Como probablemente, así lo esperamos y deseamos, se anunciarán y prepararán otras convocatorias de huelgas, acciones y manifestaciones, quizá valga la pena detenerse sobre los motivos que, desde coordenadas de izquierda no sumisa, se han esgrimido para no apoyar la convocatoria de huelga de los trabajadores de la Administración del pasado 8 de junio. David […]
Como probablemente, así lo esperamos y deseamos, se anunciarán y prepararán otras convocatorias de huelgas, acciones y manifestaciones, quizá valga la pena detenerse sobre los motivos que, desde coordenadas de izquierda no sumisa, se han esgrimido para no apoyar la convocatoria de huelga de los trabajadores de la Administración del pasado 8 de junio.
David Cotilla [DC], un profesor de enseñanza secundaria de Lengua y Literatura, en un artículo escrito desde esas coordenadas críticas -«¿Por qué nadie pregunta los motivos a quienes no han secundado la huelga?», Rebelión, 11 de junio de 2010 [1]-, apuntaba con enorme documentación algunas de esas motivaciones. Las resumo esperando no traicionar el sentido argumentario crítico del autor:
Nadie, salvo pequeños espacios minoritarios, ni siquiera la inmensa mayoría de los medios independientes, han dado voz a los que no secundaban la huelga para preguntarles por los motivos de su falta de apoyo a la concentración. El no rotundo a la huelga de muchos funcionarios, en opinión de DC, no ha sido un sí a la política de recortes o un simple y llano conformismo. En absoluto. Ha sido un no doble: un NO a la política de recortes de Zapatero y un NO a los sumisos sindicatos que «sólo organizan una huelga de funcionarios para lavarse la cara ante la sociedad».
¿Por qué no han movilizado antes, pregunta DC? Su respuesta: porque haber convocado una huelga general con 4 millones de parados hace, pongamos, seis meses no les habría permitido, entre otras cosas, cobrar las ingentes cantidades de dinero extra que han ingresado algunos sindicatos en concepto de «participación en los órganos consultivos del Ministerio de Trabajo e Inmigración, de sus organismos autónomos y de las entidades gestoras de la Seguridad Social» (BOE de 24 de febrero de 2010, p.18101). De este vértice desconocido, David Cotilla da los siguientes datos: CEOE 1.804.638 euros; UGT 1.075.269 euros; CC.OO. 922.609 euros. Entre ambas fuerzas sindicales, dejemos aparte la CEOE, ¡dos millones de euros!. Para DC, no se entiende que «se pida que nos manifestemos sólo nosotros, los funcionarios, por una bajada del 5% del sueldo» cuando millones de trabajadores están sin trabajo. Somos «nosotros los que nos enfrentamos al resto de la sociedad en vez de toda la sociedad en conjunto contra políticos, grandes capitales, bancos y defraudadores en general». Aunque podamos no seguirle en ese «políticos», así, en general, podemos entender a qué quiere referirse.
Por lo demás, prosigue DC, el 23% de fraude fiscal que existe en España se acaba volviendo también en contra de los trabajadores «que, incapaces de mantener a sus familias con 400 euros de ayuda una vez agotado el paro, trabajan en algunas ocasiones sin contrato». El caso, añade DC, es » no acusar al gran empresario que echa a cientos de trabajadores a la calle para mantener sus beneficios y cuando le urge contrata sin papeles a gente que está en paro, ahorrándose así la seguridad social, engordando el fraude fiscal…».
Por si fuera poco, los sindicatos -creo que DC se refiere estrictamente a CCOO y UGT, del CSIF no espera nada- no han criticado todo esto ni en la preparación ni en el desarrollo de la huelga. Es más, añade, «ni siquiera han criticado que el Gobierno quiera rebajar el déficit público, algo muy contraproducente en una época de crisis y en un caso como el español con más del 20% de paro».
Tampoco, comenta críticamente DC, han llamado la atención los convocantes sobre las grandes fortunas. No han nombrado las SICAV de Amancio Ortega y la Duquesa de Alba. Mucho menos la fortuna de la Corona Española, cuyos asignación anual está libre de impuestos, «además de suponer una de las escasas monarquías del mundo cuyas cuentas no son públicas, es decir, nadie sabe donde se lo gastan».
Aún más, prosigue David Cotilla: desde todos los medios de comunicación e incluso desde los sindicatos, se intenta hacer creer a la ciudadanía que las medidas llevadas a cabo por el gobierno Zapatero son las mismas que se están imponiendo en el resto de países europeos. No es el caso, en su opinión. Reino Unido y Alemania han impuesto tasas a las transacciones bancarias, algo que no ha hecho el Gobierno español, y el gobierno británico, con el muy conservador David Cameron a la cabeza, es elogiado por DC porque «ha planteado un debate a toda la sociedad para tratar el tema de los recortes, algo muy distinto a las maneras de nuestro presidente».
Los sindicatos, otra arista crítica más, ni siquiera quieren hablar del FROB, del Fondo de Reestructuración Organizada Bancaria que cuenta con 9.000 millones de euros: de ellos 6.750 millones son públicos, concedidos por el estado «a partir de todos los impuestos de los ciudadanos que declaran a Hacienda, y cuya cantidad se está destinando a las fusiones de las cajas de ahorro».
Por todo eso, y por muchas otras razones, resume DC, muchos funcionarios no han ido a la huelga, «porque entendíamos que no eran las formas; que no queríamos ser conejillos de indias para lavarle la cara a los sindicatos haciéndole ahorrar de paso unos millones al gobierno y teniéndonos que enfrentar a una sociedad que no es capaz de organizarse por sí sola, sin sindicatos». En definitiva, concluye David Cotilla, «porque muchos de nosotros hemos comprendido que ir a la huelga era destructivo para la verdadera conciencia social y no ir era plenamente constructivo, un medio para conseguir un fin mayor».
No hace falta estar de acuerdo con todos los compases de la melodía para aceptar el tono general de la crítica. Otros nudos podrían señalarse: poca preparación de la huelga en algunos territorios del país; escasa combatividad el día de las movilizaciones; dificultades para combatir duras medidas cuando tiempo y tiempo se ha abonado por pactos, acuerdos y conversaciones entre «instituciones responsables» descalificando descortésmente otras posiciones.
Sin ocultar otros vértices desde luego. No debe ser fácil convocar huelgas con sabor de clase con sindicatos corporativos como el CSIF; no es conveniente olvidar el carácter ultraconservador de algunos sectores funcionariales privilegiados para los que nombrar a UGT y CCOO es como normar la bicha o Satanás enrabietado; los policías funcionarios, y cuerpos afines, no son precisamente seguidores fieles del Partido bolchevique. Etc.
Sea como sea, olvidando estos últimos nudos, no hay atisbo de duda que David Cotilla y los sectores que representan con sus análisis y opiniones, tienen razón en muchos aspectos. Aceptémoslos. La cuestión, el punto es en mi opinión ¿se infiere de toda esta razonable perspectiva crítica la corrección de la llamada a la pasividad ante las acciones convocadas por sindicatos poco combativos ciertamente, con prácticas como modélicas, de compleja composición, que han sido dirigidos durante años y años por líderes sindicales tan poco merecedores de admiración como Méndez o Fidalgo?
Creo que no, creo que hacerlo es hacer el juego a quienes no merecen compañía en sus desmanes ni en sus intentos de aplastar aún más los derechos y situación de los trabajadores de este país. Desde luego que las personas críticas, llenas de razones y de indignación justificada no lo pretenden, no quieren abonar ese sendero reaccionario, pero yo no creo que consigamos nada, nada de nada, yendo a trabajar llenos de indignación, boicoteando de hecho unas convocatorias que movilizan a miles y miles de trabajadores, a millones incuso, y que hoy pro hoy, con los matices necesarios, representan el único camino transitable de resistencia real, efectiva, en las empresas, en la Administración, en las calles, contra los ataques impíos e inhumanos del fundamentalismo neoliberal incontrolado y de sus máximos representantes. En mi opinión, hay que aunar esfuerzos, todos los posibles, intentando tensar la cuerda hacia las posiciones de la izquierda crítica.
En síntesis: de esas criticas razonables no se infiere la pasividad hacia convocatorias poco estimulantes, sino la participación crítica y activa para conseguir mayores estímulos, mayores niveles de participación, tenacidad en el combate por la defensa de posiciones básicas y esenciales. Otras luchas sindicales son posibles; la sal de la tierra de los asalariados ibéricos abona esa esperanza.
Es muy probable que Lenin exagerara en sus críticas al izquierdismo. Desgraciadamente, las palabras las usamos a veces para descalificar y no para argumentar en la lucha sindical y política. Pero, tal como están las cosas, lloviendo como llueven férreas piedras de toneladas, lo esencial es, desde mi punto de vista, sin ocultar críticas, sin taparse la boca ni quedarse mudos, ampliar todo lo que podamos los círculos de la resistencia. Nos va la vida en ello. No es broma, no es sólo el verso de una inolvidable canción de Silvio Rodríguez.
Nota:
[1] http://www.rebelion.org/
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