La sintonía general que tradicionalmente ha caracterizado las relaciones entre España y China atraviesa un momento de vacilación. Esta incertidumbre no afecta al relativo buen tono de las relaciones económicas y comerciales, ni tampoco a las culturales o educativas. Por el contrario, en lo político, el distanciamiento operado por España al rechazar suscribir el memorándum […]
La sintonía general que tradicionalmente ha caracterizado las relaciones entre España y China atraviesa un momento de vacilación. Esta incertidumbre no afecta al relativo buen tono de las relaciones económicas y comerciales, ni tampoco a las culturales o educativas. Por el contrario, en lo político, el distanciamiento operado por España al rechazar suscribir el memorándum de la Iniciativa de la Franja y la Ruta durante la visita del presidente chino Xi Jinping en noviembre de 2018 quiebra una trayectoria que se remonta prácticamente al inicio de las relaciones diplomáticas entre ambos países (1973). Si la simpatía recíproca derivada del paralelismo oblicuo de sus respectivas transiciones iniciadas a finales de los años setenta del siglo pasado llevó a China a calificar a España como «el país más amigo» en Europa, la perplejidad actual instaura una fase presidida por la ambigüedad.
Esa cualificación como «el mejor amigo» de China en Europa fue resultado de un periplo ascendente en el diálogo bilateral. En la primera fase de sus relaciones (1973-1978), los contactos no fueron especialmente reseñables. Estos, sin embargo, despuntaron a la par que se fueron afianzando tanto la transición democrática en España como la reforma y apertura en China. Si en lo económico y comercial, los contenidos de la relación se situaban muy por debajo de otros socios europeos, en lo político, especialmente tras los sucesos de Tiananmen (1989), la actitud española de pasar página y mirar hacia el futuro gozó de la lógica anuencia de las autoridades chinas. En los años siguientes, la diplomacia española se situó a la vanguardia de quienes defendían el levantamiento del embargo de armas a China, cerraba filas con Beijing en sus contenciosos político-territoriales más sobresalientes (de Tíbet a Taiwán) o apostaba a su reconocimiento inmediato como una economía de mercado. Finalmente, las tensiones bilaterales surgidas tras la imputación de cinco altos dirigentes chinos ante la Audiencia Nacional por su política en Tíbet fueron resueltas una vez limitado el alcance de la jurisdicción universal que servía de fundamento a la orden internacional de detención por crímenes de lesa humanidad.
En las décadas transcurridas, altos dirigentes chinos como Jiang Zemin, Hu Jintao o el propio Xi Jinping visitaron España. A la inversa, desde los reyes eméritos Juan Carlos y Sofía a los presidentes del Gobierno Felipe González, Aznar, Zapatero o Rajoy, también visitaron China. Esa buena entente oficial se tradujo en gestos de diverso porte: desde el apoyo al presidente Zapatero durante la etapa más dura de la crisis financiera a la apertura en Madrid (2012) de uno de los primeros y contados centros culturales que China ha abierto en algunas capitales importantes del mundo.
A pesar de que los intercambios comerciales entre España y China no figuraban entre los más destacados en el seno de la UE, Beijing estableció con Madrid en 2005 una Alianza Estratégica Integral, situándole a la par de sus grandes socios comunitarios (Francia, Italia, Alemania o Reino Unido), quienes la habían suscrito el año anterior. La elección de dicha fórmula diplomática, reservada entonces para países singulares, evidenciaba en positivo la disfunción entre el nivel político de la relación y las relaciones económicas.
Para China, contar con una España próxima en la UE no era un asunto menor especialmente cuando aun su relación con los PECO (Países de Europa Central y Oriental) no tenía la dimensión actual. Además, su creciente interés por América Latina le ofrecía un punto de apoyo relevante, aunque pronto se descartó una viabilidad generosa de la llamada triangulación.
Sin embargo, el durísimo impacto de la crisis financiera mermó la significación de España en la UE con una pérdida de influencia inocultable; por otra parte, el nuevo ciclo político surgido en América Latina con la emergencia de un discurso nacional y de izquierdas trastocó el tradicional paternalismo hispano con una región que aspiraba a hablar de tú a tú con cualquier país del mundo, y muy especialmente con uno de la envergadura de China. Este cambio de situación impuso un re-equilibrio en la jerarquía de percepciones de China a propósito del triángulo España-UE-América Latina.
En esta evolución, cabe destacar que el común tribalismo de la política española no afectó a la confianza política mutua bilateral pues se ha mantenido llamativamente incólume a pesar de las alternancias partidarias. El Partido Comunista de China mantiene, por lo general, buenas relaciones con los principales partidos españoles, con excepción de Ciudadanos o de las agrupaciones nacionalistas de las nacionalidades históricas.
Relaciones económicas y comerciales: un déficit ascendente
Las relaciones comerciales entre España y China no tienen la dimensión de otras economías europeas principales. China es el principal socio comercial y económico de España en Asia, así como el primer destino de las exportaciones españolas en la región. China es también en la actualidad el mayor socio comercial de España fuera de la UE y España, el sexto mayor socio comercial de China dentro del bloque comunitario. China es considerada un socio comercial estratégico para España, especialmente a partir de 2004.
El elemento determinante de esta relación sigue representado por el alto déficit. Las exportaciones españolas a China en 1971 no pasaban de los 39 millones de pesetas. Las importaciones en cambio representaban 137 millones, casi cuatro veces más. El déficit de la balanza comercial es un dato crónico que persiste hasta hoy día. En 2018, este superó los 20 mil millones de euros, creciendo un 3,8 por ciento en relación al año anterior.
En cuanto a las inversiones, estas se han visto afectadas por el descenso generalizado de las operaciones chinas en Europa. El desplome en el primer semestre de 2019 fue del 99 por ciento, pasando de los 975 millones de euros en similar periodo del ejercicio anterior a los 8,8 millones de euros. Las tensiones comerciales con EEUU, el aumento de los controles de capital en China y del escrutinio de las inversiones chinas en Europa sugieren que esta situación se mantendrá en el futuro inmediato.
La llegada de grandes empresas chinas a España es un fenómeno reciente, pero ha ido creciendo a gran velocidad. A pesar de ello, España no se encuentra entre los principales destinos de la inversión china en el mundo. En la actualidad, son cerca de un centenar las empresas chinas que operan en España con grupos como China Construction Bank, Dalian Wanda Group, Fosun, Bright Food, que se han sumado en los últimos años a Huawei, ZTE, Lenovo, Haier, Cosco, Air China o ICBC. A los inversores chinos les interesa el conocimiento tecnológico en sectores ligados a la energía, o la experiencia en el sector inmobiliario y hotelero, agroalimentario o infraestructuras, especialmente las portuarias. El interés por el mundo del fútbol resultó efímero y la adquisición de viviendas, de gran interés en un tiempo para ciudadanos chinos de clase media-alta, con la obtención del visado oro como señuelo, no ha crecido de forma sustancial.
En cuanto a la inversión española en China, arroja un stock de 2.769 millones de euros en 2015, cifras que no reflejan del todo la realidad teniendo en cuenta que el Registro de Inversiones en el exterior no computa la reinversión de beneficios ni tampoco refleja el éxito de empresas como el caso de Inditex. La inversión española en China computada ha ido evolucionando a la baja con unos flujos de 548M€ en 2014, 247M€ en 2015, 125M€ en 2016 y 93M€ en 2017. En otro orden, China es el segundo país tenedor de deuda española.
Las relaciones culturales y educativas
El número de estudiantes de español en China supera los 40.000, con una oferta privada a cada paso más pujante a la que se debe sumar la labor del Instituto Cervantes. Cada curso se abren nuevos departamentos de español en universidades chinas. El español es un valor en alza y cabe imaginar un periodo de promisoria expansión. La decisión del Ministerio de Educación de China de incluir la enseñanza del idioma español en los cursos que se imparten en las escuelas de secundaria representa un salto cualitativo de gran importancia en la difusión de la lengua y cultura españolas.
Por otra parte, en España funcionan ocho Institutos Confucio y nueve Aulas Confucio que contribuyen junto a las Escuelas Oficiales de Idiomas y otras instituciones a difundir el idioma chino. En 2012 se abrió en Madrid un Centro Cultural de China, uno de los primeros de su tipo en todo el mundo.
El nivel de conocimiento en España sobre China es insuficiente. El compromiso de medios públicos y privados con el fomento del pensamiento estratégico autóctono, que es indispensable, es también reducido. En España, los centros de estudios chinos y asiáticos, en general, son de reciente aparición. Actualmente se imparten programas de estudios de Asia Oriental (grado, posgrado y especialización) en una decena de universidades que pueden facilitar a corto o medio plazo el conocimiento experto pero para ello deberán garantizar la continuidad.
En el ámbito de la sociedad civil y los think tanks, con una cultura que reconoce poco la importancia de la independencia del mundo académico e investigador, la debilidad es manifiesta, proliferando esfuerzos rayando con el voluntarismo, lo cual no es buena señal. Hay capital humano y proyectos pero se carece de la sensibilidad institucional para imaginar objetivos de cierta ambición.
Es importante igualmente reivindicar un importante capital histórico. El jesuita Diego de Pantoja, por ejemplo, de cuya muerte se han cumplido 400 años en 2018, fue una figura pionera del intercambio cultural entre España y China, quien efectuó una valiosa y exhaustiva reflexión sobre la sociedad china de su tiempo, logrando una cabal comprensión de la enorme distancia que separaba a Oriente y Occidente en importantes aspectos. Pero sigue siendo un perfecto desconocido tanto en un país como en otro.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR)
En 2013, el presidente Xi Jinping lanzó su proyecto estrella, la revitalización de la Ruta de la Seda, un ambicioso plan estratégico que utilizando la economía como estandarte avanza hacia una reordenación de la gobernanza global. En 2015, entró en funcionamiento la línea ferroviaria Yiwu-Madrid, la más larga del mundo, y las inversiones chinas fijaron su atención, entre otros, en los puertos españoles, especialmente del Mediterráneo, bien situados en el escalafón global del sector. La integración de estas infraestructuras en la estrategia acupuntural de la IFR encontró eco en el gobierno español. El presidente Rajoy certificaba el interés de España al participar en Beijing en el primer foro mundial de la iniciativa. España fue socio fundador del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras.
En el marco de dicho proyecto, por su localización estratégica, la competitiva oferta de puertos y el desarrollo de infraestructuras terrestres como el corredor Mediterráneo, España puede acercar China a los principales centros de distribución y consumo de Europa con un ahorro de tiempo y costes afirmándose como un referente clave para conectar Asia y Europa con una oferta multimodal.
El tren Yiwu-Madrid está en funcionamiento desde noviembre de 2014. En su día, la iniciativa del tren se consideró como una vía idónea y alternativa para equilibrar la balanza comercial entre ambos países pero un primer balance apunta a que no ha servido para reducir el déficit comercial bilateral.
La nueva actitud de la UE ante China y el cambio político en España han condicionado la política de Madrid en relación a esta iniciativa. El tono exigente de Bruselas a propósito de las inversiones chinas o a la reciprocidad en los vínculos bilaterales a todos los niveles ha derivado en una actitud distante en relación a la IFR, a pesar de que algunos estados europeos (empezando por Luxemburgo, Suiza, Hungría, Grecia, Portugal o Italia, entre otros) se han sumado al proyecto.
España se ha alineado con Francia y Alemania en una estrategia que persigue recuperar protagonismo e influencia en el seno de las instituciones comunitarias, aunque su posición general no está del todo definida. En la estrategia del Ministerio de Asuntos Exteriores para Asia 2018-2022 se incluye el compromiso de elaborar una política en relación a esto que, por el momento, no se ha establecido.
Inflexión
Las relaciones sino-hispanas atraviesan un momento de inflexión. La diplomacia española coquetea con dejar a un lado su trayectoria de sintonía con Beijing. El alineamiento de España con las tesis de Bruselas tiene su principal reflejo en los titubeos a propósito de la IFR. Este hueco está siendo aprovechado por países vecinos como Portugal y otros del área mediterránea que a pesar de compartir la idea de que debe ser la UE quien trace las políticas esenciales y unívocas en relación a China efectúan una más activa defensa de sus intereses propios consciente de los matices que le separan de la Europa del Norte.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China
Fuente: http://politica-china.org/areas/politica-exterior/espana-y-china-adios-a-la-sintonia
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