Julio Anguita fue un ciudadano que, aparte de otro tipo de intervenciones políticas, tuvo durante algunos años un papel destacado (y crítico) en importantes instituciones públicas. Lo mismo, por poner tres ejemplos queridos, que los no olvidados Gregorio López Raimundo, Josep Solé i Barberà y Cipriano García. ¿Se les puede incluir en el mismo conjunto […]
Julio Anguita fue un ciudadano que, aparte de otro tipo de intervenciones políticas, tuvo durante algunos años un papel destacado (y crítico) en importantes instituciones públicas. Lo mismo, por poner tres ejemplos queridos, que los no olvidados Gregorio López Raimundo, Josep Solé i Barberà y Cipriano García. ¿Se les puede incluir en el mismo conjunto que solemos designar con la pseudocategoría (¡vaya timo!) «clase política»? ¿Cabe pensar en alguna taxonomía razonable que los agrupe en el mismo conjunto que a la señora Aguirre y Gil de Biedma, al ex de las Azores José María Aznar o al ministro de casi todo Alfredo Pérez Rubalcaba? No parece posible ni concebible; parece más bien una ofensa política, no sólo un error de enfoque.
Pero hay tal vez otra acepción del concepto que sí permite una agrupación homogénea y consistente. Sin chispas de indignación. La clase de aquellos políticos profesionales que no cuestionan nunca aristas esenciales del orden establecido (les suena a sánscrito la anterior afirmación), que están bien con unos y no mal con otros, que valen o pueden y suelen valer para un cosido y para un fregado, son aquellos que difícilmente levantan su voz para denunciar el lado oscuro de la fuerza y el poder, son aquellos que llevan años y años viviendo en y para las instituciones. Se jubilarán en ellas con muy buena paga y con ahorros abultados (y con mucha nostalgia).
Joan Delort, un político profesional catalán, colega de José Montilla, uno de sus hombres, es un ejemplo destacado de esto último. Inició su trayectoria política en 1997 de la mano de Xavier Pomés de CiU [1]. Ha servido, él suele hacer ostentación de ello, a cuatro alcaldes, tres consellers y dos conselleres. Fue secretario de Seguridad, impuesto por el president Montilla, cuando Joan Saura era conseller de Interior y actualmente es asesor de Felip Puig, el duro conseller de Interior del gobierno catalán de CiU con apoyo parlamentario del PP.
El martes pasado hizo unas declaraciones, pensadas, meditadas, acaso para afianzarse en su puesto y quedar bien con sus nuevos mandatarios, arremetiendo contra una de las pocas cosas positivas y contrarias-al-sistema que fue capaz de hacer la conselleria de interior de ICV-EUIA en la etapa del tripartito: enfrentarse a la tortura y a los malos tratos en las comisarías de los Mossos, concretamente en la de Les Corts, instalando cámaras de seguridad que registrasen las contundentes actuaciones de algunos Mossos (y Mocees). Ha hablado como hablaría cualquier ministro del Interior de la derecha extrema o un poco menos extrema: Mayor Oreja, Acebes, Rubalcaba, estarían a su altura. Algunos ejemplos: «Querían [ICV-EUiA] presentar al servicio público de policía como una caverna de torturadores» (nada más lejos desde luego de las intenciones del equipo de Saura), o «se puso en crisis toda la institución de los Mossos» (veracidad del enunciado: falso-falso-falso). ¿Por qué esta crisis global según el señor Delort? Efectivamente, lo han adivinado: porque se instalaron cámaras en algunas comisarías.
No sólo eso. El señor vale-para-un-barrido-vale-para-un-fregado Delort ha criticado la sustitución del ex director dels Mossos Rafel Olmos, responsable político de las infames cargas policiales contra los estudiantes y ciudadanos que protestamos en Barcelona contra el plan Bolonia en noviembre de 2008. Se entiende la inferencia del señor incombustible Delort: Olmos hizo muy bien y las salvajes cargas policiales estuvieron a la altura de las circunstancias. Como en los viejos tiempos, como cuando Fraga hablaba de la calle que era suya.
SAP-UGT y SME-CC.OO han comentado las declaraciones. Nada hay que esperar de la primera. Paso página. Pero la segunda, una organización que históricamente ha tenido que ver con Marcelino Camacho, Paco Frutos o Cipriano García, por poner tres ejemplos destacados, a través de Antoni Castejón, ha criticado las declaraciones de Joan Delort.¿Dónde ha ubicado su crítica? En el momento en que ha hablado. Es verdad lo que ha dicho pero, en opinión del señor Mosso Castejón, Delort es tan responsable como Saura o Boada. ¿Responsable de qué? De que en algunos casos, en determinados asuntos, no les dejaran hacer lo que les viniese en gana. Y a ellos no se les tose.
Así, pues, SME-CC.OO se sitúa en la derecha corporativa de un político profesional como Joan Delort. Entre colegas.
Me olvidaba. La revista de SME-CCOO de los Mossos lleva por nombre «Escamot». Traducción: pandilla, cuadrilla, pero también pelotón.
Nota:
[1] J. Ramón González Cabezas, «Joan Delort renega de Saura i censura la seva gestió». Público, 27 de marzo de 2010, p. 3(edición catalana).
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