Recomiendo:
0

«Entre la opción del patrimonio natural y el desarrollo, debíamos preservar el patrimonio natural»

Fuentes: Portal Cubarte

En el encuentro auspiciado por la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO efectuado el 28 de octubre 2009. Querido amigo Van Hoff, Tan apreciada Doctora América Santos, Distinguidas amigas y amigos de la América nuestra y de todas partes del mundo. El deber de saludar expresado con la […]

En el encuentro auspiciado por la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO efectuado el 28 de octubre 2009.

Querido amigo Van Hoff,
Tan apreciada Doctora América Santos,
Distinguidas amigas y amigos de la América nuestra y de todas partes del mundo.

El deber de saludar expresado con la clasificación de lo que debo hacer ahora, me obliga a la brevedad, cosa bien difícil, sobre todo cuando hay tanto que se quiere decir, para sentar precedentes o marcar bien, como haría un león, su territorio.

La Doctora América Santos en sus palabras, ha expresado, primero en la preocupación inmensa de José Martí – hombre de visión amplia -, la urgencia de investigar para corregir lo que él llama la locura, el desenfreno de la propia naturaleza. Bolívar enfrentó ese drama y con palabras terribles en el famoso terremoto de San Francisco el día 4 de octubre, sobre las ruinas de aquel monasterio en Caracas, dijo: «si la naturaleza se opone a nosotros la enfrentaremos y la dominaremos». Era un gran desafío.

Quizás sí es un gran desafío ahora, cuando lentamente se va tomando conciencia de la problemática que representa para todas las naciones, sobre todo para los pequeños estados insulares como el nuestro, el cambio climático y la casi certeza de que será imposible concertar en breve, como no lo fue en Río ni en Copenhague, la voluntad mundial y de los líderes, para subordinar los intereses al bien común. Esto es lo más difícil.

Recuerdo que en una conferencia mundial a la que fui invitado, en que se planteaban los Objetivos del Milenio por parte de la UNESCO,  me atreví a decir unas palabras como aquellas que Salman Rushdie expresó y ganó por ello una gran condena. Eran intenciones que no podrían concretarse en la realidad.

La pobreza aumentó dramáticamente en América Latina y en los países del Tercer Mundo, y cien millones de personas – solamente en las condiciones de la crisis -, ingresaron en los límites de la pobreza extrema.

En medio de eso es conveniente y es lo que ha expresado la Doctora América, la voluntad política; pero esa voluntad política choca contra dificultades reales. 

Antes de producirse la última sesión de la Asamblea Nacional, existía un gran debate en el cual la Comisión Nacional de Monumentos participó, a partir de las preocupaciones que había traído a Cuba después de su participación en París, nuestro querido compañero Nilson Acosta, Secretario de la Comisión Nacional de Monumentos. Esas preocupaciones tenían que ver con el Parque Alejandro de Humboldt y la grave determinación que se debía tomar sobre cómo compatibilizar desarrollo y medio ambiente; cómo compatibilizar patrimonio, voluntad política y realidad ambiental. La preocupación allá fue mitigada con una gran batalla por parte de Nilson y de todos los amigos de Cuba que conocen de esa voluntad política y cómo esa voluntad en el contexto de otros estados similares al nuestro, brilla con luz propia.

La preocupación es la misma y siempre fue la misma. Antes de la Asamblea Nacional se presentó en Cuba al Jefe del Estado el dilema, y creo que en sus palabras quedó en principio resuelto: Entre la opción del patrimonio natural y el desarrollo, debíamos preservar el patrimonio natural. Y no podían permitirse, por mucha y urgente que fuera la situación económica de Cuba, abrir nuevos yacimientos mineros que echasen al suelo los bosques, pusiesen en riesgo el medio ambiente, la biodiversidad y la supervivencia de las especies en lo que Antonio Núñez Jiménez llamó con mucha razón, el gran ingenio productor de agua de la isla de Cuba, que no es otra cosa que la cuenca del río Toa. Esta es la verdad y hay que decirla para expresar que en todo el mundo – los catorce que vienen de otros países – y nosotros, también tenemos problemas. Son problemas que debemos enfrentar no solamente en el aula de los congresos y en los seminarios, sino en la vida real.

El papel de los hombres de la ciencia y la cultura, es también docente y persuasivo. Su prestigio personal y su acceso al poder real, les permite tener opinión y determinar.

Quisiera recordar también a Antonio Núñez Jiménez cuando se buscaba instalar una central hidroeléctrica nueva en Cuba y entonces, vinieron unos españoles desde otra parte del mundo. Fueron recorriendo el Oriente de Cuba con unas varas y artificios para establecer con precisión las coordenadas del lugar. El sabio que venía al frente de aquello dijo: aquí. Y Núñez Jiménez respondió: no, aquí no puede ser. Tengo el placer de conservar su carta y sus documentos en los cuales explica: para usted este lugar no tiene ninguna significación, pero para Cuba sí. En este lugar no es posible.

Esa fue una gran batalla. El poder del no es tan impresionante como el poder del sí, sobre todo en cuestiones amorosas, y estamos hablando de una cuestión amorosa: el amor a la naturaleza, que es el amor a la sobrevivencia de la humanidad.

Hace unos días, cuando el primer norte azotó nuestras costas, el mar, esa naturaleza loca – en este caso cuerda -, lanzaba sobre el Malecón todo lo que los habaneros y otros cubanos han lanzado al mar: botellas de plástico, cajas, todo tipo de basuras… era un espectáculo impresionante que llamaba nuestra atención. De ahí el mérito de los jóvenes amantes de la naturaleza que recorrían hace unos días las playas recogiendo lo que otros indolentemente botan.

En la 5ta Avenida, precioso jardín de La Habana, por donde pasaba hace unos días, un hombre lanzó desde su automóvil una botella. Yo lamenté profundamente que mi automóvil no tuviese como una previsión indispensable, un pequeño cañón, para haber dado una solución radical a la indolencia ante el medio ambiente.

Se habla de las cubiertas de guano. Fui a Viñales después del ciclón y la Comisión de Monumentos fue. Di dos conferencias allí y me di cuenta de que había una sensación de tensión que yo no lograba vencer. El ciclón se llevó la casi totalidad de las palmas reales de ese paisaje cultural y quedaron siete. Se me explicó que la posibilidad sería traer palmas de otras partes de Cuba y yo, que para poder convertir mi fantasía en utopía, debí renunciar al desconocimiento de las matemáticas y otras ciencias, me dije: ¿cuántas rastras, cuánta cantidad de petróleo se requiere para trasladar diez mil palmas al Valle de Viñales? La única forma de hacerlo es con la comunidad y con la escuela. Hay que hacer viveros en Viñales de miríadas de palmas, con los niños de las escuelas, plantarlas y tener la esperanza de que las lluvias de cada verano las harán crecer, aunque yo personalmente no pueda alguna vez ponerme a la sombra de sus copas. Pero es indispensable sembrar, es indispensable, a veces, volver a empezar.

No se trata, cuando se habla de cobijas de guano, de condenar al campesinado cubano para toda la eternidad, en nombre de la cultura, a vivir bajo ellas. Pero hay una realidad, como viejo y como parte de una familia de viejos tabaqueros, sé perfectamente que nada tiene que ver un techo de hormigón o de cualquier otra naturaleza, con el misterio que supone la cura del tabaco; porque el tabaco no muere, la hoja duerme; y para dormirse tiene que curarse de la fiebre del corte y eso solamente lo puede hacer en la casa donde se produce la temperatura idónea para que eso siga siendo el mejor tabaco del mundo, aunque yo, siguiendo los preceptos de la convención, ni lo propague, ni lo exalte, ni lo convierta en poema siquiera. Me estoy refiriendo a la cultura del tabaco y no al tabaco mismo o a su significación para la salud.

Pero es una realidad, reducto de la producción artesanal y esmerada de los obreros cubanos, Patrimonio Mundial probable en lo inmaterial el lector de tabaquería, el tabaco es la historia de Cuba, como lo es también el azúcar de caña y el ingenio, sus documentos, el ferrocarril – el primero en esta latitud del mundo.

Por eso, en estas conferencias lo conveniente es, al mismo tiempo que expresamos nuestra voluntad política, gracias a la cual estamos reunidos y puedo realizar mi propio trabajo, no exento de contrariedades – no vengo de un campo de rosas, vengo con una armadura que me he quitado para entrar en el salón; armadura con yelmo, ya no espada sino mandoble de dos manos. Todo para poderme enfrentar a los tantos y tantos problemas que la voluntad de leer el futuro a partir del pasado supone, lo cual es mi menester.

Como presidente de la Comisión Nacional de Monumentos, que es un título honroso por los que me han precedido en el tiempo; como Historiador de la Ciudad de La Habana, tengo la enorme preocupación por nuestra ciudad, por su destino y porque lo que hemos hecho – que es poco y prácticamente un símbolo que proclame la posibilidad de hacerlo todo así, para lo cual hace falta claro está, recursos y más recursos que hay que crear, dirigir hacia esa finalidad (y los tiempos son difíciles).

Hacemos esta reunión en tiempos muy difíciles para la economía mundial, latinoamericana, del Caribe y qué no será para la economía de Cuba. Tendría que ser un ser irracional el que no se diera cuenta de que estamos pasando lo que llamaban antes en la escuela las mil y una noches. Esa es la verdad. Por eso esta preocupación adquiere una mayor significación. Por eso es importante este encuentro y lo que de él surja, pero que surja apegado a la realidad, a la verdad, a no tener pena a decir, como lo ha expresado la Doctora América: se han cultivado los meandros de los ríos, se han limpiado sitios que antes eran muladares. Nos queda pendiente nuestro río, captado por la poetisa Dulce María Loynaz, celebrado por José Lezama Lima cuando escribiéndole a Mariano Rodríguez, consejero cultural de Cuba en la India, le decía: dichoso tú Mariano, que has podido ver los grandes ríos de la humanidad, el Ganges, el Nilo y el Almendares.

Para nosotros, el más importante de todos esos, independientemente del Éufrates y del Amazonas, y de los cuatro grandes ríos de la antigüedad que están en la Plaza Navona representados por Bernini, es el humilde Almendares, que aporta sin embargo a la ciudad, un nivel de contaminación sin precedentes. Por qué, por la indolencia, desconocimiento, falta de fe en el futuro de los que todos los días vierten en él.

Como mi ventana da sobre la bahía veo que es sensato, bueno y admirable que por decisión política, deje de ser un puerto comercial, para convertirse nuevamente en un futuro, en un puerto cristalino, a donde lleguen personas de todas partes del mundo para verlo. Pero todavía, muchas veces, tengo que rabiarme cuando veo por detrás de la blanca figura de Neptuno, las columnas de humo contaminantes de la refinería, que está llamada a ser liquidada.

Existe esa voluntad política ya, pero mientras que el palo va y viene, como se dice en Cuba, tenemos que luchar por remediar tal cosa.

Tengo una edad que me hace estar comprometido solamente con la verdad. No puedo hacer otra cosa. A veces corro riesgos de mala interpretación, sobre todo si una palabra mía se saca de contexto, pero no cabe la menor duda, de que el mejor servicio que puedo hacer a Cuba, es decirla.
Muchas gracias.

http://www.cubarte.cult.cu/paginas/actualidad/conFilo.php?id=9002