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¿Energía más limpia o más eficiente?

Fuentes: IPS/IFEJ

Las crecientes demandas mundiales de energía aumentan peligrosamente las emisiones de gases de efecto invernadero y, aunque hay nuevas inversiones en fuentes «limpias», se están ignorando tecnologías ya existentes para reducir el consumo energético. La energía es crucial para el desarrollo económico en un mundo donde alrededor de 1.600 millones de personas carecen de acceso […]

Las crecientes demandas mundiales de energía aumentan peligrosamente las emisiones de gases de efecto invernadero y, aunque hay nuevas inversiones en fuentes «limpias», se están ignorando tecnologías ya existentes para reducir el consumo energético.

La energía es crucial para el desarrollo económico en un mundo donde alrededor de 1.600 millones de personas carecen de acceso a la electricidad.

Mientras medios y gobiernos se centraron en surtirse de modo más verde y limpio –con biocombustibles, viento, sol e hidrógeno–, importantes mejoras en la eficiencia energética podrían reducir drásticamente las emisiones de gases invernadero, ahorrar dinero y proporcionar un espacio necesario para mejorar y desarrollar nuevas fuentes de energía.

Algunos científicos estiman que, para evitar el peligroso cambio climático, las emisiones mundiales de gases invernadero tienen que ser reducidas en alrededor de 60 por ciento (en relación a los valores de hoy) para 2050.

Se proyecta que la demanda mundial de energía aumente 50 por ciento de aquí a 2030, y que eso haga crecer 52 por ciento las emisiones de dióxido de carbono relacionadas con la energía, informó la Agencia Internacional de Energía en su Panorama Mundial de Energía 2005, considerado el informe definitivo sobre energía global.

Ese camino energético es insostenible, advierte la Agencia, exigiendo cambios mayores. «La necesidad de reducir notoriamente las emisiones de gases invernadero significa una revisión drástica de cómo producimos energía», dijo Christopher Flavin, presidente del no gubernamental Instituto Worldwatch, una organización ambiental estadounidense.

«Estamos enfrentando la mayor transformación económica desde la Revolución Industrial. Pocas personas fueron capaces de dimensionar el alcance y la amplitud de los cambios», declaró Flavin al ser entrevistado.

Será necesario hallar, a escala masiva, maneras alternativas de generar energía con poca o ninguna emisión de dióxido de carbono, mejorar la eficiencia y usar menos energía en general.

«Esto está comenzando a ocurrir en términos de energía eólica, solar y de biocombustibles, que crecen en una proporción de dos dígitos y ahora generan cerca de 10 por ciento de la energía mundial», dijo Flavin.

Sin embargo, la eficiencia energética en América del Norte fue postergada desde la crisis petrolera de los años 70. La Unión Europea es una excepción: allí, incluso antiguos edificios de apartamentos son iluminados por luces compactas fluorescentes de bajo consumo, equipadas con detectores de movimiento o temporizadores para encenderse solamente cuando es necesario.

Por contraste, las luces están prendidas las 24 horas, todos los días de la semana, en corredores y escaleras, así como oficinas y almacenes de toda América del Norte. Este otoño boreal, los países de la Unión Europea, que en materia energética ya son el doble de eficientes que Estados Unidos o Canadá, anunciaron un plan de acción para reducir otro 20 por ciento las necesidades de consumo para 2020.

«Es más fácil y más barato mejorar la eficiencia energética que producir más energía», aseguró Nathan Glasgow, consultante del Instituto Rocky Mountain, con sede en el central estado estadounidense de Colorado.

Las oportunidades de mejorar la eficiencia energética son casi infinitas, dijo Glasgow en una entrevista. El Instituto, presidido por el gurú energético Amory Lovins, diseñó programas para grandes y pequeñas empresas que disminuyeron drásticamente el uso de energía y ahorraron miles de millones de dólares.

Convertir carbón en una central eléctrica estadounidense en energía que enciende una lámpara incandescente tiene una eficiencia de apenas tres por ciento, según investigaciones del Instituto Rocky Mountain.

Las plantas eléctricas alimentadas a carbón gastan 70 por ciento de la energía que generan en forma de calor y las líneas de transmisión pierden otro 10 por ciento.

El calor residual de centrales estadounidenses que funcionan con carbón equivale a 20 por ciento más de energía que la que usa Japón para todo, escribió Lovins.

Tales ineficiencias representan cientos de miles de millones de dólares en Estados Unidos y más de un billón anual globalmente. Pero los gobiernos prefieren centrarse en construir nuevas centrales eléctricas o invertir en nuevas tecnologías, como las celdas de combustible de hidrógeno, pese a que ya existen herramientas para hacer mejoras más notorias en la eficiencia energética, según Glasgow.

La lámpara compacta fluorescente es una de ellas. Utiliza entre 70 y 80 por ciento menos de electricidad y dura de 10 a 13 veces más que una incandescente, y cuesta entre dos y cinco dólares.

«Se usan más lámparas fluorescentes en China que en Estados Unidos», afirmó Flavin.

India, China y otros países enfrentan un mundo muy diferente a medida que se industrializan, en el que hay menos petróleo y una necesidad de reducir la contaminación y las emisiones de gases invernadero, dijo.

«Ellos saben que su camino de desarrollo será diferente y que podría generar un salto adelante en la creación y adopción de nuevas tecnologías», agregó.

Ese camino significa usar menos energía mientras continúan creciendo económicamente, explicó Stephan Barg, alto consejero corporativo del Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible, con sede en la meridional ciudad canadiense de Winnipeg.

«La eficiencia no tiene que ver con hacer menos sino con obtener los servicios que queremos con menos energía», dijo Barg al ser entrevistado.

Irónicamente, Estados Unidos y Canadá pueden tener más problemas en hacer este ajuste que los países en desarrollo. «El modo como hemos organizado nuestras ciudades en América del Norte, con una expansión urbana insostenible, dificulta las mejoras en materia de eficiencia energética».

Durante la crisis de los años 70, Estados Unidos y Canadá desarrollaron fuertes programas de eficiencia energética, pero la mayoría cayó en desuso, expresó.

El gobierno de Canadá financió el desarrollo de un diseño de hogares energéticamente supereficientes en los años 70, llamados R-2000. Pero solamente unos miles fueron construidos, porque cuestan cinco por ciento más.

«Si Canadá hubiera adoptado el R-2000 como estándar de construcción para hogares, seríamos un país mucho más eficiente en materia de energía», aseguró.

Hasta ahora, los actuales gobiernos de Estados Unidos y Canadá se negaron a ordenar estándares más elevados en este sentido o a establecer políticas nacionales de eficiencia energética, como hicieron los países europeos.

La humanidad responde a crisis urgentes pero ignora las de largo plazo, dijo Barg. «Con el cambio climático estamos llegando a una crisis global. La pregunta clave es si seremos capaces de responder a tiempo».

«Los políticos y el público no comprenden la urgencia del problema del cambio climático», se lamentó.

* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales). Publicado originalmente el 21 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=39129