La semana santa hace especialmente visible la España nacional-católica. Desde la transición, España es menos confesional que en el franquismo, pero no ha dejado de serlo. Ni con los gobiernos «socialistas» que, de hecho, y a pesar de iniciativas que no gustaron a la carcundia (como la de los matrimonios homosexuales), reforzaron desvergonzadamente las prerrogativas […]
La semana santa hace especialmente visible la España nacional-católica. Desde la transición, España es menos confesional que en el franquismo, pero no ha dejado de serlo. Ni con los gobiernos «socialistas» que, de hecho, y a pesar de iniciativas que no gustaron a la carcundia (como la de los matrimonios homosexuales), reforzaron desvergonzadamente las prerrogativas de la Iglesia católica: una traición en toda regla al socialismo. Y ahora, con el PP en el gobierno, España huele aún más a sacristía, y aumentan los privilegios para esa institución de tan rancia tradición irracional, antihumana y criminal. (Aunque también realice ocasionalmente acciones de interés, el balance es desolador).
Hemos tenido ocasión, una vez más, de ver invadidas las calles de procesiones religiosas, de superstición populachera, hemófila y necrófila:
-Cortejos fúnebres con imágenes de un hombre torturado, Jesús. Gentes que aparentan creer una historia sin pies ni cabeza, según la cual ese señor era Dios, que se hizo hombre para que lo mataran los humanos y así expiar una melindrosa ofensita que le hizo la pareja ancestral de todos los humanos: Dios castigó por eso a todos los descendientes de manera inmisericorde… Pero ¿nos vamos a extrañar?: ya sabemos por la Biblia que Dios es AMOR: Asesino Masacrador Obcecado Ruin. También sabemos que aquella pareja ancestral -como, afortundamente, el propio Dios bíblico- jamás existió, pero ¿qué importan estos detalles a mentalidades fobiosóficas?
-Paseos de imágenes de la pluri-Virgen, en su avatar de dolorosa. ¿Virgen?: pero ¿no era la madre de Jesús? Es infinitamente más creíble que adornara la frente de José y que fuera una «viva la Virgen», ya que todo esto es posible, pero que fuera virgen, no.
Desfilando en esos cortejos y paseos, autoridades civiles, elegidas por el pueblo. No a título personal, sino como representantes públicos. Con esa presencia deplorable, emulan a aquel Franco bajo palio (ya saben, aquel asesino caudillo por la gracia de Dios), y demuestran que no merecen los cargos que ocupan. Están perpetuando el nacional-catolicismo, que, no olvidemos, no es ninguna broma: goza de un atroz currículum criminal, propio del fascismo, Y sigue impune (ahí tenemos al Tribunal Supremo para asegurarlo). Y ahí tenemos al mismo Rey (el heredero político del dictador, a quien venera), gran besaanillos, el mejor ejemplo de cómo burlarse de la aconfesionalidad constitucional y de la democracia de manera simpática y campechana. A quien ya emula su hijo, estupendo hincarrodillas.
Desfilando en esos paseos, autoridades militares y policiales, y personas a su mando. Incluída, más que en años anteriores, la «gloriosa» Legión, que nos ofrece esa escenografía tanática y caprina tan cara a la ultraderecha montaraz. Autoridades y personas no elegidas por el pueblo, pero se supone que a su servicio. Esta participación en actos religiosos nos ilustra (además de sobre sus luces) sobre cómo entienden lo de servir al pueblo. No dejan de asomar la pata facha con comportamientos chulescos, y sobre todo a la hora de reprimir ciertas manifestaciones. ¿Recuerdan que los llamábamos «fuerzas represivas»? Pues no lo olviden, que están crecidos y preparados para demostrarlo: si ni siquiera disimulan su querencia nacional-católica, que no es sino añoranza de tiempos más oscuros, ¿qué podemos esperar cuando se trate de defender intereses mayores?
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