No me lo hubiera imaginado aun creyendo, como creo, que el peor de los mundos posibles, no el mejor como postulaba el sagaz y cortesano Leibniz, no sólo es una ensoñación y práctica lógica de interés académico sino la construcción óntica usual que sirve de escenario a gran parte de las actuaciones de lo poderes […]
No me lo hubiera imaginado aun creyendo, como creo, que el peor de los mundos posibles, no el mejor como postulaba el sagaz y cortesano Leibniz, no sólo es una ensoñación y práctica lógica de interés académico sino la construcción óntica usual que sirve de escenario a gran parte de las actuaciones de lo poderes económicos, políticos y culturales en esta postmodernidad nihilista del capitalismo tardío, cada día más próxima a la barbarie, que nos ha tocado vivir y sufrir.
Lo he sabido esta mañana por la columna de Ignacio Escolar en Público («La enfermedad», 2 de julio de 2009). Es falso, según su propia familia, que Dalila, la joven madre fallecida recientemente en Madrid a causa de la gripe porcina, la ahora llamada gripe A, fuera asmática, y es en cambio verdad que acudió tres veces (no una, no dos, sino tres) a los servicios de urgencias de hospitales de la Comunidad de Madrid sin que nadie le hiciera caso. Sólo la cuarta vez que lo intentó consiguió ser atendida.
Se ha hecho creer a la opinión pública, yo mismo he sido engañado, que las causas de la muerte apuntaban básicamente a la misma gripe, a su embarazo y a sus muy débiles defensas dada su condición de asmática. Es falso esto último. Y esa falsedad ha sido transmitida a los medios de desinformación por responsables políticos sanitarios. Averiguar el origen de esta estudiada mentira no es asunto baladí.
No sólo es eso desde luego. Es obvio que el estudiado engaño («su familia marroquí ni se enterará», pensarían) responde al deseo de ocultar lo sucedido, de arrojar sucias y falsas palabras y toneladas de protocolos, documentos y comisiones sobre lo acontecido. Una persona enferma, en estado de gestación, en momentos en que hablamos públicamente de prevención y seguimiento dada epidemia de gripe porcina que nos acecha, acude a unos servicios sanitarios públicos de urgencia y no es atendida en tres ocasiones.
No es imposible que pueda haber errores en la actuación del personal sanitario, de esos médicos y médicas que trabajan a destajo en condiciones imposibles; mal pagados, acumulando horas, estresados, sin espacio apenas para los enfermos, sin poder llegar a todo. ¿Un error, dos errores, tres errores acumulados? ¿No será, como parece, que los servicios de urgencia, los servicios hospitalarios «públicos», privatizados orgullosamente (y con voz varonil) por el gobierno de la señora Aguirre y Gil de Biedma, han traspasado todo límite aceptable?
¿Siguen riendo satisfechos los responsables de ese gobierno decidido a convertir la sanidad en otros negocio privado, donde rijan las mismas normas que en cualquier otro asunto crematístico? ¿Va a permitir la ciudadanía española, madrileña, una situación así? ¿Serían tratados así los hijos, hijas o nietos de la señora Aguirre? ¿Vamos a seguir permitiendo muertes en el asfalto de una ciudad que combatió como pocas contra el fascismo internacional? ¿Aceptaremos una sanidad para pobres y otras dos más, con exquisiteces y múltiples medios, para privilegiados y personas bien situadas? ¿No tiene nada que decir el gobierno del Reino de España ante una muerte así? ¿No cuenta esa muerte entre las preocupaciones de nuestras autoridades?
No digo, no estoy en condiciones de afirmarlo, que la muerte de Dalila se hubiera podido evitar con otra política sanitaria, que las prácticas neoliberales sanitarias compongan, también en este caso y por decirlo rápido, una política criminal. No lo digo, pero no afirmo lo contrario. Sí que digo, en cambio, que el neofascismo tiene múltiples caras y una, desgraciadamente, lleva el nombre de esperanza. De esperanza y sus secuaces, y de los poderes que representan y estimulan.
Es sabido que el humanismo es una cosmovisión vulnerable, merecedora de críticas razonables y atendibles. Admitámoslo y admitamos también que el antihumanismo es, en frecuentes ocasiones, una cosmovisión con peor balance. Sea como fuere, ¿no sería posible alguna gota, tres átomos, quince quarks si lo prefieren, de humanismo temperado en un mundo de alimañas como este que está siendo dibujado, con aceleración no uniforme, por poderes despóticos y servidores de esos poderes sin alma?
PS: Aprovechando que el Ebro no pasa por Sevilla, me permito reproducir una respuesta de una entrevista con el señor Cohn-Bendit, el copresidente de los Verdes en la Eurocámara, que parece también hoy en Público (2-7-09, p. 14): «Tiene que producirse una fusión de fuerzas, pero no con algunas como el Partido Comunista. Se necesita un nuevo partido, moderno, no ligado a vieja formaciones». El señor Raúl Romeva, cuyo nacionalismo es confirmado y criticado por el propio Cohn-Bendit, no entro en este punto, eurodiputado por las listas de IU-ICV y con los votos de ciudadanos próximas a esas formaciones, será vicepresidente -insisto: vicepresi- de la formación que copreside el señor Cohn-Bendit. ¿Cómo se pone el cuerpo cuando uno lee una noticia así? ¿Estafa política? ¿No será más bien un estudiado insulto a la inteligencia y alma de izquierdas?