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Errores, mentiras y catástrofes sin cintas de vídeo

Fuentes: Rebelión

«La catástrofe de Fukushima estuvo repleta de errores humanos» este es el titular de PÚBLICO.ES [1] extraído de las conclusiones de un grupo de expertos que han estudiado la hecatombe nipona [2]. Luego, por tanto, podría concluirse, la industria nuclear puede respirar tranquila: se corrigen los errores; algunos procedimientos mejoran; pasa el tiempo, reina el […]

«La catástrofe de Fukushima estuvo repleta de errores humanos» este es el titular de PÚBLICO.ES [1] extraído de las conclusiones de un grupo de expertos que han estudiado la hecatombe nipona [2]. Luego, por tanto, podría concluirse, la industria nuclear puede respirar tranquila: se corrigen los errores; algunos procedimientos mejoran; pasa el tiempo, reina el olvido, y adelante, siempre adelante, que el campo es ancho en algunos lugares del mundo, el océano inmenso en todos ellos y las cuentas de resultados de las multinacionales tecnoeléctricas, nerviosas hasta el ataque, están más ansiosas que nunca.

El accidente en la central nuclear podría haberse prevenido: la gestión de la crisis estuvo llena de errores humanos. Son las conclusiones a las que se llegan en un informe de más de 600 páginas que han elaborado los citados «expertos». «El accidente en la planta nuclear de Fukushima Daiichi no se puede contemplar como un desastre natural. Fue un desastre hecho por el hombre que podría haberse previsto y prevenido», se señala en la introducción del informe. No lo fue, no fue estrictamente natural desde luego. Pero la consideración -y el sentido publicitario que se está dando al informe- parecen presuponer que las medidas de prevención pueden alcanzar siempre la máxima y total seguridad. Que podemos jugar con fuego y no quemarnos.

Los expertos critican la actuación del Gobierno y de la eléctrica TEPCO durante la gestión de la crisis. ¿Cómo no, cómo iban a permanecer mudos ante tal conjunto de despropósitos? La cuestión, como siempre, es preguntarse por los motivos que subyacen a esa cadena ininterrumpida de «errores». Entre otros, uno esencial (por sabido, no menos verdadero): la preponderancia absoluta de los intereses económicos, la obsolescencia desde esas coordenadas de economía emprendedora del ser humano y de finalidades trasnochadas como la seguridad o el bienestar.

Al margen de la catástrofe natural, se señala y critica en el informe, las autoridades públicas no ejercieron su papel de supervisión, que fue asumido por la propia eléctrica TEPCO, la operadora de la planta nuclear accidentada (y de otros muchas). El Estado, una vez más e incluso en momentos así, al servicio de los grandes poderes económicos.

Además, aunque TEPCO sostuvo que la central estaba preparada para seísmos y que los reactores no sufrieron daños por el terremoto sino por el tsunami posterior, no se puede descartar que el reactor 1 sufriera daños por el seísmo. La mentira es un plato que se sirve repetidamente.

Por lo demás, necesario es no olvidarlo, cerca de 80.000 personas siguen evacuadas en un radio de 20 kilómetros en torno a la central de Daiichi. La radiactividad sigue en el puesto de mando. En el interior de las instalaciones, miles de obreros -habría que saber en qué condiciones- «trabajan para evitar filtraciones y retirar el combustible nuclear».

Se ha calculado que extraer el combustible de los reactores dañados y su posterior desmantelamiento puede tardar unas cuatro décadas. Simples externalidades de la industria, la nuclear en este caso, que era hasta hace muy poco -lo recuerdo nuevamente- segura, barata, limpia y pacífica. ¡El chocolate del loro!

Item más. Gara informaba recientemente que reputados sismólogos han denunciado que Japón ignora las lecciones de Fukushima [3] y se manifestaron en contra de la reapertura de dos reactores en la planta nuclear de Kansai Electric Power en Ohi, en el noroeste de Tokio.

Las declaraciones de Katsuhiko Ishibashi, sismólogo de la Universidad de Kobe: «Los modelos sísmicos de los reguladores nucleares de Japón no tomaron en cuenta adecuadamente las fallas activas cerca de la planta de Ohi… Tanto las pruebas de resistencia como las nuevas guías de seguridad para reabrir las centrales de energía nuclear permiten que se produzcan accidentes en las planta». En lugar de hacer las normas más estrictas, concluyó, ambas representan un grave revés en las normas de seguridad. Nada de frenos de emergencia. Benjamin en la cuneta.

La misma opinión tiene Mitsuhisa Watanabe, profesor de geomorfología tectónica en la Universidad de Tokio: «los expertos están subestimando la amenaza sísmica». La pericia y neutralidad de los expertos que asesoran a la Agencia de Seguridad Nuclear Industrial de Japón, añadió, es altamente cuestionable.

     Finalmente, vale la pena recordar las reflexiones -desde el punto de vista de la salud humana, esta vez sí y en serio, y los efectos de la industria atómica en el medio ambiente- de uno de los grandes expertos internacionales en asuntos de energía e industria nucleares, el científico, profesor e investigador franco-barcelonés Eduard Rodríguez Farré [4].

Qué lecturas debíamos extraer de lo ocurrido en Japón, se le preguntó. Su respuesta: «La humanidad siempre ha vivido al albur de fenómenos naturales destructores. Sin embargo, cuando estos fenómenos acontecen en sociedades altamente tecnológicas, cual ha sido el reciente seísmo y maremoto de Japón, las consecuencias para la población adquieren características y dimensiones inéditas. El accidente del complejo nuclear de Fukushima acabará siendo el mayor desastre de la industria atómica. El desarrollo de los eventos acaecidos constituye, debe constituir, un modelo de estudio cardinal sobre las políticas de prevención de riesgo y de la vulnerabilidad intrínseca de tecnologías como la nuclear publicitadas como esencialmente seguras. Ello incluye, permíteme que insista, la falaz comunicación de la situación y de los riesgos a la población y a los medios».

Sobre la TEPCO, la NISA y el gobierno japonés apuntaba: «[…] han informado sobre el accidente según el clásico guión de que todo estaba bajo control y de que no había riesgo para la salud debido a la baja radiactividad emitida. Lentamente han ido incrementado la gravedad de la situación, forzados por los datos provenientes de organismos de otros países, hasta admitir a finales de mayo lo que se sabía desde el inicio del accidente: que el núcleo de los reactores 1, 2 y 3 estaba fundido y que las vasijas de contención presentaban roturas que permitían la pérdida de combustible. La radiactividad emitida a la atmósfera y vertida al mar era ingente, se sabía, y se había detectado en al aire ya a finales de marzo en EEUU y luego en Europa».

 Cómo se había llegado a esta situación tecnológicamente catastrófica, se le siguió preguntando: «A través de un proceso de evaluación de riesgos incorrecto, fallido o intencionalmente falseado. Aunque no exclusivo de Japón, es bien conocido que ese país posee una larga historia de accidentes nucleares ocultados e informes falsificados. El más ilustrativo, entre otros, fue el de la planta de Kashiwazaki […] que falsificó los datos de daños estructurales y vertidos radiactivos ocasionados por un terremoto de magnitud 6,8 en 2007, a causa del cual tuvo que cerrar más de dos años. Antes, en 2002, ya había ocurrido una acción similar. El punto central es que esta planta, al igual que la de Fukushima y otras, se habían construido aseverando que resistían los seísmos y los maremotos más potentes que ocurren en Japón. La historia y la paleosismología documentan que fenómenos de intensidad similar al actual (entre 8 y 9) han acontecido en numerosas ocasiones incluso en el Mediterráneo» [la cursiva es mía].

Podía afirmarse entonces que el proceso de identificación y análisis de riesgos fue subestimado. Se podía afirmar respondió: «Fue negligente y dominado por los intereses económicos frente a la protección de la población. Ello incluye que al evaluar los riesgos es imperativo ponderar las incertidumbres del proceso, que usualmente son mayores que las certezas. En una tecnología compleja como la nuclear ello lleva a riesgos para la salud de la población inasumibles. Los graves efectos de la irradiación interna por incorporación de radionucleidos representa el aspecto más grave. Es inexacto y engañoso hablar de «niveles aceptables de exposición externa» cuando el problema es la interna.  Los promotores de la industria nuclear afirman que las dosis bajas -inferiores a 100 mSv- no producen efectos, cuando los datos científicos reportados -por ejemplo, por el informe BEIR VII de la Academia de Ciencias de EEUU- han concluido ya hace años que no hay dosis de radiación segura por pequeña que sea».

     Unas palabras de Kenzaburo Oé finalizaban la conversación. Justo es recordarlas: «Hace no mucho, leí una obra de ciencia-ficción en la que la humanidad decide enterrar cantidades ingentes de residuos radiactivos en las profundidades subterráneas. No saben de qué modo deben advertírselo a la generación futura, a la que se le dejará el cometido de deshacerse de los residuos, ni quién debe firmar la advertencia. Desgraciadamente, la situación ya no es un tema de ficción. Estamos endosando, unilateralmente nuestras cargas a las generaciones futuras. ¿Cuándo abandonó la humanidad los principios morales que nos impedían hacer algo así? ¿Hemos superado un punto de inflexión fundamental en la historia? […] Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, la derrota de Japón en la II Guerra Mundial y la subsiguiente ocupación del país por las fuerzas aliadas tuvieron lugar durante mi niñez. Todos éramos pobres. Pero cuando se dio a conocer la nueva Constitución me impresionó la repetición de la palabra «determinación» en su preámbulo. Me llenaba de orgullo saber que los mayores tenían tanta resolución. Hoy, a través de los ojos de un hombre mayor, veo Fukushima y las difíciles circunstancias a las que este país se enfrenta. Y sigo teniendo esperanza en una nueva firmeza del pueblo japonés» [5].

ERF mantenía también esa misma esperanza. «En el pueblo japonés y en todos los ciudadanos comprometidos e informados del mundo». También en nosotros desde luego.

Notas:

[1] http://www.publico.es/439253/la-catastrofe-de-fukushima-estuvo-repleta-de-errores-humanos

[2] La comisión ha estado formada por diez expertos y fue creada en diciembre de 2011 a instancias del Parlamento japonés. El informe ha sido elaborado por diez intelectuales y expertos del sector privado, que han entrevistado a 1.167 personas para aclarar las causas de la crisis nuclear. Entre los entrevistados estuvieron el exprimer ministro Naoto Kan -quien dimitió en septiembre precisamente por las críticas a su gestión de la crisis- y el expresidente honorario de TEPCO Tsunehisa Katsumata.

[3]

http://www.gara.net/paperezkoa/20120627/348964/es/Reputados-sismologos-denuncian-que-Japon-ignora-lecciones-Fukushima

[4] Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal, Ciencia en el ágora. El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2012.

[5] Kenzaburo Oé, «La responsabilidad por el desastre de Fukushima». El País, 30 de septiembre de 2011 (on line: http://www.elpais.com/articulo/opinion/responsabilidad/desastre/Fukushima/elpepiopi/20110930elpepiopi_5/Tes)

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