El domingo pudo abrirse un nuevo ciclo cuajado de posibilidades para la Izquierda. Los andaluces han dibujado un panorama del que debemos extraer una primera conclusión: han pasado factura tanto a la corrupción del PSOE y sus políticas neoliberales como al capitalismo salvaje con regusto tardofranquista que, pese a intentar esconder la patita, tan bien […]
El domingo pudo abrirse un nuevo ciclo cuajado de posibilidades para la Izquierda. Los andaluces han dibujado un panorama del que debemos extraer una primera conclusión: han pasado factura tanto a la corrupción del PSOE y sus políticas neoliberales como al capitalismo salvaje con regusto tardofranquista que, pese a intentar esconder la patita, tan bien encarna el PP de Jaume Matas, monseñor Rouco, Francisco Camps, Mariano Rajoy y demás próceres del ultramontanismo hispano.
Con los datos siguientes intentaremos sustentar nuestras afirmaciones:
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Más de un 11% de andaluces (casi medio millón) con respecto a las autonómicas anteriores, decidieron quedarse paseando o en su casa, sin entrar en los colegios electorales, bajando la participación del 73’65% al 62’23%
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Los partidos que sustentan el neocanovismo juancarlista, PP y PSOE, por mucho que pretendan maquillar el resultado, han sufrido un batacazo de aúpa, aunque en el caso del segundo, la posibilidad de conservar el poder le ayude a superar el mal trago.
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Si volvemos un poco la vista atrás tenemos que:
– a) El PSOE en las pasadas elecciones generales del 20-N (con una afluencia del 70%) obtuvo 1.590.000 votos -36’57 %- que se han quedado en 1.513.000 -39’53 %- ahora, 70 mil votos menos, pero si comparamos el resultado con las anteriores andaluzas de 2008 (2.178.000), sus pérdidas superan los 650 mil y una merma de 9 diputados, de 56 a 47.
– b) El PP obtuvo 1.556.000 (40’64 %) y 50 diputados. Sube 3 con respecto a la anterior consulta autonómica pero paradójicamente lo hace con 170 mil votos menos, que se convierten en una disminución de 420 mil si tomamos como referencia los resultados que obtuvo en las generales de hace 4 meses.
– Por lo tanto, miren el vaso como lo miren, ambas fuerzas han sido castigadas por los electores, aunque el castigo recibido por el PSOE se visualice como menor al ser mayores las expectativas de la derecha, convencida como estaba de tener garantizado un paseo triunfal hasta la mayoría absoluta, saboreando el gobierno sin control en la Junta como un hecho incuestionable. De ahí las caritas, cuando han visto transformada la soberbia en decepción.
– c) Frente a los derrotados (aquí debe hacerse un hueco también a UpyD que ha perdido 75 mil votos en cien días) sólo aparece una clara opción vencedora, Izquierda Unida. Los números de la coalición aguantan todos los prismas, pues duplica la representación parlamentaria (a 12) y sale bien parada tanto si se compara con las elecciones del 20-N -75 mil votos más- como si se hace con las autonómicas de 2008 (117 mil), superando los 434 mil sufragios.
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Además, ha roto tendencias. Nuevamente los (muy manipulados por otro lado) sondeos se han equivocado y si en décadas anteriores lo hacían cuando daban más apoyo del que realmente se obtenía, ahora se ha vuelto a repetir el fenómeno de las generales: el crecimiento ha sido superior al pronosticado y, lo que es mejor, tampoco ha funcionado la manida estrategia del voto útil, prueba de que el sector más consciente de la izquierda, aunque veía que esta vez era verdad el «¡Que viene el lobo de la derecha!» tenía claro que el pastor tramposo que tantas veces había utilizado la argucia no era, por cobardía e incapacidad, el más adecuado para ahuyentarlo y, puestos a defenderse, era mejor darle la honda y la piedra a alguien más aguerrido a la hora de defender los intereses de la ciudadanía.
El resultado por supuesto es mejorable y aún lejos del conseguido en los 80, lo que no debe impedir la alegría de constatar que un creciente número de ciudadanos se nieguen a descender por propia voluntad a la categoría de súbditos y tengan claro su ¡No! al modelo social que las sucesivas reformas laborales zapatero-rajonianas pretenden imponer y de camino, pese a las dificultades, sean capaces de articular un pensamiento alternativo al único oficial.
Bueno y una vez despejada la primera parte de la incógnita, queda la segunda y más difícil: «Ahora, ¿qué hacer?»
Cuando en un artículo anterior («Andalucía: Izquierda Unida en la encrucijada») componíamos los posibles escenarios que se darían el lunes 26, una de las hipótesis barajada era:
«…Mayoría PSOE + IU: Esta variable tiene muchas posibilidades de materializarse y sitúa a Izquierda Unida ante un campo minado pues haga lo que haga tendrá que explicarlo bien, muchas veces y muy clarito.
En primer lugar está obligada a hacer una consulta a sus bases pero sin trampas retóricas como las que el felipismo utilizó en el incumplido referéndum de la OTAN, planteando a la militancia de forma diáfana los tres escenarios que se darán. Aprovechando la consulta se pueden añadir dos urnas más, una para que los simpatizantes opinen también y otra para que las personas que lo deseen presenten sus «cuadernos de quejas», es decir, las propuestas básicas e imprescindibles ante la situación y transformar estas peticiones, después de estudiarlas, en iniciativas parlamentarias…»
Pues bien, ese escenario se ha materializado y en el Colectivo Prometeo, dos semanas después, seguimos pensando lo mismo: Izquierda Unida ha recibido un mandato que, bien aprovechado, puede convertirse en un regalo pero mal administrado, en una bomba de relojería que termine volando a la coalición.
Los electores andaluces han señalado con su voto el camino a la izquierda por el que quieren transitar y ofrecen a IU que sea dique contra las prácticas de capitalismo salvaje que desde los gobiernos centrales y autonómicos se han practicado en los últimos decenios y en la practica han supuesto arrodillamiento del Estado, de lo Público, de los Derechos Ciudadanos, ante los intereses particulares de la oligarquía financiera y económica que disfruta de un poder de decisión omnímodo que ninguna urna le otorgó.
Para ello debe expresar con toda claridad, ante su electorado y la ciudadanía, previa consulta a los militantes, los ejes irrenunciables de lo que será su actuación política y eso implica:
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Luchar contra las políticas de explotación neoliberal impuestas por los anteriores gobiernos, independientemente del nombre que tenga el partido que las haya planteado.
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No consentir que los pilares básicos de la sociedad (Educación, Sanidad, Servicios Sociales, Cultura, Infraestructura…) sean arrasados en nombre de una falsa rentabilidad económica, al contrario, establecer como prioridad la recuperación de lo perdido y marcarse el objetivo de desarrollar el incompleto y demediado estado del Bienestar que hoy tenemos.
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Luchar contra la corrupción y la tupida red enchufes que se ha tejido en estos treinta años de mandato del PSOE, de los que el caso ERE es una muestra palpable. Para ello y como paso previo, deben auditarse todas las Consejerías por mandato parlamentario, dando público conocimiento de las irregularidades detectadas, mientras se denuncia ante los tribunales a los responsables de las mismas.
También debe tener muy claro lo que no debe hacer y fundamentalmente no debe tener prisa para tomar decisiones. Las urgencias son de otros, no suyas y si Izquierda Unida quiere seguir siendo vista como una herramienta útil para la transformación social por quienes han confiado en ella, no puede entrar en el cambalache del cambio de ideas por sillones.
La ciudadanía está harta del «que hay de lo mío», de constatar el saqueo del erario, incluso puede que lo esté del silencio cómplice que la hizo mirar para otro lado o sonreír cuando la factura venía sin IVA o el vecino del piso en la playa y cochazo confirmaba que no declaraba ganancias. Aún lo está más de que las grandes fortunas no paguen impuestos o de que los privilegios de la Iglesia no sólo se mantengan sino que aumenten. De ahí la importancia de la pedagogía del ejemplo: austeridad y ética. Si IU pretende pasar de útil a necesaria e imprescindible, esas son sus líneas.
Es posible influir en la política andaluza, desarrollar propuestas que hagan reconocerse en ellas a los votantes de izquierdas, tanto en el Parlamento como con la acción de gobierno. Y que sean los militantes quienes elijan.
Si se opta por la actuación parlamentaria, sáquese el compromiso firmado ante notario en Jaén durante la campaña y aplíquese.
Si se decide pasar a una acción desde el gobierno, tener claro que ésta tiene sentido si se va a transformar la realidad. Para gestionar burocráticamente con la excusa de que no se puede hacer otra cosa pues lo impide el «realismo político, el posibilismo» ya están otros y ya vemos hacia donde nos han conducido.
Entrar en esa dinámica conduce directamente al suicidio y ya sabemos el precio que Izquierda Unida paga cuando introduce en su norte el «rosismo» (por cierto, no debería hacer falta decir que personajes de esa calaña no pueden ser ni interlocutores ni ocupar cargo alguno de gestión en este nuevo tiempo político ): se convierte en un fenómeno residual.
Desde hace bastante tiempo nuestro Colectivo viene desarrollando la tesis de que asistimos a una revuelta de los privilegiados que, salvando las distancias históricas, tiene muchos elementos comunes con la que protagonizaron en el XVIII las clases dominantes europeas. Sin importarles las consecuencias, antepusieron sus caprichos a los intereses de la comunidad. La respuesta de los dominados llegó vestida de revolución.
Hoy, patente y visible la insolidaridad de la oligarquía y sus adláteres, cuando el ser humano se ha convertido en mercancía de usar y tirar, se hace necesario volver a los orígenes, al hombre como sujeto con derechos inalienables (trabajo, vivienda, sanidad, educación… en definitiva, vida digna). Por eso apostamos que, en paralelo a la consulta a las bases, se abran las sedes para que los ciudadanos presenten sus «cuadernos de quejas» y estas, que vendrán en el lenguaje sencillo de lo verdaderamente urgente, se transformen en iniciativas.
El destino ha puesto en las manos de IU una lámpara maravillosa. Al pedir los tres deseos del cuento, dejémonos de dinero, mansiones o champán para centrarnos en los básicos: programa, programa, programa (y a ponerlos en práctica).
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