Evocado, leído, olvidado y siempre polémico, el francés Jean Paul Sartre es un ícono del siglo XX, como también su compañera, la escritora Simone de Beauvoir a quien, en la pasada XVI Feria Internacional del Libro, celebrada en la capital cubana, se le rindió tributo en la mesa redonda dedicada a las Mujeres en la […]
Evocado, leído, olvidado y siempre polémico, el francés Jean Paul Sartre es un ícono del siglo XX, como también su compañera, la escritora Simone de Beauvoir a quien, en la pasada XVI Feria Internacional del Libro, celebrada en la capital cubana, se le rindió tributo en la mesa redonda dedicada a las Mujeres en la Literatura, que se efectuó en febrero del 2007, en la sala José Antonio Portuondo, de la antigua fortaleza militar de La Cabaña, en la que fuera comandancia del Che Guevara, en los primeros meses de la Revolución.
En ese encuentro participaron varias escritoras argentinas, ya que el país invitado de honor de esa edición de la feria lo era la nación sudamericana, entre las que se encontraban María Negroni, Tununa Mercado, Cristina Mucci, Luisa Valenzuela y Liliana Heer, quienes dialogaron sobre los nexos de la literatura, el feminismo y los múltiples imaginarios.
Liliana Heer, al evocar a Beauvoir, afirmó: «ella sigue viva, entre nosotras, por su libro iniciático y feminista». Esa obra, publicada en 1949, y que sería traducida al español y profusamente leída sólo en 1954, convirtió a la escritora francesa en la un referente sustancial del discurso femenino contemporáneo.
Ambos intelectuales galos, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir vinieron a La Habana, en 1960, para conocer el proceso revolucionario, dentro de aquella mítica de los jóvenes héroes de la Sierra Maestra. La pareja se entrevistó, precisamente, con el Che en su despacho del Banco Central de La Habana, como lo testimonió la célebre fotografía de Alberto Korda. Asistieron al estreno de la pieza sartreana La ramera respetuosa, con Fidel Castro, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, la cual se encontraba todavía en construcción. Realizaron un intenso periplo por la Isla , llegaron hasta la Ciénaga de Zapata, escenario meses más tarde, de la batalla de Playa Girón, frente a la invasión mercenaria por Bahía de Cochinos.
De aquella visita nació el libro Sartre Visita Cuba, publicado en La Habana, en 1960, por las Ediciones R. En las páginas de este libro el filósofo narró sus vivencias en la Cuba revolucionaria. Jean Paul Sartre y Simone Beauvoir llegaron a La Habana cuando entraban en vigor el sabotaje económico de Estados Unidos y se arreciaban los planes de la CIA. «Puesto que era necesaria una revolución» -escribió Sartre-, «las circunstancias designaron a la juventud para hacerla. Solo la juventud experimentaba suficiente cólera y angustia para emprenderla y tenía suficiente pureza para llevarla a cabo».
Y añadía en su libro testimonial: «Hoy, en el taller, en los campos, en un ministerio, el trabajo es joven, verdaderamente joven», admirado ante un liderazgo de hombres jóvenes.
El Che tenía sólo 32 años cuando recibió a Simone de Beauvoir y a Jean Paul Sartre, a medianoche. «El comandante Ernesto Guevara es considerado hombre de gran cultura y ello se advierte: no se necesita mucho tiempo para comprender que detrás de cada frase suya hay una reserva en oro» -observó Sartre en 1960-. «Pero un abismo separa esa amplia cultura, esos conocimientos generales de un médico joven que por inclinación, por pasión, se ha dedicado al estudio de las ciencias sociales, de los conocimientos precisos y técnicos indispensables en un banquero estatal».
Sus palabras apresaron sentimientos y emociones: «Se abrió una puerta y Simone de Beauvoir y yo entramos: un oficial rebelde, cubierto con una boina, me esperaba: tenía barba y los cabellos largos como los soldados del vestíbulo, pero su rostro terso y dispuesto, me pareció matinal. Era Guevara».
El guerrillero protagonizaba el virtual diario sartreano sobre Cuba y su revolución: «Lo cierto es que había empezado a trabajar muy temprano la víspera, almorzado y comido en su despacho, recibido a visitantes y que esperaba recibir a otros después de mí. Oí que la puerta se cerraba a mi espalda y perdí a la vez el recuerdo de mi viejo cansancio y la noción de la hora. En aquel despacho no entra la noche. En aquellos hombres en plena vigilia, al mejor de ellos, dormir no les parece una necesidad natural sino una rutina de la cual se han librado más o menos. No sé cuándo descansan Guevara y sus compañeros. Supongo que depende: el rendimiento decide; si baja, se detienen. Pero de todas maneras, ya que buscan en sus vidas horas baldías, es normal que primero las arranquen a los latifundios del sueño».
Junto a Jean Paul Sartre estaba entonces su esposa, la escritora Simone de Beauvoir, la célebre autora de El Segundo Sexo, libro que revolucionó los conceptos sobre la condición de las mujeres, y que había nacido en París, en un contexto familiar burgués y católico quien lo acompañaría en las dos visitas que hicieron a Cuba en 1960: primero del 20 de febrero al 15 de marzo, y otra más breve, a su regreso de Brasil, desde el 21 al 28 de octubre.
Ella también llegaba a Cuba con su aureola personal, la de una de las más polémicas y singulares figuras del pensamiento feminista, quien desde sus escritos ensayísticos había reivindicado el derecho a la libertad como revolución personal, desde la crítica sobre las diferencias sexistas impuestas a las mujeres, relegadas a ser, en la sociedad patriarcal, «El Segundo Sexo».
Al ser entrevistados para Lunes de Revolución, por el escritor Humberto Arenal, ambos manifestaron sus opiniones, él más inclinado hacia los terrenos de la filosofía, y ella más interesada por la vertiente literaria. Precisamente, sería Simone quien, y gracias a su dominio del inglés, permitió que el diálogo fluyera. Al paso de los años, aquel periodista, (destacado dramaturgo y narrador cubano) recuerda, al evocar aquel encuentro que Beauvoir : «no era su «alumnita» como a veces la titulaban y parecía tener más sentido de la realidad que Sartre».
Entonces se produjo un incidente que se suma al testimonio de Arenal, la inesperada aparición en el Hotel Nacional, y en aquella entrevista, del dramaturgo estadounidense Tennesse Williams. «Creo que en el primer momento Sartre no sabía exactamente quién era, y Simone lo reconoció pero, en verdad, estaba sorprendida. Yo, ante la grotesca escena, no sabía qué actitud tomar, aunque estaba obviamente muy molesto. Por eso le dije que yo no era un intruso que estaba allí sin permiso. La entrevista había sido concertada, no estábamos hablando tonterías, y si alguien estaba de más era él. Pero obviamente él estaba dispuesto a interrumpirnos sin ninguna consideración. Típica prepotencia de un ser que se creía superior, ciudadano de una gran nación, un escritor conocido en todo el mundo. No es el lugar para discutir sus méritos como dramaturgo, porque eso no era lo que estaba en juego. Pero él no estaba dispuesto a oírme ni a detenerse. Balbuceando frases incoherentes tomó a Mrs. Vaccaro por una mano y la acercó a nosotros diciendo una y otra vez que ella era una gran admiradora de ellos y que quería conocerlos, hablar con ellos. La pobre mujer, con cierta timidez repetía palabritas en francés y se dejaba llevar de un lado a otro. Han pasado más de cuarenta años pero no olvido lo que pasó entonces. Simone de Beauvoir se puso de pie y le dijo en su buen inglés que él estaba interrumpiéndonos y que por favor se marchara. Después hablarían con él. Entonces él gritó desaforado: «¡I am Tennesse Williams!». Se había roto la magia y el diálogo se vio cortado: «Nunca insistí en continuar esta entrevista que terminó tan mal. No había tiempo y sobre todo se rompió la buena atmósfera y la excelente comunicación que había entre nosotros.» Queda en el testimonio la fortaleza de carácter de Beauvoir.
Simone de Beauvoir quien conoció a Jean Paul Sastre, en la Sorbona, cuando ingresó para estudiar Filosofía, con sólo 21 años, y con él compartió el Existencialismo y una muy abierta relación amorosa que no limitaron sus potencialidades, fue per se, una de las más prestigiosas personalidades del pensamiento intelectual de su época, signada su obra por el feminismo, corriente a la que también sometió a sus reflexiones porque consideraba que «El feminismo no ha llegado al fondo del problema: la opresión a la que el hombre ha sometido a la mujer. Y debe ser liberada ya que no es considerada como ser humano, sino que ha quedado relegada a un segundo plano» –Segundo sexo–, ha sido reducida a objeto sexual para satisfacción del hombre».
No sólo desde el plano de la prosa ensayística se volcó Beauvoir a la batalla, también defendió sus tesis desde el lenguaje de la ficción, en el costado de las bellas letras, así escribió su primera novela La invitada ( L´ invitée ), que apareció en1943. Abandonó su condición de docente, para lanzarse al campo de las ideas y de la literatura, en publicaciones como la revista dirigida por Sartre Les Temps modernes , al tiempo que enriquecía sus conocimientos teóricos en la praxis de sus viajes, junto a Jean Paul, por otros países de Europa, Estados Unidos, la antigua Unión Soviética, China y Cuba.
Incansable en la defensa de sus ideas, esa mujer nacida en 1908, firmaría en 1971, el famoso manifiesto de las 343 intelectuales a favor de la despenalización del aborto y, luego, desde 1972 se integró al Movimiento para la Liberación de la Mujer.
Durante su vida, que concluyó en 1986, realizó también un intenso activismo ideológico sin abandonar su ejercicio literario como lo testimonian sus obras La sangre de los otros (1944), Todos los hombres son mortales (1947), El segundo sexo (1949), que sería el best seller de su producción, Los mandarines (1954), novela por la que recibió, en Francia, el Premio Goncourt, así como otras obras más personales y autobiográficas entre las que se encuentran sus Memorias de una joven formal (1958) y La plenitud de la vida (1960), La fuerza de las cosas (1963), Una muerte muy dulce (1964), en la que aborda el tema de la muerte de su madre, y por último La mujer rota (1967).
Fuente: CUBARTE