Un «error» de la compañía Syngenta en el etiquetado de semillas transgénicas ha llevado al cultivo en América de un maíz transgénico no autorizado, y a la entrada ilegal en Europa de una cantidad estimada entre las 1.000 y las 30.000 toneladas de esta variedad.
El 22 de marzo la Comisión Europea fue informada de que la compañía Syngenta había vendido entre el año 2001 y 2004 unos 14.000 sacos de semillas de un maíz transgénico no autorizado. Se calcula que la semilla, que la compañía dice haber etiquetado por error como una variedad autorizada, se ha cultivado en una superficie de unos 150 kilómetros cuadrados en Estados Unidos, así como en Canadá y Argentina, produciendo la nada despreciable cantidad de 150.000 toneladas de maíz transgénico ilegal. El destino final de aproximadamente la quinta parte de esta cosecha sería la Unión Europea, principalmente España, que es uno de los mayores importadores europeos de maíz para pienso.
La variedad sembrada sin autorización, el Bt10, es parecida al maíz insecticida denominado Bt11 y fue comercializada como si fuera esta variedad, cuya aprobación en la UE fue muy polémica al haber sido cuestionada su seguridad por los comités de expertos de varios países. Pero la realidad es que las características que diferencian al Bt10 del Bt 11 autorizado en EEUU y en la UE son importantes, y hacen que su comercialización ilegal sea sumamente inquietante. El Bt10 lleva un gen marcador de resistencia a la ampicilina, que la Agencia de Seguridad Alimentaria Europea ha recomendado eliminar para evitar la posible propagación de resistencia a este antibiótico a bacterias patógenas, un problema de salud de enorme gravedad. La retirada de este tipo de marcadores a partir de enero 2005 es una de las exigencias de la nueva legislación europea sobre organismos modificados genéticamente, cuya aprobación condicionó la moratoria europea. Por otra parte, y aunque la secuencia genética incorporada al maíz Bt10 para que produzca la proteína insecticida es similar a la del Bt11, las variedades Bt11 producen una cantidad unas 7 veces mayor de toxina. Ello puede deparar desagradables sorpresas a los agricultores en caso de plaga. Pero, lo que es más grave, esta diferencia en el comportamiento de los dos maíces indica que la información genética extraña es muy posible que se haya integrado en una región cromosómica diferente, afectando de forma distinta a la planta, lo cual es habitual dada la imprecisión de las técnicas de manipulación genética. Su inserción podría alterar otras características y funciones de la planta, con efectos totalmente imprevistos.
Sorprendentemente, ya que el «error» había sido detectado en Estados Unidos a mediados de diciembre y Syngenta asegura haber advertido a las autoridades de inmediato, la Comisión Europea no fue informada de ello hasta finales de marzo. La Comisión Europea ha solicitado a Syngenta la caracterización molecular completa del Bt10 para poder detectar su presencia y controlar la posible entrada en Europa de esta variedad, y ha amenazado con prohibir las importaciones de maíz a la UE. Sin embargo, los posibles daños, si los hubiere, serían ya irreparables, ya que la dispersión y contaminación transgénica es imposible de controlar una vez que un OMG ha sido liberado en el medio ambiente.