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Eurovegas hacia dentro

Fuentes: Rebelión

Los payeses del Baix Llobregat, «se apremian estos días a plantar alcachoferas, embrión de uno de los productos más emblemáticos de la zona». Es tarea propia de esta época. Este año es diferente. «Muchos de ellos no saben si lo volverán a poder hacer en las mismas tierras. Y muchos repiten: «Yo solo sé hacer […]


Los payeses del Baix Llobregat, «se apremian estos días a plantar alcachoferas, embrión de uno de los productos más emblemáticos de la zona». Es tarea propia de esta época. Este año es diferente. «Muchos de ellos no saben si lo volverán a poder hacer en las mismas tierras. Y muchos repiten: «Yo solo sé hacer de payés». La familia Bou es una de una estas familias campesinas.

Albert Bou, de 52 años, señalan Daniel Cordero y David García [2], es «un ferviente opositor a la construcción de Eurovegas en los terrenos del Parque Agrario del Llobregat» [3]. Cree tener, tiene de hecho, sobrados argumentos para rechazar uno de los proyectos-estafas más obscenos de toda la historia de Catalunya (y países afines y no afines). Pierde la compostura, apuntan los periodistas del diario global-imperial, «cuando, emocionado, intenta imaginar su vida expulsado de sus campos de cultivo». ¿Quién no? «Expulsado» es, por supuesto, un término ajustado a la situación. Su padre, de 78 años, «mantiene perdida la mirada mientras reposa sobre unos sacos de pienso». Representan a la cuarta y la tercera generación de una familia que ha vivido de trabajar estas fincas, a los campesinos europeos maltratados, expulsados y diezmados de los que, con tanta emoción, justicia y razón, nos han hablado John Berger, Francisco Fernández Buey y Francisco López Campo, mi padre, otro campesino expulsado de su pueblo que tuvo que trabajar en la construcción y en fábricas sin dejar de amar nunca -casi hasta el delirio- su tierra y sus pobladores.

Boy y su padre lamentan la situación: «ahora no tenemos ilusión por nada, continuamos trabajando porque no nos queda otro remedio». El suyo, señalan Cordero y García, «es un sentir mayoritario entre las 1.500 familias que viven de la agricultura en el delta del Llobregat». ¡Mil quinientas familias! ¡Nada menos! Temen la decisión que tomará la impulsora de la agresión económica, social y ambiental, la compañía estadounidense Las Vegas Sands, la de Sheldon Adelson, un magnate-político sionista de extrema derecha extrema, durante la primera quincena de septiembre. Será entonces -eso se ha dicho, pero ya veremos- cuando se conocerá la decisión final sobre si mister Adelson-escuadrones opta por Barcelona o Madrid para poner un lodazal de infamia, narcotráfico, servidumbres, enfermedades, prostitución y antiobrerismo en la Europa del Sur.

Pere Herrero es otro campesino de la zona. Recuerda que el parque del Baix -«una zona protegida creada al amparo de las ayudas de la Unión Europea hace más de una década»- está siendo condenado desde hace años. Lo llaman progreso, modernidad. ¡Menudo camelo! «Los campos de cultivo han ido desapareciendo víctimas de los polígonos industriales y de la construcción de la autopista Pau Casals (C-32) y de la ampliación del aeropuerto». Eurovegas, recuerdan también Cordero y García, dispondrá de «unas 800 hectáreas del total de 3.500 con las que cuenta el Parque Agrario del Llobregat». Más del 22% de un territorio protegido. ¡Qué risa doña Felisa! ¡Qué estafa doña Engracia!

Herrero recuerda los comentarios de unos responsables políticos del gobierno de la Generalitat: «los grandes negocios se hacen así» y «los negocios son los negocios» [4]. Es el Eurovegas hacia dentro: la insania poliética enunciada como paradigma de racionalidad socioeconómica. ¿Qué locura habita en sus mentes, cubierta falsamente con ropajes «racionales tecnocráticos»? ¡Cuanta razón tenía Benjamin!

Hay más casos. Sigo tomando pie en el artículo de Cordero y García. Joan Castany decidió vivir de la agricultura y huir de Barcelona hace 25 años. «Solo vuelve para vender fruta y verdura en una tienda» del Raval. «No entiende que desde las Administraciones quieran destruir lo que, en cierta medida, es una despensa de la capital», de Barcelona. Siente todo el proceso actual como una «traición en toda regla de la clase política». ¿Por qué? Por la disposición (es decir, por la servidumbre) de los gobernantes de «saltarse una planificación a la torera solo por dinero».

Tal vez, eso sí, se equivoque en un punto, en lo de la «clase política». Como ha comentado Alberto Garzón, no hay propiamente clase política sino políticos de diferentes clases que defienden determinados sectores sociales. «Solo se trata de aplastar al más débil», añade con razón y tristeza Castany.

Agustí García, 32 años, uno de los campesinos más jóvenes de la zona, teme las expropiaciones. No quiere «oír hablar ni de ser expropiado ni de vender terrenos»: «solo los que se han quedado obsoletos desean que se haga Eurovegas, pero yo me gano bien la vida». No son solo los jóvenes desde luego. Joan Estruch, un payés septuagenario, «se estremece cuando piensa en dejar sus terrenos».

Los rumores sobre corredores de fincas que visitan los terrenos y hacen ofertas ganan fuerza en Viladecans. «No sabemos si vendrá Eurovegas, pero seguro que esto ha sido el primer paso para echarnos». Estruch, Bou y García viven en una de las masías que hay dentro del terreno.

Esta es la maravillosa Cataluña que defiende el gobierno de los mejores privatizadores, el gobierno Mas-Puig-Mas-Colell que habla de nuevos pactos fiscales, de conciertos económicos, de un nuevo estado europeo, de la explotación española de Cataluña y de unas cuantas monsergas gastadas más. Solos, señalan, viviremos mejor. Poca gente les cree: nos sabemos todos los cuentos falsarios.

Dicen ser nacionalistas que aman a su tierra. ¿A su tierra, a nuestra tierra, o a la europela?

Notas:

[1] El título está inspirado en un gran artículo, un clásico de Manuel Sacristán: «La OTAN hacia dentro». Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Público-Icaria, 2009, pp. 215-218.

[2] Daniel Cordero/ David García, «La última cosecha si se planta Eurovegas». El País, 27 de agosto de 2012, pp. 1-2 (Edición Catalunya).

[3] La ubicación, apuntan con razón Cordero y García, propuesta por el Gobierno de los mejores privatizadores, para «seducir a los promotores del proyecto y traerlo a Cataluña».

[4] Las frases, los lemas protocapitalistas, se atribuyen a Damià Calvet, secretario de territorio de la Generalitat y uno de los principales negociadores con la delegación de Las Vegas Sands. Sean de él o no, están en el ánimo y en la cosmovisión de la mayoría de miembros -por no decir todos- de la clase política institucional catalana. Por no hablar, por supuestos, de los poderes fácticos económicos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.