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Entrevista a Pau Casanellas sobre "Morir matando. El franquismo ante la práctica armada, 1968-1977" (II)

«Entre los grupos de izquierda revolucionaria existía una aceptación teórica de la violencia insurgente»

Fuentes: EL Viejo Topo

Doctor en Historia por la UAB, Pau Casanellas trabaja actualmente como investigador posdoctoral en el Instituto de Historia Contemporánea (IHC) de la Universidad Nova de Lisboa. Su interés como investigador se ha centrado especialmente en los años sesenta y setenta del siglo XX, período que ha abordado tanto desde la perspectiva de las políticas de […]

Doctor en Historia por la UAB, Pau Casanellas trabaja actualmente como investigador posdoctoral en el Instituto de Historia Contemporánea (IHC) de la Universidad Nova de Lisboa. Su interés como investigador se ha centrado especialmente en los años sesenta y setenta del siglo XX, período que ha abordado tanto desde la perspectiva de las políticas de orden público como desde la vertiente de la movilización social, la cultura revolucionaria y las prácticas armadas.

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-¿Tuvieron importancia política las acciones armadas de otros grupos como el FRAP, MIL, FAC o GRAPO?

-Por su repercusión política, tuvieron importancia algunas acciones de los GRAPO (especialmente en 1975-1977) y, en menor medida, del FRAP (en 1975); otra cosa es si, pese a ese impacto público, ambas organizaciones contribuyeron o no a la erosión del franquismo. Más allá de estos dos casos -y del ámbito abertzale-, el resto de grupos y organizaciones armadas que actuaron entre finales de los sesenta y 1977 tuvieron una incidencia mucho más limitada. Comentario aparte merece el caso del MIL-GAC: si bien mientras actuó apenas pudo incidir políticamente -periodísticamente, era conocido simplemente como «la banda de las Sten», por los subfusiles que usaban-, la condena a muerte y posterior agarrotamiento de Salvador Puig Antich dieron al grupo una notoriedad que de otra forma no habría conseguido.

-Y en su opinión, ¿contribuyeron el GRAPO y el FRAP a la erosión del franquismo?

-Contribuyeron sin duda a poner en apuros al régimen, pero en determinados momentos también dieron al Gobierno una excusa perfecta para desencadenar una amplia represión. Fue así en el caso de los atentados -principalmente a cargo del FRAP- del verano de 1975, a los que el régimen dio respuesta mediante los fusilamientos del 27 de septiembre. Y muy especialmente en el caso de los secuestros y atentados protagonizados por los GRAPO entre finales de 1976 y principios de 1977, que fueron aprovechados para llevar a cabo una amplia operación represiva contra la izquierda radical y que, a la vez, dieron alas a la violencia parapolicial.

-¿Terra lliure actuó durante esos años? ¿Hubo lucha armada en Cataluña en ese período?

-Terra Lliure como tal no surgió hasta 1979 (y de hecho inicialmente no lo hizo bajo esta denominación). En el campo del independentismo catalán, durante los últimos años del franquismo actuaron dos organizaciones armadas: el Front d’Alliberament Català (FAC) y un núcleo al que la policía bautizaría como Exèrcit Popular Català (EPOCA). Esta última organización fue la responsable de la muerte del importante empresario Josep Maria Bultó, el 9 de mayo de 1977, cuando intentaba deshacerse del explosivo que le habían adherido al cuerpo. Tal vez éste fuera el atentado con más trascendencia pública cometido a lo largo del período por alguna organización independentista catalana.

Fuera del ámbito nacionalista, pero con implantación básicamente en Cataluña, habría que añadir el caso de los grupos autónomos -o grupos autónomos revolucionarios- policialmente bautizados como Organització de Lluita Armada (OLLA), adheridos a los presupuestos de la autonomía obrera y activos entre 1972 y 1974, momento en el que fueron prácticamente desarticulados. Aunque mucho menos conocidos que el MIL-GAC, con el que mantuvieron contacto y colaboración, estos grupos autónomos fueron sin embargo más activos.

-¿No habría que distinguir entre cierto tipo de acciones armadas y otras acciones armadas muy distintas? ¿No son cosas muy atracar un banco con armas que matar a un policía, asesinar a un general o acabar con un confidente?

-Sin duda son acciones muy distintas y la valoración que se haga de cada una de ellas -tanto a nivel moral como político- no puede ser la misma. Desde un punto de vista conceptual, habría que diferenciar entre lo que son formas de violencia como asaltos a entidades bancarias o la colocación de explosivos en lugares emblemáticos de un estadio superior, del que formarían parte el resto de acciones que comentas. Con todo, cuando uno lleva un arma encima, asume inmediatamente la posibilidad de un enfrentamiento armado y de que se produzcan víctimas no deseadas, de la misma forma que la manipulación, traslado y colocación de explosivos entraña también esta última posibilidad.

Por lo que respecta al período del que estamos hablando, hay que tener en cuenta que el franquismo daba a todas estas modalidades de lucha un tratamiento no excesivamente diferenciado. De hecho, a nivel legislativo, en determinados momentos estuvo vigente una equiparación casi absoluta entre cualquier forma de disentimiento político y el delito de «rebelión militar», por lo que acciones pacíficas como un encierro o una huelga de hambre podían ser juzgadas en consejo de guerra y ser objeto de altas penas de reclusión de libertad, como así sucedió en algunas ocasiones. Ello actuaba como incentivo a la asunción de formas cada vez más elevadas de lucha, si bien es también pertinente señalar que el trato con el que eran recibidos los militantes armados en comisaría era por lo general todavía peor al dispensado a los demás militantes de la oposición.

-¿Los servicios secretos usamericanos, como a veces se ha dicho, permitieron el asesinato de Carrero Blanco, el sucesor de Franco, en 1973? ¿Supieron de alguna forma los planes de ETA?

-Antes que nada habría que precisar que Carrero estaba llamado a sustituir a Franco -como así sucedió en junio de 1973- en la jefatura del gobierno, pero no en la del Estado, que desde 1969 se estableció que, una vez muerto el dictador, ocuparía Juan Carlos de Borbón. Dicho esto, a mí me cuesta mucho creer que los Estados Unidos tuvieran ni tan siquiera conocimiento sobre la preparación del atentado. Tal vez dentro de un tiempo aparezca documentación que me contradiga, pero no me parece una hipótesis para nada plausible teniendo en cuenta todo lo que sí conocemos y puede documentarse sobre la actitud de los Estados Unidos en aquellos años respecto al régimen de Franco. Lo único que le interesaba al gobierno estadounidense era la salvaguarda de sus intereses en el país -las bases militares y los contratos económicos-, y un atentado como el que puso fin a la vida de Carrero Blanco iba en la dirección diametralmente opuesta a estos intereses, al suscitar una gran incertidumbre sobre la evolución política española.

Significativamente, tras los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975, el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, aseguraba en una conversación privada que no veía «base alguna» para criticar oficialmente al régimen español y que, aunque consideraba un error el carácter militar de los juicios, se trataba de un «asunto interno» y además los «terroristas» fusilados habían matado a policías. En esa misma línea, y como demuestra la documentación diplomática disponible, en los momentos posteriores a la muerte de Franco los Estados Unidos pusieron especial énfasis en que el gobierno mantuviera en todo momento el control del orden público y no acelerara las reformas. Asimismo, los estadounidenses veían especialmente con buenos ojos la posibilidad de que el Partido Comunista no fuera legalizado, o no por lo menos hasta después de la celebración de unas elecciones generales.

-¿Las organizaciones armadas contaron con el apoyo de sectores de la ciudadanía para sus acciones en aquellos momentos? ¿Grupos del movimiento obrero se mantuvieron en algún momento próximos a esas acciones?

-Algunos sectores indiscutiblemente sí vieron con buenos ojos acciones como el atentado contra Carrero, si bien no puede decirse que fuera una posición generalizada en el seno de la sociedad. Por lo general, la aceptación tácita de los atentados mortales fue perdiendo apoyos sociales poco a poco. Si el atentado contra un torturador tan señalado como Melitón Manzanas, en 1968, fue recibido con alegría por muchos -sobre todo en el País Vasco-, acciones como la de la calle del Correo de Madrid, en septiembre de 1974, en la que murieron trece personas, generaron recelos muy notables.

-¿Quiénes fueron responsables de esa acción de la calle del Correo? ¿Qué sentido tuvo? ¿No fue entonces cuando se torturó salvajemente a Eva Forest, Alfonso Sastre, Lidia Falcón, Eliseo Bayo entre otros?

-El atentado fue llevado a cabo por ETA(V), aunque sin el conocimiento de la dirección. De hecho, en el seno de la organización se generaría un intenso debate sobre la conveniencia o no de reivindicarlo. En cierta medida, el atentado fue también el catalizador de la escisión entre ETA-m y ETA-pm, aunque ésta tenía un trasfondo que venía de lejos. La acción se enmarcaba en la voluntad de dar respuesta a las detenciones y muertes que estaban sufriendo los militantes de ETA(V): justamente dos días antes, un militante de la organización, Jon Urzelai, había sido abatido en el transcurso de un tiroteo con guardias civiles. Inicialmente se quiso atentar contra la Dirección General de Seguridad, pero al comprobar las dificultades que esto comportaba, se decidió colocar la bomba en la cafetería Rolando, situada al lado de la DGS y que era frecuentada por policías (si bien entre las trece víctimas mortales sólo había una funcionaria administrativa del Cuerpo General de Policía).

Tras la explosión se desencadenó una operación policial en el marco de la cual, efectivamente, fueron detenidas y torturadas las personas que comentas, aunque la única que realmente había colaborado con ETA(V) era Eva Forest. El régimen aprovechó esas detenciones para vincular de manera burda al Partido Comunista tanto con el atentado de la calle del Correo como con el de Carrero Blanco, lo que carecía de cualquier base.

-¿Fueron vistas con alguna comprensión estas acciones por otras fuerzas políticas que no las practicaron?

-En general, entre los grupos y organizaciones de izquierda revolucionaria existía una aceptación teórica de la violencia insurgente. También en el plano práctico, por lo menos hasta cierto momento, no se formularon críticas abiertas a esa opción de lucha. Ello empezó a cambiar, como ha quedado reflejado anteriormente, a partir de 1976, si bien no puede decirse que hubiera una posición común entre las diferentes organizaciones de ese espacio político.

En lo que se refiere a la principal fuerza del antifranquismo, el Partido Comunista, su postura ante la emergencia de la práctica armada a finales de los sesenta fue de recelo y oposición frontal casi desde el primer momento, por más que, públicamente, el partido hubiera calificado el atentado mortal contra Manzanas como un «acto justiciero». La opción por la vía de las armas, abandonada por el partido desde una fecha tan lejana como 1948, chocaba frontalmente con su apuesta por acabar con la dictadura por medio de la movilización pacífica.

-¿Hizo lo necesario el PSUC y otras fuerzas políticas antifranquistas para salvar a Puig Antich?

-Ni el PSUC ni otras fuerzas del antifranquismo hicieron seguramente todo lo que podían. Por citar el caso de un hombre que está últimamente en boca de todos, Jordi Pujol no ha tenido problemas en reconocer en sus memorias que se quedó deliberadamente al margen de las protestas contra la ejecución de la pena de muerte dictada contra el militante del MIL-GAC. Es por ello por lo que la actual reivindicación de la figura de Puig Antich por parte sectores muy alejados de sus convicciones políticas puede ser considerada cuanto menos como interesada.

-Ignoraba lo que acaba de señalar. ¿Y por qué cree que el molt ex honorable se quedó deliberadamente al margen?

-Según ha escrito él mismo, porque era contrario a las armas y al anarquismo. Aquí, si me permites añadir algo, hay otro equívoco: el MIL-GAC no era propiamente un grupo anarquista, sino que se situaba en el ámbito de la autonomía obrera. En él hubo tanto gente procedente del mundo libertario como personas con una formación marxista heterodoxa.

Vuelvo un poco atrás. Te pregunto a continuación por el Consejo de Burgos.

Cuando quieras.

 

Fuente: EL Viejo Topo, enero de 2015.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.