Escribe la amiga y periodista Mª Ángeles Fernández que “es urgente lograr que el sistema eléctrico y energético sea inclusivo, más democrático, no esquilme paisajes, no fomente desigualdades ni contribuya a las políticas extractivistas en las que siempre se ha sustentado”. Lo mismo podríamos decir del sistema agroalimentario.
La Extremadura Vaciada (llena de personas y lugares maravillosos) no es cosa de anteayer. El historiador extremeño, Cayetano Rosado, demuestra que hay tanta población extremeña fuera como dentro de nuestra región debido a la emigración masiva que se produjo de 1950 a 1980.
¿Pero qué tiene que ver la agricultura actual con la emigración extremeña?
El modelo agrario dominante es el resultado directo de la llamada “Revolución Verde” que surgió en los años 30, tras la I Guerra Mundial, para reutilizar el excedente de compuestos químicos e industria de maquinaria bélica.
Nuestro paisano, Fernando Llorente, en su recopilación de textos de Jason W. Moore (El capitalismo en la trama de la vida) recoge que “la larga Revolución Verde surge en EE.UU. en la década de los 30 y supone un éxito de productividad: la producción mundial de cereales creció un 126% entre 1950-80, y el rendimiento de grano por hectárea creció un 60% entre 1960-80. Hubo producción de alimentos baratos y hasta sobreproducción, los precios disminuyeron un 3% anual en los 50, 60, 70 y 80.”
¡Qué coincidencia con las fechas de la emigración extremeña!
Continua Llorente, “el maíz híbrido y las variedades de trigo de alto rendimiento son los iconos de esta “revolución híbrida”. Estos híbridos, unidos a la financiación estatal masiva en investigación agrícola, a una nueva fase de capitalización que incluye la mecanización (⅔ menos de obra, y 213% más de maquinaria entre 1935 y 1970), y a un aumento del 1.338% en el empleo de fertilizantes y pesticidas dan como resultado el nuevo complejo “híbrido petroquímico” que combina nuevas plantas, fertilizantes, pesticidas y planes de riego. […] Esto implicó la quiebra de los agricultores no competitivos: 4 millones de explotaciones agrícolas desaparecieron entre 1935 y 1970 en los EE.UU., fecha en la que el 53% de la producción procedía de sólo el 7% de los grandes productores.”
Ante estos datos cabe preguntarse si Extremadura siguió una dinámica similar y si el desempleo aquí se produjo por igual en todos los sectores.
Esta pregunta la responde muy bien Claudio A. Prudencio Alonso en su trabajo “El mercado de trabajo agrario en Extremadura” en el que afirma que “se puede deducir que la agricultura es el único macrosector que ha disminuido su ocupación en Extremadura en el periodo 1977-2003, destruyendo como media 3.800 empleos anuales. Eso quiere decir que el sector primario extremeño ha perdido el 30% del total de puestos de trabajos existentes en 1977, y algo más del 25% de los empleos contabilizados actualmente (2003).”
Dicho con otras palabras, casi 100.000 personas perdieron su trabajo en el campo extremeño entre 1977-2003 en una región que apenas llegaba al millón de habitantes.
¿Y cuál ha sido la evolución en el siglo XXI?
Los datos son claros. Desde 2000 a 2010 se ha perdido en Extremadura una extensión total cercana a las 350.000 hectáreas de Superficie Agraria Útil (SAU) debido a la desaparición de 2.000 explotaciones agrícolas (Estudio Estructura de la propiedad de tierras en España. Concentración y acaparamiento. Carles Soler y Fernando Fernández, 2015) .
Con 2,5 millones de hectáreas de Superficie Agraria Útil (tierra de cultivo y pastos), en la primera década de este siglo Extremadura perdió el 15% de SAU.
De 2013 a 2018 la tierra de cultivo cayó en Extremadura un 8,5% en cinco años, lo que supone un total del 22% desde principios de siglo según el propio Ministerio de Agricultura.
Los efectos de la “Revolución Verde” que se inició a miles de kilómetros hace casi un siglo, siguen muy palpables en nuestra tierra.
Revolución Verde y Globalización: la puntilla.
Otra pregunta que debemos hacernos, enlazando con el título del texto, es si Extremadura se abastece de los alimentos y materias primas de origen animal y vegetal que produce.
La respuesta es no. Extremadura está muy lejos de la soberanía alimentaria.
Del Trabajo Fin de Máster de Agricultura y Ganadería Ecológicas que he realizado este mismo año, se concluye que el consumo de biomasa o materia prima de origen animal y vegetal de Extremadura conlleva una huella territorial de 3 millones de hectáreas. Esta cifra es el resultado de sumar la superficie doméstica (dedicada a ganadería, cultivos y bosques con aprovechamiento forestal en Extremadura) más la superficie cultivada en otros territorios y restando la superficie que exportamos en forma de productos agroganaderos.
De esos 3 millones de hectáreas, 1,94 millones es superficie doméstica y, por tanto, que se encuentran en Extremadura (1,1 millones dedicadas a producción animal y casi 900.000 hectáreas a la producción vegetal y forestal).
El resto, 1,05 millones de hectáreas se corresponde con la importación neta de tierra para la biomasa consumida en Extremadura. Con neta, repito, se refiere a que se han descontado las exportaciones. De ahí se deduce que la importación en términos absolutos es bastante superior a esa cifra como se comenta más adelante.
En el trabajo diferencio esas necesidades según sea consumo humano, ganadería doméstica, ganadería silvestre, mascotas e industrial.
El resultado desagregado es que Extremadura es exportadora neta de tierra dedicada a la producción de origen animal (carne, leche y huevos), forestal y vegetal (de consumo humano: hortícolas, tabaco, uva, aceituna y frutas en general).
El hecho que desequilibra la balanza son las necesidades de alimentación de la cabaña ganadera extremeña.
Extremadura se coloca como una de las principales potencias ganaderas a nivel estatal. Posee el mayor censo nacional en número de cabezas de ovino de carne, el tercero en ovino de leche, bovino de carne, caprino de carne, caprino de leche y el séptimo en el sector porcino.
Ello requiere un consumo anual de 8,4 millones de toneladas de materias primas (cereales y leguminosas principalmente) o lo que es lo mismo, requiere una superficie cultivada de 2,18 millones de hectáreas. En Extremadura tenemos 278.000 hectáreas ocupadas por estos cultivos por lo que importamos el equivalente a 1,9 millones de hectáreas para la alimentación animal.
Estas cifras hacen necesario, en primer lugar, replantear o relativizar los datos sobre reducción de superficie agraria en Extremadura expuestos al inicio, ya que lo que ha ocurrido en realidad es que se ha externalizado a otros países el cultivo de biomasa para alimentación de nuestra ganadería doméstica. Dicho de otra forma, en Extremadura se abandona territorio para ser sustituido por importaciones de tierra en forma de cereal y leguminosa. Extremadura requiere tanta tierra de cultivo fuera como dentro.
¿Cómo podemos permitir que se cultiven un millón de hectáreas en el exterior para abastecer las necesidades de materias primas de Extremadura mientras en nuestra tierra tienen que echar el cierre cientos de explotaciones agrarias cada año? ¿Nadie va a poner fin a esta dependencia de las importaciones mientras dejamos de cultivar 25.000 hectáreas cada año generando paro, pobreza y emigración?
Sin embargo, esto no siempre ha sido así. Responde solamente a intereses político-empresariales particulares. A finales de los años 50 España importaba cero toneladas de soja (leguminosa estrella en alimentación animal) pero tras la visita del presidente estadounidense Eisenhower a nuestro país en 1959, en plena dictadura franquista, se firmaron unos acuerdos comerciales que hicieron que esa cantidad se haya disparado hasta cerca de 6 millones de toneladas en 2016 sólo de soja.
Esto ha tenido un impacto claro en Extremadura. El propio Pampillón (La agricultura y la ganadería extremeñas. Universidad de Extremadura. 1990) confirmaba hace varias décadas la reducción en 25.000 has de la superficie cultivada de maíz en Extremadura entre 1989 y 1990 ante la constante bajada de precios presionados por la entrada de subproductos de importaciones tales como mandioca, gluten de maíz, pellets de cítricos y destilados de maíz (1,2 millones de toneladas de maíz y 300.000 toneladas de sorgo procedentes de EE.UU.).
Unos acuerdos político-empresariales que suponen la pérdida absoluta de soberanía alimentaria y el consecuente abandono de tierra agrícola y aumento del desempleo y emigración. Algo incomprensible en un país que tiene superficie y mano de obra cualificada suficiente para producir todos los componentes de la alimentación animal en nuestro territorio.
¿Cómo revertir esta situación?
En un próximo artículo, a modo de continuación, expondré algunas de las recomendaciones que, por otra parte, ya son una realidad en otros territorios.
Para comenzar a revertir esta situación se deben tomar medidas a varios niveles. Desde los Ayuntamientos a la Junta de Extremadura y demás gobiernos regionales hasta la práctica totalidad de los Ministerios del Gobierno. Desde Agricultura a Economía y Hacienda, pasando por Consumo, Educación, Igualdad, Trabajo, Cultura, Derechos Sociales, etc. Pero para ello hace falta voluntad política.
Porque ya lo decía nuestro paisano Víctor Chamorro. “Se trata de un genocidio programado desde despachos burócratas. Porque es genocidio ir acabando con todo un pueblo utilizando el arma de la emigración, el arma del expolio; pero, sobre todo, utilizando el borrador que lentamente hace desaparecer el sentimiento de identidad de ser de algo, de pertenecer a una tierra, a un clima, a una historia compartida, a unas raíces, que es el derecho primero y más natural de todo hombre”
Una de las muchas medidas urgentes que hay que tomar pasa por el cultivo local en Extremadura (y en España) de variedades tradicionales de cereal y leguminosa de forma sostenible. Son muy abundantes los estudios que reflejan los beneficios de la sustitución, por ejemplo, de la soja por variedades mediterráneas de leguminosas como altramuz, haba, guisante, garbanzo, veza, yero o algarroba.
La intensificación progresiva de la producción animal en Extremadura debe ser sustituida por una apuesta firme hacia la ganadería extensiva con pastoreo dirigido. Como dice el lema de Amigos de la Tierra, debemos consumir menos carne y mejor carne. Con 2,8 millones de hectáreas de superficie de pasto y forestal la ganadería extremeña puede y debe aumentar su grado de extensificación ya que en la actualidad ocupa el 38% de la superficie potencial de pastoreo. Este tipo de manejo animal además de contribuir al mantenimiento de la dehesa, realiza desbroce, desyerbe y abonado natural que regenera la biodiversidad del suelo contribuyendo de forma muy importante a la producción de pasto en la propia finca además de generar empleo rural, reducir la despoblación, el cambio climático, la erosión del suelo y el peligro de incendios.
Para finalizar y completando el título de este texto, sólo me queda añadir que la agricultura y la ganadería (entre otras) son parte de la solución para que esta Extremadura Vaciada (llena de personas y lugares maravillosos) deje de ocupar los primeros puestos en índice de paro, pobreza y desigualdad social.
Pongamos remedio antes de que, como dice el propio Instituto Nacional de Estadística, en 9 años estemos por debajo del millón de habitantes.
Queremos vivir y trabajar en Extremadura con dignidad.
Eugenio Romero, productor e investigador agroecológico
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