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ETA y su decisión histórica: arando la paz

Fuentes: Rebelión

Tras 52 años de lucha politico-militar, ETA ha anunciado lo que ya era un secreto a voces: definitivamente renuncia a la lucha armada como método para conseguir sus objetivos estratégicos. Es decir: la autodeterminación, la independencia y el socialismo. Con este paso histórico se afirma la posibilidad de que a corto plazo (quizás menos de […]

Tras 52 años de lucha politico-militar, ETA ha anunciado lo que ya era un secreto a voces: definitivamente renuncia a la lucha armada como método para conseguir sus objetivos estratégicos. Es decir: la autodeterminación, la independencia y el socialismo.

Con este paso histórico se afirma la posibilidad de que a corto plazo (quizás menos de lo que se imaginaba) la izquierda independentista pudiera llegar a gobernar el País Vasco y generar un escenario donde tales demandas históricas puedan llegar a encaminarse. En lo que hace a lo electoral, el independentismo ya ha alcanzado ser una segunda fuerza en ascenso y hasta los propios dirigentes del gobierno español, auguran -obviamente preocupados- un «tsunami» de votos abertzales para las próximas elecciones del 20 de noviembre. 

Para entender más cómo y por qué se ha arribado a las actuales circunstancias, hay que recordar que medio siglo atrás un grupo de jóvenes pertenecientes al Partido Nacionalista Vasco (PNV), decidieron «echarse al monte» e iniciar la lucha armada. Causas sobraban: el franquismo coartaba todas las posibilidades de hacer política en términos lógicos, arrasaba a sangre y fuego con las libertades esenciales y aplicaba la represión, la tortura y la muerte, como norma, ante cualquier disidencia.

Cansados de poner «la otra mejilla», esta nueva camada de nacionalistas vascos comenzó a recorrer un largo y doloroso camino en el cual quedaron a su vera, muertos de uno y otro lado, miles de presos y desterrados forzosos y el inevitable sabor amargo que genera la violencia. Pero sin duda, más allá de las demonizaciones lógicas que surgen de dichas prácticas, fue a partir de esta propuesta organizativa que una buena parte de la población vasca pudo amalgamar su unidad y resistencia al fascismo, defender el uso de su lengua, que desde siempre trataron de cercenarle, y por último, pensar en términos de autodeterminación para sacudirse el tutelaje de quienes (tanto españoles como franceses) les invadieron y ocupan desde hace cinco siglos.

Sin embargo, lo que en otro momento aparecía como una posibilidad de presión frente a la intransigencia de Madrid y París, comenzó a percibirse en el mundo político de la izquierda abertzale como un freno, o por lo menos generaba visiones contradictorias. Pesaba en todos estos análisis, lo ocurrido en Irlanda, donde en circunstancias similares el IRA decidió abandonar la resistencia armada y apostó por la vía política con resultados medianamente satisfactorios, aunque es verdad que aspectos esenciales de su propuesta doctrinaria histórica, como es la independencia, aún está postergada, y ciertos sectores del republicanismo irlandés (minoritarios, es cierto) han vuelto a radicalizar sus demandas a través de nuevas organizaciones.

De todos modos, el caso irlandés no es del todo comparable ya que allí la decisión del IRA provocó de entrada una escisión en su conducción, ya que varios de sus miembros no aceptaron los acuerdos de paz y lo expresaron públicamente.

En ETA en cambio, esto no ha ocurrido. Hubo debate interno sí, pero cuando se tomó la decisión del adiós a las armas se lo hizo en un marco de férrea unidad, y esto mismo, al parecer, abarca a todo el importante espectro del denominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV).

En conclusión, la toma de tan importante decisión fue elaborada, discutida y culminó con la aceptación unánime de todos los actores del MLNV, políticos y militares.

Lo esencial que se planteó es que había que producir un viraje importante, abandonar el rol de vanguardia y apuntar a que sea la política la que reemplace a las pistolas, en todas sus variantes, incluso la institucional, y a partir de allí trasladar el protagonismo al pueblo vasco.

A consecuencia de esto, un grupo de dirigentes del ilegalizado partido Batasuna, encabezados por Arnaldo Otegi (actualmente cumpliendo una pena de 10 años de prisión), decidieron jugar fuerte y acompañaron el cambio de estrategia.

Invirtiendo todos los términos en lo que hace a resolución de conflictos, no se esperó a negociar con los Estados invasores sino que se actuó con prontitud, lanzándose una propuesta pacificadora unilateral, mientras Madrid y París seguían apelando a la «solución policial» del conflicto.

Además, a falta de lobbie (como ocurrió en Irlanda), se apeló a diversos gestores internacionales muy variopintos, algunos de ellos confiables y otros ubicados definidamente en la vereda de enfrente de las luchas populares. Obviamente no son lo mismo Tony Blair y Kofi Annan, que Jimmy Carter,el irlandés Gerry Adams y el sudaficano Brian Currin.

Después de una cumbre de estos popes (en el propio País Vasco) surgió la «recomendación» a ETA para que produjera un parate total, y a los gobiernos español y francés «dar pasos concretos para solucionar el conflicto de cara a involucrados que «se comprometan» a lograr la anhelada paz.

Dentro de la izquierda abertzale, en los últimos meses se pudo comprobar que el cambio de táctica producía notorios efectos, ya que no sólo se lograron alianzas con otras fuerzas políticas que hasta ese momento no querían involucrarse debido al tema de la «violencia», sino que además, al concurrir a elecciones municipales con la sigla Bildu, se obtuvo un respaldo considerable del electorado.

Ahora, con el comunicado de ETA ya en la calle, se inicia una etapa compleja pero ilusionante, según se infiere de opiniones de buena parte de la sociedad vasca. De acuerdo a la interpretación realizada por el independentismo, «la generosidad de ETA cede todo el protagonismo al pueblo vasco, y tendremos que ser nosotros los que decidamos adónde y cómo queremos llegar».

Sin duda se abren dos escenarios. En el primero, se insta a los gobiernos ocupantes del territorio vasco que resuelvan junto a ETA (que por otro lado, deja de luchar con las armas pero no se disuelve) las consecuencias de la confrontación, es decir la situación de los más de 700 presos vascos, y de los miles de refugiados y deportados. Por el otro, la izquierda independentista insta a París y Madrid a iniciar un diálogo en aras de lograr un «acuerdo democrático» sobre el reconocimiento de Euskal Herria y el derecho a decidir.

No hay que olvidar también que la gran mayoría de las organizaciones abertzales se encuentran ilegalizadas y sus militantes siguen siendo perseguidos, muchas veces detenidos y no pocas veces torturados por policías españoles y franceses.

En las instancias del poder español el anuncio de ETA causó reacciones disímiles: social derechista Rodríguez Zapatero pateó la pelota afuera señalando que cualquier decisión la deberá tomar el gobierno que asuma después de los comicios del 20 de noviembre, a sabiendas que los ultra derechistas del Partido Popular se preparan a arrasar en esa instancia.

Es precisamente el PP quien más intransigente se muestra frente a los reclamos de una posible autodeterminación vasca, ya que lo consideran una agresión contra la muy franquista «unidad territorial española».

De todos modos, lo que se ha precipitado ahora en Euskal Herria (hay que decirlo: gracias a la actitud inusual, valiente y generosa de la insurgencia) tiene todo el aspecto de ser un aluvión imparable. Aquí nadie ha regalado nada sino que todo lo logrado y por conseguir es el producto del sacrificio de varias generaciones de vascos y vascas que pusieron el cuerpo y la sangre para ello. De allí que la memoria también deberá ser una invitada especial en lo que se vaya a construir.

Por ultimo, se da como muy probable que la coalición electoral independentista Amaiur, obtenga resultados históricos (traducido en la entrada de varios diputados al Parlamento español) con lo que se acentuarían las posibilidades de una mayor presión hacia los que en ambos gobiernos estatales se niegan a reconocer lo inevitable: que los vascos y vascas comienzan a romper las cadenas que los amarraban a aquellos que durante varios siglos les han recortado sus derechos de ser Nación y actuar en consecuencia.

Carlos Aznárez es el director del periódico Resumen Latinoamericano

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.