Las personas que viven cerca de explotaciones de ‘fracking‘ tienen más posibilidades de beber agua contaminada con gases como metano, propano o etano, según un estudio que hoy se publica en la revista PNAS. Los autores, liderados por Robert Jackson, de la Universidad de Duke, analizaron 141 pozos que surten de agua potable a habitantes […]
Las personas que viven cerca de explotaciones de ‘fracking‘ tienen más posibilidades de beber agua contaminada con gases como metano, propano o etano, según un estudio que hoy se publica en la revista PNAS. Los autores, liderados por Robert Jackson, de la Universidad de Duke, analizaron 141 pozos que surten de agua potable a habitantes de la región de Marcelus Shale, en Pensilvania (EEUU). Esta zona contiene grandes cantidades de gas de pizarra, un recurso que requiere aplicar técnicas de fracturación hidráulica para extraerlo. La técnica, que implica la inyección de grandes cantidades de agua a presión para reventar la roca y liberar el gas atrapado en ella, ha provocado recelos sobre sus riesgos medioambientales y para la salud.
El resultado del análisis de Jackson muestra que el 82% de los pozos analizados contenían metano y que la concentración del gas era seis veces superior en las casas que se encontraban a menos de un kilómetro de los lugares de extracción. Además del metano, que los investigadores de la Universidad de Duke ya habían encontrado con anterioridad, las nuevas prospecciones también encontraron proporciones más elevadas de etano y propano.
Aunque de momento se han realizado muy pocos estudios sobre la materia, no hay ninguno que haya relacionado la ingestión de agua contaminada con metano con ningún tipo de problema para la salud. Sin embargo, los investigadores señalan que la presencia de esos gases puede ser un indicio de otros problemas posteriores. Aunque en investigaciones anteriores ellos mismos no han encontrado pruebas de mayores concentraciones de sales, metales o radiactividad en el agua de los pozos cercanos a las zonas de extracción de gas de pizarra, sugieren que la presencia de gas puede ser causada por fugas o roturas en los revestimientos de los tubos que trasportan el gas desde el interior de la tierra. «Así, los gases podrían ser la primera señal de contaminación, con las sales y los metales o los productos químicos del frackingllegando potencialmente después», afirman.
Ángel Cámara, catedrático de Ingeniería Química de la Universidad Politécnica de Madrid, señala que en los análisis se refleja la presencia de dos tipos de gas, uno de origen biológico, de menor edad, que no tendría que ver con las perforaciones y uno más antiguo, de origen termogénico, que sería el relacionado con el gas no convencional. Cámara, que también es decano del Colegio de Ingenieros de Minas del Centro de España y participó en la elaboración de un informe a favor de estudiar la explotación del gas de pizarra en España, reconoce que «los datos están ahí» y que «la mayor concentración del gas termogénico en el entorno del pozo se explicaría por una mala práctica».
Sobre la posibilidad de que los elementos químicos empleados para la fracturación llegasen también a los pozos, Cámara considera que es mínima, porque el gas es mucho más volátil mientras el líquido acabaría buscando el camino más fácil y se quedaría en el interior de la formación, a una profundidad mucho mayor que la de los pozos de agua potable.
Falta de estudios
Respecto a las implicaciones de su estudio, Jackson cree que los datos obtenidos por él y su equipo sugieren que las perforaciones han afectado al agua de algunos propietarios» y, en ciertos casos, asocia la presencia del gas con que los pozos se construyeron mal. Pese a que buscaron otros motivos para explicar la presencia de gases en el agua potable de los pozos, concluyeron que la distancia a las explotaciones de gas de pizarra eran el principal factor de influencia en la presencia de gas en el agua.
Pese a que ya se han perforado un millón de pozos, investigadores como Jackson recuerdan que «solo unos pocos estudios han examinado la relación entre calidad del agua potable y extracción de gas de pizarra» y recientemente, otro artículo publicado en la revista Science, hacía hincapié en la necesidad de trabajar para despejar las incógnitas que aún existen sobre esta técnica de extracción de gas para saber si los riesgos que implica son asumibles.