«Hemos de señalar que entre la izquierda y la derecha, (…) solamente existe una línea divisoria en la que no es posible ubicarse ni física ni ideológicamente» Antonio José Gil Padilla El presente texto intenta exponer las primeras reflexiones provocadas por la lectura del trabajo «Sobre un «centrismo» inútil, y temas de mayor importancia. O […]
«Hemos de señalar que entre la izquierda y la derecha, (…)
solamente existe una línea divisoria en la que no es posible ubicarse ni física ni ideológicamente»
Antonio José Gil Padilla
El presente texto intenta exponer las primeras reflexiones provocadas por la lectura del trabajo «Sobre un «centrismo» inútil, y temas de mayor importancia. O por más debates, y menos desvíos«, que bajo la firma de Julio César Guanche (JCG) puede consultarse en Cuba Posible (CP).
Espero que ninguna de mis palabras puedan interpretarse desde una intencionalidad personal, algo que está muy lejos de mi ánimo y sobre todo con respecto a su autor. He leído y leo la obra de este investigador, por lo menos hasta el presente, con mucho provecho y respeto, y es mi opinión que sus ensayos y libros han contribuido muy valiosamente al conocimiento de múltiples aspectos de la historia cubana y sus personalidades políticas y culturales.
Sólo hago uso aquí de lo que, ejerciendo su vocación y particular concepción de lo republicano y democrático, casi al final de su trabajo JCG reconoce y propone: cada cubano tiene el derecho, y se agregaría, hasta el deber, de no aceptar las ideas que no le parezcan correctas o válidas, o a manifestar las dudas sobre aquellas proposiciones o proyectos que no le parezcan concebidos y situados en una ruta promisoria hacia el puerto deseado del bien de todos.
JCG polemiza con un artículo del autor del blog La Pupila insomne, espacio donde los textos de Iroel Sánchez (IS) y otros autores, también hacen una importante contribución al país, y con un enfoque que se atiene rigurosamente a la investigación periodística de los datos que sostienen sus juicios, y, además, en una plataforma que no está signada por la búsqueda complaciente de falsos consensos y diálogos entre diversidades antagónicas, y por ello, provoca no pocas veces airadas o agudas reacciones de comentarios muy disonantes entre sí, cosa que no ocurre a menudo en otras plataformas.
JCG considera que los trabajos analíticos que han sido publicados en La Pupila insomne tendrían la virtualidad de cerrar y obstaculizar espacios de intercambio y debate de ideas en Cuba.
No me parece que las ideas o convicciones expuestas por IS hayan pretendido erigirse en una voz tribunicia unilateral, o la única acertada y legítima. En el blog publican muchas otras voces, nacionales e internacionales, y en él no se censuran comentarios diametralmente opuestos, en ocasiones subidos de tono, o carentes de alguna otra altura que no vengan de argumentos ad hominem dirigidos contra IS, o un eventual otro autor. No es posible pues, que los trabajos que aparecen en este blog pretendan ni estén en la capacidad de «obstaculizar, o directamente impedir, la existencia de espacios diferenciados, y legítimos, de deliberación pública sobre Cuba», como se lee en el trabajo de JCG. Sería otorgarle o sospecharle un poder casi omnipotente, ubicuo y fantasmal, que no sea el que emane simplemente del ejercicio del criterio y del eco y apoyo que encuentre en sus lectores.
El proyecto impulsado por Cuba Posible tampoco puede obstaculizar, ni impedir directa ni indirectamente, que el espacio que en Cuba se opone a su objetivo transicional y su declarada acción en favor de la pluralidad política «distinta», se manifieste contra esa concepción.
En cambio, como asiduo lector de diversas y contrastadas fuentes, me pregunto si el objetivo programático de Cuba Posible de cohesionar miradas diversas y dar voz plural, no le anima a publicar en sus medios algunos de los trabajos de IS, o los de tantos otros autores que visiblemente no están en la cuerda de ese «laboratorio de ideas». Y me pregunto si esa no es una consideración de mayor gravedad y envergadura, dado que el programa de Cuba Posible se presenta como una plataforma de la diversidad y de la búsqueda de un entendimiento casi seráfico entre los intereses y las miradas contrapuestas.
Si autores como IS y otros han «merecido» el sambenito, la descalificación y la acusación de oficialistas, se debe, creo yo, y a partir de lo que sé por sus artículos, a que sus convicciones e ideas se contraponen frontalmente, analiza y desmonta ciertas propuestas y proyectos que son contrarios a lo que se considera oficial en Cuba, es decir, contrarias a las ideas y el proyecto de la Revolución Cubana y a la dirección de su Partido Comunista. Hay que admitir en estricta justicia entonces, mutatis mutandis, que sus contradictores serían entonces los oficialistas de las concepciones u organizaciones que defienden. Sólo que hay una diferencia no menor y decisiva: algunos de los contradictores de los trabajos aparecidos en La Pupila insomne tienen relaciones, intercambio y apoyo logístico, relaciones estrechas o no, y sabría decir o probar de qué naturaleza, con instituciones, personas u organismos ajenos al país, y que tienen un plan confeso de provocar un cambio de gobierno y de sistema en Cuba. Y por allí, con respecto a las relaciones internacionales de Cuba Posible se originaron mis primeras dudas con respecto a la respuesta de JCG.
El artículo de JCG se concentra inicialmente en refutar el tema del «corrimiento al centro» que estaría operandose en Cuba Posible y que Iroel analiza y advierte citando otras muchas opiniones al respecto de la misma concepción, y, en cambio, JCG ve como asunto inútil, tratado sin rigor académico, a la vez que sostiene que en la entrevista donde ese término se utiliza, (y se aclara que sólo una vez y entrecomillado, como si eso le restara importancia), sólo está enfocado a «lo que el entrevistado considera como una deseable despolarización de las posiciones que participan del debate nacional, esto es, de las visiones que capturan ese debate entre extremos dicotómicos entre sí.»
Se debe tener en cuenta, en primer lugar que la principal polarización de los debates cubanos y fuera de Cuba es de carácter político y entre los que avizoran y promueven o se unen a la idea de un «tránsito» reformador promovido desde el exterior, y los que apoyan una continuación, una actualización y un perfeccionamiento de la democracia cubana bajo la dirección del Partido Comunista y hacia la meta de una nación socialista como un resultado de la autodeterminación del país. Y ese debate lleva a la adopción de posiciones políticas. De manera que no se entiende el argumento o no está lo suficientemente bien expuesto, si es que se puede separar una cosa de la otra y si es posible, lo cual es un ejercicio mucho más arduo, justificar que en la interna discusión cubana tengan participación órganos externos vinculados de una u otra forma al sistema enemigo del proyecto cubano.
Así pues, como vemos, JCG argumenta que el uso de la expresión «corrimiento «al centro»» sólo se refiere a la «despolarización de las posiciones que participan en el debate nacional». Y como advierte que nunca se usaron los conceptos de izquierda o derecha, el «centro» en ese contexto no podría ser interpretado justamente en clave de una alusión política.
Si se relee toda la entrevista de buena fe, es justo observar no sólo que la oración donde se utiliza el término aparentemente anodino, inofensivo e inútil de «centro» está separada por un punto y seguido de la primera afirmación, la que se refiere a la «despolarización de posiciones», sino que inmediatamente el entrevistado emplea explícitamente el término «políticos» para ilustrar en qué ha consistido ese corrimiento, a saber: «en un conjunto importante de actores sociales y políticos, dentro y fuera de la Isla.» Entonces, ¿se refiere a un corrimiento de las posiciones políticas, y además sociales, hacia el centro, o no? ¿Y qué sentido, por muy riguroso que sea, tiene en ese contexto el «centro» que no sea político y de la práctica política o la elección de soluciones políticas? Parecería tratarse sólo de una cuestión interpretativa de un párrafo que tampoco es muy explícito, ni claro, que no acude ni por asomo como exige JCG al rigor de las ciencias sociales, si no fuera porque varias miradas citadas por IS, coinciden en que la posición política de las propuestas y las soluciones que propone Cuba Posible en ese debate, se están situando precisamente en ese interregno de la nada política que es el centro, pues quienes allí se posicionan tarde o temprano suelen derivar a la derecha del dios padre. (Interesa aquí el propósito del think tank, o «laboratorio de ideas», pues no son relevantes ahora las personas, que pueden ir variando en el tiempo, sino al espíritu y el nervio central de un proyecto.)
Comprendo el rigor de académico e investigador con que advierte JCG que «sería útil si ese debate se remite en algún grado a sus usos en las ciencias sociales, y a su historia política e intelectual en Cuba». Desconozco si la opinión de Cuba Posible es la opinión de JCG en cuanto a la inutilidad de abordar derechamente esa cuestión, pero otros muchos no vemos la inutilidad y la insignificancia de una definición tan vital como es el esclarecimiento de las opciones y los posicionamientos políticos en un mundo donde, ya harto se sabe, no existen terceras posiciones políticas válidas y sobre todo en Cuba, donde existe una polarización objetiva de dos destinos bien diferentes.
En su declaración programática Cuba Posible afirma que su visión es «distinta», pero sin explicitar con ese rigor que exige JCG en qué y con respecto a qué consiste esa distinción. Sin una clara exposición del referente distintivo. Simplemente lo declara en un texto con carácter de manifiesto presentador, y donde tenía su lugar más natural una más rigurosa distinción entonces falta, e innegablemente se queda en el limbo de la indefinición. No es por tanto un tema tan bizantino, si no es que se quiere simplemente ver así por el humor ocasional de un instante interpretativo.
La «segunda cuestión» abordada por Guanche se refiere a la invitación que Cuba Posible recibiera por parte de WOLA (Oficina de Washington para América Latina), para visitar Washington, «ONG que armó la agenda y sufragó el viaje». Allí nos informamos que esta «institución fue fundada en los 1970 para oponerse a la política de Estados Unidos hacia Centroamérica y hacia el Chile de Pinochet» y que además, «hacia Cuba, en concreto, WOLA lleva desde su fundación trabajando por la normalización y contra el bloqueo».
Traer a colación la oposición de WOLA a la política de Estados Unidos hacia Centroamérica en los 1970 y hacia el Chile de Pinochet, (además, de, como se dice en cubano, ser esa una historia mucho más larga) y luego subrayar la contribución de esa institución a la normalización de las relaciones Cuba-EEUU, aunque no se dice expresamente, (es mi interpretación del subtexto), tal parece un argumento y una información que nos aporta JCG para refutar la pertinencia de las advertencias de IS sobre las «conexiones» de Cuba Posible (como Laboratorio de Ideas, y no de alguna persona en particular, repito) con gobiernos, instituciones y personas extranjeras. Desconocedor de esa institución me dirigí a buscar datos y nada mejor que su propio sitio Web: http://www.wola.org/es/programa/cuba para tener una idea de qué va el asunto.
Para ilustración de los posibles lectores que no se tomen el trabajo de seguir el enlace, cito la portada del sub enlace dedicado a Cuba:
«La política de Estados Unidos hacia Cuba es una reliquia desactualizada de la Guerra Fría que ha fracasado en promover los derechos humanos y la democracia, y por el contrario, ha aislado a los Estados Unidos de la región. WOLA aboga por un cambio a través del compromiso y el involucramiento con Cuba – incluyendo viajes, intercambios ciudadanos, comercio y cooperación diplomática en temas de interés mutuo.» (los subrayados son míos).
Confieso casi cándidamente que me parece estar oyendo uno de los párrafos de la actuación teatral obamiana en Cuba. De manera que WOLA no tiene, en esencia, otro objetivo que el guion de Obama, si sólo nos atenemos a ese introito. Pero repárese bien en la oración: según esta declaración de principios, la antigua política de los Estados Unidos habría fracasado «en promover los derechos humanos y la democracia» en Cuba.
¿Alguien, – me resisto a creer que no académicos y estudiosos honestos (me refiero a la honestidad intelectual de los resultados de un investigador objetivo, no a la honestidad puramente personal, que no ataco ni descalifico aquí) – , puede a estas alturas creer que alguna vez EEUU quiso promover los derechos humanos y la democracia en Cuba que no fuera su concepción espuria de los derechos humanos y su falsa e inexistente democracia?¿Puede WOLA estar promoviendo y apoyando una democracia en Cuba que sea una auténtica democracia? Por consiguiente, el argumento de JCG no se sostiene, y ello me suscita una pregunta honesta, directa y con el claro sentido explícito de todas sus letras, sin ironías ni ánimos descalificadores: ¿qué espera Cuba Posible de una relación con esos principios, cuando esa institución organiza la agenda y sufraga los viajes, es decir, cuando depende de su logística y programa, y es imposible de esa manera mantener una independencia real aunque honestamente algunos de sus miembros así lo pretendieran como una estrategia?¿Pudo Cuba Posible, por ejemplo, reunirse con otras organizaciones que en Estados Unidos denuncian los atropellos a los derechos humanos de negros y otras minorías?¿No hay alguna razón, en principio, para poner en tela de juicio y examen las finalidades de un intercambio que se califica de fructífero cuando es notorio, confeso y declarado que la normalización que dice apoyar WOLA se basa en un argumento espurio, como es que alguna vez los gobiernos de esa nación se preocuparon por los derechos humanos y la democracia en Cuba, y que si hay que cambiar esa política esos serían los verdaderos objetivos fracasados?. Yo creo que hay muy pocos cubanos que no comprenden bien de qué se trata el juego. Yo creo entonces que se tiene el deber y el derecho de interpelar y cuestionar a Cuba Posible y si se quiere desechar el término de «conexiones», se podría acudir a uno más amable, pero sinónimo al fin, de relaciones, que no cambia la esencia de la cuestión. Todos estos datos y argumentos, y muchos otros más que harían interminable este texto, son los que aportan los trabajos que aparecen no sólo en La Pupila insomne, y que, al contrario de cerrar espacios de debate, sostiene precisamente un debate informativo urgente y necesario al país y contribuye a que la mirada «distinta» de Cuba Posible se defina, se conozca y se discuta críticamente.
También este lector repara en que según se lee en la comunicación aparecida en Cuba Posible sobre ese «intenso programa de trabajo en Washington DC», los asistentes se reunieron o sostuvieron contactos con otros múltiples actores de muy variopinta condición, a saber: «La visita incluyó reuniones con directivos de Brookings Institution; una reunión con el equipo de la Oficina de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado; un encuentro con asesores para América Latina del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de la Unión; una reunión con miembros del Grupo de Trabajo sobre Cuba de la Cámara de Representantes; una comparecencia pública en la sede del Diálogo Interamericano; un encuentro con miembros y colaboradores de la Fundación WOLA, y un grupo amplio de reuniones privadas con políticos y académicos relacionados con el «tema Cuba».
Confieso que no tengo un conocimiento suficiente de cada una de esas instituciones o personalidades, y de qué manera están conectadas con el gobierno norteamericano o a qué intereses deben responder sus políticas o sustentos, y es necesario estudiar el tema para opinar con responsabilidad, pero sostengo mi derecho a tener como hipótesis de trabajo y comprobar lo siguiente: conociendo los verdaderos, ocultos o confesos objetivos de la llamada «normalización», no estaría inclinado a pensar que todas ellas estén ajenas al objetivo declarado de Obama y a sus pretensiones transicionales en Cuba. Al menos se puede afirmar como dato incuestionable una relación de CP con personalidades e instituciones de la política norteamericana, algunas de las cuales, si no es WOLA, y que es la única mencionada por JCG, no van jamás a pretender el apoyo en Cuba de una «transición» hacia una república democrática y socialista.
De todas formas los trabajos que en La Pupila insomne han analizado esta cuestión del «centrismo», los de algunas otras propuestas aparecidas en Cuba Posible, los criterios de otros muchos intelectuales cubanos de sólido prestigio, como Fernando Martínez Heredia, con respecto al tema, y sobre todo en lo referido a las relaciones externas de Cuba Posible, no se limitan al criterio del «centro» expuesto en la referida entrevista a Lenier González, ni a la única invitación de WOLA.
A ese mismo trabajo objeto de la refutación de JCG, y a muchos otros, puede el lector remitirse para asomarse a un amplio surtido de organizadores y personalidades que están detrás y en relación con los propósitos declarados de Cuba Posible, y que coindicen a la letra con los propósitos declarados por el presidente norteamericano.
¿Cuáles son estos propósitos esenciales de CP? Además de los muy generales y difusos conceptos de cohesionar y equilibrar miradas y concepciones diversas, promoviendo una pluralidad de cosmovisiones políticas, en una entrevista concedida a Reuters por el ex editor de Espacio Laical, y ahora director de CP, este declaró explícitamente que: «Cuba Posible will promote «transitional change» with views from a wide range of Cubans». No es sólo que el lenguaje no sea inocente, es que el «cambio transicional» que ayudaría a promover Cuba Posible ha sido y es el objetivo de la política de los gobiernos norteamericanos, y no precisamente para el logro de otros derechos humanos y más democracia en la isla, y menos la conservación y el desarrollo de los que el ciudadano cubano ha disfrutado, internacional y ampliamente reconocidos, en varias esferas de la vida. Es que también el entrevistado afirma que el pueblo cubano quiere «ese» gran cambio, afirmación objetivamente insostenible y en el que sí se aprecia, – al afirmar y tomar como cierto un anhelo nacional que no tiene derecho a sostener y generalizar – el potencial de sembrar un virtual obstáculo o un serio impedimento para que en Cuba y por su propia autodeterminación, no haya un natural perfeccionamiento de su sistema político actual. De allí que el lenguaje y sus relaciones internacionales revelen los fundamentos políticos de Cuba Posible cuando evita hablar de actualización y perfeccionamiento y continuidad del socialismo en la Cuba que es, y prefiera optar por el lenguaje de las reformas, los change y las transiciones, consensos y diálogos, pluripartidismos, diversidades y reconciliaciones, conceptos estos rigurosamente pertenecientes hoy al centro, la centro-derecha y la derecha, para el que está atento a las políticas continentales, pero que nunca ha sido ni será un lenguaje que hablen las revoluciones. De todas formas, se espera la rigurosa demostración de lo contrario.
Un concepto que merece un detenido análisis posterior es el de la república martiana con todos y para el bien de todos. Ahora sólo una breve consideración.
La divisa martiana de la república con todos y para el bien de todos, tampoco debe ser analizada y aplicada intemporalmente, como una abstracta generalidad. Es bien conocido que Martí, como genial político y teniendo por delante una primera tarea de liberación anticolonial para lograr la cual y en su peculiar visión y lenguaje, no convenía atizar las diferencias de clases, (recordemos el reproche que le hizo a lo poco que pudo conocer de la obra de Marx), pero teniendo después un declarado objetivo antimperialista, aplicó una estrategia unitaria para juntar voluntades de distintas generaciones de luchadores, y tanto las ansias libertadoras y los aportes de obreros simples, como de aquellos potentados o no que se sumaran al deseo de ser libres de España. Revolución, según declaró, era la que se haría en la República.
Pero no se comete pecado de especulación si se trata de imaginar que en aquella coyuntura republicana futura avizorada, en que eventualmente sectores o grupos, con vínculos y apoyos externos hubieran atentado o puesto en peligro la soberanía conquistada, él hubiera considerado ese DE TODOS en su particular aspecto del acceso a la disputa del poder político. Porque de eso se trata. Martí va radicalizando su pensamiento hacia los años postreros de su breve existencia y no es descabellado pensar que también sería capaz de analizar las nuevas circunstancias y matizar y adecuar aquella máxima, no para negar que todos tienen derecho a gozar de los bienes materiales y espirituales de una república, sino para constatar y comprender que no todos optan por una actitud y una opción política que conviene a los intereses y el bien de todos, lo cual es muy distinto políticamente hablando. Si imaginar aquello puede ser desechado por especulativo, pues no pudo suceder, sin embargo hay algo más claro e irrefutable: la martiana guerra necesaria no era sólo contra el gobierno español, sino para impedir el peligro mayor del acecho norteamericano, que, bien se sabe, sí profetizó y trágicamente se verificó. ¿Cómo entonces extrapolar aquel concepto para sostener la legitimidad de participación y libertad de acción política a los aliados internos y los promotores externos de las políticas e ideologías enlazadas hoy a los intereses de aquel mismo enemigo que Martí advirtió? En su tarea emancipadora y a lo interno de Cuba y por estrategia política unificadora, Martí fundó un partido ancho e inclusivo de toda la diversidad posible, de obreros y otros sectores sociales, y sufrió la ardua tarea de poner de acuerdo visiones y limar asperezas entre concepciones diversas, pero siempre entre las filas de los que estaban dispuestos a luchar por el objetivo común de la liberación y la independencia. Lo que nunca dejó como legado político fue acudir a diálogos ni a entendimientos ni con las Españas ni con los Estados Unidos de Norteamérica. Creo que también es una enseñanza martiana a recordar y sobre la cual fundar los cambios revolucionarios de lo que deba ser cambiado.
Por último, si acaso fuera cierto que hay un sector en Cuba que ha querido secuestrar lo revolucionario, y esto amerita un análisis aparte, contextualizado, y en cada coyuntura, también es muy visible que existen otros que han deseado y desean secuestrar el concepto de las democracias, y operar y contribuir y promover transiciones no revolucionarias en nombre de esa misma democracia. Y ante esta postura aquella simplemente se define por sí sola, sin necesidad de que nadie se la apropie. Nunca en la historia un cambio verdaderamente revolucionario ha tenido que ser asistido ni ha buscado diálogos, consensos y apoyos de los intereses y las cosmovisiones que son carnalmente opuestas no sólo a las revoluciones, sino también a toda democracia posible, a toda posible nación, y a las soberanías de las repúblicas. ¿O no hemos aprendido absolutamente nada de la Historia?