Ponencia presentada en la 16ª Universidad de Verano del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) celebrada del 25 al 28 de agosto de 2024 en Port Leucate.
Un espectro recorre el mundo: el espectro de la eco-ansiedad. No se trata simplemente de un efecto mediático, ni de un sentimiento propio de los países industrializados ricos, ni de las y los ciudadanos con un alto nivel educativo; es un sentimiento global y cada vez más extendido, lo que significa que la crisis ecológica está barajando de nuevo las cartas. Para todos los perdedores del sistema capitalista, ya no se trata sólo de luchar por una vida mejor, sino de luchar por salvar a la humanidad en su carrera hacia el abismo.
El enfoque dominante es el de la colapsología. Pero los argumentos de los colapsólogos plantean interrogantes y adolecen de importantes defectos:
– No hay clases sociales ni responsables identificados; ahora bien, podríamos ser colapsistas y apuntar a los responsables.
– Los seres humanos son fundamentalmente responsables por derecho propio, lo que va en contra de las teorías de la evolución y del enfoque científico, es decir, materialista.
– El punto de no retorno nunca está claramente definido.
Mi discurso no es una verdad, sino el estado de mis reflexiones con la voluntad de ser coherente y de basarme en los trabajos de los antropólogos y arqueólogos, pero también en los de los biólogos evolutivos. Mi enfoque es similar al del historiador Jérôme Baschet: “Adoptar una perspectiva histórica significa acabar con la ilusión de que los fenómenos son naturales”. Esto supone también definir la crisis ecológica para determinar su origen.
Algunas palabras sobre la crisis ecológica
La crisis ecológica tiene dos dimensiones que están interconectadas a todos los niveles (en su origen, sus consecuencias y sus interacciones):
– Una crisis climática que se inscribe en el problema de los límites planetarios: ¿está el ser humano sobrepasando los límites? ¿Existen límites?
– Una crisis de la biodiversidad que podría desencadenar el colapso del mundo viviente.
Lo que sí sabemos (es un consenso científico) es que esta crisis ecológica es consecuencia de la actividad humana. No hay causas externas.
Cabe preguntarse qué nombre debe darse a este periodo de crisis: ¿el Antropoceno o el Capitaloceno? Aunque la pregunta es pertinente, plantearla tal cual (contraponiendo los dos términos) lo es menos. Ambos términos tienen su parte de ambigüedad.
Antropoceno puede implicar que esta crisis es producto de la humanidad como tal, y por tanto borrar las muy diferentes responsabilidades de las clases dominantes y dominadas. Y plantear el problema de este modo pasa por alto la cuestión de por qué y cómo hemos llegado hasta aquí, y puede llevarnos por la pendiente de la naturaleza humana, alimentando pensamientos de colapso (“De todos modos, ya es demasiado tarde”). Pero el término también es pertinente en el sentido de que plantea cuestiones sobre el funcionamiento de las sociedades humanas, más allá del reciente periodo del capitalismo.
Capitaloceno puede implicar que el origen de la crisis es el capitalismo, cuando tantos elementos indican que el problema es anterior al capitalismo. Y plantear el problema de esta manera también ignora la cuestión de cómo y por qué hemos llegado a donde estamos. También puede llevarnos a creer que el cambio político y económico es todo lo que se necesita para resolver la crisis de forma rápida y fácil, lo que claramente no es el caso. El hecho es que el capitalismo es claramente un fantástico acelerador de la crisis ecológica. Podemos hablar de aceleración exponencial, lo que da cierta relevancia al término. Pero el capitalismo no es el único responsable acelerador de la crisis ecológica. De hecho, a través de la mercantilización de todos los seres vivos, está forjando una relación ecocida con el mundo.
La cuestión de los límites
Para resolver esta dificultad, es esencial examinar los orígenes de la crisis y el lugar especial que ocupa la especie humana dentro del mundo vivo. Esto plantea la cuestión de los límites del desarrollo de una especie. Es evidente que el ser humano está sobrepasando esos límites.
Cambio climático, acidificación de los océanos, desequilibrios en los ciclos del carbono, el nitrógeno, el fósforo y el agua dulce, erosión de la biodiversidad: todo está interconectado.
Esta cuestión de los límites tiene una historia reciente: Thomas Malthus (finales del siglo XVIII, principios del XIX), Paul Ralph Ehrlich, que no debe confundirse con Paul Ehrlich (La bomba P, 1968) y Dennis Meadows (Los límites del crecimiento, Club de Roma, 1972).
Malthus cometió tres grandes errores:
– La demografía se considera exponencial (véase más adelante).
– Los recursos son limitados. No vio que la humanidad fabrica sus recursos mediante el trabajo y la tecnología. La cuestión principal son las consecuencias (en términos de límites planetarios) de producir recursos sobreexplotando el planeta. Mucho antes de agotar los recursos, la humanidad desestabiliza la biosfera por las consecuencias de las formas en que se utilizan los recursos. Por cierto, por eso la energía nuclear no puede ser (ni siquiera temporalmente) una solución a la crisis energética; al contrario, sólo puede agravarla.
– Se pone del lado de las clases dominantes e ignora sus responsabilidades.
Podemos perdonarle los dos primeros errores, ¡pero no el último!
No perdonamos a Ehrlich ni al matrimonio Meadows porque deberían haber sabido que no habría bomba demográfica. Ya en 1963, demógrafos como el ecologista estadounidense Barry Commoner advertían del inminente declive de la demografía humana.
¿Es el Homo sapiens una especie especial?
No existe ninguna diferencia natural entre nuestra especie, el Homo sapiens, y las demás especies vivas, ya sean vegetales o animales, pero sí una diferencia (significativa) de grado con consecuencias considerables.
Todas las especies, para sobrevivir, tienen que defender sus intereses y, por tanto, sobrepasan constantemente sus límites. Si los seres vivos han sobrevivido es porque existe un mecanismo de control que les impide ir demasiado lejos.
Pero esto ya ocurrió en el pasado. Durante la crisis devónica, hace 360 millones de años, se identificó que una de las causas era climática (enfriamiento generalizado del planeta), amplificada en gran medida (si no creada) por el funcionamiento de los organismos vivos: la diversificación de las plantas terrestres había provocado (¡sin límites!) un descenso importante del CO² en la atmósfera, reduciendo demasiado el efecto invernadero.
El mecanismo de control se puso en marcha un poco tarde, provocando una pérdida del 75% de las especies, preludio de la reanudación de la diversificación de los organismos vivos.
Este mecanismo es la selección natural. Cuando una especie sobrepasa sus límites (cambiantes y evolutivos), la penalización suele ser rápida.
El juego para las especies (en realidad, para los individuos dentro de su especie) consiste en encontrar todas las formas posibles de resistir a la presión de la selección: resistir a los cambios internos de la biosfera (sobre todo climáticos), resistir a la presión a escala individual (competencia intraespecífica), resistir a la competencia a escala de la especie (competencia con otras especies por el acceso a los recursos).
En el caso de la crisis devónica, el mecanismo no funcionó con la suficiente rapidez, porque se vio superado por la desbocada crisis climática. Esto puede recordarnos el presente…
Y en el juego de hacer frente a la presión de la selección, la especie humana ha demostrado tener un éxito prodigioso. En el mundo viviente, la selección natural ha favorecido el nacimiento y el desarrollo de instintos sociales (empatía, ayuda mutua) que han permitido oponerse a la selección natural. El error sería creer que la selección natural elimina a los más débiles, a los menos capaces, lo que fortalece a las especies e impulsa su progreso evolutivo. Esto puede parecer una suposición lógica, pero en realidad es una grave contradicción.
Es la presión de la selección la que se dirige a los más débiles y menos aptos, pero la especie ganadora es la que consigue conservar a sus más débiles y menos aptos; por varias razones:
– Conservar a los llamados débiles, inadaptados y marginales permite conservar la diversidad genética y cultural que nos da la capacidad de adaptarnos al cambio. Los débiles pueden ser portadores de una variación genética de interés insospechado que permita a la especie sobrevivir bajo una presión de selección nueva o específica. La población débil y marginal puede ser portadora de conocimientos culturales que serán vitales en determinados contextos.
– Conservar a alguien físicamente débil, pero que inventará la teoría de la relatividad, es muy útil para la especie, que logra esta hazaña gracias al desarrollo de sus instintos sociales.
– Conservar a los llamados débiles aumenta la cohesión social del grupo (el fuerte del momento se convertirá en débil algún día) y optimiza exponencialmente las capacidades colectivas de la especie.
– Y en este terreno (varias personas son infinitamente más fuertes que una sola), la especie humana ha tenido un éxito evolutivo sin precedentes. Podemos llamarlo éxito porque nuestra especie es la única lo bastante poderosa como para amenazar a todos los seres vivos y, por tanto, a sí misma. De momento, es una victoria pírrica: somos las víctimas de nuestro propio éxito.
El Homo sapiens es fundamentalmente cooperativo. Y Kropotkin tuvo razón contra Hobbes.
Los colapsólogos ven una inversión de la historia: inventan que el Homo sapiens es fundamentalmente egoísta para inventar que la crisis ecológica podría hacerlo cooperativo, cuando en realidad es fundamentalmente cooperativo y sus reflejos egoístas se apoderan de él en cuanto se establecen las sociedades de clases.
¿Por qué estamos en un callejón sin salida?
Se trata, pues, de determinar por qué la especie humana no ha puesto sus excepcionales competencias (sociales y, por extensión, cognitivas) al servicio de un mecanismo de control consciente que garantice su supervivencia.
Sabemos que las sociedades preindustriales, y especialmente las anteriores al Neolítico, destacaban por la variedad y diversidad de sus sistemas culturales. Estas sociedades no estaban exentas de violencia (no existe el buen salvaje del comunismo primitivo), pero lo que sí era constante era la invención y el mantenimiento durante largos periodos de mecanismos culturales de control del individualismo, que limitaban drásticamente las posibilidades de monopolio de los recursos por parte de individuos o minorías.
Estas sociedades tampoco estaban exentas de sobrepasar sus límites. Por ejemplo, fueron las poblaciones humanas del Paleolítico las responsables (en gran medida) de la desaparición de la megafauna en vastas zonas.
Pero estos impactos estaban limitados por el escaso número de humanos y sus limitadas capacidades técnicas. No se trata de una diferencia de naturaleza entre estas sociedades antiguas y las actuales, sino de una diferencia de escala.
El punto de inflexión se produjo con la aparición de las clases sociales dominantes que, al acaparar los recursos para sus propios intereses y romper así el cerrojo de los mecanismos de control del individualismo, arrastraron a todas las sociedades humanas a la deriva del productivismo sin límites, desencadenando en última instancia la crisis ecológica que hoy vivimos.
Y están llevando a la raza humana en dirección contraria a la evolución, que había seleccionado los instintos sociales de cooperación y ayuda mutua. El capitalismo no es progreso, sino el último avatar de un retroceso evolutivo.
Podemos situar este punto de inflexión hace entre 12.000 y 8.000 años (según la región del planeta). Las sociedades humanas han resistido a esta deriva (hasta nuestros días). E incluso en las sociedades que han entrado en este callejón sin salida (el 99% de las y los humanos actuales…), el comportamiento cooperativo nunca ha cesado. Toda la historia de las sociedades humanas es una historia de revoluciones contra las clases dominantes y, más ampliamente aún, de mantenimiento, diversificación y adaptación de sistemas culturales cooperativos. Se nos dice que el motor económico de nuestras sociedades industriales es el afán de lucro, ignorando todos los comportamientos no mercantiles y las inversiones individuales que son, de hecho, motores mucho más importantes del cambio social.
También es notable observar que este momento de transición a las sociedades de clases es también el momento de transición al modelo patriarcal.
Es hora de abordar una cuestión importante: ¿por qué este cambio? Si se produjo, fue porque representaba una ventaja evolutiva para las poblaciones afectadas. ¿Fue entonces fatal, como consecuencia determinada del proceso evolutivo de la especie?
Evidentemente, nos viene a la mente la correlación entre el desplazamiento hacia sociedades clasistas y patriarcales y la aparición de la agricultura como sistema económico dominante.
Así que tenemos una explicación de sentido común: agricultura = sociedad de clases = crisis ecológica. En resumen, ¡deberíamos habernos quedado como estábamos! ¡Era lo mejor!
Pero a menudo el sentido común no lo es… y la correlación no es una prueba.
En efecto, aunque ciertos sistemas agrícolas (cereales) hayan favorecido la deriva, ésta no es un producto fatal de la economía. Hay que reconocer que no tenemos (y puede que nunca tengamos) la clave del problema. Como mucho, podemos proponer una explicación que al menos tendrá el mérito de estimular la investigación: la ventaja evolutiva de las sociedades patriarcales controladas por una clase dominante es sin duda militar. Estas sociedades han sido mejores aplastando y eliminando a otras por la fuerza. En cierto modo, la aparición de la agricultura habría creado condiciones favorables para la deriva, pero sin ser una causa obligada.
Sin embargo, una ventaja evolutiva puede ser temporal y acabar convirtiéndose en una desventaja evolutiva. Se estima que una especie existe durante varios millones de años. Aunque se trate de una observación sobre el pasado de los organismos vivos y no excluya la posibilidad de un periodo más largo, lo cierto es que si nuestra especie no controla (rápidamente) la crisis ecológica, es muy probable que se quede muy atrás con respecto al tiempo medio de vida.
Y los sucesores inteligentes que, dentro de 10 millones de años, estudien el momento Homo sapiens se verían obligados a decir que la corta duración de la vida de las y los humanos era el signo de un callejón sin salida evolutivo y no de un progreso.
Si tenemos en cuenta la explicación de la ventaja militar, hay que reconocer que la fragilidad cultural de las poblaciones humanas para resistirla se basaba en una realidad: los instintos sociales de ayuda mutua y cooperación permanecían confinados al clan y a la tribu. Los demás no eran considerados humanos. Otro factor a tener en cuenta es que los sistemas culturales que controlaban el individualismo también conducían a formas de negación del individuo y, por tanto, de las libertades.
La reciente aparición del individuo no fomenta el individualismo y el egoísmo (sublimados en la creación de clases sociales dominantes), ¡sino todo lo contrario!
El proceso de civilización
La evolución de las sociedades humanas ha dado lugar a una realidad de hecho: las poblaciones humanas han pasado de unos pocos miles de individuos a 8.000 millones hoy y 9.000 millones mañana, lo que evidentemente cambia por completo el contexto.
Llegados a este punto, es importante abordar la cuestión del crecimiento demográfico. Lo hemos contemplado desde un ángulo positivo (el nacimiento de la humanidad como unidad simbólica).
Pero, ¿no es también o, sobre todo, el principal problema? Se trata del concepto maltusiano de la bomba P. La crisis ecológica se debe a que hay demasiados seres humanos. Esto suena a sentido común, pero una vez más, el sentido común conduce al sinsentido.
Hay dos razones para ello:
– Los humanos crearon sus propios recursos. Aunque todavía están limitados por los recursos básicos (el agotamiento de las materias primas y los límites energéticos), ahora sabemos que la mayoría de los problemas no provienen del número de humanos, sino de la forma en que impactan en la biosfera. Y, en particular, sabemos que las clases dominantes (el capitalismo actual) son (con diferencia) las principales responsables de la mala gestión de la biosfera. De hecho, la Tierra puede soportar fácilmente 10.000 millones de personas… sin que se produzca ninguna crisis ecológica, climática o de biodiversidad.
– El cambio demográfico está cambiando las tornas. Esto no fue previsto por los demógrafos antes de los años 70, y obviamente tampoco por los ecologistas. En todas partes, el ritmo de renovación de la población ya no está garantizado. Este fenómeno, que es una gran tendencia de origen social, se ve muy acentuado por la disminución de la capacidad reproductiva humana. La población humana disminuirá. Seguirá aumentando durante algunas décadas debido al efecto de retardo, pero después disminuirá drásticamente. La bomba P existe, pero en sentido contrario. Y esto va a plantear innumerables problemas.
Fue necesario un largo proceso de civilización para que el aumento de la población humana y su interconexión económica (globalización) desembocaran en la existencia simbólica de toda la especie como una única tribu, capaz de compartir los comportamientos de ayuda mutua, empatía y apoyo.
Evidentemente, esto plantea la cuestión del sentido de la historia (un proceso de civilización). Puede decirse que, en efecto, existe un sentido de la historia impulsado por dos factores fácticos: el aumento de la población (no pensamos lo mismo en 8.000 millones de personas interconectadas que en 200.000 poblaciones fragmentadas que se encuentran muy poco entre sí) y el aumento de los conocimientos impulsado por la acumulación de facultades pedagógicas, que nos permite alejarnos de las explicaciones no materialistas del mundo.
Así pues, el proceso de civilización es en realidad paradójico: se basa en la emergencia de la humanidad como entidad potencialmente interdependiente, pero esto se ha logrado a costa de la pérdida de los mecanismos de control del individualismo.
Por tanto, la crisis ecológica debe entenderse en términos de cuatro etapas, sabiendo que se trata más de un continuo que de etapas claramente separadas, y que estas etapas no implican una secuencia histórica mecánica. Si ninguna cosa es productode la nada, por lo que si la etapa 2 debe ser el producto de la etapa , la etapa 2 no es obligatoria en su forma. La especie podría no haberse asentado en el camino de una determinada etapa 2, sino en otra etapa 2, por lo que la etapa 3 no habría tenido lugar, o habría adoptado una forma completamente diferente.
Para entender cómo funciona esto, podemos fijarnos en la evolución de los primates. La especie de primate más cercana filogenéticamente al ser humano es el Bonobo. Esta especie es cooperativa, no violenta, no competitiva, no jerárquica y utiliza la sexualidad como mediación social, mientras que nuestra especie humana es (¡actualmente!) competitiva, jerárquica, violenta y patriarcal (¡la única especie de primate cuyos machos pueden matar a las hembras!). El ancestro común de estas dos especies evolucionó en dos direcciones completamente opuestas.
Las cuatro etapas de la crisis ecológica, considerada como una crisis de superación de los límites, son las siguientes:
– La superación de los límites proviene del propio funcionamiento de los organismos vivos. En otras especies, la superación (permanente) de los límites tiene un alto precio, y la selección natural no tarda en llamarles al orden. A falta de recursos suficientes debido a la superación de los límites, la especie declina hasta alcanzar el nivel en el que ya no ejerce demasiada presión sobre sus recursos.
– En el Homo sapiens, la evolución ha conducido al desarrollo de instintos sociales y, en un proceso dialéctico, al desarrollo de capacidades cognitivas, un desarrollo que al mismo tiempo va en contra de la selección natural: es el principio reversivo de la evolución. La primera cerradura se abre, y la especie humana puede producir sus propios recursos mediante su propio trabajo. De ser un simio desnudo, presa de los grandes depredadores, el Homo sapiensha pasado a ser dominante y superdepredador.
– Sus habilidades deberían haberle permitido gestionar sus límites de forma organizada y cooperativa (tenía todo lo que necesitaba para hacerlo, ya que la superación de los límites estaba impulsada a su vez por sus habilidades sociales), pero el paso a las sociedades de clases, cuyo funcionamiento depende de los intereses de las clases dominantes y no de los intereses colectivos de sus miembros, significa que se ha roto el segundo cerrojo: la crisis ecológica se avecina, y el proceso está fuera de control, o al menos el control es cada vez más difícil.
– El capitalismo es la cuarta etapa. Esta forma de organización tiene dos consecuencias: a través del proceso de alienación del trabajo, la gran masa de seres humanos ya no tiene ningún control sobre su relación con la naturaleza y el capitalismo aumenta exponencialmente la presión sobre los recursos, provocando el mal funcionamiento del sistema terrestre, lo que conduce a la crisis ecológica perceptible y omnipresente: la crisis climática, la crisis de la biodiversidad. Llegados a este punto, las cosas podrían descontrolarse y conducir a la desaparición de la especie humana y de muchas otras junto con ella.
Si tenemos la explicación del problema de la crisis ecológica, también tenemos las claves de la salida: la aparición de la especie Homo sapiens está fechada hace unos 300.000 años, y su deriva en una dirección contraria al interés colectivo de sus poblaciones hace unos 12.000 años, es decir, el 4% de su existencia. Hoy somos portadores de un capital genético y cultural (en coevolución) que se ha ido acumulando a lo largo del 96% de la existencia de nuestra especie. ¡Así que no hay razón para sorprenderse por la fuerza y el mantenimiento de nuestros comportamientos y habilidades sociales y cooperativas!
Una conclusión provisional
La salida de las sociedades de clases y, por tanto, del capitalismo es posible y puede permitirnos salir de la crisis ecológica. Es una condición necesaria, aunque no sea suficiente. Hará falta un gran esfuerzo material y, sobre todo, intelectual para conjurar el peligro. Y cuanto más tarde ocurra, más difícil será.
Si no me equivoco, las condiciones objetivas nunca han sido tan favorables, y sólo en los albores del siglo XXI empiezan a serlo.
Por supuesto, habrá una objeción: en un momento de ascenso del fascismo a escala planetaria, ¿podemos pensar que las condiciones objetivas son favorables para salir del periodo de las sociedades de clases?
Es cierto que el periodo anterior (del siglo XIX a mediados del XX) conoció una clase obrera concentrada, que contribuyó a crear condiciones objetivas favorables. Pero esto pasa por alto el hecho de que la mayoría de las sociedades durante este período eran rurales, lo que contribuyó a las condiciones objetivas desfavorables. En Francia, en 2024, seguirá habiendo menos de 400.000 agricultores y las sociedades serán cada vez más urbanas.
El ascenso del fascismo puede considerarse un fenómeno reaccionario en sentido histórico. Frente a los movimientos telúricos que las amenazan, las clases dominantes se defienden ferozmente y vuelven a buscar en el fascismo una solución de emergencia.
Pero me parece que hay que pensar en otro problema: la idea del socialismo ha sido profundamente alterada por las imposturas producidas por el fracaso de las esperanzas de la revolución francesa. E incluso la idea de república (ciudadanía soberana) ha sido alterada por la impostura burguesa, lo que ha provocado un déficit en la imagen de la democracia.
Una impostura burguesa que ha reducido a la nada el principio de Liberté Egalité Fraternité. Robespierre fue asesinado cuando dijo que la revolución estaba abocada al fracaso porque estaba “sustituyendo el poder de la sangre por el poder del dinero”.
La impostura socialdemócrata. Ya no hay reformismo. Ha sido sustituido por una adhesión al capitalismo por parte de los partidos de la clase obrera.
La impostura estalinista representó una contrarrevolución 10 años después de la muerte de Lenin. El punto de inflexión fue el exilio de Trotsky. Ya no había socialismo en la sociedad estalinista.
¿Cómo salir de esta situación?
En el debate entre Hans Jonas (La heurística del miedo) y Ernst Bloch (El principio esperanza), comprenderán que me ponga del lado de Bloch.
Creo que el socialismo debe reconstruirse en torno a sus valores históricos:
– Una sociedad democrática, con más democracia, no menos: combinando democracia directa y democracia representativa, no oponiéndolas, e integrando referendos o votaciones.
– Una sociedad igualitaria, con una renta máxima aceptable y una riqueza máxima aceptable.
– Y, por tanto, una sociedad fraternal.
La cuestión ecológica se convierte entonces en central. Es la crítica absoluta del capitalismo, estructuralmente incapaz de resolverla.
Referencias:
Estas son las fuentes en las que me he basado para este texto (tanto positivas como negativas). Se presentan en el orden cronológico de mis lecturas (2014-2024).
¡Mi más sincero agradecimiento a quienes tanto me han ayudado con sus reflexiones y objeciones en las numerosas discusiones individuales y en grupo!
La
6e extinction, comment l’homme détruit la vie. Elizabeth Kolbert. La librairie Vuibert. 2014
Biodiversité, l’avenir du vivant. Patrick Blandin. Albin Michel. 2010
L’archipel de la vie. Jacques Blondel. Buchet Chastel. 2012
Philosophie de la biodiversité. Virginie Maris. Buchet Chastel. 2016
Biodiversité: vers une 6e extinction de masse. Billé, Cury, Loreau, Maris. La ville brûle. 2014
Darwin et le Darwinisme. Patrick Tort. Que sais-je ? Puf
La face cachée de Darwin, l’animalité de l’homme. Pierre Jouventin. Libre et Solidaire. 2014
De Darwin à Lévi-Strauss. Pascal Picq. Odile Jacob. 2013
Une planète trop peuplée? Angus et Butler. Ecosociété. 2014
L’entraide, un facteur de l’évolution. Pierre Kropotkine. Aden Belgique. 2015
L’évènement anthropocène. Christophe Bonneuil et Jean-Baptiste Fressoz. Seuil. 2016
Darwinisme et Marxisme. Anton Pannekoek et Patrick Tort. Arkhé. 2011
Sommes-nous tous voués à disparaître? Eric Buffetaut. Le Cavalier bleu. 2012
Théorie du sacrifice. Patrick Tort. Belin. 2017
L’impossible capitalisme vert. Daniel Tanuro. La découverte. 2010
L’intelligence des limites. Patrick Tort. Gruppen. 2019
Evolution, la grande aventure du vivant. Steve Parker, Delachaud et Niestlé. 2018.
Par-delà nature et culture. Philippe Descola. Folio. 2005
L’extinction d’espèce, histoire d’un concept et enjeux éthiques. Julien Delord. MNHN 2010
Raviver les braises du vivant. Baptiste Morizot. Actes Sud 2020
Biodiversité, le pari de l’espoir. Hervé Le Guyader. Le Pommier. 2020
La symphonie inachevée de Darwin. Kevin Laland. La découverte. 2022
Trop tard pour être pessimistes! Daniel Tanuro. Textuel. 2020
Les paradoxes de la nature. Frédéric Thomas et Michel Raymond. Humen Sciences. 2022
Une brève histoire de l’extinction en masse des espèces. Franz Broswimmer. Agone. 2010
Les harmonies de la nature à l’épreuve de la biologie. Pierre-Henri Gouyon. Quae. 2020
L’origine des espèces. Charles Darwin. Flammarion. 2008
La filiation de l’homme. Charles Darwin. Honoré Champion. 2013
Introduction à l’évolution. Carl Zimmer. De Boek. 2012
Comprendre la notion d’espèce. Philippe Lherminier. Ellipses. 2018
Lettres sur les sciences de la nature. Marx et Engels. Editions sociales. 1973
Ecosocialisme. Mickaël Löwy. Mille et une nuits. 2011
Voyage dans l’anthropocène. Claude Lorius et Laurent Carpentier. Actes Sud. 2010
Le Marxisme ouvert et écologique de Mickaël Löwy. Arno Münster. L’Harmattan. 2019
Dialectique de la nature. Friedrich Engels. Editions sociales. 1952
Guide critique de l’évolution. Guillaume Lecointre. Belin. 2021
Qu’est-ce que le matérialisme? Patrick Tort. Belin. 2007
Planète vide. Darrell Bricker y John Ibbitson. Les arènes. 2019
Une planète trop peuplée, le mythe populationniste. Ian Angus et Simon Butler. Ecosociété. 2014
L’odyssée des gènes. Evelyne Heyer. Flammarion. 2020
Au commencement était…une nouvelle histoire de l’humanité. David Graeber et David Wengrow. Les liens qui libèrent. 2021
Les dix millénaires oubliés qui ont fait l’histoire. Jean-Paul Demoule. Fayard. 2017
Et l’évolution créa la femme. Pascal Picq. Odile Jacob. 2020
Homo domesticus. James C. Scott. La Découverte. 2019
Avant l’histoire. Alain Testart. Gallimard. 2012
Evolution, la grande histoire du vivant. Steve Parker. Delachaux et Niestlé. 2018
Une histoire des civilisations. Jean-Paul Demoule, Dominique Garcia et Alain Scnapp. La Découverte. 2018
La vie large, Manifeste écosocialiste. Paul Magnette. La Découverte. 2022
Le vivant et la révolution. Bram Büscher et Robert Fletcher. Actes Sud. 2023
Ecologie et Socialisme. Mickaël Löwy et Al. Syllepse. 2005
L’homme peut-il accepter ses limites. Bœuf et Al. Quae. 2017
Rien n’est joué. Jacques Lecomte. Les arènes. 2023
Sapiens face à Sapiens. Pascal Picq. Champs. 2019
Démystifier le vivant. Guillaume Lecointre. Un monde qui change. 2023
L’homme, cet animal raté. Pierre Jouventin. Libre et solidaire.2020
La collapsologie ou l’écologie mutilée. Renaud Garcia. L’échappée. 2020
Les limites planétaires. Aurélien Boutaud et Natacha Gondran. La découverte. 2020
Gouverner la biodiversité. Vincent Devictor. Quae 2021
Pour sauver la planète, sortez du capitalisme. Hervé Kempf. Seuil. 2009
L’encerclement. Barry Commoner. Seuil. 1972
Ecofascismes. Antoine Dubiau. Grevis. 2022
Comment les riches détruisent la planète. Hervé Kempf. Seuil. 2007
La nature contre le capital. Kohei Saïto Syllepse. 2021
Les chasseurs cueilleurs ou l’origine des inégalités. Alain Testart. Gallimard 2022
Extinctions, du dinosaure à l’homme. Charles Frankel. Seuil. 2016
Comment tout peut s’effondrer. Pablo Servigne et Raphael Stevens. Points. 2021
Les européens et leurs valeurs. Pierre Bréchon. 2023
L’âge de l’empathie. Franz de Waal. 2010
Les limites planétaires. A. Boutaud et N. Gondran. 2020
Frédéric Malvaud, nacido en 1956, es militante ecologista desde hace varias décadas. Ha ocupado, y sigue ocupando, responsabilidades nacionales o regionales en importantes asociaciones ecologistas (generalistas o especializadas en la protección y el estudio de la biodiversidad). Ha sido miembro del Consejo Científico Regional del Patrimonio Natural (Alta Normandía) y Presidente del Consejo Científico de la Reserva del Estuario del Sena. Su campo favorito es el estudio de la avifauna (ornitología). Está jubilado de la enseñanza. Vive en Normandía, en la región de Cotentin (departamento de Manche). Se unió al grupo «Naturalistes des terres» desde su creación.
Fuente: https://vientosur.info/en-los-origenes-de-la-crisis-ecologica/