Autor de numerosos ensayos y artículos en revistas de especialidad, Félix Ovejero Lucas es profesor titular de la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona. Su última publicación, recién aparecida en Montesinos, lleva por título: La trama estéril. Nuestra conversación se centra en esta ocasión en la futura (si bien inmediata) supresión de la […]
Autor de numerosos ensayos y artículos en revistas de especialidad, Félix Ovejero Lucas es profesor titular de la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona. Su última publicación, recién aparecida en Montesinos, lleva por título: La trama estéril.
Nuestra conversación se centra en esta ocasión en la futura (si bien inmediata) supresión de la asignatura de «Metodología de las Ciencias Sociales» como materia impartida en la Facultad de Económicas de la UB.
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¿Desde cuándo se imparte de la asignatura de Metodología de Ciencias Sociales en las Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona? ¿Qué contenidos se han explicado en los últimos años?
Desde hace muchos años, más de tres décadas. Fue la asignatura que sustituyó los viejos «Fundamentos de Filosofía». Es el resultado de una conjunción de circunstancias, algunas más o menos del momento, políticas incluso, y otras de más largo recorrido, como el afán de unos cuantos profesores por convertir la relativamente reciente facultad de Económicas en una Universidad homologable con los patrones académicos de las mejores universidades. Hay también una convicción de fondo acerca del lugar que deben tener los estudios de fundamentos y, en general, filosóficos, en la vecindad de las ciencias, conviviendo con sus resultados y sus retos, y que Manuel Sacristán había defendido con sólidas razones en la comunidad filosófica y que intentará llevar a la práctica en la Facultad de Económicas. Algo que, por lo demás, se corresponde con un momento de aguda autoconciencia crítica de las ciencias sociales, de preocupación por sus fundamentos. Quizá sea mejor decir «un momento especial», porque el problema de los fundamentos forma parte de la vida normal de las ciencias sociales. No hay que olvidar que la institucionalización de la ciencia económica ha estado acompañada por la reflexión de fundamentos, al menos en los mejores lugares..
Por ejemplo.
Popper funda en 1946 el Departamento de Lógica, filosofía y metodología de la ciencia en la prestigiosa LSE (London School of Economics) y desde entonces esos estudios han acompañado a la teoría económica. No está de más aclarar que no había en ello ningún sesgo ideológico urgente, sino una honesta disposición a entender los problemas de la teoría social y, si se quiere, a su través, del mundo. Piensa, por ejemplo, que la mayor, y uno diría que la mejor obra de Hayek, que también encontró cobijo en la LSE, tiene que ver con problemas de fundamentos, normativos, epistémicos, metódicos de la economía. En todo caso, entre nosotros, en la Universidad de Barcelona, el resultado, en general, no debería minusvalorarse: contribuyó a atemperar las urgencias políticas de unos, de quienes esperaban encontrar en la economía una «demostración» de los males del mundo, y la acrítica ciencia lúgubre de otros, una simple disciplina de la gestión. Una buena sensibilidad epistémico que respondía, en el fondo, a una buena sensibilidad moral, a tomarse en serio aquello de la verdad, Agamenón y su porquero. Y el reconocimiento desbordó a la propia facultad. No está de más recordar que a las clases de MSL acudían alumnos de otras facultades, no solo economistas, algo poco frecuente, entonces y ahora, algo que redundó en el prestigio de la propia facultad de económicas.
Sí, lo recuerdo muy bien. Alumnos de facultades de historia y ciencias sociales, de filosofía, y de otras disciplinas; de Medicina por ejemplo. Mucho tuvo que ver Sacristán con todo ello.
La asignatura está fuertemente vinculada a Manuel Sacristán, sin duda. Es posible que hubiera alguna enseñanza anterior, pero con él adquiere una presencia reconocida. Era un momento de gran vitalidad y esplendor de la facultad, en distintos departamentos, con excelentes profesores que estaban renovando sus disciplinas, que se acompasaban con lo que se estaba haciendo en otras partes del mundo. Respondía, además, a lo que antes te decía, a una convicción muy importante para Sacristán y que está en el alma de la materia, al menos tal y como la hemos impartido en este tiempo, a saber, que la reflexión de fundamentos no se puede alejar de las propias ciencias, que ha de estar en contacto con sus resultados y sus problemas; eso, en la práctica, quería decir que la teoría de las ciencias sociales tenía su ecosistema natural en una facultad de ciencias sociales. Esa convicción la hemos compartido todos los que por allí hemos pasado. Por ejemplo, en los últimos años hemos introducido enseñanzas que, aunque importantes para la economía, y en general la teoría social, como lo prueba el que muchos de ellos han sido reconocidos en forma de premios Nobel, no encontraban lugar en otras asignaturas y los estudiantes terminaban sin tener ni idea de lo que se estaba haciendo. Y no era por mala fe, sino por la propia dinámica de encorsetamiento disciplinar poco sensible a los resultados de carácter fronterizo o transversal, que eran precisamente los que se estaban y se están produciendo: la racionalidad y los aspectos cognitivos y motivacionales de los agentes económicos; el recordatorio del buen sentido (y del malo) de los procesos de formalización, de qué significa introducir las matemáticas; las dimensiones normativas de la economía; la extensión de los modelos entre diversas disciplinas sociales, en particular de las teorías procedentes de la economía. De hecho, durante un tiempo hemos impartido también una «Ética y economía» con bastante éxito entre los alumnos, luego cobijada en parte en otras materias, pero que también se extingue ahora.
¿También se extingue «Ética y economía»? No sabía nada, desconocía lo que acabas de señalar. Has hablado antes un poco de ello, pero déjame insistir. En otras facultades de Económicas, ¿se imparten también cursos de Metodología de las Ciencias Sociales?
Sí, es lo que te contaba a propósito de la LS, es ahí donde se ha oxigenado la propia disciplina. Y no creo que esa ubicación haya sido ajena a la propia evolución de la disciplina en la dirección que anticipó Sacristán. Con el tiempo ha ido rebajando el encelamiento en sus propios asuntos, algo que estaba todavía presente en la filosofía de la ciencia «clásica», lo que se podría llamar tradición heredada, la de Popper y Viena, la crítica, la de Kuhn, Lakatos y los que les siguen en los setenta del pasado siglo. En una excelente filosofía, pero no siempre evitó en ensimismamiento. Ahora las preocupaciones se orientan hacia problemas más particulares (las explicaciones, el realismo, la formalización, la causalidad, la reducción o la relación entre teorías específicas y de dispar procedencia, etc.). Incluso se podría hablar en las áreas más promisorias de un reajuste, de una hibridación entre la filosofía y las ciencias sociales, en un ir y venir, de mucho provecho para los debates de la teoría social, que se ve enfrentada a «anomalías», en el sentido de Kuhn, que se querían evitar, o que se incorporaban «aparte» del tronco principal, en los apéndices de los manuales: la biología, la racionalidad, las ciencias cognitivas, la sociología económica, la neuroeconomía, las emociones, etc.
Creo que tú, de muy joven, empezaste siendo profesor en este departamento. ¿Cómo fue?
Yo era un estudiante de Económicas con «inquietudes» filosóficas. No conocía a Sacristán antes de cursar mis últimos años de licenciatura…
¿No conocías a Sacristán? ¿Seguro que tu memoria ha acuñado bien esta moneda?
Me refiero a conocerlo personalmente, como profesor. En aquel momento, en España, para cualquier persona con unos mínimos intereses intelectuales -y políticos, por cierto-era imposible no saber quien era Manuel Sacristán y sus «famosas» clases en Económicas. Aunque la asignatura se impartía en los últimos años, ya había asistido a diversos seminarios suyos. Tuve la posibilidad de entrar en diversos departamentos; en realidad tenía más probabilidades en otras ubicaciones académicas. En ese momento «ya» estaban dos profesores, él y Fernández Buey, su ayudante en aquella hora, y, puestos a decirlo todo, Sacristán no tenía mucho talento para las tareas de pasillo, imprescindibles en la vida universitaria. Lo cierto es que él solicitó la concesión de una ayudantía adicional, pero antes de que la cosa se resolviera, Paco Fernández Buey, se marchó a Valladolid y quedó la plaza de ayudante libre. Después, Sacristán se fue por un año a México..
En el curso 1982-1983
Sí, exacto, fue entonces. Me quedé solo y recién llegado a lo que entonces era el departamento de Metodología de las Ciencias Sociales. Dos economistas con sensibilidades metodológicas, discípulos y amigos de Sacristán, me ayudaron en aquel año, Ezequiel Baró y Alfons Barceló. A su vuelta, al año siguiente, se hizo cargo de la docencia, mientras yo preparaba mi tesis. Allí estuvimos hasta su muerte, cuando llegó Toni Domènech y años más tarde Jordi Mundó, con ellos hemos llevado las tareas docentes en este tiempo. Después, cuando se reorganizaron los departamentos, que requerían un número mínimo de miembros muy alejado de nuestras posibilidades, nos integramos con los de Teoría Sociológica y Filosofía del Derecho, conservando cada cual su personalidad, sus áreas de docencia e investigación (filosóficas).
Si no estoy mal informado, es en cuarto curso, al final de carrera, cuando se imparte esta asignatura. ¿Por qué en ese momento?
Si, es así. Y, a mi parecer, hay razones poderosas para que ello sea así, parecidas a las que hacen que la preocupación por -y hasta la intelección de- la gramática solo tiene sentido sobre la previa experiencia del habla. Sólo después de disponer del conocimiento de una ciencia tiene sentido preguntarse por sus problemas; lo otro son ilusiones trascendentales, fundamentar la ciencia «en general», antes de disponer de teorías, algo que han hecho perder mucho tiempo a los filósofos. Eso está particularmente justificado en el caso de las ciencias sociales, con sus muchos problemas. Sólo quien conoce qué hace la teorías social se puede enfrentar a sus problemas. Sólo cuando el estudiante ya sabe teoría económica está en condiciones de sopesar el alcance de lo aprendido, sus problemas explicativos, la relación con otras disciplinas y entre las propias disciplinas sociales. Incluso, diría, que, para ellos, cumple una función psicológica: los estudiantes muchas veces perciben un cierto desorden entre las cosas que aprenden, saben recitar «pedazos» de materias, pero no tienen la disposición del científico, no abordan la realidad con el frame, con la mirada interpretativa de las teorías, disponen de un saber cuya única utilidad es superar el examen no entender la realidad. En realidad, muchos de ellos no saben por qué pero no están muy seguros de sus herramientas, algo que no pocas veces eso se traduce en la sensación de que el problema es suyo, de que son idiotas. No se atreven a pensar que los problemas que perciben son reales, no se atreven a pesar limpio y se enfilan en la senda de la inseguridad psicológica. En lugar de hacer explícitos los problemas, los argumentos que no les acaban de convencer, creen que son ellos los que no dan más de sí. Estas son las buenas razones, lo que no quiere decir que sean esas las razones que condujeron a esa ubicación en los años finales. De hecho, este mismo curso han «aparecido» asignaturas introductorias, incluso antes de iniciar las clases para los que llegan a la facultad en las que se trataban de enseñar algo parecido a «cómo investigar». Yo impartí una y la situación resultaba bastante absurda, porque no cabía ni ejemplificar con teorías que ignoraban. ¿Cómo enseñar teoría del cine sin haber visto una película? La otra posibilidad en esos casos, cuando se pone el carro antes que los bueyes, es trivializar la idea de ciencia, incluso en su sentido moral: «enseñar» a los estudiantes cosas como que hay revistas importantes para publicar o a manejarse por la biblioteca. Lo primero atenta contra la más elemental idea de amor a la verdad, si no es algo peor: aquí parece que lo importante es «saber moverse», no se interesan por la ciencia sino por lo que acompaña a la ciencia, en lugar de proceder debidamente, con preocupación por resolver un problema, por la verdad, y la reputación, la carrera académica, ya te llegará, si lo haces bien. Al final, no es raro acabar encontrarse con esos estudiantes que el primer día de clase preguntan no por la materia sino qué es lo que tienen que hacer para «sacar buena nota». A largo produce mentes poco dispuestas a arriesgar, a apostar por conjeturas o tesis que discrepen de «lo que todo el mundo dice». Algo, por cierto, que ya observó Keynes en los capítulos más psicológicos de La Teoría General y que, seguramente, explica muchos silencios ante las señales de la crisis: nadie se arriesga a levantar la mano y quedarse solo en descubierto; era más fácil y barata la cobardía, equivocarse con todos, que ir en descubierto, a solas, a riesgo de ser acusado de «insensato», lo que no deja de ser un sarcasmo en este caso. El Einstein de 1905, el de la teoría general de la relatividad, original y valiente, no podría haber surgido en ese ambiente. Lo segundo, aprender a moverse en la Universidad, la logística, es una tarea doméstica, que se aprende, como subproducto de la propia práctica investigadora, como se aprende que hay que sentarse en una silla para ponerse a escribir y a subir los escalones de la entrada para llegar a clase. Es una tarea funcional o rutinaria. En realidad, en la mayor parte de las ocasiones, caduca, inútil, por el propio progreso técnico: la primera vez que estuve en Estados Unidos, en Chicago, me pasé el año en la biblioteca haciendo fotocopias. Eso, ahora, lo tengo en la pantalla de mi ordenador de casa. Algo tan inútil como aprender mecanografía, cuando los ordenadores responden a la voz humana. Lo asombroso es que, a la vez que desaparece la materia, se considere necesario «algo parecido» donde no tiene sentido.
¿Y cuál ha sido la actitud de los estudiantes ante la asignatura de Metodología? ¿Tienen interés en ella o la consideran una maría?
Hay exigencia, hay trabajo, incluso de memorizar y fijar conceptos, pero sin olvidar que tu labor es complementaria, que estás frente a alguien que aspira a convertirse en un economista o un científico social, no en un filósofo de la ciencia o moral. Esa elección de perspectiva afecta a los contenidos, al lugar donde recae el foco: la ciencia social real y, sobre ese fondo, esbozar los problemas filosóficos. Y también a la evaluación, realizado el trabajo, asentadas las distinciones básicas, no hay que ignorar que el estudiante lo que ha de conocer bien es la teoría económica social.
Respecto a su opinión habría que preguntárselo a ellos. Desde luego, las encuestas muestran una alta valoración, muy alta y no faltan los estudiantes que te escriben, al cabo de tiempo, sólo pare hacerte saber el provecho que han obtenido de un aprendizaje que pudieron juzgar inútil. Quizá sería más interesante disponer de encuestas entre ex alumnos acerca de las materias que guardan buen recuerdo, que les dejaron alguna huella y que esa información circulara para los que llegan, antes de matricularse. La verdad es que me he llevado muchas sorpresas. El año pasado, sin ir más lejos, por esos azares y urgencias que se complace la vida y la academia, llegó un grupo numeroso de estudiantes de ADE (de empresa, para entendernos), que no sabían de qué iba la cosa. A los pocos días, sea por su sentido de la realidad, porque no es fácil venderles humo, o por lo que sea, estaban entusiasmados. Ellos eran más confiados psicológicamente que el promedio -muchos con trabajos o prácticas en empresas-y estaban poco dispuestos a tragarse sus inseguridades. Tenían dudas sobre lo aprendido a lo largo de su vida universitaria y querían contarlas. Por supuesto, esa situación resulta todavía más común cuando encuentras estudiantes con afán fuerte de conocimiento, en busca de ciencia.
Sea como fuere, los tiempos cambian y no siempre para bien. ¿Es cierto que el próximo curso no se impartirá la asignatura en la Facultad de Económicas de la UB? ¿Por qué?
Sí es así. Lo curioso es que desaparezca la materia y, como te contaba, se vea su necesidad, de la manera más torpe, al llegar los estudiantes a la facultad, cuando equivale a levantar castillos en el aire.
Pero, ¿por qué desaparece?
Pues no sabría muy bien por qué. No creo en las teorías conspirativas, al menos en las más planas. Supongo que, sobre el paisaje de fondo de Bolonia, se produce una agitación en el que cada uno lucha por colocar sus materias y este es un juego de suma cero en el que lo que menos importa es el buen orden del producto final, vamos, qué es lo que importa desde la formación global del estudiante. Se reparten los terrenos según el poder de cada cual y, al que no está en la pelea, nada le cabe. Como dice un poeta: «cada uno es responsable de su parte y nadie es responsable de estrago».
¿Te importa decir el nombre del poeta? Siento ignorarlo.
Julio Martínez Mesanza. Un poeta épico, con muy pocas cosas publicadas. Moralista, reaccionario, si a uno le da por las etiquetas urgentes, pero de lectura muy conveniente si uno quiere mantener la sobriedad, la temperatura moral o la dignidad en tiempos de derrota. Si quieres escucharlo, lo puedes encontrar, y bajártelo en mp3, en las conferencias de la fundación March.
Tomo nota. ¿No hay detrás, no puede haber detrás de ello una determinada concepción del economista que le aproxima al técnico empresarial y le aleja del científico social?
Eso sería dignificar mucho lo que, seguramente, no es más que cierta dejadez, inercias. Más modestamente diría que esa despreocupación por los fundamentos no encuentra resistencias en lo que cuentas, en una visión precipitadamente instrumental de la educación universitaria. En los últimos tiempos se ha extendido, hasta la obsesión, la idea de que la universidad ha de preparar para el mercado de trabajo, algo que, redunda en un desprecio del afán de verdad, sin el cual no se entiende la ciencia. Pero es que, además, es un imposible, porque no se hace más que perseguir un blanco móvil o cuando no un fantasma. La Universidad, el conocimiento, tiene un tiempo distinto, más sereno y, si se quiere, geológico, de maduración. Los trabajos son precisos y novedosos, no hay manera de preparar a nadie para eso. En el fondo, es parecido a lo que te contaba antes: cuando se dice que hay que enseñar a «tomar notas» o a moverse por una biblioteca. Uno llega a la universidad para un trabajo que cuando ha terminado los estudios ya no existe, o a cambiado completamente. El estudiante que va a la Universidad ha de saber que el problema «práctico» que lo lleva ella lo resolverán los estudiantes que salen y que entraron con otras preocupaciones que las que ahora encaran. Acabamos por enseñar lo que ya no servirá y, claro, no hay modo de enseñar hoy lo que se descubrirá mañana. La otra parte es que se pueden producir intereses coincidentes y concluyentes entre «los prácticos» y un cientificismo obsesionado por la carrera académica, de vuelo corto, para el que, por ejemplo, la filosofía del derecho, en las facultades de derecho, no tendría sentido, como no lo tiene la teoría de la ciencia en las ciencia social. Por otras razones, también aquí se produce un estrechamiento del foco, algo, por cierto, percibido de diversas maneras por los mejores economistas, que señalan en distintas problemas cuando dibujan el futuro de la disciplina, más allá de los próximos diez minutos: ignorancia de lo que puede proceder de otras áreas y ser de provecho; despreocupación por las implicaciones del conocimiento; retorcimiento hacia la carrera académica; ignorancia de los compromisos normativos; carencia de un ética de la profesión incluso.
¿Y quién ha tomado la decisión? ¿Por qué en estos momentos?
Me temo, y es casi peor, que no es una cuestión de mala fe o de concepciones del mundo. Como te decía estas cosas se deciden por omisión, con inercias generales, encabalgadas con revisiones de planes de estudios sin norte general. En realidad, en la facultad de Económicas la «Metodología de las ciencias sociales» siempre fue muy valorada. Buena parte de los profesores la tuvieron como materia y no pocos de ellos, supongo, ignoran que ya no se impartirá.
Te interrumpo un momento. Entre ellos, el actual vicepresidente neoliberal del gobierno de los mejores (privatizadores), el señor Andreu Mas-Colell.
Sí, ha sido uno de ellos. Entre muchos otros. De hecho hay un aula con el nombre «Manuel Sacristán» y, como te decía, ahora mismo parece reconocerse su necesidad en esos imposibles cursos de desembarco en la facultad. Simplemente, un día sea cae en la cuenta de que «¡anda, pues no hay sitio para impartir esas materias!». La necesidad de la discusión de fundamentos parece fuera de toda duda en las disciplinas inseguras. Otra cosa es la forma que esa discusión toma. Es algo parecido a lo que ha sucedido con «Ética y economía»: resulta inaudito, y sucede, que unos economistas acaben sus estudios sin abordar los problemas normativos de las instituciones (comenzado por el mercado), la justicia distributiva o, por lo menos, los muchos vericuetos de la distinción entre valoración y explicación. Cuestiones, creo que, importantes tanto para el enfermo de ideología como para el fervoroso cientificista.
¿Qué vais a hacer? ¿Habéis pensado en algún plan de resistencia y de protesta?
Siempre me ha parecido impúdico defender propuestas que puedan en algún momento coincidir con «lo tuyo», sean tus intereses o tus inquietudes. La verdad es que creíamos que el sentido común se impondría. Pero una vez más se ha impuesto esa terrible lógica, tan común a los escenarios sociales y políticas, que hacen bueno el verso del poeta que te citaba.
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Salvador López Arnal fue alumno -no-matriculado oficialmente- de Manuel Sacristán en la asignatura de «Metodología de las Ciencias Sociales» durante los cursos 1978-1979, 1979-1980, 1983-84 y 1984-1985
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