones casi medievales, con unas diferencias sociales abismales.
No voy a juzgar intenciones; en esta ocasión una hipotética intención igualitaria. Es siempre un empeño muy arduo y poco útil. Pero no cabe duda de que hubo un importante crecimiento económico y que sus efectos se extendieron a toda la población, aunque de manera desigual. Son bien conocidos los privilegios de los que gozaba la nomenklatura.
¿Poco útil? ¿Por qué?
Las intenciones, por su propia naturaleza, constituyen un objeto inalcanzable. La atribución de una intención es inverificable, lo que convierte en conjeturas las posibles afirmaciones sobre el particular y hace inviable un diálogo debidamente fundado empíricamente. Lo que sí tiene sentido es verificar si los hechos corresponden o no a las declaraciones de intención.
Alta tensión: te pregunto ahora por el sistema político cubano.
De acuerdo.