AFP / Francisco Leong. Antonio Granadeiro, de 64 años de edad, junto a uno de los terrenos de su propiedad en Alpalhao, en la región central portuguesa del Alentejo, golpeada por una grave sequía En los confines del Alentejo, en el centro de Portugal, un ganadero que ya perdió veinte vacas desde el fin del […]
AFP / Francisco Leong. Antonio Granadeiro, de 64 años de edad, junto a uno de los terrenos de su propiedad en Alpalhao, en la región central portuguesa del Alentejo, golpeada por una grave sequía
En los confines del Alentejo, en el centro de Portugal, un ganadero que ya perdió veinte vacas desde el fin del verano, observa con tristeza el prado amarillento y reseco donde pastan sus animales.
«Nunca he visto una sequía igual», asevera con impotencia Antonio Granadeiro, ganadero de 64 años en Alpalhao, a unos 30 kilómetros de la frontera con España, en medio de estanques secos y un suelo duro y agrietado.
El país vive su sequía más prolongada en la historia según los meteorólogos, con el 94% en situación de «sequía extrema».
«Todos los días consulto el tiempo, esperando que por fin llueva, aunque ya no creo que ocurra», refunfuña este hombre moreno con el rostro marcado, que fuma sin parar.
«¡Mira!», dice señalando el pequeño río Figueiro, un afluente del Tajo que fluye por un extremo de su terreno, completamente seco.
«Nunca había visto esto. ¡Ni una gota de agua!», exclama con desespero el ganadero, obligado a abrevar a sus 800 vacas con el suministro de toneladas de agua con camión cisterna.
«Pero mi principal preocupación es alimentar a mis bestias. Compré heno para aguantar hasta febrero, pero las existencias están ya casi agotadas», afirma.
Como las vacas no consiguen alimento al pastar, Granadeiro se ha visto forzado a sacar su provisión de forraje para el invierno, ya mermado.
– Un año totalmente diferente –
«Perdí 20 bestias, atacadas por garrapatas», lamenta. Aunque formalmente no se ha establecido una relación con la sequía, para él no hay dudas. «Los terrenos están secos y las garrapatas no mueren, y continúan propagando enfermedades», dice.
Un agricultor vecino, Joao Curvo, constata por igual la situación: «Es un año totalmente diferente. Estamos en camiseta y normalmente en esta época del año estaríamos más abrigados».
«¡Mira estas aceitunas! Muchas maduraron a principios de octubre, cuando lo habitual es que lo hagan a fines de noviembre», señala.
Las aceitunas maduras que no son recogidas «caen y se secan rápidamente y luego ya no se pueden recolectar», afirma.
Para salvar la cosecha, debió recoger más temprano de lo habitual.
«Pero hará falta hacerlo una segunda vez o terminar la recolección a mano, golpeando los olivos con un palo para que caigan las últimas aceitunas. Nos tomará el doble del tiempo», suspira.
– Situación dramática -Al igual que en el Alentejo, todo el territorio continental portugués sufre una sequía «severa» o «extrema», según el Instituto Portugués del Mar y la Atmósfera (IPMA).
El pasado octubre fue el más caliente desde 1931, desde cuando se recopilan datos comparables.
Esta situación ha desecado los suelos, fenómeno que se ha acentuado en noviembre, particularmente en el sur del país, donde la cantidad de agua cayó por debajo del 20% en algunas zonas, según el IPMA.
«El problema de la sequía actual es que tendrá repercusiones más allá de este año», explica a la AFP Fremelinda Carvalho, presidenta de la Asociación de Agricultores de Portalegre (centro), que representa a unos 3.800 profesionales de la región.
«El año pasado ya hubo poca agua. Las reservas de agua están en camino de desaparecer», indica, precisando que hará falta que llueva por mucho tiempo para recuperar los niveles de agua de años precedentes.
La sequía contribuyó además al año negro del país en cuanto a incendios, que dejaron 109 muertos y devastaron 442.000 hectáreas de vegetación hasta finales de octubre.
Afecta también el suministro de algunas poblaciones. En Viseu, a 300 kilómetros al norte de Lisboa, la situación es crítica.
El fin de semana un centenar de camiones cisterna transportaron agua de una represa a 60 kilómetros de distancia a otra más cercana que alimenta esta ciudad de casi 100.000 habitantes.
«Es una situación dramática. Ni siquiera me atrevo a imaginar que no llueva en los próximos días», dice Carvalho.
Fuente: AFP