Las autoridades, siempre preocupadas de que a los ciudadanos -y a veces a las ciudadanas- no nos falte de nada, han llegado a la conclusión de que lo que realmente necesita el «Gran Bilbao» es un nuevo centro comercial, que ubicado en Portugalete, seguro llenará de felicidad a todos los potenciales usuarios. Era una «gran […]
Las autoridades, siempre preocupadas de que a los ciudadanos -y a veces a las ciudadanas- no nos falte de nada, han llegado a la conclusión de que lo que realmente necesita el «Gran Bilbao» es un nuevo centro comercial, que ubicado en Portugalete, seguro llenará de felicidad a todos los potenciales usuarios.
Era una «gran noticia» que nos hicieron llegar hace meses, aquel día, al leer el titular del periódico la mayor parte de las personas soltó el clásico «¡otro más!», impresión que fue cambiando al ver las «maravillas» que tanto hormigón junto nos podría ofrecer, por supuesto, ni una sola línea dedicada a las consecuencias. El pueblo debe comprender qué es lo que los gobernantes quieren, ¡nunca al revés!, y ahí es donde los medios juegan un papel importantísimo; en esta ocasión no les defraudaron.
Obviado los argumentos contrarios a la construcción de este tipo de centros, evitan que la gente pueda darse cuenta que no sólo no es beneficioso para sus intereses, sino que llega a ser perjudicial, y no es de su interés que el pueblo sepa lo que es bueno o malo para él en esta especie de despotismo ilustrado moderno.
Estas líneas en parte son una de esas voces críticas no sólo contra quienes defienden un centro comercial más, sino contra algunas personas que siendo contrarias al mismo carecen de perspectiva para ver que no es únicamente un problema medioambiental, sino que hay que abarcar todas las facetas e incluir su influencia en el sector económico de la zona (puestos de trabajo, pequeñas comerciantes) así como cual es el futuro económico que están diseñando para la comarca y para la provincia.
Entre los argumentos a favor que se suelen escuchar, tenemos por un lado el de laceración de puestos de trabajo, y por otro, la enorme riqueza que aportar a la zona, creando zonas comerciales donde «antes no había nada». Donde antes «no había nada», mirando numerosos parques y zonas comerciales, nos podemos encontrar con zonas del alto valor agrícola, humedales donde residían especies protegidas, o campas donde los más jóvenes podían jugar tranquilamente ante la atenta mirada de los mayores, que aprovechaban para pasear por allí, evidentemente, ante los señores del ladrillo, esas historias individuales y colectivas carecen en absoluto de valor en comparación con los beneficios que les genera a ellos y sus amigos de los ayuntamientos, la construcción de estos monstruos del cemento.
Se nos olvidaba, crea puestos de trabajo, técnicamente, es un dato objetivo, si abren un supermercado, unas cuantas tiendas «de moda», algún sitio de comida rápida y unas tiendas de electrónica, es obvio que necesitarán gente para que atienda a quien se pase por allí, pero quien defiende este tipo de centros por la cantidad de puestos de trabajo que crea suele obviar dos cosas de vital importancia, por un lado, que el empleo que se genera es del sector terciario -servicios- que en el caso vizcaíno surge sobre las cenizas del sector secundario -industrial- que se caracteriza por generar empleos mucho más estables y mejor remunerados, asimismo la gran mayoría de este tipo de trabajos basura, son ocupados temporalmente por jóvenes que utilizan los reducidos ingresos para poder pagarse los estudios o sacar algo hasta que toque un trabajo donde la tasa de explotación sea menor.
Pero aún así, es mentira, a pesar de lo que pudiera parecer, no se crean puestos de trabajo, sino que se destruyen, la razón es muy sencilla, la «Fundación Nueva Economía» calculó que en Gran Bretaña, en términos relativos por cada 250 libras esterlinas gastadas en grandes centros comerciales se creaba un puesto de trabajo, mientras que en las pequeñas tiendas locales, se necesitaban únicamente 50 libras para crear ese puesto de trabajo; se calcula que los grandes centro comerciales destruyen casi el doble de empleo fijo del que crean en la región en que se ubican, dado que hay numerosas tiendas que deben de cerrar, y cuyos trabajadores, que en algunos casos contaban con este tipo de contrato van a la calle, o a trabajar de formar temporal a estas superficies. Esto a su vez genera otras consecuencias, la perdida de los pequeños comercios, provocan que hacer las compras deje de ser una forma de relación social, y se vaya perdiendo el espíritu de barrio, lo que beneficia enormemente a que se diluya el sentirse parte de una colectividad, algo importante en un país en el que las asociaciones de vecinos han sido capaces de paralizar proyectos impuestos por quienes se dicen nuestros representantes, y que a día de hoy, en algunos sitios aún son capaces de ponerse firmes y hacer oír la voz del pueblo, único soberano.
Por supuesto es preciso analizar el impacto medioambiental, por un lado aleja a las ciudades de la sostenibilidad al destruir el comercio urbano tradicional e incrementar la utilización del vehiculo privado, el tráfico y la dispersión urbana, asimismo suele ir acompañado de la ampliación de las infraestructuras de comunicaciones favorecedoras del vehículo privado, junto con el uso abusivo desde espacios verdes y abiertos de las periferias urbanas.
La conclusión que se desprende del análisis de este tipo de centros es que son altamente perjudiciales no solo para el medio ambiente y la consecución de núcleos urbanos sostenibles, sino que afectan gravemente la economía y las relaciones sociales de la región, generando menos empleos y de peor calidad y empobreciendo aún más a muchos pequeños autónomos, que en muchos casos pasan a formar parte del proletariado al verse obligados a vender su fuerza de trabajo, la apertura de más centros sólo interesa a quienes se ven beneficiados por la especulación que se produce con el suelo, y por los mayores beneficios generados por las peores condiciones a las que se ven sometidos los trabajadores. Es imprescindible que denunciemos las nuevas construcciones y hagamos llegar cifras y datos a la gente, para que realmente tome conciencia del daño que se la está generando y luche para que se pongan restricciones a la proliferación de los grandes centros comerciales. La solución no pasa por criticar a las grandes multinacionales y dejar de consumir sus productos, sino luchar contra el sistema que les da carta blanca para destruir nuestras vidas y ciudades, y nacionalizarlas, para que en manos del pueblo, por medio de la planificación democrática, pasen de generar pobreza, miseria y dolor, a producir riqueza material y tengan en cuenta el medio ambiente.
*El presente artículo contiene datos y extractos del documento elaborado por el Catedrático de Planificación Urbana y Regional de la UPV-EHU José Allende, titulado «Modelo de grandes centros comerciales versus modelo del comercio tradicional: implicaciones socio-económicas, culturales y territoriales desde la sostenibilidad», editado por el «Instituto Manu Robles-Arangiz» y cuya lectura y estudio recomendamos.
Jandri (responsable de la secretaría de medio ambiente de Gazte Komunistak-Juventudes Comunistas)