En el barrio de Palermo, la cooperativa El Ceibo lleva adelante un proyecto para recuperar los residuos sólidos urbanos. Gracias a la participación de los vecinos, la iniciativa ya está generando ingresos a 42 familias que antes vivían del cirujeo.
En el barrio porteño de Palermo, la cooperativa El Ceibo desarrolla desde hace un año un programa socioambiental que tiene como fin la recuperación de residuos sólidos urbanos. Gracias a la participación de los vecinos, 42 familias integradas por 260 personas ya están viviendo de esta actividad.
«El proyecto es una experiencia piloto que apunta a generar trabajo digno y conservar el medio ambiente. Ponemos el énfasis en la separación de la basura en su origen, es decir, el vecino es quien debe tomar conciencia y cambiar sus hábitos», cuenta Cristina Lescano, socia y coordinadora de El Ceibo, una cooperativa fundada por los mismos recolectores callejeros para participar en forma directa y legal de esta actividad.
El ciclo de reciclaje comienza en cada vivienda, donde se separan los vidrios, el plástico y los cartones y papeles. Según la frecuencia coordinada con el vecino, los recuperadores retiran estos residuos y los trasladan a un centro de acopio ubicado en Retiro, donde se hace la separación final antes de su venta.
La red de trabajadores está integrada además por promotores ambientales, jóvenes que están finalizando la escuela secundaria, que son quienes se acercan a los vecinos para convencerlos de sumarse a la iniciativa.
Por ahora, el programa, que cuenta con el apoyo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se aplica en 53 manzanas de Palermo, ubicadas entre las calles Santa Fe, Córdoba, Godoy Cruz y Julián Álvarez. Pero la idea, según explica Lescano, es extenderlo a todo Palermo y que a su vez, otros barrios los imiten.
El problema de la basura es cada vez mayor. Desde 1990, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires prácticamente ha duplicado la cantidad de residuos que genera su población. En 2000, se produjeron casi dos millones de toneladas. A pesar de que en la actualidad la totalidad de los mismos son enterrados para su disposición final, cerca del 50 % de dichos residuos pueden ser separados y reciclados, sin dañar el medio ambiente.
Con esta iniciativa, se permite a los sectores pobres dedicados a tareas de cirujeo participar en forma directa en la venta de lo recolectado con su trabajo, evitando a los grandes acopiadores y logrando su reinserción en el campo laboral.
«Los vecinos se quejan de la rotura de las bolsas de residuos en las puertas de sus casas y por otro lado, los recolectores informales o cirujas viven marginados. Esta es una buena forma de cambiar de adentro hacia afuera», resume Lescano.
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