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España libre y republicana

Fuentes: Rebelión

Antes de que «una de las dos Españas nos hiele el corazón» o en el mejor de los casos nos machaque a porrazos…


Llevo meses reflexionado, dialogando con personas y diferentes protagonistas del proceso independentista catalán que me han retrotraído a épocas como las que viví entre el 77 y el 79 en Orereta-Errenteria y no a pocos debates posteriores sobre los procesos de liberación nacional y social, y las vías emancipatorias. El 1-O, además, me supuso un chute de adrenalina que todavía me dura.

Pero hoy quiero dirigirme hacia el otro lado de la moneda, el lado español, presente en todo el Estado, también en Catalunya (y Euskal Herria), el cual al igual que en el lado catalán (ya nos lo dijo Antonio Machado con su poesía) no es unívoco ni homogéneo.

«Un pueblo que oprime a otro, no puede ser libre«. Esta afirmación de Marx a los trabajadores ingleses para que comprendiesen la importancia de la liberación nacional y social de Irlanda en beneficio de su propia liberación social, es del todo válida (la importancia del proceso constituyente republicano catalán) para quienes desde su perspectiva de pertenencia al pueblo español aspiran a la III. República, la democracia plena y la justicia social; esto es, lo contrario al «¡viva las cadenas!» tan del gusto del espectro popular conservador y que atenaza hoy a sectores importantes de la población española. Y de rebote, es igualmente válida para los independentistas y las izquierdas soberanistas de los pueblos oprimidos por el Estado español. Los cuales a la hora de precisar sus propios procesos, no tienen porqué ajustarse a los flujos y reflujos de la política española, es evidente que sería beneficioso para todos converger contra el enemigo común. Desde este punto de vista, ha sido una buena noticia ver a sectores de la población española desmarcarse de la catalonofobia (y de la España negra) y movilizarse al favor del referéndum.

Paradojas de la política española (de paradojas, también, está llena la política la catalana) la desincronización entre movilización (15M) y expresión electoral (posterior nacimiento de Podemos) acarreó la victoria del PP que desencadenó una segunda vuelta (la primera fue la era Aznar) terriblemente reaccionaria cuyos efectos se observan a todos los niveles: aumento de la desigualdad, represión y ley mordaza, saqueo de las arcas públicas y de la seguridad social, rescate de bancos a costa del erario público, recentralización y secuestro de competencias, etc. A resultas de todo ello, el ciclo movilizador del 15M, las Marchas de la dignidad, las luchas sectoriales y las mareas, al final ha quedado limitado al nacimiento de una nueva fuerza política que, si bien ha mellado el bipartidismo, no ha sido capaz de alcanzar la fuerza necesaria para siquiera logar el cambio de gobierno.

Solo Catalunya (pues en Euskal Herria, a pesar de mantenerse muchos focos de resistencia social, en lo político también ha entrado en un periodo de ralentización) ha proseguido adelante con su propio proceso constituyente. El cual ha dado un salto cualitativo el 1-O al logar de una sola tacada: una impresionante capacidad de movilización y organización; invalidar el efecto represivo del Estado para impedir el referéndum; obtener una amplia participación bastante aceptable dadas las circunstancias y además logar la mayoría del SÍ; y poner al Estado y del gobierno español contra las cuerdas. Pero el verdadero choque de fuerzas esta por llegar. Es previsible que el Gobierno del PP, el Estado y las fuerzas sistémicas incluidas las de Catalunya (con sus amenazas de traslado de sedes y capitales) pasen a la ofensiva, incluso aplicando el artículo 155.

En estos momentos, hay un verdadero «doble poder, un choque de legitimidades» pero estas no duran eternamente y al final, decide la fuerza. La fuerza del proceso independentista reside en la adhesión y la decisión de la mayoría de sus habitantes para seguir adelante; las del Estado español en su maquinaria represiva, el chantaje económico y también en su capacidad para que sus burdas mentiras se conviertan en creencias populares. Mentiras, como la de que ellos defienden la igualdad de todos los españoles, cuando en realidad son los causantes del establecimientos de una desigualdad de rentas y de derechos como no se conocía desde el franquismo. Mentiras como el autodesignarse el campeón de las soberanía nacional cuando es el partido que ha aceptado le mayor grado de intervención exterior y pérdida de la soberanía ante la Troika Europea. El PP es el campeón del expolio al pueblo español en beneficio de los bancos a los cuales ha regalado ya 40.078 millones de euros en rescates. Y sin embargo, es terrible su capacidad de manipulación. Sin duda de ello es consciente la izquierda española digna de ese nombre.

En estos momentos, una derrota hipotética del proceso catalán traería consecuencias nefastas para el conjunto de las izquierdas y fuerzas populares españolas, vascas y gallegas.

Es evidente que lo que está ocurriendo en Catalunya no se ajusta a los parámetros en que se han movidos las izquierdas de ámbito estatal (que con todo tipo de subterfugios ideológicos al final lo único que parece preocuparle en el mantenimiento de la unidad española), con la salvedad de los Anticapitalistas y pocos más (que ha sabido situarse y actuar de forma ejemplar.) De uno de sus más preclaros analistas, J.M. Atentas, nos da la siguiente visión de lo que está ocurriendo (que suscribo plenamente): «Quien espere la revolución social pura, no la verá jamás.(…) Ante las imperfecciones del conflicto real hay dos opciones: optar por una política pasiva y, con ello, contribuir a aumentar involuntariamente dichas deficiencias, o por una política activa, que busque intervenir sobre la realidad y modificarla en la dirección deseada. La primera opción empuja, en función del caso, hacia el radicalismo pasivo o abstracto, el propagandismo lineal o el rutinismo institucionalista. Todas ellas políticas que, sin duda, no tienen nada que ver con un intento serio de cambiar el mundo«. Está retratando a En Comú y sobre todo a IU, tan moderada ella pero que en relación a a Catalunya emplea una retórica, mezcla izquierdista obrerista (que nunca usa cuando del republicanismo español se trata), y españolismo ramplón y en el fondo pro estatu quo, como se ha podido ver con su posición sobre el referéndum.

Desideratum: Este año cumplimos 50 años del asesinato del Che Guevara ejemplo de internacionalismo. Resuena todavía en muchos de nosotros el grito: ¡construyamos uno, dos, tres Vietnam! Que traducidos a nuestra realidad supone: Uno (Catalunya), Dos (Euskal Herria), Tres (Galicia), Cuatro (España), por la apertura de procesos constituyentes a favor de unas repúblicas sociales y democráticas.

Joxe Iriarte, «Bikila» – Alternatiba

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.