¿Desde qué perspectivas puede analizarse la violencia política?
“El hecho violento no debe estudiarse como un hecho esporádico o aislado ni como una realidad estructural de carácter amorfo, que reúna acríticamente bajo una misma etiqueta cualquiera de sus manifestaciones imaginables”, afirma el historiador Eduardo González Calleja en Política y violencia en la España Contemporánea I. Del Dos de Mayo al Primero de Mayo (1808-1903). Conjuras palaciegas, guerrillas, bandolerismo, motines, pronunciamientos militares, revoluciones, estados de excepción y guerras civiles atraviesan –insertas en su contexto histórico- el volumen de 810 páginas publicado en septiembre por Akal.
Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Carlos III de Madrid, Eduardo González Calleja es también autor de Guerras no ortodoxas. La “estrategia de la tensión” y las redes del terrorismo neofascista en Europa del Sur y América Latina (2018). Su último libro da cuenta de cómo el recuerdo de los abusos policiales en los reinados de Fernando VII –en el primer tercio del siglo XIX- llegó hasta la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930); el Decreto de ilegalización de la sección española de la Asociación Internacional el Trabajo (AIT), en enero de 1874, por el que miles de republicanos, socialistas y anarquistas fueron represaliados; y de otros hechos significativos: durante el periodo de la Restauración (1874-1923), estuvieron al frente del Ministerio de la Guerra 34 generales y cuatro civiles.
-Durante el siglo XIX, el estado español y las colonias de ultramar sólo estuvieron exentos de guerras durante 29 años. ¿Constituye la violencia política de tal intensidad una singularidad española?
A decir verdad, no, o al menos no en la segunda mitad del siglo XIX, donde potencias como Francia o Gran Bretaña encadenaron sucesivas guerras coloniales de conquista de uno modo similar a como España las libró en el primer tercio del siglo, hasta perder la mayor parte de su imperio. Lo que sí es una singularidad española es la persistencia e intensidad de las guerras civiles, que han condicionado la vida política del país hasta bien entrado el siglo XX.
-¿En qué periodos de la centuria tuvo especial importancia la guerra de guerrillas? ¿Qué rasgos socioeconómicos caracterizaban al guerrillero?
Sin duda, el período 1809-1814 fue la época dorada de la guerrilla española, que se convierte en referencia de las guerras antinapoléonicas de liberación nacional en toda Europa, especialmente en Prusia o Rusia. La guerrilla también tuvo presencia destacada en la primera guerra carlista. Cabecillas como Zuamalacárregui o Cabrera se pueden considerar antes afortunados caudillos guerrilleros que brillantes jefes militares. La composición social de la guerrilla no difería demasiado de la existente en la España rural, quizás con una cierta sobrerrepresentación del bajo clero, y una infrarrepresentación de la burguesía provinciana.
-Entre 1814 y 1895 contabilizas 80 intervenciones cívico-militares contra el poder público vigente. ¿Qué relevancia cobró en el siglo XIX el “pronunciamiento?
El pronunciamiento se convirtió, desde el primero exitoso del coronel Riego en 1820, hasta el último fallido de Milans del Bosch en Valencia en 1981, en el arquetipo de intervención pretoriana en la política. Su procedimiento, minuciosamente calculado y pautado, se llegó a exportar con éxito a muchos países de América Latina, y fue un modo muy frecuente de relevo entre las élites políticas, poco o nada acostumbradas a una transferencia pacífica y constitucional del poder.
-Además en el libro se computan 193 Estados de Excepción en España entre 1821 y 1903. ¿Qué interpretación cabe hacer de esta cifra?
Haciendo un torpe juego de palabras, el que la excepción se convirtiese en regla demuestra que el Estado dio prioridad a los instrumentos represivos sobre los preventivos o conciliatorios a la hora de resolver los conflictos políticos. Ello se tradujo en una presencia abusiva del poder militar en la gestión de esos estados excepcionales, lo que, a su vez, alentó el intervencionismo castrense en la política que culminó en el pronunciamiento de septiembre de 1923 y el golpe de Estado de julio de 1936.
-¿En qué consistió el gran levantamiento republicano federal de octubre de 1869, “la mayor insurrección civil de la España liberal” según algunos historiadores?
La peculiaridad del levantamiento federal del otoño de 1869 es su carácter notoriamente popular en regiones como Andalucía, Aragón, Cataluña o Valencia, con sólido predominio republicano tanto en el ámbito urbano como en el rural. Destacó además por su componente civilista (esto es, sin colaboración militar apreciable), y por su capacidad para convertir la insurrección en un mito ampliamente compartido en el camino hacia la emancipación política y social por medio de un federalismo construido desde la base.
-¿Qué relevancia tuvo el Ejército en la represión y el control del orden público durante la Restauración (1874-1923)? ¿Dependían el Ejército y la Guardia Civil de los diferentes gobiernos?
La particularidad en la gestión del orden público en la España de la Restauración, en comparación con otros países de Europa Occidental, es el retraso en la constitución de un sistema de policía civil profesionalizada, especializado en salvaguardar el orden en el espacio urbano. Como dije anteriormente, el empleo abusivo de los estados de excepción (en especial del estado de guerra) por parte de los gobiernos dejaba amplio margen de maniobra política a las autoridades militares, que fueron extendiendo sus competencias en menoscabo de un poder civil cada vez más vulnerable.
-¿Con independencia de las versiones policiales y periodísticas, cómo caracterizarías a la “Mano Negra” en el contexto de las rebeliones campesinas del último cuarto del siglo XIX?
En realidad, la “Mano Negra” no fue una rebelión abierta, como el levantamiento espontáneo de Montilla en febrero de 1873 o los sucesos —con amplia participación del obrerismo organizado— de Alcoy en julio de ese año. Más bien fue una práctica de resistencia clandestina lanzada por un grupo de jornaleros vinculado al sector anarco-comunista de la AIT, que se encontraba perseguida desde inicios de la década de los setenta. Los asesinatos que tuvieron como escenario la comarca de Jerez en 1882-1883 justificaron una histérica campaña de prensa que fue aprovechada por el Gobierno para precipitar la crisis de la federación española de la AIT.
-Por otra parte, dedicas un apartado del libro a la “propaganda por el hecho” anarquista. ¿De qué modo la interpretas? ¿Cuál fue la reacción de la patronal y el Estado?
Es bien sabido que el concepto “propaganda por el hecho” englobaba todo acto de rebeldía o insumisión al sistema establecido, desde negarse a hacer el servicio militar a formar una comuna. Fueron activistas italianos como Errico Malatesta lo que, a partir del Congreso de la AIT celebrado en Londres en 1881, plantearon la aplicación de la violencia selectiva como un instrumento eficaz de difusión del ideario anarquista. Pero la “propaganda por el hecho” identificada abusivamente por los gobiernos con el terrorismo individual, sólo cautivó a una facción minoritaria del movimiento libertario. Los Estados, naturalmente, criminalizaron el conjunto de la ideología ácrata, elaboraron leyes crecientemente represivas e intentaron en 1898-1899 una coordinación de actividades judiciales y policiales a escala internacional que prefiguran la actual “Santa Alianza” contra el terror.
-¿Por qué algunos historiadores consideran la Guerra de Independencia Cubana (1895-1898) “el Vietnam de España”?
Creo que los conflictos bélicos hispano-cubanos del siglo XIX, y especialmente el previo a la independencia, se plantearon por ambos bandos como una guerra de desgaste, donde el control de la población no combatiente resultaba esencial. El empleo en la Gran Antilla por parte española de estrategias contrasubversivas marcadas por la represión indiscriminada (como la “reconcentración” de una parte significativa de sus habitantes en campos vigilados) prefigura algunos de los crímenes de guerra más notorios que perpetrarían los ejércitos de ocupación durante el siglo XX.
-Por último, ¿cómo explicarías a tus alumnos, a grandes rasgos, la huelga general de 1902 en Barcelona?
La huelga general de Barcelona de 1902 fue el primer gran ensayo en España de la doctrina “acción directa” propia del sindicalismo revolucionario. Ésta consistía en agudizar la lucha de clases sin aceptar intermediarios para suavizar los conflictos entre capital y trabajo, y su instrumento más eficaz sería la huelga general, entendida como punto de arranque de una revolución generalizada que sería conducida por una robusta organización sindical al margen de la política.