Aprobada la nueva Ley de Educación de Catalunya (LEC) el conseller Maragall ha concedido diversas entrevistas periodísticas. Me referiré a la que Lea del Pozo y Ferran Casas realizaron para Público de 6 de julio de 2009. Si no ando errado, y tiene importancia por asuntos estilísticos, es muy probable que la conversación fuera en […]
Aprobada la nueva Ley de Educación de Catalunya (LEC) el conseller Maragall ha concedido diversas entrevistas periodísticas. Me referiré a la que Lea del Pozo y Ferran Casas realizaron para Público de 6 de julio de 2009.
Si no ando errado, y tiene importancia por asuntos estilísticos, es muy probable que la conversación fuera en catalán pero no dudo que la traducción sea fiel y rigurosa.
Fueron siete las preguntas realizadas. Cuatro -¡cuatro de siete!- están directamente relacionadas con el tema lingüístico y con la pedagogía política. Así, «¿Cómo encaja que, después de tanto trabajo con la LEC, lo único que algunos medios de Madrid destacan en el tema lingüístico?». Dejo el tema para otra ocasión y no les oculto que en algunas respuestas, dejando aparte reflexiones alambicadas y varias promesas en al aire, algunos senderos apuntados por el Conseller no me parecen insensatos. Me detengo, pues, en las tres últimas preguntas de la entrevista.
La primera: tiene sentido, se le pregunta al señor Maragall, que ICV-EUiA siga en el Govern después de que, por otros motivos, diga «no» a la ley más importante de la legislatura, que sí ha recibido el apoyo de CiU.
Otros motivos son motivos no-lingüísticos. La Ley, como es sabido, fue aprobada con los votos de PSC-PSOE, ERC y CiU. PP y Ciutadans votaron en contra, y ICV-EUiA se opuso a determinados apartados de la LEC.
La respuesta del conseller fue la siguiente: «No debemos mezclar las cosas. La ley se plantó como una operación en un ámbito de debate global y de búsqueda de un acuerdo general. No era una política del Govern enfrentado a una oposición con la que negociar, sino que se quería buscar la máxima mayoría posible. Por lo tanto, no hay contradicción».
No es fácil la comprensión del argumento, aunque el «por lo tanto» parece abonar que estamos ante una figura literaria de ese tipo. Intentando buscar consistencias parece que lo que el conseller deseó señalar es que la ley de educación, que sí se negoció día sí y otro también con la oposición convergente-cristiana, pensando en futuros y probables escenarios políticos, pretendía una mayoría parlamentaria amplia que gobernara más o menos cómodamente llegado el caso con la ley. Esa máxima mayoría posible no incluía, acaso por carecer de importancia política de interés, o no la incluía sustantivamente, a ICV-EUiA. No habría contradicción, pues, en la oposición puntual de esta fuerza a determinados puntos de la LEC y su permanencia en un gobierno que la propulsaba en alianza con CiU. Será eso, aunque cueste entender que un gobierno busque alianzas con fuerzas situadas en el extrarradio de la coaliación y desprecie el lado interno de la fuerza.
El conseller continuaba su respuesta señalando: «Evidentemente esto no minimiza que en esta ley uno de los socios del Govern haya optado por manifestar una determinada discrepancia. Aunque esa distancia es objetivamente pequeña porque son aspectos muy concretos de la ley».
Dejemos aparte el uso del término «socios» que suena a lenguaje empresarial, muy del gusto del señor conseller, o incluso a cosas mucho peores. El paso tiene dos caras: una advertencia política, un aviso para navegantes, que anuncia posibles escenarios políticos gubernamentales sin ICV-EUiA y, en segundo lugar, una clara disminución del valor de su discrepancia crítica. El «porque son aspectos muy concretos de la ley» no tiene desperdicio: ¿y por qué la distancia es «objetivamente pequeña» aunque sean aspectos muy concretos de la ley? Lo será, si lo es, que no es el caso, por la escasa entidad de las diferencias no porque ésta sea sobre aspectos concretos. ¿Sobre qué iba a ser entonces la discrepancia? ¿Sobre la Ley en sí o para sí? ¿Sobre la posibilidad de la misma Ley?
La siguiente pregunta ahonda en el punto anterior. «Pero Dolors Camats, la portavoz de ICV-EUiA, en el Parlament, fue muy dura en su comparecencia el miércoles pasado (1 de julio de 2009), cuando los parlamentarios votaron la LC», se le recuerda al conseller.
La respuesta de Ernest Maragall enseña, política y filosóficamente. Y mucho.
Fue dura en el lenguaje, apunta el conseller, porque «esa es la especialidad de los que se refugian en la ideología, es un terreno fácil de practicar». El «los», obsérvese, remite a una fuerza aliada, de la que se apunta que se refugia en la ideología que siempre es un terreno de fácil práctica. El ideólogo conseller no-ideológico reduce la ideología a simple bla-bla-bla de fácil formulación y de escaso resultado. Porque, prosigue el conseller,. «Camats abusó de los contenidos y se basó en hipótesis que no tienen verificación real». No recuerdo ahora los ejemplos apuntados por Dolors Camats, pero ¿qué puede significar realmente abusar de los contenidos? ¿Descenso a los escenarios políticos que la ley puede entreabrir? ¿Y por qué no? ¿Qué debería hacerse entonces sino precisamente eso, discutir y valorar lo que la ley contiene o puede generar? Lo de hipótesis que no tienen verificación real tiene calado óntico: cómo pueden tenerlo si la ley aún no está en marcha aunque muchas aristas de la LEC, como la privatización anunciada, son pan nuestro de cada día vía externalizaciones en la práctica política actual de la conselleria.
Por lo demás, el final de la respuesta nos lleva a la cima de la cosmovisión política del conseller: «Esto, señala, es decir, el formular críticas puntuales a la LEC, sirve para tranquilizar conciencias pero no tiene más interés » [la cursiva es mía]. No estoy seguro que en la primera parte de su afirmación el conseller no tenga razón, todo parece apuntar a una respuesta afirmativa, entendiendo aquí consciencia por cuidar o intentar cuidar al electorado potencial de la coalición cada día más crítico y desesperado con la actuación de las fuerzas que han apoyado con probable traducción y protesta en futuras contiendas electorales, pero el paso final, ese «no tiene más interés», hablando, insisto, de una fuerza aliada, es prueba sin sombra de la prepotencia política, del pragmatismo de tradición felipista, del desprecio político del conseller de Educación, eso sí, claro y distinto como quería el mismísimo Descartes
La última pregunta apunta a unos de los escándalos de la educación catalana y española: «Como conseller de un Gobierno de izquierdas, ¿no cree que es una concesión excesiva permitir que los colegios concertados segreguen a los niños por razones de sexo?».
«Gobierno de izquierdas» es sin duda una cortesía exquisita de Lea del Pozo y Ferran Casas. La pregunta apunta no a una realidad futura, sino a una situación de facto. Escuelas concertadas opusdeistas que segregan a sus alumnos por sexos (hasta la fecha, que se sepa, no por orientación sexual) reciben ayudas públicas al tratarse de escuelas concertadas a las que se ha renovado el acuerdo.
El conseller no ve aquí una contradicción. «A ver si nos entendemos», señala, es decir, a ver si entienden de una vez los críticos. La LEC, prosigue, habla de la educación del país, de 4.000 escuelas, es decir, escuelas, academias e institutos de las cuales, sin poder comprobarlo por mi parte, hay 3.000 públicas y 1.000 concretadas, es decir, un 25% de instituciones privadas financiadas con dinero público. ¿Cuál es la idea, tan del gusto de CiU y, desde luego, del PP tema lingüístico aparte? Crear, dice, un sistema equilibrado -¡equilibrado!- que sea capaz de entenderse y complementarse. De lo que se trata, apunta el conseller Maragall, es de una construcción en positivo de un equilibrio necesario. En definitiva, traducimos, de incluir a las escuelas concertadas dentro de la red pública, otorgándoles derechos y dineros sin excesivo control en su quehacer y creencias y prácticas educativas, contentar a las clases medias que nutren sus aulas y, sobre todo, no alterar en lo más mínimo el creciente papel diferenciador social de la escuela en Catalunya y, desde luego, no discrepar en lo más mínimo de los poderes que dominan y dirigen el país.
Los compases finales de la conversación siguen en la misma línea. «Partir de la hipótesis de que la concertada perjudica a la pública o a la inversa es una hipótesis fácil». ¿Partir de la hipótesis? ¿No será acaso una conjetura argumentada con razones y hechos muy sólidos? ¿Hipótesis fácil? Pero, ¿no es acaso una hipótesis verdadera o razonablemente verdadera? Es tan difícil entender que los medios destinados a escuelas privadas, algunas de ellas, vale la pena insistir, de élite, no hablamos de academias de escasos medios en una zona alejada de Badalona, es un dinero sustraído a las escuelas e institutos públicos cuyas necesidades básicas son crecientes con carácter aléfico.
¿Necesidades básicas digo? Digo bien: conseguir que el alumnado que finaliza la ESO -y al que incomprensiblemente en ocasiones se le niega el título para convertirle en joven proletariado en paro o en trabajo precario sin ningún título y, por tanto, con menos protección aún- domine, es decir, conozca razonablemente bien, catalán, castellano, no observe el lenguaje matemático como si se tratara de inscripciones egipcias y conozca un inglés que le permita comprender textos elementales.
Tal posición, concluye el conseller, «es uno de esos refugios que pueden tener comodidad ideológica pero que no responde a ninguna realidad social». ¿Comodidad ideológica? ¿Ninguna realidad social? Nuevamente ese uso despreciativo de ideología que hace que los demás estén cegados por ella mientras uno está limpio de mancha como si se tratara de agua cristalina, estando, como está el conseller, de tópicos y lugares comunes ideológicos sobre el país, la educación, la vida política y las realidades sociales populares.
Lo de la ausencia de realidad social no tiene desperdicio. Cojan el mapa del país, marquen al azar vayan a cualquier instituto del extrarradio, barcelonés por ejemplo, o incluso del centro de la ciudad, y hablamos el viernes por la tarde tomando un agua mineral sin gas.
El conseller señala finalmente que «la LEC es más clara y más exigente en el terreno de la educación diferenciada que la LOE estatal, que ICV-IU apoyó». Nuevamente, una estocada política del conseller contra ICV-IU (obsérvese la inexistencia de críticas a CiU a lo largo de la entrevista) y un ejemplo de práctica política, netamente ideológica también: apunto, comparo, afirmo y no doy razones para justificar mi afirmación. Queda ahí y el tiempo se ha agotado. Tinc gana, he d’anar a menjar.
En definitiva: con aliados políticos así, para qué buscarse adversarios.
¿Es posible seguir permaneciendo en un gobierno que cuenta entre sus principales activos, entre sus grandes consejeros a un dirigente político con esta cosmovisión y estilo políticos? Pues sí, es posible. Es el pane lucrando sofisticado, la ausencia por disminución acelerada de aristas rebeldes, la integración en las instituciones (no el cambio social a través de la instituciones sino la transformación política efectuada por ellas) y, si me apuran, la ascensión de clase o, en algunos casos, la felicidad que otorga forma parte del sector político, digamos, dirigente del país, el estar satisfecho con uno o una misma, y brincar de alegría por haberse conocido.