Por vigésimo año consecutivo, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha condenado el bloqueo económico, comercial y financiero que el gobierno de Estados Unidos mantiene sobre Cuba. Y también por vigésimo año consecutivo, la suprema instancia de la ONU se ha pronunciado categóricamente por la suspensión inmediata de ese perverso […]
Por vigésimo año consecutivo, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha condenado el bloqueo económico, comercial y financiero que el gobierno de Estados Unidos mantiene sobre Cuba. Y también por vigésimo año consecutivo, la suprema instancia de la ONU se ha pronunciado categóricamente por la suspensión inmediata de ese perverso acto de guerra contra la pequeña isla.
Pero Washington, inconmovible ante esta abrumadora condena moral, continúa cínicamente con el feroz acto de guerra económica de evidentes propósitos genocidas: matar de hambre, sed y enfermedades a todo un pueblo que se niega a ser recolonizado por la mayor potencia imperial y guerrerista de la historia.
Esta combinación de condena universal a Washington, y la persistencia yanqui en su criminal conducta ha producido un resultado neto: Estados Unidos es mirado por el mundo como un Estado canalla. Un Estado cuyas palabras nada valen. Un Estado cuyos actos, reprobados y condenados por la inmensa mayoría de la sociedad humana, muestran descarnadamente su esencia tiránica, autocrática, terrorista, genocida, antihumana.
Y lo mismo acontece en el caso de los cinco antiterroristas cubanos prisioneros de Washington. Nadie en todo el planeta se traga el cuento yanqui de que los cinco espiaban a EU. Como en el caso del bloqueo, todo el mundo sabe que EU miente y que esos cinco hombres son inocentes de los cargos que se les imputan.
Ese repudio universal al tormento implacable a que se somete a esos cinco antiterroristas es equivalente a una condena de la Asamblea General de la ONU. Y es así, porque lo mejor de la humanidad condena el injusto encierro de esos cinco hombres. Maestros, médicos, artistas, novelistas, cineastas, poetas, científicos, varios Premios Nobel y millones y millones de personas honradas alrededor del mundo están conscientes de la falsedad de las acusaciones contra los cinco antiterroristas cubanos.
Mas, como en el caso del bloqueo, Washington continúa, inconmovible, con su conducta ilegal, inmoral, terrorista, inhumana, injusta. Y se muestra también en este asunto como un Estado canalla, como una tiranía, cual una autocracia que se impone, por medio de la fuerza bruta y ajena a la razón, contra la voluntad, el pensamiento y el sentir de la inmensa mayoría de la población del planeta.
Hoy es claro que estaban equivocados quienes pensaron que un hombre de piel oscura y probablemente descendiente de esclavos tendría la voluntad para luchar por la justicia. Tanto en el caso del bloqueo, como en el tema de los cinco inocentes presos, Obama se muestra como un orgulloso miembro más de la tiranía disfrazada de democracia que desde siempre ha sido EU.
Nada le importan las censuras, las súplicas, las razones, los argumentos, las evidencias. Como jefe supremo de un Estado canalla y autocrático, Obama se muestra igualmente canalla y tiránico. Cual un nuevo Hitler, Barack Obama mira el martirio de cinco inocentes y vuelve la vista hacia otro lado. Como un nuevo Führer, permite, impasible, la continuación del bloqueo, esa especie de lento holocausto que quisiera Washington para el insumiso pueblo cubano.
Colocado en la picota del descrédito público universal, Washington le responde al mundo con desdén, desprecio, cinismo e hipocresía. Pero Cuba y 185 países que piden el fin del bloqueo dan a Washington lecciones de dignidad, democracia, honradez, ética, humanidad. Y lo mismo hacen muchos de los mayores representantes universales del arte, la cultura y la ciencia que demandan el fin de la injusta prisión de los cinco abnegados y heroicos antiterroristas cubanos.
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